Recomiendo:
0

Sustento filosófico de la malla curricular en clave posmoderna

Fuentes: Bolpress

Para centrar correctamente el debate es necesario diferenciar los términos «posmodernismo» de «posmodernidad». Mientras que el primero se refiere a una teoría, a una ideología sobre la sociedad, con fuentes filosóficas y políticas y vertientes estéticas, el segundo término se refiere a una realidad social nueva que hubiera surgido a partir de cambios estructurales y […]

Para centrar correctamente el debate es necesario diferenciar los términos «posmodernismo» de «posmodernidad». Mientras que el primero se refiere a una teoría, a una ideología sobre la sociedad, con fuentes filosóficas y políticas y vertientes estéticas, el segundo término se refiere a una realidad social nueva que hubiera surgido a partir de cambios estructurales y superestructurales, como negación de la época moderna. Es precisamente alrededor de esta última afirmación que el marxismo centra sus críticas a la teoría posmoderna, que supone ser el constructo teorético de una realidad concreta.

¿Qué significaría, entonces, que estemos viviendo una realidad social llamada posmoderna? Aunque la respuesta es dificultosa, por lo variopinta de los autores apologéticos (muchas de cuyas interpretaciones son contradictorias entre sí), podemos establecer los pilares teóricos de lo que constituiría el posmodernismo (1):

La teoría de la sociedad post-industrial, basada en gran parte en Bell y Touraine, que plantea la transformación del proceso de trabajo habiéndose superado aquel donde la producción de mercancías pasa a un segundo plano quedando la investigación científica como «principal fuerza productiva», la teoría de la sociedad de la información/conocimiento está esencialmente de acuerdo con esto.

Filosóficamente el posmodernismo está sustentado en el post-estructuralismo, teoría donde la coincidencia fundamental de sus principales representantes (Foucault, Derrida, Deleuze) estriba en el «carácter fragmentario, heterogéneo y plural de la realidad» (2). Negaron la posibilidad del conocimiento objetivo puesto que el sujeto es un cúmulo de deseos inconcientes individuales y sociales. Asimismo, la negación «antihumanista» del sujeto hace que el post-estructuralismo le confiera al sistema un poder absoluto de dominio sobre el hombre, negando también la posibilidad del progreso social.

Otro pilar es la crítica a la estética modernista. Fue inicialmente en el campo de la arquitectura (Robert Venturi y James Sterling introdujeron el término «posmoderno» 3) donde se propugnó una tendencia contraria al Estilo Internacional de la arquitectura, suplantándolo por la heterogeneidad de los estilos. En la literatura escritores como Baudrillard y Eco tienen resonancia como posmodernos.

El posmodernismo quiere significar, en una palabra, el fin de las contradicciones fundamentales. En todo el ámbito de la manifestación posmoderna (política, sociedad, cultura, arte) en lo que se insiste es en el abandono de toda dialéctica de lucha de contrarios. Se prefiere más bien mostrar lo «plural», la «complementariedad», la «diversidad».

Más que una respuesta a la crisis de la modernidad, el posmodernismo -así como sus criaturas tercermundistas, como el indigenismo del MAS- es parte del hundimiento del sistema capitalista. Busca ser la tabla de salvación ideológica al quiebre de las grandes perspectivas de la burguesía, pero la crítica particularista (mal llamada «radical») a la decadencia contemporánea lo vuelve una moneda fácil de ser volcada en su contrario: hacia la apología del caos capitalista.

El indigenismo ha aceptado, tácita unas veces, explícitamente otras, el «cambio estructural» de los modelos económicos, sociales, políticos y culturales, que no vinieron de transformaciones que operaron en la realidad sino en las ilusiones de la ideología posmoderna, de la globalización, del «fin de las ideologías».

Esta aceptación tácita o explícita es uno de los aspectos reaccionarios de toda teoría que, como en el caso del indigenismo, atacan las tradiciones revolucionarias en nombre de las «profundas transformaciones» contemporáneas.

