Nada muestra mejor la historia trágica de la relación entre el Imperio y sus neo colonias Latinoamericanas, que la hermosa literatura en lengua castellana sobre las actividades de la compañía Trasnacional bananera United Fruit Co en Nuestra Patria Grande. La Frutera como la denominaron sus víctimas. El costarricense Luis Carlos Fallas, como testigo presencial nos […]
Nada muestra mejor la historia trágica de la relación entre el Imperio y sus neo colonias Latinoamericanas, que la hermosa literatura en lengua castellana sobre las actividades de la compañía Trasnacional bananera United Fruit Co en Nuestra Patria Grande. La Frutera como la denominaron sus víctimas.
El costarricense Luis Carlos Fallas, como testigo presencial nos dejó una relación verídica de la huelga de los trabajadores plataneros de 1934, en su obra Mamita Yunai. Pablo Neruda en su inmortal Canto General recrea la explotación, la sangre y el lodo que ha costado la extraña afición de los hombres del Norte por la musa sapientium o banano. Miguel Angel Asturias escribe la ficción real del Papa Verde. García Márquez siempre nos recordará la hojarasca y la soledad eterna causadas en 1928 por la espantosa masacre del ejercito colombiano en las bananeras cercanas a Macondo. Y el verbo encendido de Jorge Eliécer Gaitán siempre espoleará a los indiferentes. Todas permanecerán como recreaciones inmortales y acusadoras de lo sucedido.
La historia a pesar del horror, la sangre y la explotación puede ser sintetizada así: La banana como fruta de consumo masivo era prácticamente desconocida en EEUU antes de 1870, sin embargo 30 años más tarde ya se comían mas de 18 millones de racimos de plátano.
Su inicio se ubica en Costa Rica con la construcción en 1871 del ferrocarril del Atlántico por parte de Minor Keith, empresario Norteamericano casado con la hija del Presidente de Costa Rica Mientras Keith construía el ferrocarril a Puerto Limón, también se ejecutaba un megaproyecto paralelo: la compra de extensos latifundios para el cultivo masivo de bananos en una Zona franca o ‘enclave’ Norteamericano. Las plataneras sobre latifundios latinoamericanos abonadas con sangre sudor y lágrimas de sus hijos, crecieron y fructificaron y con el ferrocarril terminado, se hizo posible transportar masivamente los plátanos a Puerto y a los mercados de Estados Unidos y luego de Europa. Diez años más tarde Keith poseía tres compañías bananeras. Luego se asoció al marinero Lorenzo Baker y al financista de Boston, Andrew Preston, para fundar la Boston Fruit Company.
En 1899, la Boston Fruit Company y la United Fruit Company (la Frutera) se fusionaron para formar la compañía bananera más grande en el mundo, dueña de grandes zonas bananeras en Guatemala, Costa Rica, Nicaragua, Honduras, Colombia, Cuba, Panamá, Ecuador, Jamaica, y Santo Domingo. Poseía once barcos de vapor, conocidos como la Great White Fleet, más otros 30 buques subarrendados. La compañía también poseía más de 300 kilómetros de ferrocarril propio que vinculaban los enclaves bananeros con los puertos de exportación.
En 1901, el dictador Guatemalteco, Manuel Estrada Cabrera otorgó a la Frutera el exclusivo derecho a transportar el correo entre Guatemala y EEUU. Keith entonces dijo: ‘Guatemala tiene un clima ideal para las inversiones’. Creó la compañía guatemalteca de ferrocarril como una filial de la Frutera y capitalizó cerca de 40 millones de dólares de la época, para luego contratar con el dictador, la construcción de un ferrocarril y una línea de telégrafos entre la ciudad de Guatemala y Puerto Barrios en donde adquirió a precio nominal el muelle del puerto.
Los otros países de Centroamérica y algunos de Sudamérica también cayeron bajo el poderoso manto de la Frutera pero ninguno como Guatemala. Allí se generaba algo más del 25 por ciento del total de la producción de la compañía. Obtuvo el control de todos los medios de transporte y comunicaciones y llegó a cobrar un arancel sobre cada artículo de flete movido dentro y fuera del país a través de Puerto Barrios. Por muchos años, los cultivadores de café debieron pagar a la Frutera tarifas muy altas, para mantener el precio mundial del café guatemalteco en el mercado mundial a niveles especulativos. La United Fruit Company se eximió a sí misma de pagar cualquier impuesto al Estado de Guatemala por 99 años, y monopolizó prácticamente toda su vida económica y social. Fue cuando este país pasó a llamarse despectivamente por Keith, como mi ‘banana republic’ La capital ‘del gobierno’ de la United Fruit Company, en Guatemala, estaba en Bananera donde la gerencia construyó su cuartel general. Desde aquí dominó y controló por muchos años su monopolio, corrompiendo gobiernos y políticos no solo en Guatemala sino en el vecindario latinoamericano, contando para ello con el apoyo incondicional de los sucesivos sanguinarios dictadores guatemaltecos, quienes mantuvieron su poder por largos años aterrorizando y masacrando a la población trabajadora. La más conocida por ser materia literaria fue la ola asesina del ‘Señor Presidente’ Jorge Ubico.
