I
A pesar de los logros y avances democráticos de la constitución del 91, las tensiones en su interior que derivan de su historia no pueden desconocerse porque eso impide entender el proceso que ha conducido a nuestro país a lo que es hoy. Una constitución que quiere ser pluralista, democrática e incluyente, se estrella con la realidad de la guerra, de la degradación política y humana que las clases dominantes le han impuesto a Colombia.
Como todas las constituciones en Colombia, y la mayoría en el mundo, la del 91 surge como pacto de cierre para una guerra salvaje que hundía al Estado y a la nación en una crisis política, social y moral tan profunda que amenazaba con descomponerlos. La propaganda oficial, la bobería de lo políticamente correcto tan de moda entre algunos historiadores y profetas del pasado, quiere imponer la historieta de la “séptima papeleta”1, en la que algunos niños ricos Bogotanos de buena voluntad, cerraron sus ojitos y lo desearon con fuerza, entonces surgió la asamblea nacional constituyente del 91.
Esa versión deja de lado algunos detalles importantes: la necesidad de una reforma política para solucionar
la inestabilidad social y ponerse a tono con el “Estado mínimo eficiente”,
primer punto del padre nuestro neoliberal; con una abstención superior al 60%
era fundamental, sin embargo, la integración simbólica de fuerzas progresistas
con una visión moderna del mundo que renovara las ideas de los políticos
tradicionales, las insurgencias desmovilizadas actuaron en ese sentido. Mientras
los dirigentes sobrevivientes redactaban la constitución, seguía marchando la eliminación
de sus bases y militantes, además muchas fuerzas susceptibles de participar en
la constituyente llegan desangradas a ese momento político y no tienen
capacidad representativa a causa del exterminio de la UP, de A Luchar, del FP.
Mejor dicho: también allí juega su papel el exterminio y el modelo de
negociación-negación de las elites.2 Pero a la Asamblea “Nacional” también llegaron
sectores provenientes del narcotráfico, que desde esa época reclamaban su
“recompensa política” por ayudar a matar “rojos”3 en campos y ciudades en alianzas
tempranas con instituciones, pero que entraron en pugnas con las clases
dominantes tradicionales por el uso del capital del narco y luego por la
extradición. ¿Nadie se acuerda de los negocios de Cesar Gaviria con Pablo
escobar?.
Las fuerzas provenientes de la insurgencia que llegaron a la Asamblea Nacional Constituyente proponían modelos de país y formas políticas que superaran el Frente Nacional anquilosado y velado pero existente (EPL, PRT, Quintín Lame, y principalmente el M19. Todos, expresión de una porción de los que en Colombia han luchado y luchan por la democracia para el pueblo). Traían la copia de las constituciones del “Estado del bienestar europeo” (que ya iban de salida) para construir un Estado social de derecho con sus garantías jurídicas universales, su respeto a las minorías, sus derechos sociales, políticos, económicos y culturales y todo el “deber ser” que se ha estrellado mil veces con la realidad del libre mercado neoliberal y el proyecto de acumulación por exterminio.
Las tensiones propias de semejante mezcla; la pretensión de acomodar la realidad a un texto; el silenciamiento de fuerzas políticas que no tuvieron cabida en la constituyente; son las condiciones que dan lugar a que ese proceso no encontrara un camino propio, ni expresara una vía original surgida de la movilización y la participación del pueblo. La materialización de los postulados constitucionales se hace imposible por la matanza y son los narcoparamilitares retrógrados los que, exterminando los liderazgos locales, los suplantan y hacen la política real y concreta llegando a reformar hasta 30 veces la constitución. Muchas fuerzas políticas quedan por fuera y muchos ni siquiera se sienten representados en esa constitución o no han llegado hasta el momento a asumir sus derechos ciudadanos porque sencillamente es golpeada una y otra vez por el bloque de poder.
En concreto en 1991 se dio un pacto de paz a varias manos en el que los clérigos neoliberales encabezados por César Gaviria, (fuerza mayoritaria en la constituyente) llegaron a un acuerdo con los que tenían la plata para financiar campañas y construir la infraestructura que exigían las instituciones financieras internacionales y las multinacionales para invertir en Colombia y adelantar la “apertura económica” (“novedosa” idea: entrega y exportación de recursos minero-energéticos, venta de empresas públicas, blanqueamiento de fortunas y negocios comerciales, adaptación del sistema educativo a las necesidades de la inversión extranjera, reformas laborales y a la seguridad social, importación de mercancías que le dieron fuertes golpes a la agricultura e industrias nacionales).
Para este pacto, en el que políticos de oficio recogían a mafiosos metidos en la política, no servían ni Galán, ni Pizarro, ni Jaramillo, ni Pardo Leal, por eso los mataron en la previa. Tampoco servían otros que se salvaron literalmente saltando matones. De allí las alianzas entre paladines de los partidos tradicionales, sobre todo el Liberal (Gaviria-Pablo Escobar, Serpa, Samper-Rodríguez Orejuela, y los primeros pinitos de Álvaro Uribe Vélez)4 con los carteles de Medellín y Cali, de allí las posteriores traiciones y guerras entre carteles que fracturaron el Estado y lo llevaron a las crisis de finales de los 90 (Gaviria primero acuerda con Escobar y luego usa el cartel de Cali y a los PEPES para eliminarlo, 5 más adelante Samper le recibe plata al cartel de Cali y luego captura uno de los Orejuela para limpiarse, mientras Uribe a la sombra del cartel de Medellín con los mafiosos de Córdoba, los narcoparamilitares que hoy malgobiernan este país)6 esas pugnas explican en parte el posterior asesinato de Álvaro Gómez Hurtado, conservador, reaccionario por convicción pero con la suficiente visión política para entender la necesidad de ampliar los acuerdos fundamentales de la política colombiana y respetar una constitución que ayudó a elaborar, además, opuesto a que los ganaderos, coqueros y narcoparamilitares tomaran el control del Partido Conservador y del Estado, para dedicarse simple y llanamente a matar para despojar tierras y narcotraficar, cosa que finalmente ocurrió. Paradójicamente hay quienes hoy les lavan la cara a esos narcos, auto inculpándose.
