La tremenda ineptitud del actual gobierno uribista ha terminado por colgar el desenvolvimiento futuro del país a un globo, un globo por demás inflado con especulación y deuda. Este peligroso cóctel es similar al que se utilizó en medio de la llamada “prosperidad a debe” durante la segunda década del siglo pasado, el cual cuando explotó condujo a una crisis cambiaria, fiscal, inflacionaria y de empleo, que terminó por empujar el paso del régimen político ultraconservador a otro que prometió reforma y progreso mediante un mejor capitalismo. Sin embargo, a la hora decisiva ese régimen liberal se asustó, reculó y sólo fue funcional para desactivar las huelgas obreras y las protestas campesinas.
Al ufanarse de lo único que puede, que es del crecimiento del 10% en el PIB en 2021, el actual gobierno ha hecho pender su suerte de un globo. Ese resultado ha sido muy vendido por las empresas capitalistas de comunicación, eso sí, guardando cuidado de no mostrar los pies de barro sobre los que descansa, quizás para no espantar a los capitales extranjeros, o quizás, para ¡evitar la atracción de la malas energías!. Sin embargo, un breve examen de las condiciones socioeconómicas no parece dejar duda de lo flatulento de la situación.
En principio, el crecimiento económico descansa en los recortes a los impuestos y el incremento de subsidios a la producción capitalista, a lo que suma pingues transferencias monetarias dirigidas a sostener la demanda por consumo. Entre los subsidios a la producción la lista pasa por los que reciben los capitalistas del campo, como los arroceros; los que se están dando para sostener la nómina de las empresas (Paef); y los que percibe el sector construcción a través de subsidio a la vivienda, sin los cuales no se sostendría esa actividad tan importante para la industria, por su enganche con más de cuarenta subsectores y tan vital para la recirculación del capital dinero en el sector financiero. A su vez, la demanda interna en algo se ve ayudada mediante los líchigos subsidios que se entregan en programas como: ingreso solidario, Colombia mayor, familias en acción, jóvenes en acción, y subsidio al desempleo, recursos que en realidad intentan procurarle una base política al decadente uribismo.
Sobre estas prácticas políticas los viejos keynesianos palidecen, pues tras tanta monserga a los neoliberales para que hicieran uso de los recursos públicos a fin de paliar la crisis de largo plazo, estos, en medio de la pandemia y con la llegada de Baiden al gobierno de los EE.UU, se decidieron a hacerles caso y por eso ampliaron las fuentes del gasto público. En concreto, la doctrina de la estabilidad fiscal -con su regla fiscal y demás- fue mandada al carajo… sino más allá. Así, en un giro eminentemente pragmático, se demostró que siempre prevalece la necesidad y la lógica de sostener la tasa de beneficio del capital, realidad ante la cual las recomendaciones que puede prestar la seudo ciencia de la economía se reducen a puras boberías.
Y son estas “nuevas” prácticas las que explican que la deuda externa del país haya brincado a noviembre de 2021 en 13,2% , pasando de 148.194 millones a 167.859 millones de dólares. Lo más destacable aquí, es que el incremento en la deuda pública externa fue del 20,4%, pasando a 100.415 millones de dólares. Esto índica un endeudamiento público cercano de 10.716 millones de dólares entre enero y noviembre de 2021, monto que traducido a dólar de 3.950 pesos, ronda los 42 billones de pesos, o como ahora es costumbre, algo así como tres reformas tributarias. Pero, en medio de la fiesta electoral poco se dice sobre este problema, dejando irresponsablemente que el entuerto recaiga sobre el próximo gobierno.
La “entrada” y desaparición de esa montaña de recursos puede ayudar a comprender las tasas de beneficios de la industria y por sobre todo los magníficos resultados del sector financiero, pero muy en especial, puede ayudar a explicar el buen comportamiento de la próspera industria de la corrupción, que sin dilación legisló para saltarse la ley que restringe el uso del gasto público en tiempo electoral. Y esta industria de la corrupción se enlaza con la economía del crimen, la prostitución y las drogas, además de con sectores como gasto militar, minería, obras públicas, así como el poder de los gremios capitalistas, entramado que desemboca en la conformación y acción de los partidos políticos y en vínculos estructurales y profundos que ni telenovelas tan excitantes como ¡Aida! logran inquietarlos.