En 1944, los guatemaltecos derrocaron a Jorge Ubico y Guatemala tuvo sus primeras elecciones en la historia, resultando elegido Juan José Arévalo quien era un educador de tendencias progresistas que realizó importantes avances sociales.
En Guatemala, el 2.2 por ciento de la población poseía el 75 % tierra cultivable del país y entre ellos el principal y más grande latifundista era la Frutera. Arévalo fue sucedido en 1950 por Jacobo Arbenz, quien continuó el proceso comenzado por su predecesor, pero profundizando la reforma agraria.
La Frutera sintiendo amenazados sus intereses recurrió a John Foster Dulles, uno de sus prestigiosos abogados, que en ese momento era el director de la Agencia Central de Inteligencia CIA. El Gobierno del Gral. Eisenhower declaró a Arbenz ‘comunista’, y en 1954 lo derrocaron con una sangrienta y ejemplar invasión de ‘US Marines’, para colocar en su lugar al cipayo Castillo Armas y nuevamente todo el país bajo los intereses de la Frutera.
En Colombia durante la masacre del enclave de Santa Marta ejecutada por el Gral. Cortés Vargas 26 años atrás (en 1928), no hubo necesidad como en Guatemala de recurrir a US Marines. El ejercito colombiano pudo realizarla solo, porque el Gobierno arrodillado de Abadía Méndez cedió servilmente a la solicitud del inolvidable gerente de la frutera, Mr Thomas Bradshaw.
La acumulación permanente de capital, forzó a la Frutera a diversificar negocios y así van apareciendo en Latinoamérica otros grandes cultivos aledaños a las plataneras, como Piña y Palma aceitera. La Frutera desprestigiada limpia su nombre de sangre obrera y se convierte United Brands para ser absorbida en 1970 por la Corporación del Monte. Ahora se llamará Chiquita Brands y podrá reeditar sus viejas e impunes hazañas genocidas.
Colombia es el lugar ideal. La zona bananera de Urabá está en auge y ofrece excelentes oportunidades de negocios: Selva extensa, grandes ríos, fronteras incontrolables, puertos profundos, golfo de Urabá, Cultivos de palma. Mano de obra barata. Colonización acelerada con Latifundios fértiles y fáciles. Gremios empresariales bien organizados y activos, bananeros en Augura, ganaderos en Fedegán, agricultores en la SAC, palmicultores. Perspectiva de un canal transoceánico por el Chocó. ¿Qué faltaba? El control político-militar.
Empieza a circular en panfletos clandestinos editados en la brigada militar de Carepa el ‘plan retorno en Urabá’ y lentamente las fichas del rompecabezas se ubican: José Manuel Arias Carrizosa, aquel abogado liberal de raca mandaca que un afortunado día de elecciones dijera que prefería cortarse el dedo índice derecho, para no tener que votar por Turbay Ayala, ahora es su más fiel ministro y ocupará la gerencia del gremio bananero de Augura con sede en el Urabá. Carlos Castaño apoyado desde la brigada militar más cercano y financiado magnánimamente por la Frutera, inicia su impune recorrido genocida para poner toda la región bajo su control, y un joven político liberal y ganadero de la región llamado Alvaro Uribe Vélez, financia con dineros de la Chiquita Brand su candidatura a la gobernación de Antioquia. Basta mirar los libros de su campaña electoral. Rito Alejo del Río aquel de los aviones a Mapiripán, es ascendido a general de la República y asignado a la Brigada de Urabá.
Lo que vino después es lo que ahora se está apenas insinuando por los medios de comunicación norteamericanos como el ‘escándalo de la Chiquita Brand’, y que ha tenido que ser reproducido (eso si sin mencionar al Santo del milagrito pero con la correspondiente rasgadura del vestido), por la falsimedia del régimen: Millones de dólares para financiar y armar todo el ‘plan retorno en Urabá’ que significó el genocidio total de la Unión Patriótica y de los comunistas en la zona. La cooptación del sindicato bananero por el exterminio de sus mejores cuadros. El dominio paramilitar de la región y guerra sucia que no ha terminado. Ganancias inusitadas en Medellín y Washington, y megaproyectos (bananero-biocombustible-canal chocoano-carretera Puebla Quibdó), en marcha imparable.
Pero no es todo. El Miniführer Uribe Vélez hace la pantomima mediática de pedir en extradición a los directivos de la Frutera sabiendo que es imposible, como se lo recordó su amigo el ministro de guerra Santos, sencillamente porque ellos son ciudadanos norteamericanos que nunca podrán ser extraditados y porque según la ley de Estados Unidos, solo cometieron el acto criminal de financiar y armar a un grupo ‘terrorista’ (lo que como ya se comprobó se arregla con una multa cuantiosa), pero nunca cometieron crímenes contra la Humanidad.
Así las cosas, todos los caminos no conducen al presidente Uribe Vélez, sino a Washington.
Lástima que allá crean que no tenemos memoria, y que todo este genocidio será el olvido que seremos.