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Tipos malos y gente buena de la calle

Fuentes: Rebelión

I. La triste metáfora Una columnista-testigo en un diario nada sospechoso de «izquierdas», ha relatado lo sucedido cuando cae Dilan Cruz, el joven asesinado por un disparo de la policía durante las protestas en Bogotá: «No vi ni un vándalo, ni un solo acto de agresión. Lo único que vi fue estudiantes que trataban de […]

I. La triste metáfora

Una columnista-testigo en un diario nada sospechoso de «izquierdas», ha relatado lo sucedido cuando cae Dilan Cruz, el joven asesinado por un disparo de la policía durante las protestas en Bogotá: «No vi ni un vándalo, ni un solo acto de agresión. Lo único que vi fue estudiantes que trataban de recoger los gases y los lanzaban de vuelta. Si la policía no hubiese adelantado una estrategia de hostigamiento, de persecución y de aplastamiento de la protesta pública, todo hubiese transcurrido normalmente en la plaza» (https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/sandra-borda-guzman/cronica-de-una-tragedia-columna-de-sandra-borda-437256). Es la metáfora de la violencia en Colombia: Dilan lo único que hizo aparte de gritar, fue devolver, romper simbólicamente desde el lugar de los de abajo; «lanzar de vuelta» en insumisa inferioridad de fuerzas lo que desde arriba nos han arrojaron desde hace siglos: impotencias.

Las cámaras de vídeo no dejan mentir. Había varias. Están los registros en Internet. Se ve cuando sin provocación alguna le tiran al estudiante. Los agentes del Escuadrón Móvil Antidisturbios (ESMAD), se animan entre sí a disparar, a cualquiera de los manifestantes.

Quien lanzó la primera gran piedra en este conflicto es el sistema que esa policía defiende con brutalidad. Hoy un Régimen de oprobio con figuras como Duque, presidente gracias a Uribe Vélez, ícono menos transitorio, provisionalmente procesado estos meses por solo uno de sus innumerables crímenes en relación con el paramilitarismo. Duque sigue recibiendo instrucciones de gobierno de ese capo, de su partido, por supuesto, y acaba de recibir el claro apoyo de Trump, quien a través de su secretario de Estado, Mike Pompeo, saluda el «diálogo nacional puesto en marcha», como «una oportunidad para que la población colombiana colabore para avanzar hacia la paz, la seguridad y la prosperidad«.

Este abrazo del patrón, a tres semanas de haber votado Duque en la ONU contra Cuba en práctico apoyo al bloqueo que ejerce EE.UU. sobre la isla, debe ser tenido en cuenta en el momento de agitación que vive el pueblo colombiano.

Dilan buscaba el derecho a la educación para todos. Debe haber cientos de Dilan que también repudien que sean aceptadas las orientaciones que le llegan a Duque de la más feroz derecha estadounidense, incluyendo la plataforma anticubana de Miami.

II. Contra Cuba y lo pactado para el diálogo

En el plano internacional, obsesionado desde su posesión con atacar a Venezuela, ha emprendido ahora una escalada contra Cuba, Garante del proceso de paz. Duque presiona a ese país para que viole el derecho internacional y cometa perfidia, argumentando que tras una acción del ELN en enero de 2019 contra la principal escuela donde se forman militarmente los oficiales de la policía, deben, dice él, ser extraditados a Colombia los y las integrantes de la Delegación de Diálogos de esa guerrilla, que sigue a la espera que desde Bogotá decida el gobierno retomar conversaciones. Una carta pública al Secretario General de la ONU, llama la atención sobre la perfidia que comete el Estado colombiano (https://www.lahaine.org/mm_ss_mundo.php/cuba-intelectuales-de-todo-el).

Pero esas conversaciones con el ELN, comprometidas por su antecesor, el presidente Santos, en nombre del Estado, no le gustan a Duque: teme lo que ellas significan; no tiene todavía calidad dialéctica mínima para encararlas, porque su poca voluntad está en deuda y es de otros. No encajan esos diálogos interrumpidos por su incapacidad en las cortas ideas de administrador secundario, cuya misión es ganar tiempo en el engaño, faltar a la palabra del Estado.

Temporalmente dice sí sólo a otras «conversaciones» que él arruina de entrada, que son un ejercicio forzado que él junto con el uribismo buscan controlar, y que acabará fracasando si no tiene como necesario «complemento» el reinicio de los diálogos con el ELN, en cuya agenda ya estaba pactada la participación de la sociedad en el debate nacional para encaminar transformaciones básicas y reformas de democratización real (http://www.altocomisionadoparalapaz.gov.co/dialagos-eln/Paginas/Comunicados-conjuntos/marzo/Acuerdo-de-dialogos-para-la-paz-entre-el-Gobierno-Nacional-y-el-Ejercito-de-Liberacion-Nacional.aspx).

