«Llamarse anarquista no cuesta nada; hay épocas en que parece estar de moda; lo difícil es serlo; la dificultad está en estar siempre sobre uno mismo, procurando que sus actos estén en consonancia con sus palabras, en ser rebelde sin crueldad, justo sin parcialidades, moral sin hipocresía y en vivir dentro de los múltiples inconvenientes […]
«Llamarse anarquista no cuesta nada; hay épocas en que parece estar de moda; lo difícil es serlo; la dificultad está en estar siempre sobre uno mismo, procurando que sus actos estén en consonancia con sus palabras, en ser rebelde sin crueldad, justo sin parcialidades, moral sin hipocresía y en vivir dentro de los múltiples inconvenientes de la sociedad actual lo más anárquicamente posible».
La cita aparece en un lugar destacado del libro «Antonia Maymón. Anarquista, Maestra, Naturista» (Ed. Virus), obra de la escritora e investigadora libertaria Pilar Molina, fallecida en 2008, y de Carmen Agulló, profesora de Teoría e Historia de la Educación de la Universitat de València y colaboradora en el documental «Las maestras de la República». El puñado de líneas sobre la esencia del anarquismo, y la coherencia entre los principios ideológicos y la práctica, resumen la trayectoria vital de Antonia Maymón (1881-1959). El libro, fruto de las investigaciones de Pilar Molina, ha sido presentado esta semana en el Fòrum de Debats de la Universitat de València.
Como «libre, luchadora y coherente» define Carmen Agulló a la biografiada. Antonia Maymón destacó en tres ámbitos: el naturismo, la pedagogía y el sindicalismo en la CNT. En los tres resultó una sobresaliente figura. Consideraba Antonia Maymón que había fundamentalmente dos vías de acceso al naturismo. La de los enfermos que pretendían curarse y, por otro lado, la suya, la de quienes aspiraban a transformar la vida personal y colectiva. Vivía en coherencia con la naturaleza. Además, era vegetariana y, ya a finales del siglo XIX, denunciaba el estrés de la época como una forma de destrucción del mundo. En su ideal de vida sana, se manifestaba en contra del café, el te, los excitantes y las drogas, pues no hacían sino apartar a las personas de su verdadera naturaleza. Criticaba asimismo el maquillaje en las mujeres.
Otro de los principios abrazados por Antonia Maymón era el de la eugenesia (movimiento muy en boga a finales del XIX y principios del XX), entendida como una mejora personal mediante el cuidado y la higiene. Rechazaba el juego, el tabaco y cualquier tipo de adicción que menguara la libertad personal. «Pero Antonia Maymón no era una puritana», acota Carmen Agulló, «pues se mostraba totalmente a favor del amor libre; de la pareja monogámica mientras durara, mientras hubiera afinidad física e intelectual entre las dos personas». Sus convicciones libertarias le llevaron a apuntarse como colona en una comuna que a finales de los años 20 estuvo a punto de organizarse en Andalucía, pero que finalmente se frustró. Además, escribió numerosos artículos y colaboraciones en la prensa naturista de la época.
La segunda veta biográfica de Antonia Maymón fue la de pedagoga. «Su práctica educativa es incluso más interesante que la de Ferrer Guardia», apunta Carmen Agulló. Trabajó en la Escuela Horaciana de Sant Feliu de Guíxols, en la que los alumnos publicaban sus actividades en la prensa obrera del municipio. Todos los domingos se marchaban de excursión a la playa o la montaña. En esta escuela se seguía el principio de la coeducación (convivencia de niñas y niños en el aula), se facilitaba el contacto con el medio natural así como los intercambios con escolares de otros pueblos. La práctica de la pedagoga, explica Carmen Agulló, «recuerda las experiencias de las maestras freinetistas; había un aprendizaje crítico basado en las pregunta-respuesta, en el que el alumno también interrogaba, y de ese modo desarrollaba el espíritu crítico». Otro de los postulados innegociables era el carácter laico y no dogmático de la escuela.
