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Las conversaciones de paz entre el ELN y el Gobierno colombiano pasan por uno de los momentos más difíciles

Un acuerdo difícil de alcanzar

Fuentes: Insurrección

Las conversaciones de paz entre el ELN y el Gobierno colombiano pasan por uno de los momentos más difíciles, atascadas en el desencuentro de dos concepciones diferentes de paz y métodos para llegar a ella. En la Mesa se enfrentan dos visiones contrapuestas sobre cómo llegar a la paz y a cuál paz aspira el […]

Las conversaciones de paz entre el ELN y el Gobierno colombiano pasan por uno de los momentos más difíciles, atascadas en el desencuentro de dos concepciones diferentes de paz y métodos para llegar a ella.
En la Mesa se enfrentan dos visiones contrapuestas sobre cómo llegar a la paz y a cuál paz aspira el pueblo colombiano. El ELN defiende la tesis que la paz implica profundos cambios y transformaciones en el país, que no se reduce a un acto de rendición, desmovilización y entrega de armas, como la clase en el poder lo exige, algunos lo desean de manera ligera o interesada, y otros despistados políticamente, piensan en la paz sin detenerse a pensar que ésta implica cambios.
En este planteamiento hemos sido claros en todo momento y nos reafirmamos en él. Nuestra lucha se enmarca en la búsqueda de soluciones a los problemas del país, que hay que resolver para que la riqueza genere igualdad social y bienestar colectivo, la democracia sea real y participativa, la dignidad de la Nación se recupere y la identidad nacional se construya colectivamente. El ELN no está exigiendo en la Mesa nada para sí ni su lucha busca beneficios personales o de grupo.
La política de paz del Presidente Uribe es impositiva, de rendición y opuesta a los cambios, la cual riñe con la que defiende y plantea el ELN. Esta diferencia, explica por qué no se avanza lo esperado en las conversaciones en los 19 meses transcurridos; si bien hay avances en el diseño convenido, hoy el Gobierno los quiere romper cuando pretende reducir el Acuerdo Base al «cese al fuego y hostilidades», con una verificación que impone la concentración de toda la fuerza del ELN, la identificación de sus mandos y combatientes y sus respectivas armas, es decir que se entregue en la Mesa el proyecto revolucionario eleno, lo cual es una pretensión irrespetuosa que no estamos dispuestos a conceder.
El método para llegar a la paz es otra de las grandes diferencias no zanjadas en los diálogos. El ELN parte de considerar que la paz se construye en un proceso con la participación de la sociedad de manera activa y vinculante y la comunidad internacional como garante. Mientras que el Gobierno considera que a la paz se llega en base a imposiciones y concesiones unilaterales de la guerrilla, con la desaparición de ésta, sin que implique producir cambios en el país; que la sociedad no se vincule y a la comunidad internacional tenerla distante.
Al país debe quedarle claro donde están las diferencias en las dos posiciones, y además que el Gobierno en vez tomar en cuenta lo avanzado en la Sexta ronda pretende desconocerlo. En estas condiciones es bien difícil convenir un Acuerdo Base y más con un Gobierno empecinado en negar la existencia del conflicto, sus raíces históricas y las causas políticas, económicas y sociales que lo generan.
Por ello al finalizar la primera semana de conversaciones en la Octava ronda, los diálogos están en un punto muerto. La propuesta que llevó el Gobierno a la Mesa en esta ocasión es la misma presentada en la ronda anterior; lo nuevo en el planteamiento es la exigencia al ELN que concentre sus mandos y combatientes en otro país para verificar el cese al fuego y hostilidades.
Esta pretensión es inaceptable desde todo punto de vista y merece total rechazo. Uribe Vélez continúa soñando en el triunfo militar y quiere llevar al país al escalamiento de la guerra. Su discurso en Chaparral, Tolima, sintetiza esa política cuando amenaza a la Insurgencia con la frase: «se desmovilizan o los aniquilamos».
Esta política es la misma que no deja avanzar la propuesta de acuerdo humanitario presentado por las FARC para la liberación de los retenidos por la guerrilla, como es el clamor de los familiares y la opinión nacional, mediante el canje por los presos políticos por razones humanitarias. Pero la inflexibilidad del Presidente condena esa propuesta al fracaso y a otra frustración de familiares y retenidos.
Para llegar al Acuerdo Base se requiere voluntad de ambas partes y no se puede pretender que el Acuerdo se reduzca al cese al fuego y hostilidades y que sea una parte, la Insurgencia, quien renuncie a las hostilidades mientras el Gobierno, en representación de la clase en el poder, continúa con las políticas y acciones hostiles contra el pueblo, cuando es quien mayor responsabilidad tiene en la generación y alimentación del conflicto social y armado que actualmente vivimos los colombianos.
Si esta política del Gobierno no cambia y si la clase en el poder no le apuesta a la solución política al conflicto, no es posible que se logren avances en el camino de la paz. En consecuencia es la presión de la sociedad colombiana quien puede desatrancar el proceso. Por eso el ELN vincula, como factor determinante, la participación de la sociedad en el proceso de construir la paz.
El ELN deja claro ante el país y la comunidad internacional que si el proceso no avanza lo suficiente y se estanca, es responsabilidad del Gobierno empecinado en vencer a la Guerrilla en la mesa, haciendo de este ejercicio una frustración de paz. Y reitera una vez más que mantiene la voluntad de llegar a un Acuerdo Base que contribuya a generar el ambiente necesario para avanzar hacia la paz estable y duradera que le ponga fin a los últimos sesenta años de conflicto interno.