Se completo el primer año de gobierno de Iván Duque y del uribismo instalado de nuevo en el poder presidencial. Ha sido un año estéril y nefasto. Una esterilidad con consecuencias letales por el exterminio genocida de cientos de lideres sociales y de ex miembros de las Farc, acribillados por los grupos neoparamilitares como las […]
Se completo el primer año de gobierno de Iván Duque y del uribismo instalado de nuevo en el poder presidencial. Ha sido un año estéril y nefasto. Una esterilidad con consecuencias letales por el exterminio genocida de cientos de lideres sociales y de ex miembros de las Farc, acribillados por los grupos neoparamilitares como las Aguilas Negras y los Urabeños, reactividados con la retorica oficial focalizada en el ataque permanente a los acuerdos de paz y a la construcción regional de la misma.
Por donde se le mire el gobierno de Duque y su protector, el Senador Álvaro Uribe, esta plagado de desaciertos y fracasos que las encuestas reflejan de manera implacable con tasas raquíticas de aceptación por la sociedad y las comunidades.
Se mantiene una rampante crisis de gobernabilidad y gobernanza que intenta justificarse con argumentos peregrinos sobre el retorno al funcionamiento clásico de la democracia liberal y la separación de los poderes, cuando en realidad el desarreglo institucional esta asociado con la crisis de los partidos políticos, la atrofia electoral, la manipulación de los medios de comunicación, la decadencia de la justicia ordinaria, la inercia del gabinete ejecutivo y la corrupción generalizada en todos los niveles del Estado que compromete la red gobernante del régimen oligárquico.
La crisis económica, fiscal y cambiaria es descomunal.
El desempleo y la informalidad azota a millones de personas.
La agresión contra Venezuela es una constante que convirtió la frontera con dicha nación en un escenario de guerra sin antecedentes en la historia de estos dos pueblos hermanos.
La «guerra contra las drogas» aplastó los acuerdos de paz con las Farc para adelantar un programa de sustitución voluntaria que atendiera las demandas básicas de los cocaleros.
El desplazamiento de miles de campesinos sigue profundizándose, y la política pública para las víctimas es objeto del mas aberrante laberinto de corrupción en manos de reconocidos gamonales liberales y del uribismo que se festinan incentivos, indemnizaciones y subsidios de vivienda para los casi 9 millones de victimas del conflicto social y armado.
Con ese escenario no es difícil pronosticar la derrota de las maquinarias gobiernistas en las elecciones locales del próximo 27 de octubre cuando se escogerán alcaldes y gobernadores de los 32 departamentos del país.
El uribismo esta en desbandada y nadie quiere saber de este en las regiones. Hay un repudio generalizado del pueblo contra los aparatos electoreros, violentos y corruptos del Centro Democrático y de los demás partidos del régimen de dominación, como los liberales, conservadores, de la U y las manifestaciones del oscurantismo religioso que manipula con la Biblia en la mano mediante un discurso retrogrado.
En los municipios y departamentos los movimientos de izquierda, progresistas, ambientalistas, de la paz, por la defensa de los líderes sociales y los derechos humanos han propiciado importantes alianzas que bien pueden llegar a capitalizar la evidente inconformidad ciudadana con el mediocre gobierno del señor Iván Duque.
El 27 de octubre bien puede ser una fecha histórica de rebelión contra las tiranías regionales de la oligarquía de la partidocracia tradicional. Ello bien puede ocurrir en el Valle del Cauca, en el Atlántico, en el Eje Cafetero, en Santander, en Magdalena, en Cali, en Bogotá, en Barranquilla, en Santa Marta y en cientos de municipios de la geografía nacional.
Hay un ambiente de lucha y resistencia en auge que no debe subestimarse.
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