«No es dogma, sino una guía para la acción» Primero que todo, no es por doctrinarismo exacerbado, ni tampoco es por estar siempre viendo el vaso «medio vacío», ya que entendemos que esta etapa es necesaria en el avance hacia el proceso de lucha de clases, por tanto desde esta premisa, existe la necesidad de […]
«No es dogma, sino una guía para la acción»
Primero que todo, no es por doctrinarismo exacerbado, ni tampoco es por estar siempre viendo el vaso «medio vacío», ya que entendemos que esta etapa es necesaria en el avance hacia el proceso de lucha de clases, por tanto desde esta premisa, existe la necesidad de aclarar ciertos puntos, no tan solo para declarar y traer a colación principios fundamentales del marxismo-leninismo, elementales en un proceso revolucionario que se reconozca como tal, sino, que por sobre todo, para establecer algunos aspectos necesarios de considerar y esclarecer en el transcurso hacia la revolución socialista.
Las siguientes líneas nacen como respuesta al período eleccionario actual chileno, en donde hemos visto como ciertos grupos de «izquierda» han enarbolado las banderas del progresismo, basándose en supuestos argumentos de cambio político, tomando como referencia los movimientos sociales del último tiempo que supuestamente vendrían a ser los principales artífices del proceso revolucionario que se está gestando y que viene a poner fin al capitalismo.
Para que se entiendan estas ideas, es necesario explicar brevemente algunos conceptos.
Desde el marxismo y según palabras de Lenin, entenderemos el reformismo como «… una manera que la burguesía tiene de engañar a los obreros, que seguirán siendo esclavos asalariados, pese a algunas mejoras aisladas, mientras subsista el dominio del capital»[i]. Cabe señalar, que no es tan solo una condición que le cae a la burguesía, sino a todo aquel que utilice las ideas del marxismo y las modifique en pos de evitar ciertos procesos esenciales en la lucha de clases hacia el socialismo. En el fondo, es como al modelo capitalista se le realizan ciertos retoques (reformas) para mejorar algunos aspectos, que desde las demandas o movimientos sociales se presentan como necesarios, pero sin involucrar en lo más mínimo una modificación a la estructura económica del modelo. Evidentemente estas demandas pueden ser legítimas, pero tras este hecho, se choca con el muro de exigirle al Estado capitalista ciertos derechos que no forman parte de su «ADN» económico productivo, creador de una legalidad institucional y judicial que juega en favor de su propósito, mediante la existencia de relaciones de poder entre los factores políticos y económicos de la burguesía nacional.
Por otra parte, hay que observar quienes hoy en día son los principales motivadores y catalizadores de estas demandas. No es el pueblo trabajador ni los pobladores pobres quienes las realizan, en el fondo, no es el campo popular[ii] el que se ve formando parte de este proceso de «luchas» de forma importante ni menos como actor principal en las calles.
Ya lo vimos el 2011, escasamente eran las poblaciones populares las que protestaban, (en los cacerolazos, por ejemplo), sino eran las «clases medias» (si es que tal concepto existe) las que mayormente lo hacían. Pero esto, no era por ver en esta reivindicación mejoras para nuestro pueblo desde un cambio no tan solo económico, sino, en lo que se espera tras un proceso revolucionario, que es un cambio productivo del modelo el cual involucre el avance hacia la creación de una nueva sociedad. Estas manifestaciones representaban mayormente los deseos aspiracionales de las clases medias, ya que ven en el problema de la educación, las trabas para poder surgir económicamente y desprenderse definitivamente de su extracto de clase, en el fondo, desligarse lo más rápidamente de su condición social. En este punto hay que ser precisos, ya que por más que efectivamente hayan sido estudiantes pobres y populares los que hayan estado en las calles, eso en ningún caso involucró necesariamente una toma de conciencia clasista en ellos, entendiendo que tras esto, no sólo se espera una ofensiva en la coyuntura, sino un voluntarismo para la construcción de un movimiento que aspire a la toma de poder, pero jugándose las posibilidades de creación de fuerzas antagónicas en todas sus esferas, no donde el acomodo sea mayor, sino donde las necesidades hoy lo exijan.
En este punto y tras este contexto es, donde nace el «ciudadanismo crítico» corriente esencial del «progresismo». Según Marcelo Cornejo Vilches, este ciudadanismo viene a ser un movimiento, el cual pone su atención en «…la igualdad, subrayando la importancia y el respeto a la dignidad humana más que a la igualdad material. Es partidaria y apoya la democracia y trata de extender el principio de la participación de los ciudadanos en todas las esferas de la vida pública y sobre todo en el mundo del trabajo. En este sentido, el Estado es considerado como un instrumento de armonía social, puesto que todos formamos parte de él y debe estar comprometido con nuestro bienestar»[iii]. En el fondo lo que debemos recalcar, es la supuesta superación del movimiento ciudadanista por sobre la lucha de clases, anteponiéndose a toda comprensión histórica de los procesos sociales (con extracto de clase y vocación de poder) que han buscado su emancipación del yugo capitalista y burgués.