Así, las posibilidades democráticas de la constitución
del 91 se han ahogado en sangre, con la voracidad asesina de los
narcoparamilitares aupados por las oligarquías tradicionales para que limpien
el campo político. Actualmente, aunque los santistas se persignen por la
concentración absoluta del poder que pretende Uribe, esa concentración de ahora es el resultado natural de un modo de
gobernar mafioso y dictatorial que históricamente ha querido aplastar toda
diferencia política y toda expresión insurgente del pueblo colombiano que se
opone al modelo de desarrollo forzado.
La tensión entre libre mercado y Estado Social de Derecho, en una situación de dictadura como la de Colombia definen como principal las necesidades de los negocios, incluso aspectos que podrían favorecer los intereses del pueblo como la cierta descentralización administrativa, se convirtieron en el caldo de cultivo para que las mafias controlaran todos los procesos políticos económicos y sociales en las regiones. En la constitución del 91, a pesar de permitir que algunas fuerzas alternativas influyeran en las definiciones constitucionales, el núcleo contrainsurgente y antidemocrático de la manera de gobernar en Colombia no se desmontó, más bien se transformó y se profundizó. Ejemplifica el hecho de que el día que se instaló la asamblea constituyente se bombardeó a las FARC que se encontraban en tregua en casa verde. Reconocer la historia y sus problemas, sin edulcorantes ni auto mistificaciones, es lo que permite desatarla, resignificarla y en ese sentido darle fuerza para resolver conflictos como los actuales.
1 https://www.semana.com/celebrando-constituyente/131390/
2 https://www.arcoiris.com.co/2014/07/genocidio-del-partido-revolucionario-de-los-trabajadores-p-r-t-en-los-montes-de-maria-despues-del-acuerdo-de-paz-en-1991/; https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-172932; http://hacemosmemoria.org/2017/06/13/sobrevivientes-de-esperanza-paz-y-libertad-buscan-reparacion-colectiva-para-uraba/;
3 https://verdadabierta.com/muerte-a-secuestradores-mas-los-origenes-del-paramilitarismo/
4 https://www.lanuevaprensa.com.co/component/k2/entrevista-internacional-del-11-de-junio-de-2005-al-periodista-fernando-garavito-en-la-que-el-comunicador-para-esa-epoca-exiliado-explica-los-vinculos-de-alvaro-uribe-con-el-narcotrafico-y-el-paramilitarismo; https://www.elespectador.com/judicial/cartel-de-cali-financio-a-ernesto-samper-y-hasta-pago-su-absolucion-article-638171/
5 https://verdadabierta.com/pacto-con-el-diablo/
6 https://www.lanuevaprensa.com.co/uribe-el-asesino-que-nos-puso-la-mafia-2
II
LA CONTRAINSURGENCIA Y EL FASCISMO SOCIAL
Las clases dominantes colombianas que representan únicamente los intereses de los más ricos, han gobernado este país constituyéndose en un solo bloque de poder contrainsurgente, siempre ejerciendo la política desde las armas, siempre en acuerdos entre sus facciones, siempre haciendo pasar sus negocios, su corrupción y mentiras como convenientes para el país. El modelo de desarrollo forzado impuesto por las clases dominantes en Colombia ha usado la violencia y el despojo como formas de acumulación, tanto que hasta han categorizado ese actuar con el nombre de “masacre con sentido social”. Es una manera de hacer “negocios” consistente en limpiar por medio del desplazamiento, el asesinato y el miedo las zonas que requieren para acumular tierra, para los negocios privados de esos mismos que gobiernan, o para la inversión extranjera. Proceder evidente en proyectos como Hidroituango 7; o el aplicado desde hace más de 15 años en Buenaventura donde la masacre le abre camino a la inversión y construcción de puertos8; en zonas de explotación petrolera, etc, por solo poner unos ejemplos.
Mucho se ha planteado sobre cómo las clases dominantes colombianas entregan los bienes sociales a inversionistas privados y extranjeros que terminan manejando servicios básicos y estratégicos que son propiedad del pueblo colombiano, pero de ser garantías universales que un Estado y gobierno serio están en la obligación de proveer a sus “asociados”, pasan a convertirse estos derechos en privilegios para los que puedan pagar; negocios multimillonarios para inversionistas corrompidos; y sueños inalcanzables para la gran mayoría de colombianos pobres. Es esa negación cotidiana de los derechos la que demuestra que Colombia vive en un Estado de excepción permanente donde a millones de “ciudadanos” se les niega lo más básico. Por eso hoy se protesta en la calle, ahora la gente entiende que no se puede vivir así toda la vida, que no es normal, que no está bien.
