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Subvenciones al coche eléctrico

Un ejemplo de política fiscal regresiva

Fuentes: Rebelión

Una política fiscal es regresiva si transfiere recursos de los pobres a los ricos. Se usa el dinero público para reducir el coste de acceso a un bien o servicio que aun así se sigue ofreciendo a un precio suficientemente caro como para excluir y segregar a las clases populares.

¿Subvencionar un espectáculo de opera cuya entrada no sea gratuita o todo lo más simbólica? Regresivo. ¿Subvencionar una escuela cuya matrícula no sea gratuita? Regresivo. ¿Subvencionar el coche eléctrico? Regresivo y clasista.

La utilidad del vehículo privado se reduce con la congestión. Cuando los pobres tienen coche, los atascos que provocan ralentizan a los ricos. Para volver a circular libremente hay que dejar a los pobres sin coche. Se empieza por excluirlos del centro urbano. El objetivo número uno de las zonas urbanas de atmósfera protegida establecidas por el Plan Nacional de Mejora de la Calidad del Aire es «conseguir una reducción de la densidad de vehículos en las ciudades». La matriculación de vehículos no eléctricos se pretende prohibir ya desde 2035 (faltan apenas doce años).

La hibridación es una solución técnica más eficiente y accesible que se deja de lado precisamente por ser más eficiente y accesible. ¿La excusa? Que los coches híbridos no son «cero emisiones». Pero en el mundo real nada es «cero emisiones», y los coches eléctricos menos que nada. Las cuantiosas emisiones que generan durante su construcción empiezan a compensarse a partir de los 50.000 kilómetros recorridos. Un coche eléctrico que se desguace antes, por accidente o por avería, habrá emitido más que un híbrido equivalente. Las enormes y pesadísimas baterías, dicho sea de paso, no son reciclables.

La polución automóvil más nociva para la salud humana es la de los microplásticos producidos por el desgaste de los neumáticos, el cual aumenta en proporción directa al peso del coche. Los coches eléctricos suelen pesar dos o tres toneladas, el doble o el triple que un pequeño híbrido. Las ingentes cantidades de electricidad que consumen tampoco son «cero emisiones», a excepción de la hidroeléctrica. El balance carbono de la solar y la eólica viene condicionado por lo mucho que cuesta fabricar los paneles y los molinos; además, ni unos ni otros se reciclan.

En definitiva, la subvención directa o indirecta (infraestructura de recarga) del coche eléctrico es regresiva e ineficaz. Es regresiva porque solo beneficia a las clases privilegiadas y es ineficaz porque no resuelve el problema de la polución automóvil: se limita a trasladarlo.

El impacto ambiental de los vehículos ha aumentado a medida que estos se hacían más altos, más anchos y más pesados. Bajo el efecto de una incesante publicidad, los modelos más demandados actualmente son los denominados en inglés SUV o crossover, que podríamos traducir en español por «todocamino». Una primera medida eficaz consistiría en incrementar el impuesto de matriculación y el anual de circulación en función del peso.

Otra medida desincentivadora sería diferenciar la velocidad máxima legal en autopista entre turismos por un lado y todocaminos, todoterrenos, pick-ups y autocaravanas ligeras por otro. La justificación sería doble: por su menor seguridad, tanto activa (centro de gravedad elevado) como pasiva (mayor riesgo para el resto de usuarios de la vía), y por su reducida eficiencia (aerodinámica desfavorable).

Arturo Íñiguez es economista y funcionario europeo.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.