Sobre el regreso de la democracia a Chile, amenazada por el terror fascista en 2021, vuelvo a un texto escrito mucho antes, que ZonaCurva volvió a publicar.
Entre las imágenes que nos llegan del 11 de septiembre de 1973, día del golpe militar contra Salvador Allende, entre tantas imágenes vívidas, una podría ser justamente la del Presidente Allende resistiendo con un casco como último recurso, con algunos militantes leales a las puertas del Palacio de La Moneda. Esta imagen habla de un socialista democrático, que por la fuerza de las urnas creyó tener el poder, que es destruido al final, derrotado con la mayor elocuencia de las bombas y los crímenes.
Otra imagen podría ser la que recorrió el mundo, la de los libros quemados por los soldados del ejército en las calles de Chile. En un país de grandes poetas y de tradición humanista, esta foto escapó a la paradoja, porque se hizo coherente con el asesinato del poeta Pablo Neruda por la dictadura. Y entonces, esta imagen de los libros en el fuego es tan simple y pornográfica, a la vez de tan didáctica sobre la ideología fascista en su carbón Pinochet, que un comentario pasaría por lo ya visto, al recordar y repetir acciones desde Hitler a Franco, todos grandes quemadores de escritores, libros e inteligencia.
Luego hablo rápidamente de una imagen y un personaje que marcan también. Un gesto, la persona y el valor de Carlos Caszely no son muy conocidos en Brasil. Era una estrella del fútbol chileno. La wikipedia informa que Carlos Caszely es el jugador más popular y querido de la historia de Colo-Colo y de Chile. A día de hoy se le llama El Chino, El Rey del Metro Cuadrado o El Gerente. Pero su mayor logro es éste: estrella de la selección chilena de fútbol, en un acto oficial dentro del palacio, en plena época de asesinatos y fusilamientos de opositores, Carlos Caszely se negó a dar la mano al dictador Augusto Pinochet.
O como él mismo habla de ese raro y hermoso momento, años después: «Oí pasos. Fue aterrador. De repente, las puertas se abrieron. Apareció una figura con capa, gafas de sol y sombrero. Tenía una cara amarga, sucia y dura. Fue a saludar a cada uno de los jugadores que se habían clasificado para la Copa. Cuando se acercó, puse las manos en la espalda. Me tendió la mano, pero me negué a estrecharla. Como ser humano esa era mi obligación. Tenía a todo un pueblo sufriendo a mis espaldas. Pero qué cosa.
Las razones de este gesto, de este heroísmo, son anteriores. No fue un impulso loco. Antes, el jugador había sido vinculado al ex presidente Salvador Allende. Él mismo, el jugador, un socialista como el presidente muerto. Tras el golpe, Caszely se trasladó al fútbol español. ¿Y qué hace la canalla del régimen en Chile? Cerca del Mundial de 1974, los militares secuestran, encarcelan y torturan a la madre del jugador. Se supone que fue un intento de silenciar a Caszely y obligarlo a jugar con la selección chilena. Entre los perseguidos por la dictadura, fue el principal jugador del fútbol chileno, estrella de Colo-Colo y de la selección nacional. A Caszely le pareció tan estúpido el acto de tortura a su madre, que recientemente declaró:
«Todavía hoy no está claro por qué lo hicieron. La detuvieron y la torturaron salvajemente, y a día de hoy no sabemos de qué la acusaron. Recuerdo un país triste, silencioso, sin risas. Una nación que estaba entrando en la oscuridad. Sabía lo que vendría de arriba. Tenía miedo. No para mí, sino para mis amigos y mi familia. Sabía que estaban en peligro por mis ideas».
Así que su madre es detenida, torturada y puesta en libertad sin cargos. Y poco después el jugador se encuentra cara a cara con el dictador, en la despedida del Mundial de 1974 en Alemania. Este es el momento en el que Caszely se lleva las manos a la espalda mientras Pinochet se acerca a saludar uno a uno. Caszely fue el único que rechazó al dictador.
Mientras escribo, recordando aquel acto, huelo un perfume, uno de esos inolvidables, cuyo olor y composición química provienen sólo del recuerdo que rodea a un gesto. En aquel maldito y mágico año 1973, cuando el mundo conocido se desmoronaba, en el momento exacto en que las esperanzas eran grandes, se produjo este gesto de Caszely, tan poco o nada divulgado. Me enteré de ello hace poco tiempo. Pero qué valor, podríamos decir. Y aquí, si hubiera espacio, deberíamos discutir lo equivocados que están los que piensan que el valor es un atributo de los matones, de los hombres que se burlan del peligro. No lo es. El valor es la fidelidad al sentimiento del honor, del deber o del amor. Por eso decimos: qué afecto y grandeza en ser fieles a lo más íntimo sentimos en esos brazos detrás de Caszely, mientras el dictador avanzaba contra él. Seguramente el jugador estaba temblando, pero aún no podía ceder a la mano de Pinochet en señal de saludo.
No sé, pero eso me parece el mejor golazo de la historia.
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