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Transformar la unidad en fuerza y el desencanto en esperanza

Fuentes: El Siglo

En pocas horas más, varios millones de chilenas y chilenos concurrirán a las urnas para expresarse a través del voto soberano. Estarán haciendo, así, un ejercicio democrático que al pueblo nadie le regaló. Lejanos están los días del «voto censitario», sistema que cerraba a la mayoría de los habitantes del país el derecho a manifestar […]

En pocas horas más, varios millones de chilenas y chilenos concurrirán a las urnas para expresarse a través del voto soberano. Estarán haciendo, así, un ejercicio democrático que al pueblo nadie le regaló. Lejanos están los días del «voto censitario», sistema que cerraba a la mayoría de los habitantes del país el derecho a manifestar su voluntad eligiendo a sus representantes ante los órganos de poder locales y nacionales.

Menos lejanos se hallan los días en que el desenfrenado cohecho, así como el «acarreo», practicado sin cortapisas en las localidades rurales, se convertía en algo así como «el gran elector», que inclinaba invariablemente la balanza del lado de los latifundistas y los poderosos de las grandes industrias y comercios. Pero eso que pareciera cosa del pasado es, sin embargo de las leyes, la cédula única y el propio conteo ciudadano, una realidad que apenas se oculta bajo los disfraces del clientelismo, las presiones y el chantaje ejercidos en gran escala.

Lamentablemente, se unen a esas prácticas y le hacen el juego -indudablemente, sin quererlo- aquellas voces que proclaman la abstención, el voto nulo, o abiertamente el sabotaje a una instancia en que, a solas con su propia conciencia, los ciudadanos tienen la preciosa oportunidad de marcar su veredicto. En otras palabras, de ser más leales con su condición social, de clase, que a cualquiera otra consideración o cálculo de corto alcance. El paso de la dictadura a la democracia, por limitada que ésta sea, imperfecta e hipócrita en más de un respecto, no se hizo, ello es innegable, por la sola fuerza del voto ciudadano.

Otros factores, entre ellos el de la abierta y allí sí que activa rebeldía, fueron determinantes para expulsar al despreciable dictador de lo más decisivo de su poder: La Moneda, la institución presidencial. Es cierto que muchos de los suyos continuaron por esa misma senda confusa y ambigua, y aun hoy detentan posiciones de poder y ostentan desvergonzadamente sus intocados privilegios. Y de sacarlos a ellos de esas posiciones de poder, es justamente de lo que se trata este domingo 28 de octubre. Es cierto, también, que los 20 años de gobiernos de la Concertación estuvieron lejos de responder a las esperanzas de la mayoría del país. Muchas promesas y compromisos incumplidos, demasiado «co-gobierno», una actitud sumisa ante «la majestad» de las instituciones, permitieron a los privilegiados continuar en esa condición y sin dar las cuentas debidas por sus crímenes, latrocinios y abusos de toda índole.

Y llegó el natural desencanto y ello abrió el camino para que la derecha retornara al poder, que había perdido ante la fuerza de las movilizaciones y la lucha popular «en todas sus formas». Que el desencanto era justo y hasta inevitable, es difícil negarlo. Pero también lo es que ese mismo desencanto se transforma en una herramienta de la derecha cuando lleva a vastos sectores del pueblo, y en especial de la juventud, a no distinguir entre adversarios y enemigos, entre el núcleo cerrado y estrecho del gran poder económico y sectores políticos en los que todavía se halla -en sus concepciones y su propia composición de clase- una reserva democrática. Por eso es ésta la hora de convertir la frustración y el desencanto en lucha y esperanza. Y es, principalmente y como lo dice en esta edición del semanario el presidente del Partido Comunista, Guillermo Teillier, «Una gran oportunidad de constituir un movimiento por las transformaciones que el pueblo reclama».

– Fuente: http://www.diarioreddigital.cl/index.php?option=com_content&view=article&id=9840:transformar-la-unidad-en-fuerza-y-el-desencanto-en-esperanza&catid=40:opinion&Itemid=61