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Transantiago sacude transporte y política

Fuentes: IPS

Un nuevo sistema de transporte público que debía aliviar la contaminación de la capital chilena y mejorar su calidad de vida ha causado cientos de protestas y la peor crisis del gobierno de Michelle Bachelet. ¿Qué es lo que no funciona en el polémico Transantiago? Inaugurado el 10 de febrero, Transantiago modificó recorridos, redujo de […]

Un nuevo sistema de transporte público que debía aliviar la contaminación de la capital chilena y mejorar su calidad de vida ha causado cientos de protestas y la peor crisis del gobierno de Michelle Bachelet. ¿Qué es lo que no funciona en el polémico Transantiago?

Inaugurado el 10 de febrero, Transantiago modificó recorridos, redujo de 9.000 a cinco mil la flota de autobuses e introdujo el pago electrónico.

Ideado por el ex presidente Ricardo Lagos (2000-2006) e implementado por Bachelet, buscaba mejorar la calidad de vida de los 6,5 millones de santiaguinos, casi la mitad de la población del país, al disminuir tiempos de viaje y eliminar viejos vehículos contaminantes en una de las ciudades con peor aire de América Latina.

Pero fallas graves han producido un cimbronazo que hizo caer la popularidad de Bachelet a su punto más bajo y la obligó a despedir a cuatro ministros y a pedir perdón a la población. Tampoco está claro su impacto ambiental.

«Transantiago significó para mí angustia, mal genio, irritabilidad y pánico», resumió a Tierramérica María Ester Silva, secretaria de 53 años.

El nuevo sistema, inspirado en el exitoso Transmilenio de Bogotá, convirtió las avenidas más importantes en una red de vías «troncales» por donde circulan modernos autobuses articulados. A lo largo de ellas hay estaciones de trasbordo a las que llegan vehículos más pequeños desde barrios alejados.

«Antes tomaba un micro (autobús) para ir a trabajar. Demoraba una hora, pero iba sentada, durmiendo. Ahora salgo 40 minutos antes, tomo un taxi colectivo (con un recorrido fijo y capacidad para varios pasajeros) y un troncal que espero hasta 20 minutos, y llego todos los días atrasada», relató Silva.

El gobierno admite que se necesitan 500 autobuses más de los 5.100 proyectados. Por ahora se utilizan máquinas reacondicionadas y han aparecido vehículos «pirata».

Las autoridades deben fiscalizar que las empresas cumplan con frecuencias y recorridos, mediante cámaras de vídeo, inspectores y millonarias multas a los infractores.

Pero el sistema informático de seguimiento de la flota no funciona bien, falta construir paradas y vías segregadas y que salgan a las calles todos los vehículos comprometidos por las empresas. Estas argumentan que los autobuses articulados son muy delicados, se estropean a menudo y los arreglos demoran.

El metro (tren subterráneo), de 87 kilómetros, se incorporó al Transantiago como recorrido troncal.

«Me da miedo subir al metro porque va repleto y sufro de ahogos. A mi mamá, de 73 años, también le da pánico, porque fue operada dos veces de la cadera», dijo Silva.

Las autoridades pidieron a asmáticos, hipertensos, enfermos cardiacos, embarazadas y personas con niños que no utilizaran el metro, que pasó de trasladar a cuatro pasajeros por metro cuadrado a siete en las horas pico.

Dos personas murieron luego de sufrir un infarto y un derrame cerebral en el metro.

El aire de la capital chilena está cargado de sustancias tóxicas en buena medida por las cimas de las cordilleras de los Andes y de la Costa que la rodean y que dificultan la ventilación.

En 1996 fue declarada saturada de material particulado PM10, ozono y monóxido de carbono, y en estado latente por la concentración de óxidos de nitrógeno. El Plan de Prevención y Descontaminación Atmosférica de 1998 incluía modernizar el transporte público, pero no dio los resultados esperados, según dos auditorías extranjeras.

Gonzalo Parra, empleado administrativo de 30 años, contó a Tierramérica que hoy toma tres «micros» y el metro para llegar a su trabajo. Antes utilizaba solamente un autobús. «Transantiago se implementó de forma rápida y caótica», opinó.

El gobierno sofocó centenares de manifestaciones en barrios a los que no llega el Transantiago. Las autoridades alegan que muchas zonas periféricas crecieron en los últimos años y que la red se diseñó en 2003.

El 26 de marzo, Bachelet pidió disculpas en especial a la población más pobre y destituyó, entre otros, al ministro de Transportes, Sergio Espejo. Su sustituto, René Cortázar, todavía no tomó ninguna medida.

Sin embargo, no todo está mal en Transantiago.

Los nuevos autobuses cumplen con la normativa internacional sobre emisiones EURO III, y usan un combustible diésel más limpio, con 50 partes de azufre por millón.

Gracias a un aporte del Fondo para el Medio Ambiente Mundial, se construyeron ciclovías y se adquirió tecnología para evaluar las emisiones de los autobuses.

«Al pasar de 9.000 a 5.000 máquinas se disminuye sustancialmente la contaminación», señaló a Tierramérica Rodrigo Pizarro, director de la no gubernamental Fundación Terram.

Pero si aumenta el uso de vehículos particulares, como en las últimas semanas, a largo plazo Transantiago puede ser negativo, advirtió.

El 23 de febrero, el Ministerio de Salud divulgó un estudio preliminar según el cual había una «tendencia a la baja» del PM10. Aunque no hay mediciones de la contaminación acústica, la percepción general es que también disminuyó. La cartera prometió informes más certeros para mediados de año.

Fuentes de la gubernamental Comisión Nacional del Medio Ambiente dijeron a Tierramérica que el real impacto del Transantiago se verá cuando esté completamente en funcionamiento.

* La autora es corresponsal de IPS. Este artículo fue publicado originalmente el 31 de marzo por la red latinoamericana de diarios de Tierramérica.