El ciudadanismo en sus más alta radicalidad pretende conseguir mediante sus manifestaciones, (tibias y conciliadores, ajenas a la violencia y a lucha por la toma de poder), mayores espacios de participación y gozar de ciertos derechos negados, pero siempre evitando el enfrentamiento directo con la super-estructura capitalista, por tanto, aceptando solo migajas del Estado.
Cornejo nos señala también, que «…para los «ciudadanistas» la clase obrera se ha ido diluyendo con el progreso cultural y tecnológico, perdiendo su sitial como gestor y motor de la historia universal. El ciudadanismo ha ido tomando diversos rótulos y formas, entre los más «de moda», ha estado el «movimiento de los indignados», «los Foros Sociales», «la sociedad civil», «las multitudes», «las ONGs», «las clases medias»[iv]. Como interpretación de esto, debemos decir, que el «Partido» como expresión organizacional de la clase explotada, como vanguardia principal que toma las reivindicaciones populares, se suplanta por este tipo de organizaciones y movimientos.
Es en este punto donde podemos ejemplificar la bullada candidatura de Marcel Claude, representante fiel de este ciudadanismo y social-progresismo. Recalco en este punto, (en vista de una supuesta contraofensiva al atacar a la vedette del momento), que no es para posicionar ciertos destellos de «iluminación» y «criticas fuera de foco», nada más lejano a estos intereses, sino por el contrario, es por la obligación esencial de no engañar a nuestro pueblo ante las arremetidas reformistas, y por ende, seguir en la senda de la reconstrucción de nuestro «movimiento popular»[v], como diría Lenin citando a Engels, «no es dogma, sino una guía para la acción«[vi].
Por otro lado, las críticas al reformismo han existido en todo proceso revolucionario real[vii], de esto bien sabemos en nuestro país. Tampoco la idea de realizar una crítica puntual a este personaje es por un proceso azaroso ni antojadizo, sino, porque en la correlación de fuerzas actual, las distintas posturas políticas ya han hecho lo suficiente para desacreditarse por sí mismas. Dentro de estos tenemos a las tradicionales Concertación, Alianza, PC y díscolos como MEO.
Es entendible que el movimiento ciudadanista vea en este tipo de posiciones progresistas representatividad. El agua que ha hecho la Concertación, el aprovechamiento político del PC ante la salida institucional que le dio al movimiento estudiantil del 2011, representado en la figura de Camila Vallejos, han hecho que estos movimientos no encuentren donde agarrarse rápidamente para seguir en esta línea de manifestaciones sino en la figura de Claude, ya que no es un político de las altas esferas, y por más que haya militado en la DC y luego en el PPD, viene a renovar las antiquísimas posturas de la izquierda tradicional institucional.
Es así como una de las más importantes organizaciones, hijas del 2011, como la Unión Nacional de Estudiantes (UNE) vea en este su principal voz, aunque en sus líneas reivindiquen al Marxismo, al Leninismo y sobresalten la figura del Che, son capaces de ver en este su representación, incluso ante el hecho de que Claude nunca haya hablado de lucha de clases ni Revolución Socialista. El reacomodo y el reformismo dan para cualquier tipo situaciones detestables.
No es tampoco realizar una crítica gratuita a esta organización estudiantil, ya que eso es lo que es, por más que trate de posicionar la idea de un movimiento transversal de clase, está lejos de serlo. Ejemplo de esto, es ver en las actuales apariciones de Claude promocionando su candidatura, cómo son los estudiantes los que llenan los espacios y no es el pueblo trabajador ni los pobladores los que hacen suyas estas «nuevas ideas» de cambio. Un ejercicio simple para corroborar esto, sería consultar en las poblaciones populares sobre Claude.
Como ejemplo contrario a esto podemos nombrar al MIR de fines de la década de los 60, organización que nace desde las filas estudiantiles en la Universidad de Concepción para convertirse en un movimiento político antagónico y de clase, con una vocación de poder real, representada en sus organizaciones de pobladores y obreros. Es a lo que debería aspirar a ser un movimiento estudiantil que se dice «revolucionario», pero para que se dé ello, debe necesariamente desprenderse de su comodidad institucional y poner sus esfuerzos en la reconstrucción del movimiento popular, pero desde el trabajo directo con el pueblo y las masas más atrasadas política e ideológicamente, es la razón fundamental de la vanguardia revolucionaría, construir a esa masa en fuerza social revolucionaria.
