Los resultados que registran el informe de los tres años de gobierno y las encuestas difundidas últimamente, dejan la impresión que vivimos en el país de las maravillas y entramos pisando duro al paraíso del bienestar, con el Presidente Uribe Vélez. Pero la realidad colombiana es bien distinta a la fotografía que presentó el presidente […]
Los resultados que registran el informe de los tres años de gobierno y las encuestas difundidas últimamente, dejan la impresión que vivimos en el país de las maravillas y entramos pisando duro al paraíso del bienestar, con el Presidente Uribe Vélez.
Pero la realidad colombiana es bien distinta a la fotografía que presentó el presidente el 20 de julio al Congreso y el futuro que se vislumbra es de muchos sinsabores y desgracias para los huérfanos de la riqueza.
En su informe ignora deliberadamente la tragedia que vive el pueblo colombiano, pasa de largo sobre la pobreza y la injusticia social como si no existieran. Los únicos problemas que registra con bombos y platillos son aquellos que alteran el clima que necesitan los negocios y los controles que no dejan respirar con absoluta libertad a los «sufridos» capitalistas.
Además de manipular la realidad y de no presentar soluciones ciertas a los problemas reales que afligen al pueblo colombiano, lo más perverso de su informe son las líneas de acción que señala y la autopista abierta por donde encaminará los pasos el Presidenteen el último año de mandato y, si es reelegido, en el siguiente cuatrienio.
De acuerdo con los énfasis los esfuerzos están comprometidos en generar mejores condiciones para que la oligarquía local y las trasnacionales chupen la riqueza nacional y el sudor de los trabajadores sin cortapisas.
A este propósito le tiene puesto el acelerador para cerrar el circuito y dejar implantado totalmente el modelo neoliberal y el país convertido en colonia, antes que sea tarde.
Las urgencias andan tras flexibilizar al máximo las condiciones y renunciar al interés nacional, para que las inversiones ingresen y saquen el capital sin amarras, se coloquen donde quieran blindadas contra riesgos, libre de impuesto la plusvalía que remesan, sin tener que reinvertir ganancias, ni transferir tecnología al país.
Firmar el TLC como sea, antes que se enrede en la campaña electoral es otra de las urgencias. Firmarlo es lo que falta porque las leyes que le sirven de marco y sustento están aprobadas, al menos las fundamentales y el acuerdo está definido desde hace rato. Están pendientes los últimos retoques que están haciendo Bush y Uribe en el rancho de Texas, donde acabarán de afinar los adornos para que no se levanten polvaredas agresivas y por último, definirán la fecha en que Colombia entrará al club de la indignidad de las colonias del imperio.
Uribe está perfeccionando y rematando el proceso de implantación del capitalismo salvaje que viene de tiempo atrás, desde la década del ochenta del siglo XX cuando la burguesía lo acogió para el país y se puso como meta inicial flexibilizar el mercado laboral y reducir el costo de la fuerza de trabajo, destruyendo los sindicatos, la contratación colectiva, arrebatando las conquistas conseguidas por los trabajadores durante más de medio siglo de lucha, y eliminar sus líderes honestos.
Esta oligarquía, haciendo gala de crueldad combinó con ese fin las balas de la guerra sucia, la sentencia de jueces banales, leyes regresivas del Parlamento y la represión de los gobiernos, hasta hacer desaparecer casi totalmente los mínimos derechos laborales que protegían a los trabajadores de la rapacidad patronal.
Ahí está la cuenta que algún día tendrá que resarcir la oligarquía colombiana a la clase trabajadora del campo y la ciudad.
Desde ese entonces más de tres mil sindicalistas fueron asesinados y otros miles emigrados y desplazados, los trabajadores sindicalizados fueron reducidos como efecto de la intimidación y la represión -en 1970 representaban el 17% de la fuerza laboral, en 1980 el 12.3 %, en el 2002 el 5.2 % y en el 2005 están por debajo del 4% – los sindicatos fueron destruidos con sevicia. Durante el gobierno de Uribe Vélez han desaparecido mil doscientos sindicatos.
