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Irak en el caos

Terrorismo y poder

Fuentes: Rebelión

El atentado al gobernador de Bagdad, Ali al-Haidari, quien pereció ayer junto a seis de sus guardaespaldas, marca el punto más alto de una escalada de golpes de la resistencia iraquí. Poco antes, un camión cargado de combustible y explosivos estalló junto a una de las entradas de la ciudad liquidando a ocho soldados de […]

El atentado al gobernador de Bagdad, Ali al-Haidari, quien pereció ayer junto a seis de sus guardaespaldas, marca el punto más alto de una escalada de golpes de la resistencia iraquí. Poco antes, un camión cargado de combustible y explosivos estalló junto a una de las entradas de la ciudad liquidando a ocho soldados de las fuerzas títeres y dejando sesenta heridos. Por todo Irak suenan las bombas, los asaltos a las casernas de las fuerzas nativas organizadas por el mando norteamericano. Es una insurrección general que ha subido de tono y de intensidad. La eficacia de sus arremetidas certeras ha debilitado la confianza pública en la pretendida normalización que pudiera venir tras las anunciadas elecciones del 30 de enero.

Durante el pasado mes de diciembre arreciaron los reproches al gorila Rumsfeld por su autorización de las torturas, por su desdén de la seguridad de los soldados estadounidenses, por el deficiente equipo con el que los ha enviado a combatir. A esto se unió el descontento porque Rumsfeld ni siquiera firma personalmente las cartas de pésame de los soldados que caen en el oriente Medio. Por ello se vio forzado a pasar las Navidades entre las tropas para asumir una máscara humana, intentando mejorar su deteriorada imagen pública. De ahí sus criticadas declaraciones: «hacemos la guerra con el ejército que tenemos, no con el que aspiramos a tener».

Finalizando el pasado año Bush tuvo que admitir, en una de sus escasas conferencias de prensa, que existen serios obstáculos para amansar la neocolonia iraquí y manifestó que las elecciones del 30 de enero no son más que un eslabón en una cadena, que depende mucho de las fuerzas armadas estadounidenses, para instalar un régimen títere confiable. A todo ello se unió un nuevo informe del FBI dando cuenta de la renovación de las torturas. El gobierno de Bush acusa a los patriotas iraquíes de terrorismo cuando son, en realidad, defensores de la soberanía nacional y de la integridad del territorio patrio.

El origen de esta nueva forma de combate surge en el Líbano, entre 1982 y 1983. Fueron los militantes de Hezbolá y del Yihad islámico, organizaciones financiadas por Irán, quienes usaron elementos autodestructivos y de castigo, tal como lo había hecho Hussein, el sobrino de Mahoma, en la batalla de Kerbela en el año 632. La revolución iraní de Jomeini, le dio un decisivo impulso al movimiento chiíta.

Hay otras causas de este estilo de combate. La globalización de la economía está reduciendo a los países agrícolas a ser mercados dependientes o suministradores de materia prima. Las recetas del neoliberalismo deprimen periódicamente el nivel de vida para equilibrar la oferta y la demanda. Los marginales, acorralados, se vuelven hacia la desesperación. Los fundamentalismos crecen junto con los fanatismos, pero también con la opresión y las violaciones de la soberanía de los pueblos.

Los atentados de los extremistas palestinos pretenden reivindicar la integridad de su patria ocupada por el expansionismo sionista. Los negros, los indios, todos los desheredados y desvalidos del mundo, las vastas masas empobrecidas del Oriente, los indígenas, los repudiados, los despreciados, los míseros no ven un término a sus tribulaciones. Algunos, entre ellos, recurren a la violencia, acuden a una feroz agresividad como medio de expresión de su inconformidad.

La creciente polarización de la miseria y la opulencia es uno de los móviles de esta desestabilización creciente. Hasta ahora solamente la carne de los parias parecía perecible. Ahora los opulentos se han percatado que la violencia puede alcanzarlos. Han advertido que son vulnerables. El terrorismo es políticamente injustificable y humanamente repulsivo porque es una forma de lucha indiscriminada donde no solamente caen enemigos, sino inocentes también.

La moderna sociedad del mercadismo está llevando a cabo un vasto proyecto de manipulación de masas. Una avanzada tecnología electrónica ayuda a ejercer una presión ineludible sobre el comportamiento colectivo. Los marginales se ven cada vez más desesperados. Solamente tienen ante sí los recursos de la violencia.

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