Esa forma principal de acumulación primitiva, implica una manera de gobernar que garantice la ganancia, la impunidad y el control social. Esa manera de gobernar es la contrainsurgencia. Tanto la contrainsurgencia como el modelo de negocios de “masacre con sentido social” han sido aplicados por las dos facciones del bloque de poder en Colombia, ambos sectores se han beneficiado de las ganancias, de la impunidad, de mantener al pueblo sometido y aterrorizado, del asesinato de sus líderes y de la acción intensiva de la propaganda en las grandes corporaciones mediáticas, indudable operación psicológica sobre la gran masa de colombianos.
La contrainsurgencia es una muy vieja política de Estado usada en diferentes periodos históricos caracterizada por: la definición de un enemigo común (bandoleros, comunistas, terroristas, narcoterroristas, terrorismo urbano, vándalos, venezolanos, chinos etc.); el uso del miedo y operaciones encubiertas de OPSIC como generadores de opinión (auto atentados); control absoluto de los discursos en los principales medios de comunicación, censura y uso sistemático de propaganda y mentiras por absurdas que sean (auto entrevistas, repetición de mentiras en RCN, Caracol, Semana, el tiempo) con la intención de mantener intocable el poder de las elites.
Esa contrainsurgencia tiene sus reflejos en todos los ámbitos del funcionamiento institucional: a la protesta, aunque sea pacífica y con demandas razonables y mínimas para un Estado moderno, se le responde con acciones de guerra y con toda la fuerza militar; las instituciones jurídicas y el derecho están adecuados para la guerra contra el pueblo, la academia se “autorregula” y enmarca sus discursos en el lenguaje y la matriz de pensamiento orientada desde el poder que enseña quienes son los enemigos, a quién hay que odiar y qué es “ser buen intelectual” y así pueden enlistarse para el análisis las diversas expresiones de la práctica y el discurso contrainsurgente que defiende de cualquier agresión al proyecto sagrado del neoliberalismo. En resumen, para el bloque de poder contrainsurgente, todo lo que se opone a su proyecto económico y político, es insurgente y debe ser eliminado física o políticamente. Con ese enfoque las oligarquías tradicionales, en el desenvolvimiento de su proyecto económico y político llegaron a acuerdos con élites regionales para mantener a la población campesina aplastada e impedir “el desborde de la actividad guerrillera”.
Como síntesis de otros esquemas contrainsurgentes en el mundo, (Vietnam, Filipinas, Perú, Afganistán, Nicaragua) al tiempo que convencían a la gente en las ciudades de que en el resto del país no pasaba nada, hicieron creer a millones de personas que “eso que no pasaba”, era el origen de toda miseria, de todos los problemas y de todos los ultrajes y necesidades de la población urbana. Un trabajo ideológico de tal magnitud que robusteció el llamado “fascismo social” como moneda corriente en un sector de la sociedad colombiana. Toda una visión del mundo, una forma de analizar y abordar en el asentimiento común o en los imaginarios colectivos, las contradicciones sociales en todas sus facetas. Los ricos acusan a todos de terrorismo, de azuzar la lucha de clases mientras ocultan y desconocen la vida de millones de colombianos pobres y en cada medida económica, política, administrativa, en cada expresión “cultural” demuestran su odio contra el pueblo. Ese sí, es un odio de clase elitista y racista, que se convierte en un modelo aspiracional de la “gente de bien”, en una visión del mundo que comparten farándulas, deportes, modas, estilos y hasta pobres que son felices sirviéndole a los ricos, despreciándose a sí mismos, a sus ancestros y a su propia identidad.
7 http://hacemosmemoria.org/2019/03/22/violencia-hidroituango-antioquia/
8 https://colombiaplural.com/buenaventura-despojo-tierras-inversion-puerto/
III
EL MATRIMONIO CONTRAINSURGENTE: OLIGARQUIAS Y MAFIOSOS PARAMILITARES. EL DESARROLLO DEL NEOLIBERALISMO ARMADO QUE CONDUJO A LA CONSOLIDACIÓN DE ESTA DICTADURA MAFIOSA, ASESINA Y CORRUPTA EN COLOMBIA.
En Colombia la existencia del esquema “gobierno-oposición” ha tenido mutaciones desde el frente nacional, pero esencialmente ha mantenido su línea de impedir que sectores políticos alternativos que puedan poner en riesgo ese esquema y con él, las ganancias derivadas del manejo del poder, accedan al poder político. Los cambios en el modelo político que mantiene el poder en manos de los mismos, fueron profundos con el ingreso en gran escala del capital del narcotráfico a las alturas del poder gubernamental, pero el esquema “gobierno-oposición” se mantuvo intacto en tanto antidemocrático y antipueblo.
La antidemocracia es una condición para que los negocios de las aristocracias tradicionales (Santos, Pastrana, Vargas Lleras) y de los sectores de las clases dominantes provenientes del narco-paramilitarismo (Uribe, José Obdulio Gaviria, Cabal, los Char, los Gneco, etc) se manejen sin contratiempos en una orgia de corrupción ajena a los intereses de la nación y su gente. Esa antidemocracia exige la definición de objetivos comunes, enemigos que permitan unificar a ese bloque de poder como a los que medran a su alrededor en busca de migajas de ese poder y llenándose la boca con la palabra “democracia” (Fajardo, Claudia López, Fernando Cristo, Humberto De La Calle). Ese esquema en sus desarrollos ha generado un auténtico estilo mafioso del manejo y control de la politiquería tradicional 9.