En el campo fue más agresivo, con el pretexto de combatir las guerrillas, el proceso de transformación del campo y la adecuación de éste a los parámetros y exigencias del modelo, el despeje a las trasnacionales que andan tras la inversión en megaproyectos y el saqueo de los yacimientos mineros. Miles de masacres, asesinatos selectivos y el desplazamiento forzado que hoy sobrepasa los tres millones de campesinos, indígenas y afrocolombianos desarraigados y expulsados de sus predios.
El informe del Presidente y de sus aduladores no habla de estos fenómenos, de sus causas reales ni de la incidencia que tienen sobre otros que completan el mapa de la tragedia que vivimos los colombianos.
No hace referencia al 67% de colombianos que viven en los niveles de la pobreza, ni a los doce millones de indigentes, drama este que refleja el índice de desempleo, el cual está muy por encima del 12% que reconocen las estadísticas oficiales, y pone de presente la injusta distribución del ingreso y la riqueza nacional. Cuando hace referencia fugaz es para señalar que la pobreza rebajó del 57% al 52%, cifras irreales que contradicen los informes de otras instituciones del Estado.
No plantea soluciones a los graves problemas económicos y sociales que afectan a la mayoría de la nación, sino que anuncia medidas que los agravan, como es el caso de la nueva reforma tributaria con que se castigarán los exiguos ingresos populares, con el incremento del impuesto y la ampliación de la base del IVA, a la vez que proyecta la reducción de impuestos a los capitalistas.
En la reforma del año anterior el gobierno devolvió $ 860 mil millones de pesos a los empresarios para que abrieran nuevos empleos y no lo hicieron; la misma gabela la va a otorgar eliminando el 7% al impuesto de remesas de plusvalía a las empresas extranjeras, lo cual representa $ 350 mil millones de pesos.
Este gobierno que no tiene dinero para evitar el cierre de los hospitales públicos, si lo tiene para la «piñata» que le costará un billón doscientos mil pesos, los que piensa sacar del bolsillo de los consumidores a través del incremento del impuesto del IVA, aumentando el número de pobres y de indigentes. Esto solo se da en el país de las «maravillas», donde los pobres son obligados a subsidiar a los ricos para que se enriquezcan más.
Lo que no podía faltar en el informe del Presidente fueron las loas a la ley de justicia y paz, a pesar de estar cuestionada seriamente por ser la «catedral de la impunidad» y la mayor lavandería montada por el gobierno para «despenalizar» a los «patrones» narcoparamilitares, con lo cual los habilitó para ingresar al club exclusivo de la oligarquía y de la clase política y reclamar la parte del poder que les corresponde en la narco-república.
En cambio ignoró las propuestas relacionadas con el intercambio humanitario y la solución política al conflicto social y armado. Y es entendible que dichas propuestas no las mencione porque no hacen parte de su agenda, copada como está con la obsesión de hacer la guerra, ganarla y pasar a la historia como el triunfadorcon poder para moldear el país dentro del proyecto «unanimista» de ultraderecha que lidera y cumplirle al país de los ricos.
Los anuncios son claros y el rumbo que marca el Presidente en el informe a la nación es el que están esperando las trasnacionales, la oligarquía lacaya y el imperio. El futuro del país está marcado y amarrado y cada vez pertenece menos a las grandes mayorías de la nación.
No podemos quedarnos quietos y callados, amedrentados por el terrorismo de Estado y las atrocidades de los personeros de la guerra sucia.
Juntemos las banderas por el rescate de la dignidad de la nación, la defensa de la democracia y el bienestar, la paz con justicia social. Juntemos las manos en una sola mano sin exclusiones, pensando en el nuevo país, en el futuro para nuestros hijos y alistémonos para las grandes batallas que están por llegar.
Para adelante… el triunfo será del pueblo si luchamos todos unidos y somos capaces de ser con otros.¡No dudemos!