El juez Juan Carlos Urrutia procesó como autor intelectual del crimen del artista popular al teniente coronel (R) Mario Manríquez Bravo, quien en 1973 era comandante del centro de detención Estadio Chile. Ahora, el magistrado va tras los oficiales autores materiales de torturas y de 34 balazos.
¡Mira mis manos, mira mis manos… me las machacaron para que nunca más volviera a tocar la guitarra¡». Fue la respuesta de Víctor Jara cuando el periodista Sergio Gutiérrez Patri le preguntó cómo estaba, al encontrarse con él en un pasillo del Estadio Chile el 12 de septiembre de 1973. El cantante también estaba demolido por la tortura. Horas después, oficiales del Ejército le dispararon 34 balazos y salieron a botar su cuerpo a la calle. Nacía una trágica leyenda. Hoy, 31 años después, quien era el comandante del Estadio Chile usado como centro de prisión, teniente coronel (R) Mario Manríquez Bravo, fue procesado como autor intelectual de homicidio calificado por el crimen de Víctor Lidio Jara Martínez.
Hasta el 5 de diciembre de 2004 -la resolución del juez del Quinto Juzgado del Crimen Juan Carlos Urrutia tiene fecha 6 de diciembre- el Ejército nunca entregó al tribunal los nombres de los oficiales que estuvieron a cargo de los prisioneros del Estadio Chile y la identidad de quien fue su comandante. La persistente negativa del comandante en jefe, general Juan Emilio Cheyre, fue destacada ayer por el abogado querellante Nelson Caucoto.
Sin embargo «al ver que el Ejército seguía negándose a entregar esa información, decidimos recurrir a la gente, a los testigos, a los ex prisioneros del Estadio Chile, para que nos ayudaran a nosotros y al juez Urrutia, y finalmente lo logramos gracias a los medios de comunicación», dijo Caucoto. El abogado querellante que representa a Joan Jara, la viuda del artista, estaba ayer simplemente feliz.
«Hoy es un día de fiesta para la cultura nacional. Víctor Jara sigue siendo un ícono irremplazable en todo el firmamento cultural y artístico. Lo mataron simplemente por dedicar sus canciones, su arte y su folclor al mundo popular. Su muerte fue tomada casi como un trofeo por los militares, pero ahora Víctor Jara puede descansar en paz», expresó Caucoto y agregó «ahora iremos por los autores materiales de los disparos y las torturas». El abogado espera que ahora el general Cheyre entregue esa lista de oficiales «no creo que sea necesario que realice un nuevo seminario», dijo con ironía, el abogado que lleva más de 25 años defendiendo a los familiares de las víctimas.
«Víctor Jara fue golpeado de inmediato con pies, puños y culatazos de fusil por parte del personal militar. A continuación fue arrastrado al interior del recinto deportivo hacia un pasillo de grandes dimensiones donde continuó siendo objeto de maltratos y vejaciones, como golpes en distintas partes del cuerpo y en especial en sus manos, golpeadas con culatas de fusiles quedando reducidas a una sola llaga», estableció el juez Urrutia en su resolución de tres carillas.
El magistrado no hizo valer ni la amnistía ni la prescripción y a pesar de que se sabe que el cuerpo de Víctor Jara está sepultado en el Cementerio General, dictó el procesamiento por el delito de homicidio calificado. Para Caucoto, esa decisión jurídica «es la correcta porque (…) fue un prisionero de guerra y su asesinato es un grave crimen de guerra y un delito de lesa humanidad. De acuerdo a la legislación internacional de derechos humanos es inamnistiable e imprescriptible». El dictamen del magistrado es similar a otro dictado hace días por el ministro de fuero Jorge Zepeda, quien tampoco aplicó la amnistía al dictar condena por el caso de tres campesinos, aún cuando algunos de los cuerpos están sepultados.
Guitarra por fusil
El 11 de septiembre de 1973, el periodista Sergio Gutiérrez se encontró con Víctor Jara en la Universidad Técnica del Estado (hoy Usach), como lo recuerda en sus escritos. Allí se inauguraba una exposición y varios entregarían su música, entre ellos también Quilapayún con la Cantata Santa María de Iquique. Había unas 600 personas entre alumnos, profesores e invitados. Pero cerca de las diez de la mañana se dieron cuenta de la gravedad del momento. En Valparaíso la Armada ya se había alzado y controlaba la ciudad. Frente a La Moneda, los tanques tomaban posición. Entonces Gutiérrez le dijo a Víctor «compañero, parece que llegó el momento de cambiar la guitarra por el fusil». El cantante contestó «no compañero, yo no sé disparar. La guitarra siempre sirve, aunque sea para animar a los combatientes». A las seis de la mañana del 12 de septiembre, las centenas de personas que habían sido autorizadas por los militares a pernoctar en le UTE, fueron detenidas y conducidas al Estadio Chile.
El plan de Caucoto y el comandante Manríquez
Ante la negativa del Ejército para entregar los nombres de los oficiales a cargo del Estadio Chile, el abogado Caucoto, quien sostiene que es imposible que la institución no tenga esa información «y otras que sigue sin entregar en otros procesos», trazó un plan. Solicitó al juez Urrutia citar a declarar a una serie de altos mandos en retiro -entre ellos al ex dictador Pinochet- que cumplieron funciones en Santiago los primeros días del golpe. Esa solicitud la hizo pública a través de la prensa. Al día siguiente, a Caucoto lo llamaron cuatro ex prisioneros del estadio, entre ellos el senador Nelson Avila. Le dijeron quién era el comandante. Así llegaron al teniente coronel (R) Manríquez Bravo. No fue necesario citar a Pinochet. Los cuatro se carearon con Manríquez y lo reconocieron. Ahora Caucoto espera llegar a los oficiales autores materiales de masacrar a Víctor Jara, de la misma forma.
El periodista Gutiérrez afirma que en el Estadio, Manríquez les dijo «yo puedo torturarlos y lo haré. Puedo matarlos y lo haré. Para eso estoy autorizado por la Honorable Junta de Gobierno».