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Un buda que lanza bombas en Bagdad

Fuentes: Rebelión

En su columna del domingo 25 de mayo en «El Universal», el pseudo-filósofo y aspirante a ideólogo de la extrema derecha venezolana Emeterio Gómez, celebra la publicación del libro «Por la Paz, Siete Caminos hacia la Armonía Global» del «gurú» japonés Daisaku Ikeda, líder de la organización budista internacional Soka Gakkai. Lo más llamativo del […]

En su columna del domingo 25 de mayo en «El Universal», el pseudo-filósofo y aspirante a ideólogo de la extrema derecha venezolana Emeterio Gómez, celebra la publicación del libro «Por la Paz, Siete Caminos hacia la Armonía Global» del «gurú» japonés Daisaku Ikeda, líder de la organización budista internacional Soka Gakkai.

Lo más llamativo del artículo no es la noticia de que un libro de espiritualidad de pacotilla como el mencionado se publique ni que Emeterio Gómez lo alabe, puesto que ya son ampliamente conocidos sus malos gustos esotéricos. Lo más relevante de su nota es el hecho de que el texto haya sido «bellamente editado por las Ediciones de la Biblioteca de la Universidad Central de Venezuela». Lo que a fin de cuentas tampoco nos sorprende, puesto que hace tiempo que nuestras universidades autónomas se han convertido en meras cajas de resonancia de la pseudo-ciencia neoliberal y las fórmulas baratas para la felicidad de la literatura de autoayuda.

Pero, ¿quién es este «gurú» tan admirado por Emeterio Gómez y todo un rebaño de incautos universitarios? Daisaku Ikeda es un hábil predicador y político japonés que se autopromociona como benefactor de la humanidad y defensor de la paz mundial. A través de recurrentes campañas publicitarias, realizadas en diversos países con el patrocinio de empresas privadas, organismos públicos e instituciones universitarias, su organización se ha dado a la tarea de vender su imagen como la de un filósofo, pedagogo y maestro espiritual comparable a figuras de la talla moral de Mahatma Gandhi y Martin Luther King.

En realidad, Ikeda es el fundador y líder de la secta budista japonesa Soka Gakkai, hoy extendida a numerosos países del mundo (incluyendo a Venezuela) y fuertemente asentada, en el continente americano, en Estados Unidos y Panamá. Esta organización es la plataforma ideológica y religiosa de un movimiento fundamentalista ligado a poderosos intereses empresariales, cuyo brazo político en Japón es el Partido Nuevo Komeito.

El Nuevo Komeito ha llegado a convertirse, en años recientes, en el tercer partido político de Japón y ha formado parte del gobierno nipón en alianza con el también derechista Partido Liberal Democrático, que controla el país desde 1955. A pesar de proclamar a los cuatro vientos una supuesta filosofía pacifista, el Nuevo Komeito apoyó la participación de Japón en la ocupación militar de Irak promovida por los Estados Unidos.

En sus inicios, en la década de los sesenta, el Komeito se publicitó como un partido de centro-izquierda; sin embargo, su actuación pública ha sido la típica de un partido fundamentalista de extrema derecha. De acuerdo con el diario New York Times (1999, Noviembre 14), tanto la secta Soka Gakkai como su brazo político el partido Komeito, han sido acusados en reiteradas oportunidades por tráfico de influencias para el otorgamiento de contratos gubernamentales a sus partidarios, quema de templos de sectas rivales budistas y shintoístas, persecución y espionaje telefónico contra miembros del Partido Comunista Japonés y sabotaje a la distribución de los libros donde sus detractores han intentado denunciar sus abusos. Además, Daisaku Ikeda se ha visto envuelto en varios escándalos financieros, como el caso del millonario «donativo» recibido de manos de la empresa Mitsubishi para financiar sus labores de lobby «espiritual» ante el gobierno de Gorbachov; y ha sido objeto de denuncias por el abuso sexual de jovencitas reclutadas por su secta.

Vistos estos antecedentes, la publicación de esta clase de sub-literatura por la UCV y otros gestos antológicos como el otorgamiento de la Orden Alejo Zuloaga al «gurú» Daisaku Ikeda por las autoridades de la Universidad de Carabobo en 2005, no dejan de resultar irónicamente afines al caso de la difusión de los textos de otra organización pseudo-religiosa por algunos entes gubernamentales venezolanos. Me refiero al incidente suscitado con los folletos de la Iglesia de la Cienciología o Dianética, fundada por el oficial de la Armada estadounidense Ronald Hubbard, presuntamente distribuidos por el Ministerio de Educación y la Guardia Nacional hace algunos años, gracias al lobby realizado por la relacionista pública de Dianética, la bella actriz Ruddy Rodríguez, en las más altas esferas del gobierno bolivariano.

Casos como los mencionados nos llevan a preguntarnos: ¿Qué sucede con las «clases educadas» de la sociedad venezolana que instituciones públicas de tanta trascendencia cultural como las Universidades Autónomas y el Ministerio de Educación han llegado a convertirse en canales de promoción de la ideología de organizaciones de lavado de cerebros como la Soka Gakkai o la Cienciología? ¿Será que tanto en las instituciones dirigidas por la oposición como en las controladas por el gobierno revolucionario han logrado arraigarse tan profundamente los tentáculos ideológicos de la más retorcida derecha internacional? ¿O es que nuestras autoridades académicas y gubernamentales no están conscientes de que estas pseudo-religiones de la nueva era, con sus recetas engañosas de felicidad individual, no son otra cosa que el software mental diseñado por el capitalismo globalizado para anestesiar la voluntad de los pueblos y convertirlos en consumidores apáticos y robotizados?

Tendríamos que preguntarnos también si es éticamente justificable que los recursos públicos administrados por nuestras universidades y ministerios se destinen a divulgar la propaganda ideológica de organizaciones multimillonarias como las mencionadas, mientras se mantiene inédita y se condena al olvido la producción intelectual de tantos científicos, pensadores y artistas venezolanos y latinoamericanos.

La libertad de pensamiento y la defensa de la diversidad de las ideas no pueden usarse como coartadas para legitimar las operaciones de penetración y parasitismo económico, que estas corporaciones transnacionales de alienación ideológica están llevando a cabo en las instituciones públicas encargadas de la formación de nuestras nuevas generaciones. La auténtica liberación material y espiritual de nuestro pueblo reclama la urgente democratización de las políticas culturales y editoriales implementadas por las universidades nacionales y por los organismos del Estado responsables de la Educación y la Cultura en Venezuela.