En la «deconstrucción» que hace el planteamiento educativo indigenista sobre el proceso histórico de la colonización, denota su lectura enteramente negativa del proceso, no viendo en éste el resultado de una necesidad histórica determinado por el desarrollo de las fuerzas productivas que crecían dentro del feudalismo para derribarlo, sino mas bien contraponiendo la reivindicación nacional-étnica de los pueblos sometidos durante la colonia y la república a la idea de progreso social (Ver parte 1.1. Educación descolonizadora, liberadora, revolucionaria y transformadora).

Por otro lado, en los fundamentos filosóficos de la malla curricular se puede leer: «El vivir bien expresa la humanización del desarrollo, concebido como un proceso colectivo de generación, acceso y disfrute de la riqueza, en armonía con la naturaleza y la comunidad, que contempla lo material, lo afectivo, intelectual y también lo simbólico espiritual. El vivir bien es una expresión cultural no individualista, que parte de una satis¬facción compartida de las necesidades humanas, más allá del ámbito del bienestar material y económico». (p.27) Este «vivir bien» ¿no es también acaso un hedonismo de tipo posmoderno? ¿Acaso no dicen los posmodernos que las ideas de progreso, propias del positivismo y del marxismo, son «totalitarias»? ¿No son los hedonismo posmodernos e indigenistas, formas de convertir la necesidad de emancipación económica y política en su contrario? La ideología posmoderna implica sumergirse en el artificial mundo del consumo capitalista, es como dice Kurnitzky (1998) como avión que promete la salida de esta situación insoportable, para finalmente desaparecer de la faz de la tierra. En efecto, este hedonismo del «vivir bien», pareciera acomodarse mejor a las necesidades de la sociedad de consumo del capitalismo bárbaro antes que a un verdadero disfrute de la riqueza social producida por el trabajador libre en una sociedad libre.

Este fundamento filosófico de la malla curricular se vincula también a otro aspecto de tipo epistemológico, nos referimos a la posición que tienen el posmodernismo y el indigenismo del MAS sobre la posibilidad del conocimiento. Cuando la malla curricular indigenista plantea relativizar «tipos de conocimiento», esto es, negar el desarrollo conocimiento como correlativo con las fuerzas productivas y nivelar en un solo plano los saberes ancestrales de las naciones indígenas (muchos de ellos pre-científicos) con los conocimientos de la ciencia universal, niega, a su forma la posibilidad del conocimiento objetivo, esto es, que el hombre pueda conocer verazmente las leyes de desarrollo y transformación de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento.

El rechazo a la verdad objetiva que realiza el indigenismo, a tono, otra vez con el posmodernismo, significa negar la posibilidad de entender y de transformar el mundo, y como se puede ver, sus connotaciones políticas son bastante claras. La misión del sujeto (individual y social) no es comprender sino vivenciar, debe desahuciar a la «gran narrativa» marxista para olvidar la lucha por la resolución de las contradicciones históricas del presente. No olvidar que Lyotard definió lo posmoderno como la incredulidad respecto a los «metarrelatos» (Ver Francois Lyotard, La condición posmoderna).

El eje central del debate alrededor del posmodernismo se sitúa en torno a saber si éste es una realidad social contemporánea, esto es un sistema social que implique una ruptura estructural con el anterior capitalismo o «modernidad», o es mas bien una emanación ideológica de una determinada etapa del sistema social capitalista.

La principal idea que comparten indigenistas y posmodernos (una teoría por cierto profundamente «occidental»), es la necesidad de incluir a los distintos grupos -ahora excluidos- a la lógica de mercado capitalista. Es característico de la intelectualidad posmoderna de izquierda su «política identitaria», esto es su planteo de que la problemática social y cultural de las diversas identidades (etnia, género, orientación sexual, etc.), contorneando la lucha identitaria a partir de su método particularista, pues parte de la desconfianza de «toda universalidad» y desahucia toda lucha global en contra de la opresión y discriminación (que por cierto es universal) del sistema.

Notas

1. Esta caracterización está basada en el análisis de A. Callinicos. Ver Callínicos, Alex (1993) Contra el posmodernismo, Edición digital.

2. Ibíd. p. 3.

3. Ibíd. p. 4.

Kurnitzky, Horst (1998) Vertiginosa inmovilidad, los cambios globales de la vida social, Blanco y Negro, México. / Callinicos, Alex (1993) Contra el posmodernismo. Edición digital.