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Tragedia en Puerto Montt

Fuentes: Rebelión

Horas dramáticas se han vivido en Puerto Montt. Diez jóvenes vidas fueron consumidas por el fuego en un instante. Las víctimas, todos varones de entre 14 y 17 años de edad, se encontraban privados de libertad por decisión de la «justicia» pese a que todos eran inocentes toda vez que no existía sentencia condenatoria en […]

Horas dramáticas se han vivido en Puerto Montt. Diez jóvenes vidas fueron consumidas por el fuego en un instante. Las víctimas, todos varones de entre 14 y 17 años de edad, se encontraban privados de libertad por decisión de la «justicia» pese a que todos eran inocentes toda vez que no existía sentencia condenatoria en su contra.

Este doloroso hecho no puede pasar inadvertido. El capitalismo senil y bárbaro destruye vidas jóvenes para justificar su vetusta existencia. Desde las filas del socialismo revolucionario y con todo respeto hacia los niños fallecidos y sus familiares , nos permitimos entregar a la opinión pública las reflexiones que nos motiva este hecho.

Los burgueses y la  delincuencia

Los empresarios y sus representantes políticos han hecho del combate a la delincuencia su bandera favorita de lucha. Piden cárcel, aumento de penas, mayor vigilancia y más represión. En esta cruzada cuentan con la complicidad de los medios de comunicación masivos los que dedican importantes espacios a exagerar el fenómeno y, de paso, a injuriar impunemente el honor de la gente modesta que supuestamente ha infringido la ley. El gobierno Bachelet se ha unido al coro de la derecha dictando una ley que permite encarcelar a los niños a partir de los 14 años de edad. ¿Por qué la burguesía está tan interesada en esta campaña?

Por varias razones. En primer lugar necesita aparecer ante la ciudadanía como la encarnación  de altos valores morales de los que carece. La moral burguesa enseña el amor al dinero, enseña también a ganarlo a costa del sudor de la frente ajena. La moral burguesa castiga el robo de poca monta pero lo aplaude cuando es a gran escala, en este último caso, se trata de  un «buen negocio». La moral burguesa enseña el desprecio al ser humano; para el burgués la persona vale tanto como es capaz de producir, de ahí el desdén acentuado hacia los niños, mujeres y ancianos.

La campaña antidelincuencia cumple una función distractiva  de verdadero ocultamiento del saqueo del que somos víctimas todos los chilenos. Nos llaman a cuidar y a defender nuestras escasas pertenencias mientras el capital transnacional se lleva el cobre, el oro, la plata y otros minerales asociados sin pagar un peso a Chile. Nos invitan a vigilar el barrio mientras las transnacionales saquean el mar y los bosques.

La burguesía necesita justificar la existencia de un estado policíaco. Con el pretexto del «aumento de la delincuencia»  – que no es tal-  construyen cárceles -que es un buen negocio- , pertrechan a la policía y construyen  una ciudad cual panóptico que se yergue como ojo gigantesco destinado a constituirnos en seres bajo la mira permanente. Aspiran a mantener un control social cotidiano ejercido  por hombres armados que sirven no sólo para atrapar landronzuelos sino sobre todo para atacar proletarios y criminalizar nuestras luchas; ¿podemos olvidar que es la policía la que golpea y asesina  a los trabajadores en huelga y la que allana poblaciones cuando éstas se manifiestan?, ¿es casual que la ley de responsabilidad juvenil entre en vigencia después de las masivas protestas de los estudiantes secundarios?  

La burguesía necesita un pueblo dominado por el miedo, siembra desconfianza y nos miente. Sostienen que los «delincuentes» son seres sin alma, que nacieron malos, que la libertad no les pertenece. Pareciera que el hombre que delinque no es un hombre, es a lo más  una mala obra de la naturaleza que  permite la existencia de seres en sí dañinos. Los burgueses y sus ideólogos necesitan mentir de esta manera. Impotentes para atacar  las causas de la delincuencia,  nos invitan al ejercicio de la crueldad sin límites para  atacar sus efectos.

Una sociedad basada en la explotación del hombre por el hombre genera múltiples formas de violencia. Una clase dominante que ha hecho del dinero y  del lucro  objetos sagrados  de culto no puede más que extender la mentalidad de rapiña. No olvidemos que la ideología dominante es la ideología de la clase dominante. Un país entregado a la dominación económica extranjera no puede ofrecer sino miseria y humillaciones  a sus habitantes. Las extensas jornadas laborales impiden  el cuidado de los niños, ellos se encuentran abandonados a su suerte. El hacinamiento, el hambre, la falta de empleo, la educación concebida como un lujo,  la exacerbación del consumismo, la pornografía y las drogas convierten a los niños en presa fácil de la corrupción. En fin, la crisis del capitalismo en su decadencia, produce, reproduce y seguirá generando  males sociales graves, entre ellos, la delincuencia y la violencia, la desesperanza y  la falta de confianza en la humanidad y en su futuro.

La burguesía y el capitalismo no solucionarán este problema. Al contrario, lo agravan día a día. Si construyen más cárceles para los niños el resultado será más niños presos pero no menos delincuencia. ¿merece seguir existiendo un sistema como  este que ofrece cárcel y muerte a sus niños?, ¿renunciará la presidenta o el ministro de justicia? ¿Quién recuerda a los niños que fallecieron  encadenados y quemados  en un hogar de Sename de Temuco cuando Soledad Alvear era ministro de justicia?

Hacemos un llamado a todos los trabajadores a reflexionar sobre el fenómeno. Que ningún proletario repita las mentiras criminales que salen de la boca de nuestros enemigos de clase. Llamamos a todos los trabajadores a combatir incansablemente por la destrucción del capitalismo y por la construcción de una sociedad verdaderamente humana en la que los niños sean los únicos privilegiados. La sociedad socialista por la que luchamos entregará hogar, alimento, escuela, arte, deporte, diversión y salud a nuestros hijos.