III. «Conversación nacional«

Duque ha tenido que abrir ese espacio de «conversación nacional» ante las movilizaciones ciudadanas de este noviembre de 2019, que denuncian la ilegitimidad de sus políticas económicas, el asesinato de activistas sociales y los incumplimientos referidos a los acuerdos de paz firmados por el Estado.

En esa «conversación nacional«, que tiene todas las características de instrumentalización de la inconformidad para neutralizarla, uno de los temas o «eje» es el de «paz con legalidad«. Así, condenando las violencias que no sean las suyas (su policía puede arrojar proyectiles y matar; los otros no pueden ni intentar devolverlos!!), claramente, podrá desvirtuar, fragmentar e invertir a su favor el gran descontento y rebeldía popular que de forma espontánea acontece, sin duda fruto de años de frustración acumulada, que no ha sido articulada aún por una propuesta política alternativa. Propuesta en la que además de pan, empleo y escuela haya cómo volver a hablar de soberanía.

La insurgencia, cuya vocación es esa, la de ese proyecto, no lo hizo hace años estando las dos guerrillas más fuertes (ELN y FARC), en condiciones de acompañar en una dimensión de resistencias y acuerdos, las demandas y procesos de levantamiento y transformación. No había cómo. La guerra sucia había destruido ya organizaciones insobornables.

A la vista de tres años de la firma de los acuerdos finales con las extintas FARC, pese a que los acomodados ex dirigentes de esta guerrilla aplaudan lo hecho por el Establecimiento, la conclusión es demoledora. El statu quo, que ya había avanzado con el terrorismo de Estado, ganó con la negociación, para que ante momentos de explosión social, de revuelta, de conatos de sedición, no hubiera un sujeto político rebelde con armas, o sea con una composición revolucionaria haciendo parte de las referencias del cambio.

IV. «Que se destruyeran… Gracias señor Acuerdo!»

Los réditos no son sólo de Duque, ni de Uribe. Son de todas la elites. Fue el éxito esencial de Santos en nombre de la parte más inteligente y avezada del sistema. Así lo confiesa en días recientes el ex vicepresidente Humberto de La Calle, su delegado en los diálogos con las FARC. Fue quien encabezó la comisión oficial, y quien acaba de concluir: «Creo que el Acuerdo logró su finalidad, y me parece que es una pieza compleja. Es como un reloj suizo o como un castillo de naipes, si usted le quita una pieza se desbarata. Por lo tanto, el mejor acuerdo es ese, porque fue el que permitió que estos señores entregaran las armas, se destruyeran, formaran un partido político y reconocieran el sistema democrático en Colombia» (https://www.elespectador.com/colombia2020/pais/el-acuerdo-logro-su-finalidad-humberto-de-la-calle-articulo-892537).

Y la misma fórmula la quiere copiar sectores del poder hegemónico que hacen parte de la plataforma «Defendamos la Paz» para mediante posiciones sesgadas poner contra la pared al ELN, grupo guerrillero que no ha claudicado ante la estrategia militar, política, de disuasión psicológica y terror aplicado sistemáticamente por el bloque dominante.

De la Calle dice con claridad abogando por los diálogos para acabar con esa organización rebelde: «El ELN desbarata un balín, yo no he negociado nunca con ellos, pero me he enterado. Realmente es una cosa difícil, pero no por difícil debemos dejar de emprenderla. Yo creo que ahí hay una tarea pendiente para terminar y cancelar definitivamente la noción de una guerrilla en Colombia» (https://www.bluradio.com/nacion/el-eln-desbarata-un-balin-pero-hay-que-buscar-su-desarme-humberto-de-la-calle-232472-ie435). Cancelar no la injusticia, la corrupción, la desigualdad, sino «cancelar definitivamente la noción de una guerrilla en Colombia».

De la Calle, quien relata que un día uno de sus seis nietos le preguntó: «¿Cómo es posible que obtengamos algo bueno hablando con tipos malos?«, ya le tiene a su nieto una respuesta: desarmar la «gente mala«, que se destruyan, y luego, con subsidios abordo, ayuden, como hace Timochenko y cia., a mantener grandes privilegios para la «gente buena«.

De la Calle, más inteligente que Duque, sin duda, ha visto cómo la población se moviliza y cómo puede reencaucharse el sistema canalizando formalmente ese conglomerado de voces. Así, uno y otro, tan perverso el primero como el hoy mediocre presidente, que terminará llamando a De la Calle y a otros del club para hablar de «paz con legalidad«, abonarán con sus seguidores que esta protesta es «una conquista» del proceso de pacificación, en tanto se pueden «tramitar los descontentos por caminos democráticos«.

Remata De la Calle con esta joya señalando la alarma por las manifestaciones ciudadanas de estos últimos días: «Piensen por un momento en esto: qué tal esta situación con las FARC activas? Gracias señor Acuerdo!» (https://twitter.com/delacallehum/status/1198015289113403393).

