El destino de Colombia no puede ser el de la guerra. Los que quieran paz, los que quieran patria, vengan con nosotros. Ya empezó la multitudinaria marcha de banderas blancas por la paz. Nadie se puede quedar sentado en la casa, o con los brazos cruzados cuando la reconciliación está tocando con apremio la puerta […]
El destino de Colombia no puede ser el de la guerra. Los que quieran paz, los que quieran patria, vengan con nosotros.
Ya empezó la multitudinaria marcha de banderas blancas por la paz. Nadie se puede quedar sentado en la casa, o con los brazos cruzados cuando la reconciliación está tocando con apremio la puerta del corazón de la familia colombiana. Los que la adversan por cualquier razón, vengan también; en el fondo ellos saben que no se debe dejar pasar esta oportunidad para intentar nuestro reencuentro como hermanos.
Con el paso de cese al fuego unilateral e indefinido que hemos dado, queremos dejar claro el mensaje de que no hay mejor manera de desescalar el conflicto, que llegar a la tregua bilateral, al armisticio como heraldo que anuncia el fin de la confrontación armada. El camino está trazado. Su norte son los cambios institucionales que reclama la nación, es la marcha del soberano a través de un proceso constituyente abierto, en pos de las transformaciones estructurales de orden político, económico, social y cultural, que ha de llevarnos a la fundación de la Colombia justa y en democracia que anhelamos todos.
Un espíritu de concordia abraza al continente en esta hora. Así lo confirman los vientos de paz que soplan entre La Habana y Washington, que han empezado a romper los vetustos muros de la intransigencia impuesta para doblegar a un pueblo digno. Como una lección para la historia va quedando este capítulo de acercamiento, en el que se ha demostrado que la diplomacia y el diálogo civilizado pueden estar por encima de las diferencias, indicando que visiones del mundo, por muy disímiles que sean, pueden convivir, entre el respeto y el mutuo reconocimiento, sin necesidad de quebrantar la paz y las buenas relaciones, que es lo que también deseamos para Venezuela y el conjunto de las Américas.
El mismo gobierno de los Estados Unidos ha dicho que 50 años de una política de aislamiento contra Cuba han fracasado, porque es la nación del norte la que ha resultado aislada. Y en Colombia la realidad demuestra cada día, que medio siglo de guerra contra quienes resisten a la desigualdad y a la miseria, también ha fracasado. Ha llegado el momento, entonces, de silenciar las balas y las bombas, el momento de cambiar el discurso, de cambiar la verba guerrerista, de darle vuelo al poder de la palabra abriendo escenarios en los que la única batalla que se libre, sea la de las ideas.
Tras dos años de conversaciones y de esfuerzos de muchos compatriotas por abrir caminos de entendimiento lanzando propuestas e iniciativas, hoy más que nunca es evidente que la confianza en la posibilidad cierta de alcanzar un acuerdo final se ha multiplicado con creces, y palpita así en el pecho de la patria, con una resonancia tal, que comienza a opacar las estridencias belicistas. Y la voz de la concordia, es la voz de la razón invitando a los escépticos y adversarios a debatir con nosotros sobre sus dudas, a compartirnos de manera constructiva sus apreciaciones, y a juntar, en últimas, sus deseos con los nuestros, pensando, no en los intereses particulares, sino en el bien de las mayorías y el destino de la nación.
De más no está decir, que los colombianos tenemos derecho a hacer la paz a nuestra manera. Que nos dejen abrir caminos pensando desde nuestra propia realidad, desde nuestras propias tradiciones y creatividad, sin injerencias jurídicas extranjeras, privilegiando el derecho de gentes y la doctrina del margen nacional de interpretación, sobre las normativas de los entramados jurídicos, sin pasar por alto, que en estas largas décadas de conflicto, lo que el pueblo en armas ha ejercido, es el legítimo derecho a la rebelión.
Y porque el derecho a la paz es el derecho síntesis por excelencia, sin cuya concreción ningún otro es posible, juntos tenemos que encontrarle al conflicto que nos desangra, salidas políticas a las que deberemos adecuar cualquier norma que se pretenda establecer para regir el tránsito hacia la normalización de la vida nacional.
Porque la paz es un asunto de todos los colombianos, a todas las organizaciones y movimientos sociales y políticos, con el sentimiento de fraternidad que embarga este saludo de fin de año, les extendemos nuestro llamado a conversar en La Habana, con la Delegación de Paz de las FARC, sobre la situación del proceso, los temas próximos a discutir en la Mesa, y en torno a opiniones y propuestas sobre el futuro de Colombia.
Que el 2015 sea el año de movilizaciones por la paz.
Secretariado del Estado Mayor Central de las FARC-EP