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Trump es el banderín en el pico del Iceberg

Fuentes: Rebelión

El cipayismo tradicional de la oligarquía bipartidista colombiana, como es lo usual desde hace más de un siglo, siempre estuvo atenta, muy atenta, a los procesos electorales bipartidistas en los EEUU. A tomar partido por tal o cual candidato presidencial que tuviera la opción de ganar la presidencia para inmediatamente ajustar sus políticas domésticas colombianas y hacerlas concordar con los planes económicos y políticos de la potencia hegemónica del norte. Generalmente los conservadores mostraban simpatía por sus directos inspiradores “republicanos”, mientras los liberales  sonreían a los “demócratas”; pero como siempre, al final se imponía el “pragmatismo de los negocios de unos pocos”, siguiendo el ejemplo del siglo XIX cuando las “roscas” dominantes de conservadores y de liberales eran decididos partidarios del librecambismo (de  exportar materias primas para importar bienes industriales) impulsado enérgicamente por las potencias capitalistas Nor Atlánticas.

 ¿Qué ha variado en este sentido? Muy Poco. Tal como en aquellos tiempos de finales del siglo XIX cuando Colombia padeció tres  devastadoras guerras civiles continuas; cuando había una crisis en los mercados financieros de New York, Londres o París, de inmediato se descargaba con toda la brutalidad sobre los pobres colombianos fueran ellos mineros y lavadores y mazamorreros de oro, o campesinos cultivadores de tabaco, o de café, o cosecheros selváticos de quina, o empobrecidos artesanos de los altiplanos andinos. Hoy, (canson es repetir la letanía de las múltiples crisis particulares, económicas, políticas, ideológicas, raciales y de Hegemonía; geoestratégicas y de reparto del mundo, crisis militares y ascenso de otras potencias o crisis del multilateralismo; crisis medioambientales, de los recursos, alimentarias, demográficas y de megaciudades, crisis climáticas, sanitarias y pandemias en curso; crisis morales y choques de religiones, etc), que han ido confluyendo, retroalimentandose una con otra hasta llevar al “Globo Neoliberal actual” a esa  gran crisis generalizada en curso que bien puede ser caracterizada como una crisis civilizatoria generalizada que todos queremos resolver con un remedio mágico o “panacea”. Hasta el papa Francisco desde el Vaticano ha propuesto una.

No es sorprendente entonces que en Colombia, una vez más, las distintas fracciones de la oligarquía contrainsurgente dominante hayan optado por alguno de los candidatos presidenciales en pugna por la presidencia en EEUU: La fracción Uribista gobernante comprometida hasta los tuétanos y dependiente por tanto de la Política de Trump, ha cerrado filas desde un principio con su cuento Monroista de “América First”, y espera sea reelegido. En frente, JM Santos y sus aliados más estrechos, incluidos quienes todavía en el colmo de la desmoralización y abandono de sus principios revolucionarios todavía se reclaman de Izquierda, han votado y unido sus destinos políticos por el triunfo electoral del maquillado Biden, la ficha de la familias Kenedy, Clinton y Obama, con la ficción de que ellos a diferencia del “Hard Imperialism de Trump” representan una especie de “Soft Imperialism”: un imperialismo edulcorado y humanitario que no destruyó a Irak, no destruyó a Siria, que llevó ríos de leche y miel a Somalia, a Libia y lo que es mejor, que el Plan Colombia de 1997 trajo la paz a Colombia, según el modelo histórico autoritario de la “Paz Cientifica” propuesto por el tránsfuga teocrático liberal luego conservador Rafael Núñez en 1875,  y que condujo a las guerras de 1887, a la del 85, luego a la del 95 y finalmente al pavoroso desastre de la guerra de los mil días.

Ninguna de esas fracciones oligárquicas dominante en Colombia, por estar atareada en sus riñas cotidianas, en sus insultos de comadres adoloridas que ventilan al sol sus miserias y efluvios: sus chanchullos mafiosos, sus escándalos de robo de elecciones, sus falsos positivos y demás masacres y crímenes repugnantes de guerra, así como escándalos del militarismo contrainsurgente y paramilitar (fascista) que los sostiene. Ninguno de ellos se ha dado cuenta por están mirando cómo invadir a Venezuela, de que quien suba a la cúspide del Iceberg en el que se ha convertido el Globo terráqueo neoliberal actual para agitar la banderita descolorida de ser el Hegemón capitalista va a poder resolver nada de la profunda crisis que subyace bajo la línea de flote de la montaña de hielo, sea reelegido Trump o gane Biden. Que el Hegemón estadounidense sumido una verdadera guerra racial y en una profunda crisis económico-sanitaria irreversible ya no tiene los poderes ni la fuerza de que dispuso hace años. Que el triunfo de la guerra comercial ha sido de China. Que Irán ha tomado la delantera en Asia Central. Que la influencia militar rusa sigue siendo muy grande en el mundo. Que en Venezuela la moral y los principios revolucionarios a diferencia de los renegados colombianos sigue estando muy alta. Que en Colombia la crisis de hegemonía se aceleró una vez se encarceló al Miniführer AUV y la Movilización Social ha perdido el miedo a pesar del terror del Estado augurando nuevos desarrollos. Que el cuento socialdemócrata del “potencial reformista del Acuerdo con las Farc”; en las bases sociales se ha ido transformando en un verdadero “potencial transformador de la sociedad”.  En fin, que un nuevo mundo multilateral con múltiples “soberanías” como lo pensaron los jacobinos de la revolución francesa de 1789 está brotando aceleradamente y, ya nadie lo podrá detener.

A las bases populares colombianas y al pueblo trabajador ya no le importan (ni le debe importar) a quien apoya Trump para seguir con su filibusterismo imperial o a quien apoya Biden para prolongar la política del imperialismo humanitario de Obama y Hilary, dos caras de la misma moneda, en la próxima presidencia de Colombia. Le debe importar como la vida misma, el “UNIRSE por la base”, sin sectarismo ni exclusiones, hasta hacer realidad la vieja consigna triangular tantas veces olvidada y mancillada de “PAZ. DEMOCRACIA Y SOBERANÍA.