Para nadie es un secreto que la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos cayó como un misil atómico en las cúpulas económicas y políticas latinoamericanas. Gente como el argentino Macri, el brasileño Temer y el colombiano Santos, es decir, la pura ultraderecha, no ocultaban su desazón, su enojo, su frustración. Y no […]
Para nadie es un secreto que la elección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos cayó como un misil atómico en las cúpulas económicas y políticas latinoamericanas. Gente como el argentino Macri, el brasileño Temer y el colombiano Santos, es decir, la pura ultraderecha, no ocultaban su desazón, su enojo, su frustración. Y no era para menos. Había perdido su gallo, la genocida Hillary Clinton.
Pero la pena no era moral. Con la derrota de la carnicera de Libia se caía el programa globalizador creado por el llamado consenso de Washington al que los gobernantes y las burguesías de esos países y de otros de la región habían ligado su futuro económico y político.
El triunfo de Trump, desde luego, les resultó amargo y decepcionante, pero no enteramente sorpresivo. Desde meses atrás empezaron agresivas campañas antitrump con el fin de torpedear su camino hacia la Casa Blanca. Algo les decía que su proyecto de mayor colonización de Latinoamérica estaba en riesgo.
Y no tardó Trump sino horas en echar por la borda el Tratado de Asociación Transpacífico (TTP), el pacto de libre comercio que sujetaría más plena y más sólidamente a los once firmantes restantes a la égida estadounidense. De modo que la retirada estadounidense representa un serio quebranto para el proyecto neocolonial comenzado por Reagan y Thatcher hace ya 40 años. Y si para los neoconservadores y proimperialistas latinoamericanos la ruina del TTP es motivo de duelo, para los sectores patrióticos, anticolonialistas y antiimperialistas del área es razón de júbilo, aunque esa victoria nos haya sido obsequiada por el atípico oligarca yanqui.
Luego de ese do de pecho de Trump, parece que al bravucón se le mojó la pólvora antiglobalizadora. Había dicho que repudiaría el TLCAN, y ahora afirma que lo quiere renegociar. Ojalá lo repudiara y nos obsequiara a los mexicanos de a pie esa victoria que no hemos conseguido luego de más de 20 años de lucha constante.
Había dicho que construiría un muro en la frontera mexicana, valla que sería pagada por el gobierno de México, y ahora sostiene que la pagarán los narcotraficantes mexicanos. ¿Cómo? ¿Metiéndolos a la cárcel o dejándolos trabajar? También había dicho que para sufragar los costos del muro impondría un impuesto a la remesas que envían los trabajadores migrantes a su país de origen, y ahora, ante las insalvables dificultades de ese propósito, ya no insiste.
Arrancada de caballo y parada de burro parece ser la divisa de Trump. A México ya lo amenazó con una nueva Expedición Punitiva, pero también ya se retractó. Hablar es cuesta abajo y actuar es cuesta arriba.
Salvo lo de la salida de EU del TTP, el resto de las medidas de Trump son hasta ahora pura morralla. Puso a un ultraderechista al frente de la Suprema Corte, cosa esperable y nada novedosa. ¿Cuándo no ha sido así? Y no ha nombrado a ningún negro en el gabinete presidencial. Y para qué. ¿Ya nadie se acuerda de ese negro malvado, Collin Powell, que fungía como secretario de Estado y que con mentiras monstruosas y evidentes desencadenó la guerra contra Irak, la que ya ha costado más de un millón de vidas. ¿Y la tal Condoleezza Rice? También negra, era un modelo de gobernante imperialista y genocida. ¿Qué gana el mundo con uno o muchos negros colonialistas y ultrarreaccionarios en el gabinete presidencial yanqui? No es lo mismo Collin Powell que Luther King. Ni es lo mismo Condollezza Rice que Ángela Davis.
Blog del autor: www.miguelangelferrer-mentor.