En su labor pedagógica, igual que como naturista y sindicalista, Antonia Maymón se mostraba como una mujer de principios fuertes y actividad incansable. En todas las escuelas donde impartió clases, por las noches asistían los adultos al aula. Y también a ellos Antonia enseñaba las lecciones. Pero también pronunciaba conferencias, escribía artículos de pedagogía en los periódicos e incluso novelas. Contaba con el título de maestra (algo que no era habitual en las escuelas racionalistas), pero sobre todo era una autodidacta, muy formada, que hablaba con autoridad de Rousseau, Pestalozzi y otros grandes autores a quienes no pudo estudiar en la Escuela Normal de Magisterio de Zaragoza. Ya en los años 30 enseñaba educación sexual o el significado de la menstruación. «No pegaba y no castigaba», recuerdan algunos de sus antiguos alumnos consultados para escribir la biografía.
Como sindicalista tampoco conocía la pausa. Participaba de modo muy activo en la CNT, donde le introdujo la dirigente anarcosindicalista Teresa Claramunt. Y participaba no sólo en mítines (también durante la guerra civil) y congresos, también en la acción directa. Contribuyó a la organización de la huelga de 1911 en Zaragoza. Prueba de este activismo es el acoso policial que sufrió, y que le obligó a exiliarse a Francia. «Nunca se separó de la CNT», resume Carmen Agulló. «Gracias a los exhaustivos informes de la policía francesa, sabemos todo lo que Antonia hizo en el exilio», añade la historiadora, «hasta su aspecto físico». En 1913 retorna a España y al activismo en todos los frentes.
La maestra y sindicalista se ajustaba al modelo de coherencia libertaria. No disponía de propiedad privada, casa o bienes. Se desplazó según le iban reclamando, fuera el sindicato o la apertura de una nueva escuela racionalista. Estuvo en Zaragoza, Sant Feliu de Guíxols, Reus, Elda, Beniaján, La Vila Joiosa, Alcoi…Nunca se negaba. Cuestión más vidriosa es la de vincular sin más a Antonia Maymón con el feminismo. Según Carmen Agulló, «no se definía como feminista, y seguía en ello la pauta de Federica Montseny, sino como humanista; ahora bien, decía que las mujeres tenían que organizarse por sí mismas para reivindicar sus mejoras laborales». En algunos artículos se quejaba, además, de los compañeros sindicalistas que criticaban al patrón, pero que luego en el hogar actuaban como patrones con sus mujeres. También consideraba muy importante la maternidad, ligada a la idea de dar amor.
La pedagoga se implicó en la difusión del ideal anarquista por múltiples medios. Uno de ellos, la novela. Conoció a los padres de Federica Montseny -Federico Urales y Soledad Gustavo- y participó en La Novela Ideal. Escribió tres novelas muy elementales y con vocación didáctica («Madre»; «La perla» y «El hijo del camino»), en las que los personajes representan un ejemplo de relaciones libres. Por otro lado, su trabajo periodístico. «Escribió muchísimo, señala Carmen Agulló; en el primer número de Mujeres Libres escribe un gran artículo sobre Pestalozzi; Antonia es además una gran polemista con pensamiento propio que interviene en todas las discusiones». Entra, por ejemplo, en debates sobre Malatesta, escribe en defensa de Sacco y Vanzetti (denuncia que han sido víctimas de un crimen de estado) y critica a la II República por la represión del movimiento obrero. Tampoco se calla a la hora de alertar sobre el riesgo de que la República sustituya en las aulas el ideal de Dios por una religión estatal (según el modelo francés).
Los últimos años de Antonia Maymón no fueron precisamente dichosos. En 1939 ingresó en prisión. Se le juzgó aunque finalmente se libró de la pena de muerte. Corría un notable riesgo por ser miembro del comité popular de Beniaján (Murcia), además de elemento destacado de la CNT. Con una condena a 12 años y un día de prisión, salió de la cárcel en los años 40. Pero volvió en una estancia teóricamente de 15 días, pero que se prorrogó varios meses. Carmen Agulló recuerda cómo Antonia dio la cara en 1936 para evitar la muerte del cura de Beniaján, favor que éste le devolvió en 1939, lo que le supuso el traslado a otra parroquia. Al salir de la prisión, Antonia Maymón no pudo continuar ejerciendo el magisterio, pero impartió clases particulares (también a personas de derechas). Sus días finalizaron en un hospital de monjas. Concluye Carmen Agulló resumiendo el legado de la militante libertaria: «Era más radical en la vida práctica que en la teoría, y esto ocurre muy pocas veces». De este modo terminaba Antonia Maymón sus cartas y escritos: «Salud y consecuencia».
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