El viaje de Nancy Pelosi a Taipéi para estimular su proclamación como país independiente y el posterior viaje de una delegación de parlamentarios lituanos para manifestar lo mismo ha resaltado que existen apenas 14 países que mantienen relaciones diplomáticas con Taipéi como capital de la República de China
Dichos países son: Belice, Guatemala, Haití, Honduras, Islas Marshall, Nauru, Palaos, Paraguay, San Vicente y las Granadinas y la Santa Sede.
La causa de que aún haya países que reconocen a Taipéi como la capital de la República de China es la siguiente:
El verano de 1931 comenzó una guerra entre chinos y japoneses en Manchuria. Durante la Segunda Guerra Mundial una gran parte China estaba ocupada por tropas de Japón. La resistencia china estaba dividida en dos bandos. El bando del Gobierno oficial de China, reconocido por los aliados anglosajones y que era el Gobierno nacionalista del partido Kuomingtang, gobernaba en China desde el 1919. Cuando en la época de la Guerra Mundial la resistencia del Gobierno nacionalista chino estaba dirigida por el general Chang kai-shek y la resistencia popular organizada por el Partido Comunista chino era dirigida por Mao Zedong, ambos bandos colaboraban en la resistencia contra las tropas japonesas con el ejército del Gobierno nacionalista equipado y apoyado por los anglosajones y el ejército popular apoyado por la Unión Soviética. Con Japón rendido China estaba dividida entre una parte controlada por el ejercito nacionalista de Chang kai-shek y otra ocupada por el ejército popular chino.
Como era de esperar hubo una guerra civil entre los dos bandos. A finales de 1949, con su ejército casi destruido por los comunistas chinos, el Kuomintang se trasladó a Taiwán, que los japoneses acababan de desocupar. Es así como el Gobierno de China reconocido por los aliados y gran parte del mundo terminó asentado en Taipéi.
El Gobierno del partido comunista se instaló en la capital de China, Beijing. Desde allí controlaba la casi totalidad de China y era tan poderoso que casi derrotó a Estados Unidos en Corea, obteniendo una partición de Corea que perdura.
La política internacional es el terreno de la realpolitik donde la realidad se impone siempre por encima de la retórica ideológica y la propaganda.
En 1972, bajo la presidencia de Richard Nixon y por recomendación de Kissinger, Estados Unidos resolvió olvidar el mito del Gobierno de China en Taipéi y reconocer al Gobierno de Beijing como el verdadero representante de la nación china.
Además de que reconocer la realidad conviene siempre, aquí había un interés adicional en dividir y separar el campo comunista y fomentar los roces entre Moscú y Beijing. Una política olvidada en Washington desde Obama.
Esta explicación conviene porque hay gente que olvidó que Taiwán nunca ha sido independiente y siempre ha sido una provincia de China, tan parte de China que durante varias décadas era la sede del Gobierno de China reconocido por los propios Estados Unidos. El mismo Washington que ahora mueve sus peones para impedir la reunificación de China.
Esta situación dual de China es muy inconveniente para el mundo entero, porque la China de Beijing es la más importante economía del mundo y una crisis allí afectaría mucho a Europa y también a América Latina.
Hay varios países latinoamericanos que instigados por Washington siguen reconociendo al Gobierno instalado en Taipéi como el representante de China.
Esa postura de Guatemala, Honduras y Paraguay estorba el desarrollo de la cooperación económica entre China y Latinoamérica.
MERCOSUR es la mayor potencia económica de Iberoamérica, pero se le hace complicado negociar un ventajoso acuerdo de libre comercio con China, que ahora es el mercado más grande del mundo, porque Paraguay sigue sin reconocer al Gobierno chino de Beijing.
Con el Mercado Común Centroamericano sucede algo similar. Si una región latinoamericana necesita desarrollar una infraestructura común es América Central, cuya red de transporte aún sigue el patrón que dejó la época de las empresas bananeras: carreteras y trenes de las plantaciones a los puertos.
No existe una red de transporte entre las 5 repúblicas centroamericanas aunque fueron las pioneras en su acuerdo de integración económica.
El proyecto chino conocido como BRI (Belt and Road Initiative) apodado la Nueva Ruta de la Seda es justo un proyecto de desarrollo de la infraestructura de integración económica estructural entre Asia, Europa, África y el Mediterráneo.
Ahora que en Venezuela, Colombia y el resto del Pacto Andino existen gobiernos que pueden entenderse, es la hora de usar el apoyo de China para incluirla en la estrategia de desarrollo latinoamericano entre Suramérica y Centroamérica. Como Guatemala es la más importante economía de Centroamérica conviene a todos neutralizar allí la presión norteamericana que la obliga a seguir reconociendo al Gobierno de Taipéi como el Gobierno de China. Un modo de presión es que la cuota de importación de azúcar que concedió Estados Unidos a toda Centroamérica en el acuerdo de “libre comercio” llamado CAFTA (Central-American Free TradeAgreement) no llega siquiera al 1% del mercado del azúcar de Estados Unidos. ¡Que mezquindad! El mercado asiático de China es mucho mayor. Es probable que China, en este momento de graves tensiones en el estrecho de Taiwán, a cambio del desconocimiento del Gobierno de Taipéi, sea propicia a invertir en una infraestructura centroamericana moderna.
Las diplomacias venezolana y colombiana deberían mostrarse convincentes en procurar ese viraje en la política exterior de Guatemala y Honduras, un viraje que puede convenir para mejorar el nivel de vida en esa bella región social y económicamente rezagada de Iberoamérica.
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