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Mapuches y ucranianos, sobre las bodas del capitalismo y el imperialismo

Ucrania, ring de box

Fuentes: Rebelión

La inminente concretización del Acuerdo de Asociación entre la UE y Ucrania -cuya «parte política» ya fue firmada el pasado 21 de marzo, y cuya «parte económica» espera la aprobación del gobierno entrante a decidir el próximo 25 de mayo- supone para Ucrania, según la prensa burguesa, un hito «de Justicia, Libertad y Seguridad con […]

La inminente concretización del Acuerdo de Asociación entre la UE y Ucrania -cuya «parte política» ya fue firmada el pasado 21 de marzo, y cuya «parte económica» espera la aprobación del gobierno entrante a decidir el próximo 25 de mayo- supone para Ucrania, según la prensa burguesa, un hito «de Justicia, Libertad y Seguridad con vistas a reforzar el Estado de Derecho y el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales» [1]. Detrás de estos cantos de sirena, la pregunta fundamental, a saber, aquella por las condiciones específicas de la integración gradual de Ucrania en el mercado interior de la UE permanece opaca. Y con ello también, la relación de este suceso con el funcionamiento del sistema capitalista en general.

Ucrania representa un enclave estratégico geopolítica y económicamente hablando para los intereses de la UE -Alemania a la cabeza- y Estados Unidos. La táctica desestabilizadora, que consiste en la cooptación ideológica -mediante el apoyo logístico y monetario- de los sectores en situación de «oposición» en una coyuntura de conflictividad social, llevándola a su grado máximo de contradicción con el objeto de instalar gobiernos marionetas, es una práctica recurrente del bloque occidental para hacerse con el control de países que suponen, por diferentes motivos, algún interés estratégico particular. Es el caso de las «intervenciones» perpetuadas histórica y continuamente en América Latina, en África y en Medio Oriente. Fue el caso de Ucrania en la llamada «revolución naranja» de 2004. Es el caso de Ucrania hoy.

Del punto de vista de una conservación de la hegemonía en el orden geopolítico mundial, Ucrania es pieza clave en el puzle Norteamericano porque permite a la vez una estrategia de contención del hearthland de la gran isla mundial euroasiática y una posición dominante sobre el mar negro -de ahí el interés ruso por ocupar militarmente y luego anexar Crimea. Mackinder, piedra angular de la de la visión geopolítica norteamericana, decía en 1919 «quien gobierne Europa del Este dominará el heartland; quien gobierne el heartland dominará la Isla-Mundial; quien gobierne la Isla-Mundial dominará el mundo» [2]. Más actualmente, el influyente analista y asesor del Departamento de Estado de EEUU, Zbigniew Brzezinski, ha insistido sobre el rol clave de Ucrania en miras a impedir el renacer imperial de Rusia a la vez que a proyectar la influencia norteamericana hacia Asia Central.

Por parte de la UE -Alemania a la cabeza-, Ucrania recubre un particular intereses al ser una zona de tránsito de los principales gaseoductos y oleoductos que abastecen Europa, y cuya anexión implicaría un relance de la hegemonía alemana en Europa, que ya se extiende al grupo Visegrad y a Europa Central en general. Con el control de Ucrania su hegemonía podría potencialmente proyectarse aun al resto de los países de la ex orbita soviética.

Desde un punto de vista estrictamente económico, Ucrania, con sus 45 millones de habitantes, con un PIB de 245 miles de millones de euros y con su vasto territorio rico en recursos naturales, representa un mercado sumamente atractivo para la UE. Mercado que hasta la hora es mayoritariamente monopolizado por la otra fuerza imperial en disputa, Rusia. El mercado ucraniano es esencial para Rusia, pues gran parte del gas que exporta a la UE pasa por los gaseoductos de Ucrania, además de la enorme interdependencia en materia de importaciones y exportaciones [3]. Está demás decir a estas alturas, que la actual crisis interna de Ucrania a propósito del Acuerdo de Asociación, es, desde un punto de vista económico, la crisis que enfrenta los intereses de la UE y EEUU de un lado y a Rusia de otro, encontrándose el pueblo ucraniano no solamente atrapado entre dos colosos imperiales sino investido de sus intereses bajo la división Este pro-ruso y Oeste pro-occidental. Lejos de poder poner en relieve y profundizar todas las aristas de este complejo escenario, nos interesa enfatizar en este marco el carácter ejemplar de la propuesta de salvataje económico del FMI a Ucrania, inscrita en las políticas de austeridad impuestas por los gobiernos neoliberales en gran parte de Europa, y las lógicas del funcionamiento del capitalismo tardío.