A ninguno de ellos les interesa una sociedad democrática ni una sociedad donde el desarrollo económico permita los objetivos políticos de una democracia, que va mucho más lejos que el ritual electoral. Es necesario democratizar la cultura, la riqueza, la vida política, elevar la moral y la identidad del colombiano del común: democracia total. En Colombia no hay democracia y no puede haberla mientras persista la concentración absoluta del poder, de la riqueza, de la tierra, el desmantelamiento de la industria, y unas elites que gobiernan para favorecer sus negocios y los de sus financiadores. El desarrollo de la riqueza nacional determinado por las relaciones entre el poder político y el éxito de empresas legales e ilegales, en el que las elites gobiernan para favorecer sus negocios es algo muy distinto al desarrollo de una economía soberana, de una producción nacional con industria y agricultura, con desarrollo científico, técnico y tecnológico. La antidemocracia colombiana, resulta mucho peor para millones de pobres sometidos a la opresión política de una dictadura mafiosa y a la explotación económica del neoliberalismo armado.
A ninguna de las dos facciones les importa la paz, esa que se garantiza educando, empleando y abriéndole la posibilidad de definir su propio futuro a la mayoría de la gente. No, lo que les importa es una Colombia sin insurgencia armada o popular, sin rebeldía. Quieren un pueblo ignorante, resignado e imbécil consumido en una violencia ciega y funcional a sus negocios. Que los pobres se maten entre sí, que cada día haya un feminicidio, que cada dos días una violación, les tiene a los ricos sin cuidado, pero si la fuerza se usa contra ellos, ahí si el discurso de la paz y la práctica de la violencia estatal sin medida. Lo único que les interesa es cómo manejar sus negocios legales e ilegales desde el poder político y aparecer libres de culpa.
Santos quiso dejar a los traquetos que le limpiaron las zonas de inversión, lo financiaron y lo pusieron en el poder, con la mala fama mientras él se quedaba con el poder (no hay que olvidar que trabajaron juntos el mismo proyecto económico y político y que Santos fue puesto por Uribe). Es decir, lo que le hizo Uribe a los paramilitares que lo pusieron en el poder, para quedarse sin el pecado y con el género, se lo quiso hacer Santos a Uribe para lo mismo. El estilo mafioso de gobernar funciona a muchos niveles y se traicionan constantemente o se reconcilian de acuerdo a la distribución de mermeladas, ganancias y cuotas burocráticas. Cuando caen de la gracia y son peligrosos por lo que saben, los meten a la cárcel como a Mancuso, o memo fantasma, o el fiscal anticorrupción, o mueren como Pedro Juan Moreno o todo el etc. de lavaperros grandes y pequeños.
La ultraderecha aristocrática se alía o disputa con la ultraderecha traqueta de acuerdo a las circunstancias políticas, pero mantienen su unidad en impedir que cualquier expresión de democracia real acceda al manejo del poder político, mantienen su unidad en el odio al pueblo, en el dogma neoliberal y en las ganancias generadas por los negocios que se agencian desde el poder político. Pero al mismo tiempo disputan al mejor estilo mafioso por el poder (han co-gobernado juntos Gaviria y Santos, Santos y Uribe, Uribe y Pastrana –que supuestamente se odiaban entre si-) Pero cada vez que lo necesitan barajan sus cartas y vuelven al esquema gobierno- oposición, para sacar del juego político las posturas que en realidad podrían ir en contra del modelo del neoliberalismo armado que estos personajes han impuesto en Colombia. En ese juego en el que buscan copar el espacio político terminan definiendo “los nuevos rostros del establecimiento” que se presentan como oposición, pero dentro del modelo económico y político de la dictadura mafiosa.
Pero es tanto el poder de la ultraderecha narco paramilitar que hasta el acuerdo de paz con las FARC terminó definido y “corregido” con el uribismo después de firmado (total que el acuerdo del Colón luego del tramposo plebiscito era distinto al de La Habana) se abrió la posibilidad de reformarlo en el congreso y encima se le dejo la “implementación” al partido fascista con los resultados ya conocidos y eso que era un acuerdo que no transformaba radicalmente la tenencia de la tierra en Colombia, ni en su propia estructura iba a garantizar un transformación política que abriera puertas democráticas, e incluso el tribunal especial de paz quedo impedido para tocar a los empresarios que participaron, financiaron y se favorecieron del paramilitarismo. El proceso de paz con lo que fueran las FARC, no era para Santos algo diferente a un inmenso plan de negocios que al liberar oportunidades de inversión fortalecería sus negocios con multinacionales mineras, petroleras, pero con negocios orientados desde la aristocracia bogotana con delirios de prosapia inglesa. Mas ese “porfuerazo” no se lo podían aguantar los narcoparamilitares que pusieron a Santos en el poder y que él ha usado tan bien en toda su carrera política.
La sola idea de quedar por fuera de los multimillonarios negocios enardeció a los fanáticos neonazis del centro democrático, comprometidos con las inversiones regionales, eso sí, sin llegar a sacrificar las rentas incontables de la exportación de cocaína, (hoy procesada y exportada en gran escala desde Bogotá)12 ni tampoco quieren ser sacrificados a costa de la lavada de manos de la aristocracia bogotana, por eso se arrojan con la bandera de “hacer trizas” el acuerdo de paz, es decir, matar un cadáver, porque el verdadero interés de su banderín es aniquilar las posibilidades de verdad que ofrecía la JEP. De fondo una disputa entre élites que se arregla entre élites.
