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Alejandro Fernández Almendras, realizador chileno

«Un cine diferente que cuestiona el paradigma hollywoodiano»

Fuentes: Rebelión

El realizador chileno Alejandro Fernández Almendras aterriza en Suiza de la mano de su última película, Matar a un hombre. Una de las doce producciones que disputan el premio principal del Festival Internacional de Films de Friburgo 2014. Aunque su film acaba de estrenarse ya cuenta con una trayectoria exitosa. En enero de este año […]

El realizador chileno Alejandro Fernández Almendras aterriza en Suiza de la mano de su última película, Matar a un hombre. Una de las doce producciones que disputan el premio principal del Festival Internacional de Films de Friburgo 2014. Aunque su film acaba de estrenarse ya cuenta con una trayectoria exitosa. En enero de este año ganó el premio principal del jurado a la mejor ficción no norteamericana en el Festival de Sundance, en Estados Unidos.

En 2012 había sido seleccionada por el Atelier Cinéfondation de Cannes, Francia. Y un año más tarde galardonada entre las Películas en progreso de San Sebastián, España. Alzándose también con el premio Carte Blanche en el festival de Locarno, Suiza, lo que facilitó la conclusión del proyecto.

Matar a un Hombredesde la idea original hasta la ficción concluida empleó casi cuatro años; exigió un presupuesto de casi 400 mil dólares; e integró actores profesionales -como Daniel Candia en el rol protagónico- aunque la mayoría fueron amateurs. Fernández interpreta su presencia en sucesivos festivales internacionales como un ejercicio importante para cualquier realizador. Tanto para confrontarse con públicos diversos como para abrir puertas a eventuales distribuciones comerciales. Una parte del esfuerzo titánico común a muchos directores independientes latinoamericanos por abrirse espacios más allá de las fronteras culturales del continente de origen.

De la realidad a la pantalla

«No pretendía hacer una película políticamente correcta, sino meterme en la piel, en la mirada subjetiva de Jorge» que hastiado por el acoso hacia su familia por parte del delincuente Kalule, decide matarlo.

Me interesaba también plantear el tema de la Justicia, que ante circunstancias como las que presenta el film, «nunca va a poder actuar integralmente, ni aun en el país en que mejor funcione la policía y las fiscalías».

La fuerza del escenario prima en la obra. Durante los primeros 40 minutos el espectador sufre, junto con Jorge y su familia, la angustia y la rabia por el acoso cotidiano. Y luego del asesinato, los caminos se abren. Posiblemente en la misma sala sean muy diversas las visiones del público sobre la mejor resolución y final de un drama tan complejo.

Sin embargo, como lo plantea la cinta chilena, la venganza personal no resuelve «la maldición que vive esa familia», enfatiza Fernández que recuerda que su guión fue inspirado en hechos reales acaecidos en su país.

Cuando se le preguntó en el juicio al autor de ese homicidio si en circunstancias similares repetiría su hecho, fue contundente. «No, porque ahora sé como uno se siente cuando ha matado a alguien», rememora Fernández.

Cine chileno

Las presentaciones exitosas en los últimos años en Europa de películas chilenas como No de Pablo Larraín o Gloria – gran éxito en la Berlinale 2013- de Sebastián Lelio parecen comprobar la buena salud de la producción de ese país sudamericano. En efecto, subraya Alejandro Fernández, se vive un excelente momento de crecimiento. Si se tratara de analizar la razón de esa expansión, «tal vez, sea la virtud principal de la producción chilena actual, es decir, su gran diversidad», enfatiza.

Noes una recreación histórica muy bien hecha que «me emocionó mucho y me transportó a la historia». Gloria, desarrolla un tema muy contemporáneo, es una película muy valiosa, «que se hace cargo de un sector de la sociedad»(ndr: clase media alta) poco exhibido en el cine».

Ambas expresan, a nivel de ejemplo, el trabajo de directores con visiones, temáticas y preocupaciones, muy diversas. Yo, prosigue, más allá de los temas, me intereso más por representar una clase media baja, poco presente en la pantalla. «Cada director tiene su interés principal y busca la mejor manera de llevarlo a cabo. De toda esa diversidad nace la riqueza del momento actual de nuestro cine nacional», evalúa.

¿Un cine menos politizado que en las décadas precedentes?, preguntamos. «El cine es siempre político», responde. No hay que olvidar que es un arte y como tal se debe a un aspecto formal más que a discursos evidentes, enfatiza.

De allí la importancia, según Fernández, de muchas de las producciones independientes chilenas y latinoamericanas que «cuestionan el paradigma tradicional del cine hollywoodiano y por lo tanto son expresión válidas y actuales de una cierta resistencia cultural», concluye.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.