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«Todo está absolutamente blindado, para que nada cambie»

Fuentes: Rebelión

Con amplia mayoría en el congreso y casi el 70% de los votos en la segunda ronda electoral, celebrada el pasado domingo, Juan Manuel Santos asumirá el 7 de agosto la presidencia de Colombia, con la promesa de más mano dura contra la guerrilla, una propuesta de acercamiento a sus vecinos y una mejoría de […]

Con amplia mayoría en el congreso y casi el 70% de los votos en la segunda ronda electoral, celebrada el pasado domingo, Juan Manuel Santos asumirá el 7 de agosto la presidencia de Colombia, con la promesa de más mano dura contra la guerrilla, una propuesta de acercamiento a sus vecinos y una mejoría de las relaciones con el Poder Judicial, deterioradas durante la actual administración.

Para sus partidarios, un escenario perfecto para continuar las políticas que desde el 2002 ha impuesto en el país el actual mandatario, Álvaro Uribe, de quien Santos fue ministro de Defensa.

Para la oposición, el resultado no fue sorpresa. «Todo está absolutamente blindado, para que nada cambie», dijo la excandidata a senadora por el Polo Democrático, Lilia Solano.

¿Simple continuidad o se debe esperar cambios en la política colombiana cuando Santos asuma el poder?

Cambios en la forma

Habrá cambios en la forma como se dirige el Estado, aseguró un analista colombiano, consultado desde San José. Del Estado clientelista, que se maneja mediante un intercambio de favores, instaurado por Uribe, a un Estado en el que las instituciones asuman el rol que les está asignado. «Este es un estado asistencialista y que utiliza ese asistencialismo para crear hechos electorales. Toda la maquinaria del estado jugó a favor del candidato Santos y este estado es un estado particular, con un impresionante el número de ‘abonados’. Para paliar la pobreza, para que esto no explote, el Estado debe dar unas sumas ridículas, cada dos meses, a un grupo de más de cuatro millones de familias, cien mil pesos cada dos meses», agregó.

«La salida de Uribe del gobierno da cierto respiro, porque el heredero de este régimen es un tipo que bien pude tener agenda propia y no esté dispuesto a comprar la agenda de Uribe».

Quienes conocen a ambos personajes, destacan, precisamente, el carácter de gamonal que caracterizó el liderazgo de Uribe, distinto al de Santos, más urbano. Y agregan que Santos «no mete la mano en el fuego por nadie».

Entre la herencia de Uribe, que es también la de Santos, está la alianza con la parapolítica, responsable de la desaparición de miles de personas; de los «falsos positivos», o asesinatos de por lo menos dos mil jóvenes pobres y desempleados que el ejército luego presentaba como guerrilleros abatidos en combate; y los vínculos con los narcotraficantes, que ha significado la expulsión de millones de colombianos de sus tierras. Se estima en cuatro millones de hectáreas las que han sido apropiadas por esos grupos, transformados en la base de apoyo del uribismo en el interior de Colombia.

Crímenes de Estado por los que se oye, cada vez con mayor frecuencia en Colombia, que Uribe podría ser llevado a la Corte Penal Internacional.

Esa política ha permitido también que el Congreso esté controlado por los grupos paramilitares y que haya cerca de 80 parlamentarios o exparlamentarios (además de exministros, exembajadores y militares) presos o acusados por los crímenes de los paramilitares.

¿Lo mismo?

«De verdad, Uribe y Santos son lo mismo», dice, por su parte, una joven de 19 años de Arauca, ubicada en una conflictiva región llanera, fronteriza con Venezuela, productora de petróleo y ganadera.

Si, pese a las propuestas de Santos para mejorar las relaciones con sus vecinos, se cierra la frontera con Venezuela, como amenazó el presidente Hugo Chávez en caso del triunfo del exministro de Uribe, las consecuencias serían inmediatas para estos pueblos, que viven del intercambio con el país vecino.

«Ya con Santos en el poder, eso traería consecuencias serias, en especial para nosotros, los de la frontera. Aquí hay 750 familias que viven del contrabando. Ellos no son tan brutos, pues eligen a una persona que cortaría las relaciones con el país vecino. No se podría comprar ni un kilo de arroz», estimó. De este modo, se estimularía aún más el contrabando.

«Colombia es mí Colombia, pero es un país ignorante. Hoy estuve de coordinadora de testigos en una zona, pero se acercó a votar solo la mitad de los que asistieron en la primera vuelta. La mayoría de los desplazados son víctimas del Estado y por diez mil pesos (unos cinco dólares) votan por Santos. ¿Lo puedes creer? Cada uno vende su conciencia», añadió la joven.

«Se impuso la misma estrategia de Uribe: el narcotráfico para comprar votos, la estrategia de manipular en los medios, usar el aparato del estado para apoyar a Santos. Lo que esperábamos», asegura Lilia Solano.

Lo cierto es que pese al triunfo holgado, el verdadera ganador en Colombia fue, nuevamente, el abstencionismo, ya superior al 50% en la primera ronda, y que se acercó al 60, en la segunda.

Ejemplo de democracia

Para los partidarios del régimen, en cambio, las elecciones colombianas son un éxito de la democracia.

En el diario español El País, transformado en vocero del uribismo, se podía leer a un columnista para quien «Colombia no solo suscita envidia por su democracia. Los milagros también dan envidia. Y en estos últimos años Colombia ha vivido varios milagros».

Uno de los milagros es el aumento de las exportaciones no tradicionales al mercado europeo, que pasaron de 5.330 millones de euros, en el 2002, a 12.100, en la actualidad. 

«Durante la presidencia de Uribe, la economía colombiana se expandió todos los años, creando así casi tres millones de nuevos puestos de trabajo», asegura.

Pero, al mismo comentarista no le queda luego otra alternativa que reconocer que «obviamente, Colombia no es un paraíso. Casi la mitad de los colombianos siguen siendo inmensamente pobres, y la desigualdad económica, las injusticias sociales, la violencia, la corrupción y el narcotráfico siguen siendo realidades cotidianas». Su consuelo es que ahora eso se da «menos que antes».

Economía

Lo cierto es que la Colombia que hereda Santos atraviesa por una situación económica difícil, que es dramática en lo social.

Cifras oficiales indican que más de 16% de los colombianos, siete millones de personas, viven en la indigencia, y el 45,5%, 20 millones más, viven por debajo de la línea de pobreza, aunque el gobierno reivindica una ligera mejoría en ambos índices, gracias a una supuesta reducción del costo de la vida, en particular, de los alimentos, el año pasado.

Colombia es también uno de los 13 países con mayor desigualdad social en el mundo. Los beneficiados con las políticas de Uribe han sido, como asegura otro analista colombiano, «pocos, poquitos, poquísimos, en un país de inequidades, donde el 49,1% de los ingresos va a parar a las arcas del 10% más boyante, frente al 0,9% que se queda en el lado enjuto de los más miserables». 

El desempleo alcanza el 13% de la Población Económicamente Activa, mientras el subempleo afecta a 32%, por lo que el 44% de los colombianos considera este como el principal problema del país. El déficit fiscal es otro de los principales desafíos de Santos, quien aseguró, sin embargo, que no habrá reforma fiscal para enfrentarlo.

Su política económica, según anunció, estará basada en cinco pilares: «el campo, la vivienda de interés social y la infraestructura, sectores en los que estamos rezagados y en los que, cerrando esa brecha, le daremos un gran empuje a la economía. Las otras dos son la innovación y una que está marchando a todo vapor, que es la minería y los hidrocarburos. Para cada una de ellas tenemos un plan concreto».

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.