En América Latina matan a 12 mujeres por día en casos de violencia de género.
Sí, de género. Porque «no es sólo violencia», existe una relación de dominación de los varones hacia las mujeres que hace que que nos maten por nuestro género sea algo más común de lo que quisiéramos. La violencia existe desde que el mundo es mundo. Pero siglos de vida en sociedad nos permiten diferenciar los distintos tipos de violencia para tipificarla y buscar estrategias para abordar cada una de ellas. Porque no es lo mismo encontrar la muerte por azar en la calle que ser asesinada por un varón con el cual probablemente tengamos (o hayamos tenido) una relación. A nadie se le ocurre cuestionar que la «violencia en el fútbol» es «violencia en el fútbol» y por ende merece un abordaje específico acorde a sus características.
Lo mismo con otros tipos de violencia. Sin embargo, cuando se habla de violencia de género se desata un aluvión de cuestionamientos. Señal que demuestra cuánto tenemos que trabajar para comprender esta problemática. Las niñas, los niños y las mujeres están comprendidos dentro de la violencia de género. Los niños varones entran en esta categoría porque tiene que ver con el rol del autor, con la relación de poder que tiene el agresor con la víctima.
Hay quienes confunden (o quieren inducir a la confusión de) feminismo con machismo. El feminismo propone la equidad de género, la igualdad de oportunidades para varones y mujeres. Fomenta la liberación de la mujer y del varón de los roles que les son impuestos intentando eliminar las jerarquías para disminuir las desigualdades entre los sexos. El machismo en cambio parte de la base de que el varón es superior a la mujer por naturaleza.
Esta ideología genera discriminación, desprecio y violencia hacia las personas que cree inferiores. Aparece todos los días, en las pequeñas prácticas y en las enormes desigualdades. Está presente en varones y mujeres. Y hay una diferencia sustancial entre ambos conceptos: el machismo mata.
Para comprender el fenómeno de la violencia de género tenemos que pensarnos: ¿cuántas veces te gritaron en la calle esta semana?, ¿te ofrecieron «hacerte un hijo» desde algún camión?, ¿cuántos desconocidos te contaron cuánto les gustaría que les practiques sexo oral?, ¿en tu niñez -o adultez- te dijeron que no podías hacer algo porque no correspondía con tu género?, ¿te pidieron sexo como peaje?, ¿cuántos desconocidos te mostraron sus genitales sin que quisieras?, ¿te siguieron alguna vez en la calle?, ¿cuántas veces asumieron que no sos quien va a pagar la cuenta?, ¿cuántas veces el mozo te dio cruzado el refresco cuando habías pedido alcohol?, ¿le avisás a alguien que llegaste a tu casa?, ¿te obligaron a tener sexo?, ¿sentiste que no te podías separar porque dependías de la otra persona?, ¿cuántas veces tuviste miedo de que tu pareja o ex pareja te pegue?, ¿y de que te mate?
Las respuestas a estas preguntas van a estar siempre condicionadas por nuestro género. Porque no es lo mismo habitar el mundo como mujer que como varón. La desigualdad es parte de nuestras vidas. No se trata de inventar fantasmas y construir enemigos.
No es mujeres contra varones. Nos precisamos juntos. Varones y mujeres haciendo frente a la violencia de género. Según la Organización Mundial de la Salud, la violencia hacia las mujeres es una pandemia. Una de cada tres mujeres en el mundo ha pasado por situaciones de violencia física o sexual. En la mitad de los homicidios de mujeres a nivel mundial el responsable es un conocido. En el caso de los varones, solamente 6% son asesinados por alguien que los conoce. Uruguay no es la excepción. Cada 13 días matan a una mujer. Siete de cada diez uruguayas dicen haber vivido situaciones de violencia de género en su vida. Según el Observatorio Nacional sobre Violencia y Criminalidad del Ministerio del Interior, en lo que va del año hubo 24.454 denuncias por violencia doméstica. Son 79 denuncias por día. Una cada 17 minutos.
Otras tantas se sabe que no se hacen. La violencia doméstica se define por una relación de intimidad o de convivencia familiar. Aunque es el delito más denunciado después del hurto, aún no es comprendido como un problema de seguridad pública. 80% de las denuncias son realizadas por mujeres, 20% por varones. Los datos sobre homicidios de mujeres del último año aportan elementos contundentes para entender que no estamos hablando de locos sueltos y hechos aislados. No nos mata cualquiera.