En el contexto de una grave crisis económica y de corrupción, agudizada por una crisis política que, si bien finamente orquestada, no está exenta del componente espontaneo que viene de una población sumamente precarizada y dividida, el FMI (activo del pacto UE-EEUU) promete un préstamo que podría sacar a Ucrania de su crisis económica a corto plazo a cambio de una serie de recortes y cambios estructurales. Específicamente, el FMI ha acordado un préstamo inmediato de entre 14 a 18 mil millones de dólares, y de 27 mil millones de dólares de aquí a dos años. A cambio, y bajo el nombre de «un programa de medidas sólidas orientado a estabilizar la economía y crear las condiciones que permitan un crecimiento sostenido», el FMI exige la desintegración progresiva de la administración pública – reducción de un 10% de empleados estatales de forma inmediata y otro 20% más adelante. A lo cual se suman una serie de medidas que el gobierno Ucraniano viene de imponer para congraciar al FMI, entre las cuales un alza del 50% en el precio local del gas y la promesa de eliminar el resto de los subsidios de energía para el año 2016.

El principal origen de la crisis económica de Ucrania no es, como se quiere hacer creer, la corrupción, sino la deuda externa que, entre privados y público, asciende a cerca de un tercio de su PIB nominal. ¿Quiénes son los principales acreedores de esta deuda? No otros que la llamada Troika (FMI, Comisión Europea y el Banco Central Europeo), Rusia y EEUU. La deuda externa es el mecanismo mediante el cual las principales potencias del capitalismo mantienen en estado de sujeción constante a las economías periféricas. La aprobación del Acuerdo de Asociación no hubiera sido posible sin la llegada Yatseniuk al gobierno ucraniano. El origen de la «crisis política» es justamente la negativa de Yanukovich, jefe de Estado predecesor y destituido como consecuencia de las revueltas, a la aprobación de las medidas impuestas en materia económica por dicho acuerdo. En los próximos días Ucrania posiblemente firmará la segunda parte del Acuerdo y con ello se abrirá al mercado de la UE. Paralelamente, Barack Obama ya ha dado luces de un plan que pretende conjurar las posibles represalias rusas, mediante la creación de una red de abastecimiento de gas natural que vaya directamente de EEUU a la UE.

Simplemente, lo que se presenta desde la prensa burguesa, como una revuelta espontanea de masas aquejadas por la degradación de sus condiciones de vida y la corrupción, aparece como el desarrollo de un plan complejamente orquestado entre EEUU y la UE para hacerse de nuevos nichos de explotación económica y de nuevas piezas estratégicas en la construcción de una hegemonía geopolítica del orden mundial. No hay que ser ingenuos. La UE y EEUU no tienen exactamente los mimos intereses, y pueden devenir eventualmente rivales. Pero en este y otros casos, como en Grecia, Portugal e Irlanda, o aun el caso Snowden, para no ir tan lejos en la historia, se han convenido aliados. Las terapias paliativas impuestas por la Troika, las «medidas de austeridad», a una crisis de la cual indirectamente es responsable, no varían: privatización de sectores estratégicos de la economía, reducción de los salarios, de las pensiones, aumento de impuestos desiguales como el IVA, despidos masivos en la función pública, recortes drásticos en los gastos sociales. Cabe, entonces, plantearse la pregunta por una sistematicidad que vincula la persistencia de las crisis económicas, la ocasión de la crisis políticas asociadas para intervenir, y las medidas «saneamiento» impuestas por el FMI.

Spatial fix y accumulation by dispossession

David Harvey, geógrafo británico, retoma y proyecta las consideraciones esbozadas por Marx en torno a la dimensión espacial del capitalismo. En las Grundrisse Marx remarca: «El capital tiende a destruir toda barrera local al tráfico, es decir al intercambio. Para conquistar al mundo entero y hacer de él un mercado debe tender, por lo tanto, a destruir el espacio gracias al tiempo, es decir reducir al mínimo el tiempo que cuesta el desplazamiento de un lugar a otro. Más el capital se desarrolla, más vasto es entonces el mercado por el que circula; ahora, mientras más grande es la trayectoria espacial de su circulación, más el tenderá a una extensión espacial del mercado, y entonces a una destrucción del espacio mediante el tiempo».

Le tendencia del capitalismo a penetrar y profitar de nuevos espacios tiene por origen las «crisis de sobreacumulación» que este atraviesa periódicamente. Producto de la falta de coordinación de los productores, el sistema genera una sobreproducción de capitales que no está en medida de absorber, lo que conduce a la devaluación periódica de estos.

