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Temuco sin mapuches

Fuentes: Punto Final

Por décadas han comercializado sus productos agrícolas y hortalizas en la tradicional Feria Pinto, de Temuco. Ya sea abasteciendo a los feriantes «establecidos» o instalándose en alguna vereda con sus productos. Hoy, más de cien pequeños productores mapuches, en su mayoría mujeres campesinas de la comuna de Padre Las Casas, ven peligrar su fuente de […]

Por décadas han comercializado sus productos agrícolas y hortalizas en la tradicional Feria Pinto, de Temuco. Ya sea abasteciendo a los feriantes «establecidos» o instalándose en alguna vereda con sus productos. Hoy, más de cien pequeños productores mapuches, en su mayoría mujeres campesinas de la comuna de Padre Las Casas, ven peligrar su fuente de trabajo por disposición municipal. Son ellos quienes cada mañana nutren a la popular feria de lechugas, tomates, cilantro, zanahorias, choclos, repollo y verduras y frutas de temporada. También de quesos, huevos, nalcas, miel, mote, tortillas e infinidad de otros productos. Sin embargo, víctimas de una millonaria remodelación que no los contempló, cada mañana deben lidiar con inspectores malhumorados y comerciantes que, celosos de su clientela, los denuncian a Carabineros.

Por estos días, ver mujeres corriendo con sus canastos se ha vuelto escena habitual. Muy pocas logran escapar de la fuerza pública. En las últimas semanas, al menos cinco veces las han desalojado, denuncia Magdalena Cabral (35 años), dirigenta de la Agrupación de Pequeños Productores Mapuches de Truf Truf, instancia en formación con la que piensan dar dura batalla al municipio. «Nosotros por años nos hemos instalado en la Feria Pinto. Entre septiembre y abril abastecemos a los feriantes y el resto que nos queda, lo vendemos en la calle. Esto lo hemos hecho por años. Incluso algunas lamnyenes (hermanas) cuando eran niñas acompañaban a sus mayores y ahora ellas continúan esta labor para criar a sus hijos. El otro día muchas recibimos insultos, nos botaron la mercadería y luego como buitres se la repartieron los comerciantes de los locales», señala a Punto Final.

Magdalena siente rabia. No entiende las razones del municipio para decretar la expulsión de los mal llamados «feriantes ambulantes». Culpa al municipio y, principalmente, al actual edil Miguel Becker, del derechista partido Renovación Nacional. «El año pasado fuimos a dejar una lista de más de 500 personas al alcalde anterior, Francisco Huenchumilla, quien al menos autorizó que vendiéramos. Todo cambió con la llegada del señor Becker. Los inspectores y los carabineros no nos han dejado en paz. Hemos pedido conversar con él, pero no hemos tenido respuesta. Queremos que se regularice nuestra situación. Si hay que pagar diariamente, estamos dispuestas a hacerlo, pero no nos quieren escuchar. Nos dicen que Truf Truf es parte de la comuna de Padre Las Casas y que debiéramos ir a vender a ese municipio. ¡Pero si por años hemos trabajado en esta feria!», subraya molesta.

Sitio histórico

La Feria Pinto es el principal mercado al aire libre de la ciudad y de la región. Ubicada en el populoso sector de la estación de Ferrocarriles, fue establecida en 1945 como centro de acopio y comercialización de productos agrícolas de la zona. En ese entonces, el objetivo era facilitar el traslado de personas y productos a otros lugares de La Araucanía, por el impulso que generó la estación ferroviaria. La componen más de 600 locales, distribuidos en los bandejones centrales de las calles Aníbal Pinto, Balmaceda y Lautaro. Patrimonio Histórico de la ciudad, para muchos es además el principal centro turístico de la capital regional. Lo atestiguan los miles de turistas que cada año recorren sus locales plenos de colores, sabores y aromas.
La Feria Pinto es mucho más que una simple alternativa a las grandes cadenas de supermercados. Es el principal centro intercultural de la ciudad, el verdadero «rostro mapuche» de una ciudad que a comienzos de la década ostentaba una de las tasas de crecimiento más grandes de Sudamérica y que, poco a poco, se fue blanqueando hasta volverse casi irreconocible. Representa uno de los últimos bastiones del Temuco mestizo, multicultural y bilingüe de antaño. Y son precisamente las pequeñas productoras mapuches, hoy expulsadas del sector, las responsables de que así sea. Pero ello poco pareciera importar al municipio, que acaba de cerrar la última etapa de la remodelación del histórico recinto. 

