La captura del general Alzate el domingo 16 de noviembre 2014, cerca al corregimiento las Mercedes sobre el río Atrato, en el «teatro de operaciones» de la fuerza de tarea contra guerrillera Titán del ejército colombiano en el Chocó, los hechos posteriores como la suspensión de los diálogos de paz de la Habana por parte […]
La captura del general Alzate el domingo 16 de noviembre 2014, cerca al corregimiento las Mercedes sobre el río Atrato, en el «teatro de operaciones» de la fuerza de tarea contra guerrillera Titán del ejército colombiano en el Chocó, los hechos posteriores como la suspensión de los diálogos de paz de la Habana por parte del presidente JM Santos, la gigantesca operación militar para rescatar al general, su liberación con foto y todo, la lectura obligada de una autoinculpación acompañada de su renuncia a sus 33 años de mando y experiencia de guerra contrainsurgente, el secretismo y ocultamiento con que todo el ministerio de defensa dirigido por el «militar de civil» Juan Carlos Pinzón ha manejado todos estos incidentes.
Las innumerables versiones que han intentado responder (obviamente sin éxito) la pregunta elemental que se hacen millones de personas tanto en Colombia como en resto del globo terrestre de ¿qué hacía un general de esas características y de esa importancia militar, solo, en pantaloneta y chancletas, acompañado de una atractiva compañera de trabajo y dos espantados guardaespaldas, kilómetros abajo de su bunker oficial y en una pequeña canoa artesanal de madera que los chocoanos llaman «panga»?
Versiones que se pueden sintetizar en dos: Una, que se hallaba haciendo un negocio «torcido» (no se sabe con certeza cuál) si de oro, si de coca, o muy íntimo y personal y fue «chivateado» por algún competidor de los organismos militares y de inteligencia de los que el mismo general citó en su carta de renuncia. Y otra, que da crédito a la versión de que se encontraba haciendo una supervisión personal en terreno de una multimillonaria acción cívico militar en unas miserables y segregadas comunidades afro indígenas chocoanas.
Acontecimientos todos, presentados en las noticias oficiales, en una cascada de irracionalidad y falta de lógica. De una inaudita incongruencia e incoherencia entre los hechos ocurridos y las ideas o frases con las que se quieren explicar; rayanos NO en la esquizofrenia que es una enfermedad mental altamente perturbadora, sino en algo concebido a propósito por el alto gobierno de J M Santos y su ejecutor militar Mindefensa Pinzón, con el fin de continuar introduciendo en la mentalidad de los colombianos y en la conciencia social estropeada por 70 años de conflicto, la tan antigua matriz mediática de manipulación masiva (que tantos beneficios le ha dado a su clase social) de la incredulidad ciudadana y el escepticismo sobre los diálogos que conduzcan a la paz con la insurgencia y sobre todo, para reforzar la ansiedad altamente manipulable que produce el estar girando sin sentido en un «círculo vicioso» que lleva a la nada, en la cual nos hemos venido debatiendo y matando entre hermanos durante todas estas décadas de pesadilla sin esperanza, para el beneficio económico de los pescadores en rio revuelto.
Unos diálogos de paz, conducidos por el Estado colombiano con reglas de hierro «supuestamente» muy racionales, impuestas a su Contraparte guerrillera, para burlarlas a la primera oportunidad. Diálogos que por este cúmulo de incoherencias no podrán conducir a una verdadera comunicación humana, sino más bien a la «incomunicación dialogada» que se está viendo: A la incredulidad, la desconfianza y la suspicacia, al alejamiento mutuo y a una nueva frustración preparada y largamente anunciada por la prensa del señor presidente; como cuando insiste con otra de sus famosas reglas ilógicas: «Nada está firmado hasta que todo esté firmado», en lugar de ir avanzando en acuerdos parciales firmes como por ejemplo un armisticio bilateral.
Después de concluida la segunda guerra mundial y durante la llamada «postguerra», un grupo de escritores y dramaturgos principalmente europeos; atormentados con la barbarie que acababan de vivir y con el temor o la ansiedad producidas por la amenaza de un holocausto nuclear absurdo (razón fundamental de la llamada guerra fría) al describir todos estos miedos, temores y ansiedades irracionales y llevarlos a escena, dieron origen a lo que posteriormente la literatura global ha denominado «el teatro del absurdo».
Pues bien, hoy Colombia está viviendo un espectáculo del absurdo con actores del disparate, como si fuera un obra más de aquel teatro del absurdo, en el cual como en una trasnochada ironía, nos ha metido el gobierno de Santos y su herramienta Pinzón, con todas sus incongruencias y absurdidades, mentiras irracionales y ocultamientos hipócritas e ilógicos, sabiendo de antemano que por ese camino falso y opuesto a la verdad no se va a ninguna parte. Quizás al vacío existencial de «la nada» prefigurado de antemano en las advertencias presidenciales permanentes e insistentes de que «si se rompen los diálogos de paz de la Habana no pasa nada, pues seguimos en las mismas»….
Ya en Colombia la paloma blanca símbolo de la paz ha sido remplazada por una pantaloneta y un par de chancletas, acompañadas de la absurda carcajada de los espectadores de la obra de teatro iniciada.
¿Se saldrán Santos-Pinzón con la suya al anunciarles a los colombianos que vamos a seguir en las mismas? O Logrará el pueblo colombiano imponer (con su acción de masas obviamente) la necesidad histórica objetiva de lograr la ansiada Paz con justicia social, democracia y soberanía que tantos muertos nos ha costado hasta ahora.
(*) Alberto Pinzón Sánchez es médico y antropólogo colombiano
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