“El fascismo
no es un fenómeno
de la naturaleza,
sino de la historia humana”
“El fascismo constituye la respuesta
de la burguesía a su propia impotencia
para imponerse sobre el proletariado”.
“Es la lucha de clases,
su amplitud y el grado de amenaza
para el orden, lo que da lugar al nuevo fascismo”.
La eminente «salida» de la carrera presidencial de Sebastián Sichel, aunque siga en la papeleta nos estaría indicando el fortalecimiento de la candidatura de José Antonio Kast, abanderado del Partido Republicano, por parte de la «derecha toda». La cual se propone con esta decisión jugarse con todos los recursos y medios posibles a su alcance a no perder la dirección política de la sociedad neoliberal. Y, ha decido apostar por una salida rupturista con la democracia liberal usando los mecanismos de esta, este es el camino del fascismo histórico. Así lo hicieron los fundadores tanto del fascismo italiano como del nacionalsocialismo en Alemania. La ruta de los autoritarismos antidemocráticos de los últimas décadas en América Latina y el Caribe ha usado, también, los mecanismos electorales para llegar al gobierno y de esa forma restaurar las formas agrietadas de la dominación y de la hegemonía neoliberal. Los casos de Brasil y Ecuador, Bolsonaro y Lasso, son ejemplos, preclaros de esa situación.
Cabe señalar que ese camino es posible por la concurrencia de diversos factores políticos, entre el más importante es la nula comprensión política de parte de las fuerzas políticas progresistas del peligro que constituye la presencia de candidatos y organizaciones políticas protofascistas o autoritarias. En otras palabras, como he sostenido, en otros artículos, la restauración neoliberal en América Latina, en la última década, obedece más errores tácticos y estratégicos de las fuerzas antineoliberales que las virtudes de la derecha autoritaria y neoliberal. Aunque, los errores políticos de los sectores antineoliberales no nos deben obnubilar o cegar, para no pensar que el neoliberalismo no tenga apoyo social entre las ciudadanías latinoamericanas, que los tiene, los tiene.
Entonces qué hacer para que la sociedad chilena luego de la revuelta de octubre de 2019 no entré en esa ruta.
El problema central es que ninguna de las opciones que se presentan como alternativa a Kast o a una “derecha unida”, Gabriel Boric de Apruebo Dignidad; Yasna Provoste, de Nuevo Pacto Social, Marco Enríquez-Ominami del PRO y Eduardo Artés de UPA, tienen hoy la confianza política amplia de la ciudadanía nacional y, sobre todo, de los sectores políticos rebeldes de octubre. Las desconfianzas políticas son de diferentes tonalidades y razones que sería largo de detallar aquí. Pero, ninguno de ellos logra romper la indiferencia y la apatía que hoy expresa la ciudadanía sobre el proceso electoral en marcha.
El candidato de Apruebo-Dignidad genera rechazo y desconfianza entre los sectores más de izquierda de la alianza. Yasna Provoste, es la representante de la decadencia política concertacionista y, sobre todo, de la democracia-cristiana y, también, del Partido Socialista de Chile. Es una candidatura que se desfonda con una mayor lentitud que la experimentada por S. Sichel. La candidatura de MEO nació atrofiada y, por eso, se mantiene con dificultades en la carrera. Mientras la candidatura de Eduardo Artés, es una candidatura que apelando a todos los símbolos de la izquierda chilena no logra convencer a la ciudadanía. A pesar de hablar y reconocerse como un “octubrista”, carece de los apoyos sociales que le podrían posesionarse como una efectiva alternativa. Las debilidades de estos cuatro candidatos son evidentes. Sin embargo, tienen que fortalezas políticas que solo “unidas” podrían ser una alternativa efectiva para enfrentar y derrotar a Kast.
Para ello, estos deberían renunciar a pensarse -esto es, por cierto, algo muy complejo- como presidente único y liderar un gobierno de transición. O sea, la segunda vuelta presidencial, debiera asumirse como una posibilidad de conformar un GOBIERNO y no la elección de un presidente.
Ahora este gobierno de unidad política para la transición debiera comprometerse ante la ciudadanía, en cuatro puntos centrales y fundamentales, para avanzar en la perspectiva de los cambios planteados desde octubre de 2019. Aunque, sean, insuficientes desde el punto de vista de desmontar la dominación neoliberal contribuyen abrir espacios futuros para ellos. Pero, son una fórmula para frenar al protofascismo de Kast. La división de las políticas y sociales democráticas plurales y diversas solo pavimentarían el camino al autoritarismo. Estos puntos son:
(a) impulsar la transformación de la CC en una AC;
(b) apoyar la aprobación de la Nueva Constitución Política;
(c) constituirse en un Gobierno de la transición entre el régimen político de la democracia neoliberal a una democracia social, plurinacional, paritaria, antipatriarcal e inclusiva;
(d) convocar a nuevas elecciones presidenciales y parlamentarias de acuerdo a las nuevas normas y reglas de la NCP.
Todo esto supone abandonar la idea de que en la segunda vuelta presidencial no
se va a elegir solo a un Presidente, sino que se va a constituir un GOBIERNO
NACIONAL DE TRANSICIÓN.
Para ello se requiere que los comandos políticos de los presidenciables concurran
a una reunión en donde se establezca un acuerdo amplio para la constitución de
ese gobierno de nacional de transición. Un gobierno que contemple la
participación de todas las fuerzas políticas hoy en competencia más sectores
sociales y políticos independientes. Un gobierno paritario con la participación
de los pueblos originarios, etcétera. De lo contrario, el camino será: el
Brasil de Bolsonaro; el Ecuador de Lasso; USA de Trump, o la Colombia de Duque;
o la Argentina de Macri; etcétera.
Esta es la tarea política de hoy. Incluso es la tarea que los sectores rebeldes
del «partido de las y los no electores» los cuales estarían
dispuestos a apoyar esta iniciativa, solo si ese Gobierno de Transición, se
compromete con los cuatro puntos señalados.
Pero la primera responsabilidad política la tienen los cuatro candidatos que se dicen representantes del cambio progresista, antineoliberal y, sobre todo, antifascista.
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