La oligarquía que manejaba a su antojo el Estado, se sirvió y se sirve del narcoparamilitarismo para desarrollar sus aspiraciones. Su miopía es voluntaria, su falta de grandeza y de proyecto es connatural a su corta visión que se junta con una perspectiva traqueta y deformada del mundo. Muchos de esos aristócratas “limpios” se sienten víctimas de su propio invento al enfrentarse a un aliado que los va dejando de lado o los confronta (como al santismo), a otros se les permite ser una oposición adecuada a sus fines (verdes). Hasta los aristócratas seudo liberales que se autoproclaman una tercera vía se imposibilitan para pasar de agache frente a las alianzas y el poder que han compartido y ejercido con el partido fascista del centro democrático y que han configurado el adefesio institucional que sostiene el poder de los ricos en Colombia. Incluso la tal coalición de la esperanza solo tiene esperanza si negocia y se alinea con el uribismo como lo viene haciendo. En eso se han convertido las democracias liberales con las que sueñan los académicos acartonados, los funcionarios políticamente correctos y los vetustos floreros republicanos.
Un matrimonio por conveniencia, con disputas ocasionales por los negocios y por quién manda en la casa, pero unidos en garantizarse la impunidad por los crímenes cometidos desde la dirección del Estado por Santos, Uribes, Gavirias, Martas Lucias Ramírez y toda la banda de quienes se han alternado en el poder o han cogobernado con los paramilitares, (Fajardo con su “donbernabilidad” y sus negocios con la terraza, o los más “limpios como Humberto De La Calle, han trabajado con los mafiosos y asesinos. Puede que ellos no mandaran avionetas con coca ¿pero, no sabían quién era Rito Alejo del rio, o Montoya, o Mancuso?). También unidos en ser cada vez más ricos a costa de la vida de los humildes.
9 http://cedema.org/ver.php?id=7591
IV
EL MATRIMONIO Y SUS DISPUTAS DEL CAMPO A LA CIUDAD
El momento inicial de asociación en el cual se les permitió a narcoparamilitares matar rojos “comunistas, terroristas, guerrilleros, líderes sociales”, a cambio de la libertad para narcotraficar y la libertad de narcotráfico para ser columna vertebral de la acción militar contrainsurgente y cobrar ese papel con burocracia estatal en el DAS por ejemplo, ha dado lugar, a la más grande ola de masacres, desplazamiento y terror para lavar plata acumulando tierras y agenciando negocios de empresarios directamente traquetos o asociados a ellos provenientes de las rancias oligarquías tradicionales, todos dispuestos a matar para defender sus negocios o por simple odio a los pobres a quienes consideran peligrosos enemigos estén organizados o no, más aún cuando se organizan y reclaman ciudadanía o derechos básicos.
Esa expansión narcopartamilitar en acuerdos con la oligarquía tradicional, llevó a los gamonales traquetos de ser sirvientes en las regiones, al control de ciudades intermedias y departamentos completos, y han avanzado hasta el control directo de instituciones políticas con alcance nacional y a operaciones internacionales de lavado de dinero en negocios con los bancos del grupo AVAL, 10 Serfinanza de los Char y Corficolombiana; grandes obras de infraestructura y construcción como las de Odebrecht. Por eso Uribe, Santos y sus respectivos socios en cada una de sus campañas, recibieron plata de Odebrecht y de Sarmiento Angulo 11, y también de manera directa de narcotraficantes reconocidos como “el Ñeñe”.
La masacre viene del campo a la ciudad en la medida en que los negocios (que acumulan capital en el campo) se trasladan lavándose y legalizándose en las ciudades, pero eso desquicia el manejo burocrático y el control político que las oligarquías tradicionales pretenden ejercer para lavarse las manos de la sangre que han derramado en el campo. El paramilitarismo entra a las ciudades a presionar y extorsionar a pequeños comerciantes en los barrios o al manejo de las ollas y las líneas y “ganchos” del micro tráfico con participación de amplios sectores de la policía (ahí se encuentra el nivel de “soldados”, nivel que desenvuelve su actividad de manera dispersa y no concentrada, un funcionamiento muy diferente al de los “ejércitos” paramilitares que hoy ya no son tan necesarios en tanto han consolidado poderes territoriales y no les es posible avanzar a otros nuevos); en otro nivel controlan mercados que mueven grandes capitales como los sanandresitos, casinos, las centrales de abastos, los centros comerciales y megaconstrucciones. El mismo esquema que han venido utilizando en el campo: masacre, exterminio, desplazamiento y terror como forma de disciplinamiento social y político, que en las ciudades se adapta al manejo de espacios públicos en los barrios (Bogotá, Pereira) interviene en todos los aspectos de la vida urbana (Medellín, Cali, Barranquilla) y terminan generando un control social que envuelve inversiones a varios niveles y definen el rumbo de los negocios de banqueros, constructores, alcaldes, gobernadores, presidente y vicepresidentes etc.
El avance del narcoparamilitarismo en las ciudades está marcado por: las grandes inversiones en construcción; la financiación de campañas políticas; el ejercicio del clientelismo y la presión armada sobre las comunidades en los barrios; el acceso a cargos de elección popular y a cargos públicos de nombramiento que multiplica las ganancias por el acceso a contratación pública o privada y además les entrega control político. Una fuerza política que maneja las redes de la corrupción en la contratación regional, que financia y compromete políticos y que con sus redes militares ejerce el clientelismo armado para terminar definiendo elecciones de forma cada vez más amplia13. (Macaco y su control en Risaralda, la oficina de envigado en Medellín, el papero en Bogotá, etc). Procesos económicos, políticos y sociales controlados por esa red asociada al ejercicio del poder político y base social del centro democrático, de cambio radical y del sin fin de partiditos neofascistas que son pequeñas empresas electorales que a su vez garantizan la financiación del proyecto contrainsurgente, estrechamente vinculado al proyecto neoliberal de acumulación por exterminio y despojo que tiene como base económica inicial al narcotráfico, eso les ha permitido construir y desmontar, cuando necesitan, verdaderos ejércitos y ha constituido un sector social de señores de la guerra que se convirtieron en los detentadores del poder en muchas regiones del país y son parte o componen la estructura del poder político en zonas semiurbanas y rurales.