Harvey, a partir del análisis de la China contemporánea, describe un modo de «resolución» de las crisis de sobreacumulación por el capitalismo, bajo el concepto de «spatial fix«. Este concepto -cuyo origen se encuentra en la tesis de Lefebvre según la cual el capital «produce» espacios- refiere a su vez la idea de que el capital es una entidad espacial/territorial, que penetra y transforma su entorno , a la vez que a la idea de solución –to fix– del problema de la sobreacumulación de capital. Así, el concepto de spatial fix refiere el movimiento por el cual el capital resuelve la crisis de forma espacial. Específicamente a través de la instalación de nuevos capitales en espacios hasta entonces vírgenes de relaciones capitalistas.

Este movimiento ya había sido en parte bosquejado por Rosa Luxemburgo quien, en su libro La acumulación del capital: contribución a la explicación económica del imperialismo, expone la necesidad constante del capitalismo para resolver sus crisis de un «exterior» no capitalista. Lo cual implica que en la división mundial de la producción y el trabajo el capitalismo requiere de zonas mantenidas en un estado «no capitalista», es decir, imposibilitadas estratégica y estructuralmente de alcanzar su «desarrollo». La función principal de estas zonas sería la de absorber los capitales en falta de ganancia como consecuencia de la sobreacumulación. Estas zonas presentan un lugar concreto de «producción de espacio» capitalista, es decir, de instauración del modo de explotación capitalista mediante la industrialización.

Ahora bien, lógicamente, estas zonas, una vez «capitalizadas» -ya absorbida la sobreabundancia proveniente de los centros neurálgicos del capitalismo-, comienzan ellas mismas a producir una sobreacumulación de capital. Los paisajes post-industriales constituidos por fábricas abandonadas producto de la «deslocalización» industrial y de poblaciones camino a la cesantía estructural de masas, a la espera de improbables reconversiones, son un ejemplo claro de que una vez que un spatial fix deja de ser dinámico y productivo, los capitales se retiran.

El problema actual que se presenta ante esta lógica es que en el contexto del «capitalismo tardío» las regiones del mundo «vírgenes», es decir, que escapan aun a la lógica capitalista son rarísimas. Razón por la cual Harvey implica un segundo concepto, el de «accumulation by dispossession». Es decir, el movimiento por el cual un sector de la sociedad no sometido directamente a la lógica del mercado es transformado violentamente a esta. Lo cual implica una «desposesión» de los beneficios poblaciones que percibían las poblaciones en un modo de organización anterior.

Un ejemplo típico de la acumulación por desposesión es la privatización de los servicios públicos, tal y como pretende imponer la Troika a Ucrania mediante el Acuerdo de Asociación, en una lógica innegablemente imperialista. Tal y como se hizo ya con Portugal, Grecia e Irlanda. Tal y como se hizo ya en América Latina durante los años 70-80 mediante las dictaduras militares.

Esta misma lógica se muestra en evidencia una vez que, a propósito de la «reforma tributaria» propuesta por el gobierno de Bachelet, la patronal amedrenta la opinión publica diciendo que la progresiva extensión de los servicios públicos a la que ésta tendería habría de producir inexorablemente la fuga de capitales extranjeros, y con ello, una pérdida cuantiosa de inversiones y de empleos. Nada hace pensar que esta «fuga» sea perjudicial para los pueblos chilenos y su economía. Muy por el contrario, lo que hace es denotar la preocupación del empresariado ante la eventualidad de un escenario en donde la histórica acumulación por desposesión en los servicios públicos chilenos, producto de las reformas neoliberales venidas de la constitución Pinochet-Lagos, se vería recular. Lo cual muestra al mismo tiempo hasta qué punto hoy en día Chile es un spatial fix, es decir, un nicho «creado» de explotación para las potencias centrales del capitalismo, y hasta qué punto la clase dominante chilenas juegan un rol fundamental mediante la instauración de todos los dispositivos jurídico-económicos necesarios.

