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Terror genético

Fuentes: La Voz de Galicia

EL AÑO 2005 verá aumentar un pánico nuevo: el terror genético. La producción de animales transgénicos, la clonación, la secuenciación del genoma humano, el patentado de la vida y la utilización de test genéticos están produciendo un miedo sordo. Desde la clonación de la oveja Dolly en 1997, se sabe que la del hombre está […]

EL AÑO 2005 verá aumentar un pánico nuevo: el terror genético. La producción de animales transgénicos, la clonación, la secuenciación del genoma humano, el patentado de la vida y la utilización de test genéticos están produciendo un miedo sordo.

Desde la clonación de la oveja Dolly en 1997, se sabe que la del hombre está al caer. La ciencia ha superado a la ficción, en la medida en que ha dejado chiquito el «procedimiento Bokanovsky» imaginado por Aldous Huxley en su novela Un mundo feliz . Dolly no es el resultado de una fecundación: su embrión fue creado mediante la simple fusión del núcleo de una célula adulta con el óvulo enucleado de una oveja portadora. Desde entonces, se han clonado todo tipo de animales. En 1998, la revista The Lancet opinaba que, a pesar de las advertencias morales, la creación de seres humanos por clonación era «inevitable», y hacía un llamamiento a la comunidad médica para que lo «admitiera de una vez por todas».

Recordemos que en Estados Unidos, durante los años 60, investigadores como el doctor José Delgado, partidario del control de la mente en aras de una sociedad «psicocivilizada», afirmaban que la pregunta filosófica esencial ya no era «¿Qué es el hombre?», sino «¿Qué tipo de hombre debemos fabricar?»

Marvin Minsky, uno de los padres del ordenador, pronostica lo siguiente: «En el 2035, gracias a la nanotecnología, el equivalente electrónico del cerebro podría ser más pequeño que la yema de un dedo. Eso significa que podremos tener en el interior del cráneo todo el espacio deseado para implantar sistemas y memorias adicionales. De ese modo, poco a poco, se podrán aprender más cosas cada año, añadir nuevos tipos de percepciones, nuevas formas de razonamiento, nuevas maneras de pensar e imaginar.»

Por su parte, Francis Fukuyama sostiene que «durante las dos próximas generaciones, las herramientas que nos proporcionarán las biotecnologías nos permitirán conseguir lo que no han conseguido los especialistas en ingeniería social. Llegados a ese punto, habremos terminado para siempre con la historia humana, porque habremos abolido a los seres humanos en tanto que tales».

La prensa anuncio el nacimiento de una nueva era el 26 de junio del 2000, fecha del desciframiento de los tres mil millones de pares de bases encadenadas a lo largo de los veintitrés cromosomas que componen nuestro patrimonio hereditario. Los beneficios probables para la humanidad son enormes, puesto que la identificación de un gen responsable de un mal hereditario abre la vía al hallazgo de un posible tratamiento y a su curación.

Pero estamos lejos de conocer el alcance de este descubrimiento, que puede alentar peligrosas veleidades. En adelante la genética ofrece la posibilidad de lanzarse a una «apropiación salvaje del mundo, una versión moderna del esclavismo o de la explotación incontrolada de los recursos naturales, como demostraron las potencias coloniales». Porque patentar los genes es como privatizar un patrimonio común de la humanidad. Y vender la información a la industria farmacéutica -que la reservaría a algunos privilegiados- podría transformar este revolucionario descubrimiento científico en un nuevo instrumento de discriminación. Por si fuera poco, la ingeniería genética prefigura un nuevo eugenismo. Cabe interpretarlo como el resugir del fantasma del niño perfecto , seleccionado en función de la excelencia de su código genético.

Un miedo indecible empieza a tomar cuerpo: ¿caminamos hacia una serialización de la especie humana? ¿Hacia el recurso masivo a las biotecnologías duras?¿Asistiremos en el 2005 a la invasión de los HGM, los humanos genéticamente modificados ?