Si en las regiones han basado el poder de los clanes mafiosos en la violencia, ahora traerán a las ciudades el mismo esquema de “movilización política por las armas” que llevo a Uribe al poder y que se va a reproducir en las ciudades colombianas. Del mismo modo que cada traqueto fundó su microempresa electoral, las microempresas paramilitares se diversificaron, así opera desde ya el clientelismo armado para las próximas elecciones, pero ahora de lleno en las grandes ciudades, a lo que se suma el control del Consejo Nacional Electoral, la registraduria y la procuraduría para perseguir opositores políticos por parte de la dictadura.
Hoy se da una reconfiguración del fascismo en el Estado, que necesita incluir a las facciones de narcoparamilitares que han logrado cierta independencia gracias a la síntesis de su experiencia en traiciones, extradiciones y encarcelamientos cuando ya no son útiles y a la “magia” de la globalización: narcos que negocian directamente con las redes de EEUU o Europa sin intermediación de los aristócratas tradicionales y por tanto ya no quieren obedecerle a los “doctores” de Bogotá. Como en las ciudades concentran el capital financiero especulativo, el sector servicios y los grandes movimientos comerciales, sólo con el poder político e institucional pueden los sectores vinculados estrechamente a la economía del narcotráfico integrarse al circuito económico y político del neoliberalismo (el lavado de dólares en grandes superficies o en los bancos y en la construcción de Sarmiento Angulo o pedro Gómez) cuando no reinvertirse en la minería o a cualquiera de las explotaciones que tienen en común una matriz de acumulación que está en el campo.
Es una adecuación del Estado que termina copando y cooptando cortes, rama judicial, fiscalía y organismos de control por parte de una nueva élite dividida en facciones con el mismo proyecto económico y político, con la misma manera de gobernar, pero con intereses de negocio diferentes. el Estado funciona en la lógica de las redes mafiosas que ejercen materialmente el poder, mantiene la estructura legal definida por las normas y los procesos legales, pero sus más importantes instancias están copadas por las mafias, eso es lo que cambia de Santos a Uribe. Santos tenía que pagar las cuotas burocráticas acordadas con el traquetismo paramilitar, pero Uribe-Duque les entrega el control directamente, así sean funcionarios ineptos, incultos (como el subpresidente sociópata) que ignoran los más básicos principios legales y constitucionales (Sanclemente, Carlos Camargo, Wilson Ruiz, Diego Molano, etc) provenientes del narco que se autoproclaman, se autofinancian, se auto entrevistan, se auto atentan y se mantienen en cargos públicos para garantizar el funcionamiento corrupto y dictatorial del sistema de gobierno.
10 https://forbes.co/2020/11/14/economia-y-finanzas/banco-del-grupo-aval-multado-por-bajo-control-en-lavado-de-activos/#:~:text=La%20Superintendencia%20Financiera%20ratific%C3%B3%20el,sobre%20el%20asunto%20en%20menci%C3%B3n. y ver también https://www.semana.com/pais/articulo/por-que-multaron-al-banco-de-occidente-de-sarmiento-angulo/306819/
[1]2 https://www.elunicornio.co/algo-huele-mal-en-guaymaral/
13 https://www.javeriana.edu.co/pesquisa/la-incidencia-paramilitar-en-los-recientes-procesos-electorales-colombianos/ tambien se puede revisar http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0122-44092012000200002 ; https://verdadabierta.com/las-vueltas-de-la-oficina-de-envigado/
V
UN FRENTE ANTIFASCISTA, LA UNIDAD DEMOCRÁTICA DE LAS INSURGENCIAS DEL PUEBLO, LA JUNTANZA DE LAS REBELDÍAS, EL CONVITE DE LA REBELION: CONTRA LA DICTADURA MAFIOSA Y POR UN GOBIERNO QUE LE SIRVA AL PUEBLO
Corren tiempos de convulsión social y política en Colombia que ponen a nuestro país en la disyuntiva de constituirnos como una nación democrática en la que no sea el pueblo el que tema al Estado sino el Estado el que tema y esté al servicio de su pueblo, o continuar siendo objeto de una dictadura mafiosa apoyada a conveniencia por el poder y el dinero de potencias extranjeras14. La insurgencia dispersa de los descontentos y resistencias del pueblo colombiano, el hambre de los más pobres, da lugar a un estallido al que el malgobierno responde como sabe, con masacres, asesinatos, desapariciones etc. Complementados con el silencio de los grandes medios y de los académicos, y políticos que miran para otro lado cuando los cadáveres flotan en los ríos.
Desde las movilizaciones previas al paro de 28 A de 2021 y durante esta última revuelta social se han expresado las rabias e indignación acumuladas contra el malgobierno corrupto y al servicio de los ricos que ha generado hambre, desatención en salud y una crisis política económica y social agudizada por la pandemia. Las manifestaciones del pueblo colombiano se condensan en el reclamo de ciudadanías que exigen derechos básicos, pero como en anteriores ocasiones han recibido tratamiento de guerra por parte del Estado, sin embargo, la resistencia y coraje del pueblo han sido de tal magnitud que los logros históricos y muchas de las lecciones aprendidas durante este periodo no se olvidarán y han agrupado resistencias de diverso origen que venían cocinándose de tiempo atrás, mostrando la realidad de una dictadura mafiosa, asesina, antidemocrática que odia al pueblo colombiano, que ha concentrado el poder de manera que los canales institucionales y legales tan pregonados por académicos y analistas “moderados” han mostrado su ineficacia o su franca postración ante el fascismo en el poder.