Otro dispositivo de esta llamada acumulación por desposesión es la expulsión, al interior de un Estado, de comunidades cuya relación de explotación de recursos naturales no es necesariamente equivalente a la requerida por el capitalismo tardío, como sería el caso del campesinado y, particularmente, de variadas comunidades indígenas alrededor del mundo. En Chile, un caso emblemático de esta estrategia es la llamada «Pacificación de la Araucanía» llevada a cabo históricamente por el Estado chileno, con el fin de expropiar, privatizar y explotar las tierras del Wallmapu. El interés de trasfondo por parte de multinacionales forestales e hidroeléctricas, vehiculado mediante el discurso de «soberanía» nacionalista, no es ya un misterio para nadie. El desprecio olímpico de otros modos de relación con la tierra, no reductibles a la explotación capitalista ni a la producción de bienes en general, expresados, por ejemplo, en la utilización ritual de ésta por parte de los Mapuche, tiene larga data, se articula como discurso oficial nacional y se encuentra en los manuales y libros de historia que se leen en las escuelas. Un gran contribuidor a la legitimación ideológica de esta forma de desposesión en la actualidad es el historiador Villalobos, quien hace poco, enfrascado en una rencilla de dimes y diretes con el intendente de la Región de la Araucanía, publica dos cartas al director en el diario El Mercurio, en donde asegura que «Incorporar esos territorios (de la zona de La Araucanía) era una necesidad para la nación chilena» pues no cabe la menor duda de que «las tierras eran mal trabajadas». Sin embargo, no disponiendo de argumentos suficientes para justificar esta «tesis» ni menos para establecer que aquella sea causa suficiente para la aniquilación y la expropiación de un pueblo, Villalobos se ve obligado a avanzar un argumento de tipo «antropológico». La desposesión de este pueblo, así, seria justificada porque «de acuerdo con la cultura ancestral, el hombre escasamente participaba en faenas. Era fundamentalmente un guerrero y un cazador, que vivía relajadamente y entregado al alcohol. Las mujeres, sometidas totalmente, eran las que desempeñaban las pocas tareas productivas».

El caso de la llamada Pacificación de la Araucanía y la histórica resistencia Mapuche cobra una especial importancia en torno a la cuestión de la relación entre capitalismo e imperialismo, sinterizada justamente en el concepto de «expropiación». La acumulación por desposesión de Harvey se inspira indudablemente en el concepto desarrollado por Marx en El Capital de «acumulación primitiva». Sin embargo, esta viene a demostrar que la acumulación primitiva no se limita a los orígenes «históricos» del capitalismo, sino que tiene lugar periódicamente en diferentes regiones del mundo, en cuanto necesidad del sistema capitalista a encontrar salida a la cuestión de la sobreacumulación de capital. O más bien, que este proceso de acumulación primitiva demarca constantemente el inicio de la instalación de un modo de explotación capitalista en sectores de la sociedad que aún resisten a él.

Tanto la privatización de los servicios públicos -caso actual de la UE y sus políticas de «austeridad»- como la expropiación de tierras -caso del Estado chileno y su «Pacificación de la Araucanía»-, marcan la pauta de una creciente forma imperialismo «interno». Es decir, la búsqueda de nichos de capitalización en sociedades que en si ya forman parte del orden capitalista mundial pero que conservan en su funcionamiento sectores aun no enteramente sometidos a la dictadura del capital. En consideración de la invectiva del eje UE-EEUU sobre Ucrania -corolario de las políticas de austeridad-, como también de la invectiva de los Estados en contra de los modos de organización del pequeño campesinado y las comunidades indígenas, la «acumulación primitiva», es decir la desposesión violenta de las poblaciones de prácticas y beneficios provenientes de un modo de producción no capitalista, se muestra hoy entonces, quizás con más claridad que nunca, como la sombra misma del capitalismo.

Correlativamente, en aquellas zonas del planeta en donde se ha impuesto la «democracia» y la «libertad» neoliberal como status quo, capitalismo e imperialismo marchan de la mano. En otras, donde nuevas formas de organización comienzan a ser forjadas y que procuran desviarse de las recetas impuestas por el FMI, como es el caso actual de Venezuela, las denuncias de dictadura, de violación de los derechos y libertades, no demoran en ocupar las portadas de la prensa, como también ambos hemisferios de los cerebros de los ciudadanos bien pensantes.

Notas

[1] http://www.huffingtonpost.es/2014/03/21/ue-ucrania_n_5005471.html http://www.europarl.europa.eu/sides/getDoc.do?type=MOTION&reference=B7-2012-0246&language=ES http://www.abc.es/internacional/20140321/abci-acuerdo-ucrania-201403211144.html

[2] Remitimos al respecto al interesantísimo artículo: http://emboscado.blog.com/2014/02/28/un-analisis-geopolitico-sobre-la-situacion-en-ucrania/

[3] Un análisis bastante acabado de los aspectos económicos de esta interdependencia : http://politikon.es/2014/02/22/ucrania-entre-rusia-y-occidente/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.