Esta remodelación se acordó el año 2001 -durante la administración del alcalde democratacristiano René Saffirio-, y comprende el mejoramiento de los tres bandejones que componen la tradicional feria. Con un costo estimado en 2 mil millones de pesos, el proyecto busca garantizar mejores condiciones de trabajo «para todos los pequeños productores mapuches». Una absoluta falsedad, según denuncian hoy los afectados.
«Acá siempre las autoridades se llenan la boca hablando de los mapuches y de cómo la Feria es un ejemplo de integración cultural. Eso es completamente falso. Gran parte de los locatarios son comerciantes winkas (no mapuches) que jamás han producido nada. Son comerciantes, sólo compran y venden», puntualiza Magdalena Cabral. Tiene razón. Cifras extraoficiales del municipio estiman en sólo 20% los comerciantes mapuches que tienen «locales con permiso» en la feria. Para la remodelación, cada locatario con patente debió pagar 100 mil pesos, cifra inalcanzable para los pequeños productores, reconoce Magdalena. Si a ello se suman otros 45 mil pesos semestrales por ocupar un espacio, el bajo porcentaje de locatarios mapuches se explica por sí solo.

«Parar la olla»

Miembro de la Comunidad Mapuche «Mateo Antón», del sector Itinento, en Pa-dre Las Casas, Sonia Córdova (30 años) madruga tres días a la semana para instalarse con sus hortalizas en la cuneta oriente de calle Pinto. Sus canastos de mimbre están cargados de ofertas. No es la única, nos cuenta. Cerca de cien campesinos de su sector realizan el mismo periplo desde hace décadas, llueva o truene, en invierno y verano, con el frío calando los huesos o con el sol hirviendo sobre el asfalto. No queda otra. Para la mayoría, es la única forma de generar dinero extra para sus familias. Más aún cuando la agricultura de subsistencia que practican apenas da para «parar la olla», reconocen. «Yo soy dueña de casa, no tengo profesión como para cambiar de trabajo, vivo de la agricultura, de mi pequeño negocio de hortalizas y necesito un lugar para vender mis productos. Tengo tres hijos y cada temporada compro sus cositas con esta plata que me gano. Utiles escolares, uniforme de colegio, todo lo que mis hijos necesitan lo compramos con esta platita», señala a Punto Final.

Comparte su indignación Patricio Llaupe (34 años), también miembro de la Comunidad «Mateo Antón». «Lo que hacemos sólo busca mejorar nuestra condición de vida como campesinos mapuches. No afectamos a nadie, no le robamos a nadie, al contrario, somos nosotros quienes proveemos a los comerciantes establecidos. Por eso trabajamos la hortaliza, las frambuesas y eso lo saben las autoridades», señala a Punto Final. «Por una parte ellos nos dicen que trabajemos el campo, que produzcamos hortalizas, Indap incluso hace una tremenda inversión en riego en esta zona, más de mil millones de pesos invertidos en el Canal Itinento. Pero resulta que después no nos dejan vender nuestros productos», denuncia el comunero.
«No es justo que nosotros nos sacrifiquemos sembrando, con insumos que son caros y después, termine todo en la basura en Temuco», señala. 

Como dirigente del sector, a Llaupe le ha correspondido ir y venir en las oficinas municipales, sin respuesta alguna para su gente. «Nos dicen que sigamos esperando. Ahora hemos pedido una reunión con los encargados de la municipalidad, el Indap y la Intendencia Regional, porque creemos que es un problema que trasciende el municipio. Es la última gestión que haremos antes de movilizarnos con nuestras familias en Temuco. No estamos solos, hay otras familias afectadas de Freire, Quepe, Lautaro, Vilcún, Chol-Chol… Hablamos de 500 a 800 personas que tienen amenazada su fuente de trabajo», subraya. «Estamos aburridos de ir de oficina en oficina. Con esto de la cesantía y la crisis económica, es una vergüenza que nos quiten nuestro trabajo. Si nos derivan a otro lado, nos condenan a la pobreza. Hay comunas donde ni siquiera existen ferias, entonces, es una burla que el alcalde Becker nos diga como solución que volvamos a ellas», finaliza. 

«La situación es grave, hablamos de una actividad económica fundamental para las comunidades periféricas a Temuco», señala Gustavo Quilaqueo, presidente de Wallmapuwen, colectividad que asesora a los mapuches de Truf Truf. «Ellos generan empleo, venden productos sanos en directo beneficio de la ciudadanía y proveen a los propios comerciantes establecidos de la Feria Pinto. De allí que nos parece un contrasentido que en tiempos de crisis se obstaculice de esta forma una dinámica económica, productiva, tan importante», subraya. «Por otro lado, aquí se están violando derechos fundamentales, como lo son el derecho de las comunidades al trabajo y a su desarrollo económico, ambos contemplados en instrumentos internacionales firmados por Chile, uno de ellos el Convenio 169 de la OIT», agrega Quilaqueo, quien recalca la necesidad de avanzar hacia una solución de fondo.