Sí. Pensamos cómo nosotras-os estaríamos en otro estadio de la lucha no por migajas sino por transformaciones, si otros no hubieran claudicado.

V. «Aquí no hay una negociación del Estado»

Seguramente Iván Duque sobreviva este chaparrón, lo hará en tanto se debiliten las expresiones que gritan que se vaya (ya esa consigna languidece); y logrará, por la capacidad instalada en los medios de comunicación, los partidos políticos, las iglesias encubridoras y por supuesto en los aparatos represivos (fuerzas armadas, policía, sicarios paramilitares), seguir arrastrando un período neoliberal de enriquecimiento veloz para sus círculos, pero nefasto para las mayorías empobrecidas. Gobierno en el que al final, en agosto de 2022, entregará la silla presidencial a otro de su casta. Al mismo De la Calle o a alguien de plataformas que diseñen la defensa de la pacificación neoliberal, su ingeniería social y cultural, y la nueva fase de «legalidad con paz».

Continuar frente al ELN la obra de Santos, demostrable en la paupérrima situación de las FARC, así haya que tolerar por medio de la combinación de diversas formas de «mando», legal e ilegal, la supremacía del «orden», como el Establecimiento colombiano lo ha hecho con impunidad para los más altos cargos y estrategas, salvando de cualquier examen el papel de sus fuerzas armadas y de policía.

Ya el gobierno Duque ha dicho que hay temas vedados. No se tratan en esas mesas con actores sociales; nada de la policía se discute; nada que tenga que ver por ejemplo con el ESMAD, donde «laboran» los autores del asesinato de Dilan, quien luchaba por estudiar no para policía sino para servir a su madre, hoy en una cárcel, a su familia y a su pueblo, en un país con alguna justicia social.

Diego Molano, portavoz de Duque, ya a ha sentenciado: «Particularmente el Esmad no está en discusión. El gobierno nacional tiene claridad de que sus Fuerzas Militares y de Policía hacen parte del Estado; aquí no hay una negociación del Estado, aquí lo que hay es una conversación para encontrar soluciones a problemas concretos, a unas problemáticas sociales que se han planteado» (https://noticias.caracoltv.com/politica/el-tema-del-esmad-no-estara-en-la-conversacion-nacional-advierte-gobierno). Nada que toque su fuerza, su legalidad dura, su paz.

El Régimen de Duque y De la Calle así se blinda. Mientras tanto el dolor social se extiende. Y no viene siempre con él la lucidez. Vendrá con probabilidad la división y el miedo, la amenaza de la «paz con legalidad» o de la «legalidad con paz» (sustantivos fetiches), que es el derecho de unos a seguir disparando contra los indefensos de abajo. Por lo tanto viene ahora la condena de quienes se rebelan. De quienes se han rebelado históricamente. De quien pueda con dignidad, teniendo la cabeza en alto, enarbolar propuestas de cambio y por lo mismo no se somete.

Camilo Torres Restrepo, sacerdote y comandante del ELN, ya decía que el pueblo tiene derecho al poder. Y que había que preguntarles a las oligarquías «como lo van a entregar«. Si en una transición violenta o una transición dialogada en la que ese traspaso sea real. Una parte minúscula pero esencial de las muchedumbres que hoy claman en las ciudades colombianas por un poco de democracia y respeto, tiene conciencia de ese germen. Que estos días son apenas una batalla. Esa conciencia más profunda debe encarnarse en interlocutores sociales y políticos coherentes, que no se vendan, que no se destruyan moralmente.

Cuestiones fundamentales para intentar sanar con la razón, con diálogos y compromisos de verdad, como el debate de la doctrina militar de los brazos represivos, siguen sin estar en las mesas, las que no hay por la perfidia del Estado; quedan en el vacío, truenan y hieren, porque ellos, desde arriba, desprecian esas lluvias que se harán tormentas.

Querrán Uribe, Duque y De la Calle, o sus nietos en el club, a quienes heredarán también el conflicto, cuando los ecos que huyen de la guerra en campos y ciudades se junten con las multitudes y les obliguen como «gente buena», a hablar no de las sobras en la mesa sino del poder, de las herramientas que justifican el Estado, y por lo tanto de los cambios básicos urgentes. Hablar con «las tipas» y los «tipos malos»: de este lado no sólo la guerrilla que no se rinde, sino nosotras, las que también compartiendo la idea de rupturas realmente revolucionarias, nos acercamos más a los «rebeldes primitivos«, como en 1959 el historiador Eric J. Hobsbawm llamó a esos seres y colectivos indóciles en busca de su historia desde abajo, en el torrente de forcejeos «frente a los ricos».

Querrán entonces en ese club, pero antes no. No hay fuerza suficiente aún de nuestro lado. Nuestros hijos y nietos no la tienen todavía frente a ellos, frente a su prepotencia e indolencia. Ahora en cada bando nos preparamos. Es el tiempo de las siembras.

Esperanza Casares, Colectivo de mujeres en lucha.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.