Nos matan siglos de cultura machista. Nos matan los tipos de los que nos enamoramos, los que nos dejaron de gustar. Nos matan los padres de nuestros hijos. 62,2% de los asesinatos de mujeres de este año fueron en casos de violencia doméstica. 8,9% fueron asesinadas en agresiones sexuales. Solamente 15,6% no tenían relación con su homicida. 13,3% de los casos corresponden a muertes en rapiñas, hurtos y copamientos, que son los delitos que acaparan la atención cuando hablamos de seguridad. En 44,4% de los homicidios de mujeres el responsable fue la pareja o ex pareja. En 17,8% de los casos el asesino fue un familiar, 13,3% fueron asesinadas por un amigo o conocido y del restante 8,9% no hay datos. 96,6% de los homicidios sucedieron dentro del hogar, el resto en la calle. 34% de ellas había hecho alguna denuncia. Una de cada cinco mujeres muertas tenía menos de 14 años. En la mayoría de los casos (95,6%) los asesinatos fueron cometidos por varones.
El promedio de edad de los homicidas es de 45 años. 56.5% fueron procesados, el resto se mataron. La última semana en Uruguay será recordada desde el dolor y la indignación. La desaparición, el abuso y asesinato de dos niñas nos estremece. Valentina no llegó a buscar a su hermano. Brissa no llegó a la escuela. Hace unos meses a Felipe Romero le cortaron la ilusión de jugar al fútbol. Otro niño fue asesinado este año en un caso de violencia doméstica. Ninguno de ellos va a llegar al liceo. Seguro soñaron con enamorarse, con picarla y hacer un gol, con habitar el mundo adulto. Pero nada de eso va a pasar. Se cruzaron con alguien que no se los permitió. A estas niñas y niños los mataron varones que convirtieron sus pequeños cuerpos en objetos de deseo.
No son los primeros; si no transformamos esta rabia en lucha, no van a ser los últimos. Nelly, Lucielle, Lorena, Valeria, Carmen, Manuela, Melina, Silvia, Marta, Ofelia, Alicia, Yessica, María Cristina, Fernanda, Sonia, Karin, Loreley, Susana, Verónica, Patricia, Yanina, Claudia y Carina son las 24 mujeres que murieron por delitos de género este año. Ninguna se va a poder indignar cuando digan que las próximas que van a matar se lo buscaron, que iban solas o todas esas excusas que aparecen para defender lo indefendible. La historia ahora es sabida. Van a pedir más cárcel. Aparece la pena de muerte como opción.
Como si eso cambiara algo. Como si no estuviera demostrado que las penas no son disuasivas. Como si alguien que toma la decisión de matar a una niña, a un niño o a una mujer que probablemente conoció vaya a cambiar su conducta pensando en el después. Como si la mitad de los casos no terminaran en suicidio. Como si tener el homicidio como política fuera a reducir la violencia. Hay que asumir que lo que único que pretendemos con estas propuestas es causar dolor. Que el castigo los atraviese para que «paguen» por lo que hicieron. Que el dolor que generaron les vuelva y los destroce. Cuánto lastimen a esos varones no cambia qué tan expuestas están las niñas, los niños y las mujeres cotidianamente a la violencia. ¿Y cuando terminemos de desearles que los hagan mierda? ¿Cómo vamos a hacer para que estos tipos cambien su conducta delictiva y dejen de generar daños? ¿Qué vamos a hacer para que no haya más tipos como estos? ¿Cómo vamos a hacer para que no haya más pibas muertas? Tenemos que hacer foco en el problema.
El género no puede ser destino. Es preciso deconstruir el machismo y la violencia de los que creen que otros cuerpos les pertenecen. Aunque sabemos que el empoderamiento femenino despierta el rechazo del conservadurismo y que el rechazo se traduce en violencia, tenemos que criar niñas libres y empoderadas.
También varones igual de libres que no hagan uso de la violencia.El pasado 25 de Noviembre fue el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Varones y mujeres nos movilizamos para transformar en lucha el dolor que nos atraviesa. Desde la responsabilidad, para que la violencia no sea la norma. Porque mañana tenemos que seguir saliendo a la calle. Porque las pibas tienen que llegar a la escuela.
Porque las mujeres tienen que poder decir basta.