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Surgimiento y decadencia de los centros de poder

Fuentes: Rebelión

La historia ha demostrado que el crecimiento del poder económico de determinadas naciones, es consecuencia, entre otros, del desarrollo del conocimiento científico y tecnológico y su correspondiente aplicación y que, esas condiciones generan poder económico y político que se traduce en capacidad para someter y dominar naciones de menor desarrollo.

El crecimiento económico, científico y tecnológico conduce a la producción de bienes y servicios que requieren consumidores asequibles y sumisos dependientes, en lo posible, en todo el planeta. Sus efectos y consecuencias se conocen como globalización y libre mercado.

Los representantes de las naciones dominantes y planificadores del conformismo de las naciones sometidas, parece no fueron suficientemente conscientes de que la globalización del mercado, facilitaría la globalización del conocimiento y uso de tecnologías y que de esa manera, de acuerdo con sus correspondientes estructuras de poder y de gobiernos, pudieron innovar y desarrollar producción nacional, sustituir importaciones y redefinir conciencia nacional y social. Las consecuencias se advierten en toda la geografía planetaria, en diferentes grados y constituyen causas específicas de las tensiones geopolíticas, generalmente disfrazadas de propósitos democráticos, humanitarios y otros sofismas.

La globalización del conocimiento científico y de las tecnologías, junto con el desarrollo industrial y acumulación de potencial económico, estimulan el surgimiento de nuevos polos de desarrollo y se generan condiciones de competencia en los mercados internos, regionales e internacionales, en detrimento de los intereses económicos-mercantiles de los centros consagrados de poder dominante.

Si el siglo 21 es el siglo del conocimiento, por lo que se advierte a nivel global, también será el siglo de la redistribución del poder económico y político y de consolidación de nuevos polos de desarrollo y de poder geopolítico.

Por la creciente y variada cantidad de actores dispersos sobre el planeta, los tradicionales centros de dominación económica, irremediablemente deben aceptar nuevas condiciones de distribución del mercado y aprender a convivir con diversas zonas de influencia y distribución de poder económico-político.

La dominación ejercida por las naciones de mayor desarrollo, generalmente han ocasionado abusos de poder y generado reacomodo, alianzas y asociaciones entre naciones sometidas. De esta forma, con el transcurso del tiempo, y el desarrollo comercial e industrial y crecimiento de la capacidad económica de las de menor desarrollo, se reduce la capacidad de dominación, hasta llevarla al punto de inflexión, ocasionando pérdida de poder competitivo y político, de las naciones dominantes.

Son esas las causas básicas que generan las tensiones que hoy se evidencian entre Occidente, China y Rusia, en particular, y entre bloques diversos de naciones.

Bajo los efectos de esa realidad, los electores de las naciones que afrontan el declive competitivo, tienen que enfrentarse a los efectos del declive de poder político y económico y a sus consecuencias. Es cuando con facilidad, los electores y círculos de poder interesados, son deslumbrados por espejismos populistas, como se evidenció en E. U., con la elección del Sr. Donald Trump y hoy otros, esperan lo imposible del Sr. Biden.

Las políticas de dominación las aplican mediante imposición de tratados o desconocimiento de ellos, intervenciones mediante la imposición del modelo económico-político preferido, aplicación de sanciones económicas, condicionamiento del endeudamiento público, amenaza militar y/o acuerdos de cooperación (Plan Colombia, antinarcóticos) y espionaje, etc.

Bajo premisas y objetivos propios del hegemonismo del poder, mediante decisiones y acciones autocráticas, los E. U., entre otros, han intervenido e intervienen en el ejercicio del poder de diversas naciones, quitando o imponiendo gobernantes, desestabilizándolos y/o asfixiándolos económicamente, dirigiendo y condicionando la estructuración de marcos institucionales débiles y laxos, favorables a los objetivos del mercado y la circulación del capital transnacional.

Tales metas y objetivos pueden ser logrados en naciones sometidas, con la anuencia de gobernantes irresponsables y mediocres, secuaces y vasallos incondicionales, obedientes a las directrices del poder transnacional dominante; generalmente sometidos a presiones, halagos económicos y/o amenazas y prácticas de intervención económica y militar.

Con la equivocada concepción del poder y de derecho de dominio del mundo, los E. U., con el presidente Trump, se propuso revivir la consigna imperial de “América para Loa americanos” (1823), bajo la nueva falacia de “Estados Unidos primero” y la defensa de los derechos humanos y la democracia, en el planeta.

E.E. U. U. no ha sido juzgado por diversas agresiones, abusos y acciones criminales y de lesa humanidad perpetradas contra Cuba, Granada, Haití, Panamá, Chile, Brasil, Paraguay, Bolivia, Venezuela, Argentina, Yugoslavia, Irak, Libia, Siria, Irán, Afganistán, entre muchas otras naciones y persiste en decidir sobre el destino de naciones, cuyo modelo económico-político, considera no favorable a sus intereses (Irán, Venezuela, Rusia, china, Siria, Irak, Libia, etc., en el presente). Hasta el presente, su hegemonía geopolítica le ha garantizado impunidad total.

La globalización del conocimiento científico y tecnológico y la asimilación del mismo por naciones en desarrollo, a varias naciones emergentes, les proporcionó capacidad para competir con producción y participación en el mercado global, en diversas áreas del desarrollo. Es ahí donde se originan las causas fundamentales del malestar de los círculos de poder de E. U., y de sus gobiernos para propiciar turbulencias y/o enfrentamientos con naciones emergentes que han logrado altos niveles desarrollo, que originan la disputa de los mercados y áreas de influencia económico-política, como ocurre con China y Rusia, entre otras.

Con fundamento en las anteriores consideraciones y ante las sistemáticas y caprichosas decisiones que tomó el gobierno del Sr. Trump, contra el modelo económico de mercado y de libre competencia y globalización del comercio internacional, se generó la confrontación comercial entre E. U. y China, en particular y que con el tiempo se extendió a otras naciones. Son hechos que pueden desencadenar resultados insospechados, si el nuevo gobierno de E. U., no logra una interpretación correcta, de las dinámicas y tendencias del desarrollo global, impulsado por la globalización del conocimiento científico y tecnológico.

Gobiernos, dirigentes políticos y sociales de todo el planeta, deben ser conscientes del significado de la posición y ambiciones del poder político-económico global dominante y de la potencial y real amenaza que constituye para la estabilidad política, económica y social del planeta.

La inevitable encrucijada socioeconómica y política global agudizada por las consecuencias de la pandemia del COVID-19, junto a las crecientes tensiones internacionales precedentes y presentes, por las diputas del poder y comercio globales, deben ser motivo de preocupación, toma de decisiones y acciones de todos los gobiernos, dirigentes y ciudadanos del mundo, en particular de las naciones en desarrollo y deben resolverse, racional y favorablemente a los interés y derechos, económicos, sociales y soberanos legítimos de todas y cada una de las naciones.

Son condiciones que exigen racionales rupturas de dependencias de poderes dominantes, redefinición de la concepción y sentido del ejercicio de soberanía y del desarrollo científico-técnico y culturales integrales, para fortalecer el desarrollo nacional, asegurar autosuficiencia de recursos estratégicos y participación competitiva internacional.

Es imperativo entender la problemática socioeconómica y geopolítica presentes y actuar en consonancia con las organizaciones políticas y dirigentes de todas las naciones, para replantear y redefinir integralmente los principios y derechos de soberanía nacional y el marco legal internacional en que deben fundamentarse, asumidas como un imperativo de seguridad nacional y de equidad socioeconómica en general.