Se ha expuesto en la calle la realidad de una democracia viva, de un pueblo que busca su destino y que, ante el hambre, el desempleo, la enfermedad, la falta de oportunidades y la violencia en su contra, reclama ciudadanía, pan, trabajo, paz, salud, educación, justicia. Reclamos esenciales de los millones de abajos cansados de ser abusados, ninguneados y asesinados. Por eso han castigado al pueblo y la juventud que exige cosas apenas justas, por eso aplastan, criminalizan, matan, violan, torturan, descuartizan, encarcelan. Quieren dar escarmiento para que cunda el miedo, porque ha sido la democracia en la calle la que ha tenido logros políticos:
¿Cuántas leyes contrarias al interés de las mayorías han sido tumbadas en el legislativo? Ninguna; ¿Cuántas investigaciones por asesinatos, desapariciones, violaciones contra los manifestantes han prosperado para señalar a los responsables de mando? Ninguna; ¿Cuántas reformas favorables a la nación como la matricula cero, prohibir el fracking o adherir al acuerdo de Escazú han tenido resultado en el congreso? Ninguna. Ni siquiera la moción de censura contra el aprendiz de chafarote e impresentable ministro de defensa se concretó, demostrando así que el “juego institucional” no funciona ni importa a la hora de defender los intereses de los poderosos.
De otro lado se ha mostrado con toda claridad en los elegantes salones de los poderes, una institucionalidad ciega y sorda ante las necesidades del pueblo; la práctica neoliberal de la postpolítica, la posdemocracia que supone la renuncia a toda iniciativa política o posibilidad de ejercicio del poder por parte de las mayorías. Entonces la política es cosa de mafiosos e intrigantes políticos y es un modo de gobernar para garantizar la ganancia y los negocios manejados desde el poder lo que requiere mantener al pueblo alejado del debate público, del ejercicio político y de la ciudadanía.
Emerge con toda crudeza la realidad de una dictadura mafiosa y de los intereses que se mueven alrededor de esa dictadura, dispuesta como en los últimos 50 años, a masacrar, mentir, descuartizar, violar, comprar votos y conciencias, a hacer todo lo necesario para mantenerse en el poder. Hoy más que nunca, haciendo funcionar todo a la voz traqueta de “plata o plomo”, ahora que la consolidación de ese poder les ha significado traer el modelo económico político del neoliberalismo armado y acumulación por despojo y exterminio, desde el campo (donde nunca se ha detenido) hasta la ciudad.
Los escenarios posibles son complejos en tanto la dictadura mafiosa tiene actuando al paramilitarismo tranquilamente en campo y ciudad, adelantando su campaña electoral, infundiendo miedo y eliminando opositores políticos con la anuencia del ejército y la policía; ha acomodado el aparato institucional para blindar su permanencia en el poder: la procuraduría con poderes “judiciales” para actuar como policía política persiguiendo e inhabilitando opositores o bancadas alternativas, como ya empezaron a hacerlo; el control del concejo nacional electoral, el control de la defensoría y la contraloría generan las condiciones y las garantías para que el fraude y la corrupción electoral funcionen como siempre han funcionado en Colombia y para que las agresiones de la policía contra el pueblo que protesta queden en la impunidad. Están preparados para defender con violencia el fraude electoral que garantice el triunfo de los mismos de siempre. El clientelismo armado o saca a la gente a votar amenazada como en la primera elección de Uribe o la retiene cuando el fraude puede hacerse en instancias administrativas
Están preparados para aplazar las elecciones o facilitar un autogolpe con la excusa de una inestabilidad social que ellos generaron; o con auto atentando o con el auto bombo con el que justifican un estado de excepción permanente y prácticamente constitucionalizado que permite y le da tratamiento de guerra a la protesta y ahora eliminará políticamente a los opositores. Y así mismo están generando las condiciones para actuar en caso de una derrota electoral que ponga en el gobierno a sectores democráticos, pagando desde ya con impunidad y favores los servicios profesionales de paramilitares, y amplios sectores de las fuerzas armadas. Confían en lo que siempre han confiado: el ejercicio de la violencia.
La policía y el ejército han actuado libremente desde hace muchos años con una impunidad casi garantizada, impunidad que ha tenido algunos sobresaltos por cuenta de crímenes de lesa humanidad absolutamente inocultables, pero frente a ellos los principales responsables y determinadores desde el gobierno y sus empresarios legales e ilegales patrocinadores y por tanto protegidos, nunca han sido tocados. Solo pagan los soldados y policías rasos o suboficiales pues incluso los generales salpicados gravemente no se tocan (rito alejo del rio, arias cabrales, Montoya, Nicasio Martínez, Oscar Naranjo,) porque eso sería un mal mensaje para los actuales comandantes de una policía fanatizada experta en matar pueblo desarmado, felicitada, condecorada y enaltecida en los medios por matar, torturar, violar porque todo se justifica en la defensa de la dictadura mafiosa que es tan buena para los negocios, sabe que puede actuar libremente en todas las ciudades de Colombia sin ser molestada. Un ejército que permitió o estuvo involucrado en miles de ejecuciones extrajudiciales, asesinatos de líderes sociales y en más de 90 masacres en el año 2020, cuyos comandantes envueltos en escándalos de corrupción y asesinatos sabe que no puede ser tocado, la libertad para hacer negocios ilegales en campo y ciudad y cuadrar el sueldito con trabajos “freelance” que son el pago a una lealtad que se pone a prueba en momentos como los actuales. Ese ejercicio profesional de la violencia a cambio de plata es una costumbre tan fuerte en las fuerzas armadas de este país que eso de “patria, honor, lealtad” resulta tan falso que ahí están los mercenarios matarifes colombianos metidos en el asesinato del presidente de Haití.