La arremetida de Claude es particular en cuanto a sus principios, ya que nunca han existido en sus posturas referencias a la construcción de una nueva sociedad mediante una revolución socialista, pero sí a la eliminación del modelo capitalista, ¿de qué forma? No lo sabemos concretamente. Aunque si avizoramos ciertas ideas. El mismo Claude sostiene la idea de la «crisis» del capitalismo[viii], (que lo hará caer supuestamente). Y es así, el capitalismo genera periódicamente crisis, pero también genera las condiciones necesarias para reformularse y seguir viviendo. Evidentemente, y ante un supuesto gobierno de Claude, existirán posibles mejoras al modelo, reformas evidentemente, pero difícilmente la burguesía nacional e internacional, en conjunto con los aparatos represores que defienden sus intereses, permitirán cambios estructurales que despojen a los beneficiarios de este sistema económico y político, de los privilegios que históricamente han disfrutado. Negar esto, es negar la historia.
Aquí hacen sentido las palabras de Kohan el cual señala, que «el reformismo ya no busca modificar ciertos aspectos del marxismo sino del capitalismo»[ix], ya que históricamente, a esto era lo que se referían los revolucionarios cuando se hablaba de reformismo. Por estos motivos resulta difícil catalogar la candidatura y las propuestas de Claude como reformistas, ya que nunca han hecho referencia al socialismo.
Cabría preguntarse entonces, ¿cuáles son los argumentos para seguir defendiendo las ideas de Marx, de Lenin, del Che, de Miguel? ¿Por qué seguir insistiendo en estas supuestas posturas «añejas» que no van acorde a nuestros tiempos, en donde la paz y la armonía social son los objetivos que la «ciudadanía» está demandando?
Podríamos argumentar extensamente estas preguntas, pero no es la intención principal de este texto, aún así, es necesario señalar estas principales motivaciones de porqué traer a la memoria estos fundamentos teóricos y prácticos a nuestro Chile del siglo XXI. Principalmente, es por la vida, y aunque suene extraño, es lo que nos mueve hacia la acción. No hay catalizador más básico, más trascendental y más exigente, que luchar por una «vida digna» para nuestro pueblo, pero fuera de todo intento «altruista» y «caritativo», sino por el real significado de sentirse como hombres y mujeres libres, que viven la vida de forma plena, que no ven entrampados sus sueños en la legalidad y el burocratismo, que hacen suya la historia, porque efectivamente, ellos son el motor que la hace andar.
La acción en este caso es clara, nuestro campo popular, descompuesto ideológicamente y desarticulado organizacionalmente, por la profundización de un Estado neoliberal, que nos somete día a día a adoptar una cultura individualista y de desconfianza entre nosotros, que coarta mediante sus estrategias «participacionistas» y de «protección social» las escasas posibilidades de organización en nuestros poblaciones, para así alejarnos de nuestro poder histórico como fuerza creadora y de cambio.
Nuestro pueblo requiere de nuestro esfuerzo, de nuestro voluntarismo, pero siempre en contacto con la masa, no desde la vereda de enfrente. Como diría el Che, es «la capacidad de sacrificio, de demostrar con el propio ejemplo las verdades y consignas de la Revolución»[x].
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Pablo Aros Aranda.
[i] V. I. Lenin (1913) «Marxismo y Reformismo.»
[ii] Lo popular viene a entenderse en este caso, como un concepto en donde se hace referencia a un grupo social mayoritario, ya que ante la existencia de un modelo capitalista, se consolida una capa explotada y oprimida, alejada de los privilegios que goza la clase explotadora, es decir, la burguesía, que en términos cuantitativos es minoritaria, pero en términos de transacción económica maneja cerca del 80% de la producción. En este campo popular existe y se consolida una identidad que queda al margen de los avances de la modernidad capitalista. Encontramos a los «obreros de la construcción», «temporeras», «subempleados», «vendedores ambulantes», «asesoras del hogar», «delincuentes», etc. El campo popular, desde una perspectiva marxista, será entendido como la clase social, que en su condición de explotación y tras el avance de la historia, busca su emancipación mediante la lucha contra sus explotadores.
[iii] Marcelo D. Cornejo Vilches. » Las raíces ideológicas burguesas del ciudadanismo»
[iv] Ibídem
[v] Concepto tan vilipendiado y aprovechado por los reformistas y progresistas, ya que viene a ser la necesidad actual en pos de un proceso revolucionario en construcción.
[vi] Lenin (1920) «La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo»
[vii] Ejemplos de esto tenemos a Lenin con su obra «Marxismo y Reformismo», a Rosa Luxemburgo con «Reforma o Revolución» y cabe destacar al Secretario General del MIR Miguel Enríquez en su lucha en contra del reformismo de la UP, que determino en parte, la arremetida reaccionaria de la burguesía nacional e internacional.
[viii] Marcel Claude «Crisis del capitalismo: Hacia el fin de la era Neoliberal»
[ix] Video de entrevista realizado por revista «La Chispa» en la Universidad de Concepción.
[x] Ernesto Guevara. (1962) «El cuadro, columna vertebral de la Revolución».