Dice el diario El País que las recientes elecciones en Colombia han sido ejemplares para el resto de América latina. Igual apreciación han hecho otros medios españoles. Cierran los ojos y ocultan deliberadamente los hechos delictuosos de este proceso: compraventa de votos, clientelismo abierto y total, constreñimiento del elector mediante el chantaje del fin […]
Dice el diario El País que las recientes elecciones en Colombia han sido ejemplares para el resto de América latina. Igual apreciación han hecho otros medios españoles. Cierran los ojos y ocultan deliberadamente los hechos delictuosos de este proceso: compraventa de votos, clientelismo abierto y total, constreñimiento del elector mediante el chantaje del fin de programas asistencialistas si no ganaba Santos. A esto hay que agregar la intimidación en las regiones a los votantes de opciones opositoras y el fraude denunciado en muchas ciudades. Pero el grupo Planeta no puede a través de El País mostrar estas cosas. No puede hablar mal de sus más entrañables socios, la familia Santos. Socios por partida doble. Socios del gobierno uribista que le ha facilitado billonarias inversiones, gobierno donde la familia Santos ha tenido ministro de defensa y vicepresidente y ahora tiene candidato heredero. Y socios directos. El grupo Planeta ha comprado el diario El Tiempo que era propiedad de la familia Santos. Con tanta afinidad y negocios en común es imposible esperar objetividad del diario español.
El gobierno de Uribe y la campaña de Santos, que fueron una sola cosa, no pueden arriesgarse a la eventualidad de cualquier resultado. No podían permitirlo teniendo Juan Manuel Santos una orden de captura en Ecuador y por el inmenso temor que tiene Uribe de ser llamado por la Justicia Penal Internacional a responder por delitos de lesa humanidad. Por eso utilizaron en la primera vuelta todas las estrategias posibles. Combinaron todas las formas de lucha. Fue la campaña del miedo y de los rumores. La utilización de las encuestas para engañar al elector. Encuestas para inflar a unos candidatos y para invisibilizar a otros.
Mediante las encuestas inflaron a Mockus y le empezaron a manejarle el discurso. A su mayor derechización. Lo llenaron de mucha más soberbia de la que siempre ha tenido. El desplome de Mockus tiene un efecto muy negativo sobre amplios sectores medios de la población que desconociendo u olvidando su historia, pues desgraciadamente somos el país de la desmemoria, lo veían como una alternativa a la corrupción y criminalidad del uribismo, sin importar su acendrado neoliberalismo, apoyo a los TLC y su estilo despótico y arbitrario.
El Polo Democrático Alternativo logró un pequeño repunte al final de la etapa, especialmente en la última semana, cuando silenciadas las diarias encuestas la gente pudo concentrarse un poco más en las propuestas, los programas y las ideas. Y ahí resaltaba el programa del Polo inteligentemente presentado por Gustavo Petro. Para un movimiento que en los últimos cuatro años ha sido tan satanizado y criminalizado el resultado obtenido, el 9.5%, es importante. Está muy por debajo del 23% de hace cuatro años. Pero eran otras condiciones. La gran conquista del Polo al final de la campaña es su unidad. Orgánica y política. Unidad que no tuvo durante buena parte de la misma y que entorpeció el arranque.
Esta unidad del Polo en torno a su programa y a su política le permitirá jugar un importante papel en la segunda vuelta electoral. Ya sea mediante un acuerdo programático con Mockus que se haría pensando más en los sectores ilusionados con Mockus que con Mockus mismo, o en la abstención o el voto en blanco. Pero sobre todo es una unidad que permitirá liderar un proceso movilizador de oposición y de lucha contra la corrupción y la legalización de las mafias y los paramilitares en el poder.