Miguel Bonasso describe magistralmente en sus memorias tituladas Recuerdo de la Muerte; la táctica preferida por sus torturadores de la dictadura fascista Argentina del «bad guy-good guy» (tipo malo-tipo bueno), usada también eficientemente en todas las dictaduras fascistas del llamado Cono Sur, al haber sido esparcida como una peste inhumana y finalmente generalizada en Nuestra […]
Miguel Bonasso describe magistralmente en sus memorias tituladas Recuerdo de la Muerte; la táctica preferida por sus torturadores de la dictadura fascista Argentina del «bad guy-good guy» (tipo malo-tipo bueno), usada también eficientemente en todas las dictaduras fascistas del llamado Cono Sur, al haber sido esparcida como una peste inhumana y finalmente generalizada en Nuestra America por todos los torturadores fascistas y paramilitares, primero desde la conocida Escuela de las Américas y luego por el mundo, desde Abu Ghraib y Guantánamo:
Una vez capturado el opositor al régimen, viene un interrogatorio brutal y espantoso con todo tipo de torturas imaginables, a cargo de un sádico insultante o tipo malo. Luego, como presumen que el detenido no ha dicho todo, lo dejan descansar unos minutos para que entre en escena un sádico más refinado y menos humillante, quien con ademanes educados y lenguaje un poco más elevado (aunque no tanto) le ofrece café tinto con un cigarrillo y le dice que no quiere verlo sufrir más, sino verlo por la calle en libertad, sonriente y próspero. Pero para eso debe decirle a él (solamente a él) lo que, comprensiblemente, le ocultó al anterior tipo, ese impolítico, perverso y mal hablado.
El resultado indiscutible de esta táctica de dominación basada en el miedo, el cual según el nazi Goebbls es la única emoción humana perdurable y manipulable, llevó luego a sus gestores y beneficiarios a teorizar sobre ella y a elevarla a canon político: Fue la famosa teoría del cochero americano del «garrote y zanahoria» presentado al mundo en 1997 por la Secretaria de Estado de los EE UU señora Madeleine Albright, al inicio del Plan Colombia y luego, en los diálogos frustros del Caguán adoptada en el país, convertida y transformada en regla de oro estratégica para derrotar a la insurgencia colombiana, en «cualquier» mesa de negociación donde se siente, tal y como lo dejó establecido el arúspice de la oligarquía trasnacionalizada de Colombia, Alfonso López Michelsen.
«Negociar en medio de la guerra», que fue la consigna de los militares colombianos impuesta por el presidente Pastrana a la dirigencia de las Farc durante los diálogos del Caguán, es una curiosa adaptación colombiana de la regla de la zanahoria y el garrote gringo, que 15 años después sin modificaciones, el presidente JM Santos le impuso nuevamente a la dirigencia delas Farc para iniciar y adelantar los actuales diálogos de la Habana.
La enseñanza del ex presidente López Michelsen de «derrotar militarmente a la guerrilla, para luego sentar a quienes queden, a negociar su desmovilización y reinserción», no ha sido aún desechada totalmente por clase dominante colombiana, a pesar de la evidencia contundente de no haberla conseguido en 60 años de guerra contrainsurgente geoestratégica, apoyada siempre por el gobierno de los EEUU con la última tecnología militar disponible. Por el contrario. Todos los días vemos y escuchamos al presidente Santos, o su ministro de guerra, o a un alto mando de las hipertrofiadas fuerzas armadas de Colombia, hablando de la heroica victoria que con la «Espada de Honor» y el Corazón Verde», están prontos de conseguir.
Sin embargo, hasta el momento y a pesar de la tregua unilateral decretada por las Farc este fin de año, lo que la realidad muestra es el efecto contrario: una continuidad de la mortandad de colombianos, tanto de guerrilleros como de soldados, en un ambiente enrarecido o podrido por la muerte, esgrimida por el gobernante como única y última razón del Estado que les va a dar la prosperidad democrática prometida. Los unos muertos en bombardeos y los otros caídos en campos minados y en ofensivas terrestres, tal como ha sido informado por las diferentes agencias periodísticas internacionales, en esta primera semana de enero 2013.
¿Acaso esto significa que las fuerzas militares colombianas solo dominan plenamente el aire, mientras que en la tierra tienen dificultades? ¿Habrá otras explicaciones, aún desconocidas, que están obligando al presidente Santos y a sus altos mandos militares a insistir diariamente frente a sus subordinados en la victoria con el fin de elevarles la moral? ¿Acaso ya hay signos y síntomas de desmoralización dentro de las tropas al haberlas preparado durante años en una victoria militar, como única vía que no llega, y no en una Solución Política del conflicto?
El general Alejandro Navas, comandante general de los 500.000 hombres (solamente armados) que componen las mega-hipertrofiadas Fuerzas Armada de Colombia y que consumen el 5% del PIB de Colombia; dijo recientemente (06.01.2013) en una entrevista para el diario conservador El Nuevo Siglo que: .. «Tenemos una misión muy clara: seguir combatiendo. Y esa es la orden que nos ha dado nuestro presidente de la República y el ministro de Defensa Nacional. Y seguir por esa senda del cumplimiento del deber. Lo nuestro es el combate, simple y llanamente. El combate hasta que nuestro gobernante nos diga. Hay que hacer otra cosa. Pero nosotros estamos en lo nuestro. Eso es lo que sabemos hacer y para lo cual estamos preparados. Es decir, para el combate»…. http://www.elnuevosiglo.com.co/articulos/1-2013-estrategia-militar-busca-desmoralizar-farc.html
Con esta inteligente elocuencia, el general Navas lo que está dejando en claro es que una maquinaria militar tan grande e hipertrofiada como la Colombiana, orientada únicamente al combate militar hasta la victoria (y por no conseguirla se hipertrofió tanto) no puede detenerse de un momento para otro. Frenar en seco. Ni siquiera por una orden presidencial , que se supone es política, y que esta inercia militarista al no poder parar o detenerse porque se derrumba, le ha impuesto al presidente Santos aquella consigna de «negociar en medio de la guerra», muy en contradicción con el clamor Popular de adelantar los diálogos de la Habana en medio de un ambiente distendido con una Tregua Bilateral.
¿Será capaz el presidente Santos de explicarle al Pueblo colombiano, que él no es tipo dual (bueno- malo) o de garrote y la zanahoria que pintan los caricaturistas, que sí puede ordenar la Tregua Bilateral para adelantar los diálogos en la Habana, como se lo está demandando la movilización social sin que pase nada?
Alberto Pinzón Sánchez es médico y antropólogo colombiano
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