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Un continente en coma espiritual

Fuentes: Rebelión

Hay cosas que no tienen necesariamente que ser vistas para que sean una verdad o una realidad. Son cosas que están ahí, inexplicablemente, y que de alguna manera, hacen que su presencia se sienta alrededor del pecho. La fuerza de los espíritus, en muchas regiones del mundo (no en todas) tiene una presencia activa en […]

Hay cosas que no tienen necesariamente que ser vistas para que sean una verdad o una realidad. Son cosas que están ahí, inexplicablemente, y que de alguna manera, hacen que su presencia se sienta alrededor del pecho. La fuerza de los espíritus, en muchas regiones del mundo (no en todas) tiene una presencia activa en los pueblos. Pero, (la pregunta es tan necesaria como asaltante), ¿qué pasa con las cosas cuando se deja de creer en ellas? Es decir, ¿puede existir algo que tenemos la certidumbre de que no existe o que hemos desechado la idea de que pueda existir?

Digo esto porque hay un continente de este mundo que está en una fase de coma espiritual o de catalepsia duradera. Hay un continente de este mundo en el que la espiritualidad, la fuerza invisible, la energía, ha dejado de ser una creencia (si es que alguna vez lo ha sido). Hay un continente en este mundo que está más destruido que el resto en cuanto a presencia de fuerzas ocultas del universo. Y estas palabras no están escritas tras procesar y analizar exhaustiva información, ni realizar estudios en cada continente acerca de la creencia en los espíritus y en la fuerza que tienen en las distintas regiones. No. Estas palabras nacen de la experiencia personal de la verdad práctica, y no teórica. Estas palabras son el resultado de 21 años de silencio espiritual europeo, de profunda incomprensión personal y de una terrible sensación de libertad imaginaria y no práctica.

Es completamente necesario aclarar al lector que cuando en el texto se refiere a la espiritualidad, no debe relacionar el término con apariciones de difuntos (o no) que pretenden comunicarse (o no) con nosotros, o con visiones tenebrosas que se puedan tener y que se puedan contar como anécdota. En este escrito, el término espiritualidad refiere a la energía del espíritu, a algo que invade el aura (campo energético), a una especie de fuerza invisible que vibra en el aire y que da más calor que miedo. A pesar de esto, sería hipócrita negar todos los casos de apariciones que conozco y que la gente me ha ido detallando, pero este texto no refiere al concepto de espiritualidad en este sentido.

Ese rechazo hacia lo etéreo, hacia lo irracional, ha ido creciendo implacable desde la llegada de la Ilustración y la inherente corriente del positivismo, que afirma que toda verdad puede ser demostrada científicamente y que el único conocimiento verdadero es el científico. Quizás fue ahí donde se rompió el lazo que unía lo espiritual con lo verdadero en Europa, y esa idea comenzó a instalarse en el pensamiento de los europeos, acabando con cualquier vestigio de espiritualidad mediante el uso exclusivo de la «razón instrumental», como la llamaban Adorno y Horkheimer. Éstos, en su Dialéctica del Iluminismo, con el particular estilo crítico de los miembros de la Escuela de Frankfurt, escriben que

En la limitación del pensamiento a tareas administrativas y organizativas practicadas como superiores desde el astuto Odiseo hasta los ingenuos directores generales, se halla ya implícita la obtusidad que ciega a los grandes cuando ya no es sólo cuestión de manipular a los pequeños. El espíritu se transforma de hecho en ese aparato de dominio y autodominio que la filosofía burguesa, equivocándose, ha visto en él desde siempre. (Adorno y Horkheimer, 1944)

Para los dos autores alemanes, el propio instrumento de pensamiento del hombre, o sea el concepto, rebosa per se dominación. Exponen que el aparato conceptual es la forma sofisticada de la dominación, que intenta apoderarse de la cosa que define a través de la identidad (números, definiciones…). Es decir, refieren el concepto a la dominación en el sentido de que el predominio de la idea que tenemos de un concepto frente a otro se detiene en el nombre, en los datos inmediatos proporcionados, en la idea no desarrollada. Es decir, que lo que pensamos cuando oímos un concepto ha sido decidido de antemano en su estructura.

La irrupción de la ya conocida y vergonzosa colonización española en Latinoamérica trajo consigo la imposición de las ideas ilustradas de Europa que, sin proceso ni tiempo, trataron de implantar el pensamiento occidental en países de mayoría indígena en el s.XVII-XVIII. A diferencia de Europa, América Latina sí posee eso inexplicable que he tratado de definir al principio del texto. Y no solamente lo pienso y siento yo (porque esto podría significar que es mi creencia ciega en la razón la que no me deja vislumbrar la verdad), sino que cualquier persona que tenga la disposición y que haga el esfuerzo de salir de la burbuja de la razón instrumental e intente comprender esa fuerza invisible del espíritu, cualquier persona que abra la mente que un día fue cerrada bajo el signo de la dominación silenciosa de la burguesía ilustrada, podrá comprobar que lo etéreo sí es real, que lo que nos dijeron que era irracional porque no tenía demostración científica no tiene por qué ser mentira o mito, sino que puede ser tan verdad como cualquier otra posibilidad que no tenga fórmula matemática.

Y no estoy negando y haciendo pedazos la espiritualidad residente en los corazones de los europeos y europeas, sino que en líneas generales, la creencia es ínfima en comparación con un conteniente como el latinoamericano, o el resto de ellos. África, Asia, Latinoamérica, Australia en menor medida, son lugares a los que asociamos una idea de fuerte tradición de lo espiritual, de lo etéreo, de fuerte influencia nativa, y por consiguiente, de preservación de las creencias ancestrales. Personalmente, al decir Europa no me inspira justamente a esas reflexiones. Más bien, mi cabeza lo asocia al orden, a la tecnología, a la exagerada higiene, al capitalismo salvaje, al aburrimiento… pero en ningún caso a la espiritualidad.

Por eso repito: ¿puede existir algo que tenemos la certidumbre de que no existe o que hemos desechado la idea de que pueda existir? Quizás sería un gran ejercicio replantearnos conceptos que creemos como verdad y reflexionar acerca de los que creemos que son irracionales, y por consiguiente falsos, porque también el concepto que asociamos a lo irracional por no tener fundamentación científica es una forma impuesta de la dominación ilustrada.

FUENTES:

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.