Por eso es ingenuo pretender que el descontento y la inconformidad social van a trasladarse mecánicamente a las urnas, tanto como pensar que el fascismo consolidándose en el poder y el manejo omnímodo de las instituciones va a dejar de actuar como históricamente lo ha hecho. De otra parte, sostenerse indefinidamente en la barricada no hará entrar en razón ni hará caer el gobierno o la dictadura. Las clases dominantes requieren reordenar los acuerdos entre elites que siempre los han mantenido en el poder y al tiempo preparan imponer más violencia contra un pueblo que demuestra no querer ser gobernado por asesinos, corruptos, mentirosos, ya sean narco paramilitares o aristócratas.
También es ingenuo pensar que el pueblo colombiano y sus juventudes se van a manifestar como quieren opinadores o analistas. Los que han recibido solo desprecio, palo y exclusión; que hoy reciben masacre y bala cuando se manifiestan pacíficamente en un principio, exigiendo respeto a la vida y derechos básicos; ven morir a sus compañeros de escudo y barricada, los encuentran flotando en el rio o descuartizados. Entonces es apenas normal que quemen buses o sedes bancarias y traten de defenderse. ¿o que esperaban? Los asesinos ya han demostrado que no necesitan provocación para matar.
La compleja situación de nuestro país y la necesidad de avanzar en la lucha democrática, que es una lucha revolucionaria, nos llama a la unidad, a romper con la separación y la división de las expresiones antifascistas entre “buenas y bien portadas” y “malas” por no seguir los criterios que impone el mismo malgobierno. En la lucha contra la dictadura mafiosa caben formas de acción política que van desde el performance, los debates amplios, el bloqueo, la movilización masiva, el sabotaje, y todas las formas de acción política electorales o no, para que se manifiesten y se defiendan los intereses populares. Solo una idea independiente de los discursos del bloque de poder, una visión amplia que integre todas las formas de movilización y acción del pueblo, tendrá logros en la transformación profunda de Colombia
Es necesario el reconocimiento de la pobresia en todas sus expresiones. Todos los revolucionarios demócratas verdaderos deben defenderse y movilizar la defensa propia del pueblo que ha demostrado coraje y firmeza. Hay que volcarse a la construcción de un proyecto político de unidad popular, como frente antifascista, frente de defensa del pueblo o, como se quiera llamar, que vincule las expresiones políticas del pueblo colombiano en todos sus matices. Tenemos que reconocer también los intereses políticos del mal gobierno y de quienes defienden ese mal gobierno tras la bambalina de defender las instituciones. Instituciones que el fascismo ha construido, mantenido y adecuado para defender precisamente los intereses económicos y políticos de los mafiosos y oligarcas en el Poder, para mantenerse en él, a toda costa.
Estamos en la organización de la rebeldía desorganizada del pueblo, en la unidad de las organizaciones del pueblo, en el impulso de la insurgencia popular y en la unidad de las insurgencias colombianas porque una dictadura que se ha prolongado en su forma actual por más de 40 años no se va a retirar del poder por repentino amor a la democracia y a los pobres, pues su naturaleza es la antidemocracia y el odio al pueblo.
La unidad, juntanza, cohesión diversa y pluriclasista en contra del fascismo y por la democracia. Que no es esa neoliberal emparentada con gamonalismo y mafias que rige en Colombia, sino una que exprese la soberanía del pueblo y permita reconocer nuestros intereses, nuestra identidad, recuperar como lo estamos haciendo, el orgullo de ser lo que somos sin estar a la cola de una u otra facción de las clases dominantes.
Las transformaciones sociales profundas necesarias en Colombia no pueden hacerse de espaldas al pueblo ni a sus juventudes pobres, excluidas, desempleadas, que luchan sin miedo, pero con sueños de un país distinto que no va a surgir de acuerdos entre políticos profesionales de las élites, ni de la buena voluntad o la caridad de personajes que están en contra de los intereses del pueblo. Hay que estudiar, comprender, explicar, pero nada puede hacerse pensando en cabeza ajena, desde columnas, artículos y opiniones. Luchamos por encontrar nuestro destino, solucionando nuestros problemas, es nuestro tiempo como sociedad, como pueblo. Entonces no es “liberar” un país apegándose a viejas fórmulas prefabricadas e infalibles sino inventarse un país distinto. La historia no acaba, mucho tiene por recorrer lo raizal, lo popular, lo indígena, lo negro, lo “ñero”, lo pobre. Ganar nuestro presente luchando por el futuro es “conquistar la memoria” manteniendo en alto una idea: Rebeldía rebeldía, rebeldía, que es justa y necesaria.
MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO DEL PUEBLO
M.R.P
¡ABAJO LA DICTADURA MAFIOSA!
¡POR UN GOBIERNO DEMOCRATICO QUE LE SIRVA AL PUEBLO!
¡LA PAZ DE LOS RICOS NO ES LA PAZ DEL PUEBLO!
¡PAZ ES DEMOCRACIA PARA EL PUEBLO!
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