Las grandes movilizaciones por la paz realizadas por el pueblo colombiano en los últimos días demuestran un clamor por la participación en la política del país. Sin embargo, esta expresión no se corresponde con el estado de la restringida democracia colombiana que sigue siendo profundamente excluyente con las mayorías. La tal democracia participativa no existe […]
Las grandes movilizaciones por la paz realizadas por el pueblo colombiano en los últimos días demuestran un clamor por la participación en la política del país. Sin embargo, esta expresión no se corresponde con el estado de la restringida democracia colombiana que sigue siendo profundamente excluyente con las mayorías.
La tal democracia participativa no existe
Desde la constitución de 1991 distintos sectores sociales han defendido los mecanismos de participación como una ganancia de las luchas sociales y de la democracia. Sin embargo, éstos han sido limitados por la defensa de los intereses oligárquicos por encima de los intereses del pueblo.
Mecanismos como las tutelas y las consultas populares se han convertido en un caballo de batalla para que el pueblo haga cumplir las obligaciones que el régimen en sí mismo debería cumplir. Por esto han sido torpedeados por la oligarquía a través de políticas como la sostenibilidad fiscal, que señala que la estabilidad fiscal del país es un derecho supremo que está por encima de derechos como la salud, educación, entre otros. Situación que como siempre lleva a cargar los malos manejos del Estado sobre los mas pobres.
Esta realidad evidencia que en la práctica el régimen privilegia un mecanismo como expresión de la participación: el voto. Así sucedió en el pasado Plebiscito por la paz, donde en una decisión tan importante como la solución política al conflicto se utiliza el voto como escenarios de debate político nacional, con las consecuencias ya conocidas. El primer paso para lograr la participación decisoria del pueblo en política es saltar la base del voto como el motor de la democracia, participar significa mucho más, significa construir por medio del debate desde los territorios hasta el centro del país consensos sobre el futuro del mismo y esto implica organización popular y de nación.
El pacto de élites cuenta la historia del país
Han sido muchos los intentos, exigencias y luchas del pueblo colombiano porque el debate nacional exista. Lo cierto es que cada vez que el pueblo quiere decidir sobre los asuntos del país, las élites cierran esa posibilidad y por lo tanto lo obligan a la defensa armada e insurrecional contra ésta política.
Ejemplos en la historia colombiana hay muchos: Desde los impuestos que llevaron a la rebelión comunera, pasando por las exigencias de los trabajadores que terminó en la «masacre de las bananeras», el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán que crea el Bogotazo, el asesinato de Guadalupe Salcedo que impide la participación de guerrilleros en política luego de una salida negociada a la confrontación, la instauración del Frente Nacional que legitima la creación de las guerrillas contemporáneas, el aniquilamiento de los Movimientos politicos. UP, ALUCHAR y del Frente Popular y en la actualidad la creación de un pacto de élites para renegociar los acuerdos de la Habana. En síntesis, la oligarquía a cualquier intento de democratizar el país por medio de movilización, exigencia de derechos o inserción en la lucha política ha respondido con cierre del sistema, exclusión y asesinato.
Hacia una participación vinculante y decisoria
Ante esta realidad de exclusión y violencia sistemática contra la participación de la sociedad, el ELN considera que la democracia colombiana debe superar el voto como base de la «democracia» y avanzar en la discusión de la realidad económica y social. La participación de la sociedad no debe existir para legitimar un régimen excluyente y que todo siga igual, sino para fortalecer las transformaciones necesarias que lleven a un país de paz justa y verdadera.
Las movilizaciones permanentes en diferentes ciudades del país en defensa de la paz con cambios son muestra de un clamor por otras formas de participación, pero a éstas el régimen les sigue teniendo la misma respuesta: el pacto de élites. Es una burla para la ciudadanía que votó en el plebiscito que los renegociadores del acuerdo con las FARC sean dirigentes conservadores que siempre han hecho la política del país, mientras que por un lado el pueblo colombiano solo puede dejar sus propuestas de renegociación escritas, y por el otro se sigue desconociendo las movilizaciones masivas por transformaciones de fondo en el país.
Si el régimen colombiano sigue privilegiando sentarse con los de siempre para decidir el futuro, no tiene voluntad para la participación y la democracia. Insistimos en la apertura del sistema político colombiano como condición necesaria para caminar hacia la paz. Es urgente que el pueblo colombiano siga exigiendo una participación vinculante y decisoria para que los excluidos de la política tomen decisiones sobre el porvenir de la nación colombiana.