Es por eso que la industria de la droga, naturalizada al punto de ser incorporada como parte inherente del capitalismo, prospera a niveles record, medidos no sólo en las estimaciones de hectáreas sembradas, sino también en su capacidad de cambio técnico para adecuar sus circuitos comerciales, siendo así usual el trafico de submarinos con cargas de hasta cinco toneladas. Es así que, según estimaciones un tanto elevadas, la economía del narcotráfico podría estar aportando entre once mil a quince mil millones de dólares año al ingreso nacional, y que en todo caso, de acuerdo a los índices de estimaciones en los noventa, rondaría fácilmente los diez mil millones.
Es la industria capitalista de la corrupción esa correa de articulación y transmisión mediante la cual se despliega el poder entre los capitalistas del territorio nacional. Esta misma conecta decididamente con la industria del crimen y las drogas base sobre la cual se sostiene el incremento de la guerra en las diferentes regiones del país, y que ha dado en mutar a partir de la hegemonía del actual régimen político. En este sentido, tal vez uno de los pocos logros que deja el gobierno saliente es el desdibujar las causas políticas y sociales de la guerra y reducirla a enfrentamientos entre bandas criminales, como se comenta sobre la violencia que baña cotidianamente al pueblo mexicano en varias regiones, vía por la cual se naturaliza su ideología práctica de que por el billete todo vale.
Pero quiso la fortuna que a la política de “prosperidad al debe” se sumara la montaña rusa de la inflación de los precios de materias primas, como carbón, petróleo, café, carnes y demás. Entre estos recursos hay que señalar que los provenientes de producción interna como café redundan en comportamientos sanos, mientras que los de petróleo y carbón poco empleo generan, y más bien la recirculación de dólares sostiene las importaciones o los beneficios de empresas extrajeras. Por ello, lo “afortunado” de esa situación debe verse con cuidado, porque si bien el crecimiento del PIB se traduce en buenos resultados para los capitalistas, no sucede lo mismo para los proletarios y demás clases populares que continúan soportando el desempleo, la pobreza y el hambre.
No obstante, lo delicado que traen “fortunas” como las de los precios especulativos es que colocan a la economía y al país sobre límites muy peligrosos, debido a que esas burbujas suelen reventar con rapidez y la caída suele ser de golpetazo. Algo así ya pasó entre fines de 2014 e inicios de 2015 con la descolgada de los precios del petróleo y del carbón, impacto que contrajo las exportaciones en más del cuarenta por ciento y que en los años posteriores se dejó sentir sobre la tasa de crecimiento del PIB. Pero, vale notar que en ese momento el gobierno logró un aterrizaje suave, al aplicar el freno de emergencia echando mano del incremento en la deuda pública. Es por eso que desde ese momento la deuda total del sector público no financiero no ha cesado de crecer al pasar de del 47,6% al 71,5% respecto del total del PIB entre 2014 y fines de 2020.
La experiencia señala que ciertos quiebres en la economía mundial vienen precedidos por fuertes alzas especulativas en los precios de las acciones y de las materias primas. Este tema es tratado con relativa insistencia por M. Roberts, quién muestra indicadores sobre esa relación y su potencial suceso. Por lo tanto, es muy esperable un nuevo suceso en la economía mundial capaz de pinchar los especulativos precios y de imponer ajustes en el valor de los activos, situación que se deberá traducir en duras contracciones del mercado y los ingresos.
Un escenario de ese tipo pillaría muy mal parado a éste o al gobierno venidero, y en correspondencia al país, porque ya se ha quemado el paracaídas de emergencia que puede proveer el acudir al endeudamiento. Y como se sabe, en tales circunstancias los prestamistas endurecen sus exigencias y elevan las tasas de préstamo, en un ambiente en que de por sí están siendo elevadas por la banca mundial, resultando que se elevaría aún más el costo en el servicio de la deuda. Y como sucedió en 1982 y en 1998, el ajuste se suele realizar contra los salarios y el gastos público social, medida que empobrece más a los que no se enriquecieron en la carrera especulativa.
¡Valiente!, como el cerdito, Iván Duque fue capaz de colgar su suerte a un globo que pasaba, y desafortunadamente con su hazaña nos empuja un poco más hacia el abismo del desempleo y la pobreza.
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