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Ataque explosivo en Bogotá

Un hecho político-militar que marca un cambio de época y reviste relevancia continental en la avanzada imperial sobre Venezuela

Fuentes: Agencia Prensa Libre

1. La decadencia imperial norteamericana parece irreversible, las tres décadas de hegemonía unipolar estadounidense posterior a la disolución de la Unión Soviética parecen llegar a su fin. El surgimiento de un mundo multipolar en el cual el eje Eurasiático encabezado por la alianza Moscú-Pekín plantea amenazas irreductibles al dominio de Washington en los planos monetario, […]

1. La decadencia imperial norteamericana parece irreversible, las tres décadas de hegemonía unipolar estadounidense posterior a la disolución de la Unión Soviética parecen llegar a su fin. El surgimiento de un mundo multipolar en el cual el eje Eurasiático encabezado por la alianza Moscú-Pekín plantea amenazas irreductibles al dominio de Washington en los planos monetario, comercial, político-diplomático y militar. La civilización occidental asentada en el capitalismo neoliberal trasnacionalizado se halla en crisis y sus regentes imperiales buscan afanosamente nuevos recursos, nuevas poblaciones y nuevos territorios a explotar para reavivar sus fuerzas. Indudablemente vivimos una época de cambios, unos más rápidos que otros, unos más evidentes que otros, unos más pacíficos que otros. En esta medida, EE.UU. tiene dentro de sus objetivos prioritarios la ocupación militar de Venezuela, la amazonía y el norte de Suramérica, territorio de importancia geoestratégica incomparable y de abundantes recursos hidrológicos, hidrocarburíferos, minerales, genéticos (vegetales y animales) y ecológicos en general. En enero de 2019 Venezuela es un objetivo militar prioritario para el Pentágono.

2. En 2018-2019 el Estado colombiano encabezado por Santos y posteriormente por Duque ejerce como punta de lanza al servicio de EE.UU. contra la Venezuela bolivariana, contribuyendo activamente a su asfixia económica, su bloqueo diplomático, su linchamiento mediático y su amenaza militar. En esta estrategia se suman los principales vecinos de Venezuela, el Brasil del fascista Bolsonaro y la Guyana colonizada por la petrolera EXXON, en un movimiento de gancho que bloquea a Venezuela por todas sus fronteras. En suma, en 2018-2019 se viene configurando el teatro de operaciones para el zarpazo imperial sobre la Venezuela bolivariana que tendría como uno de sus lugares de partida el suelo colombiano.

3. En esta línea, el 10 de enero de 2019 el gobierno colombiano desconoce oficialmente a Nicolás Maduro Moros como Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, quien en esta fecha se posesiona para un nuevo periodo de gobierno (2019-2025). En los días siguientes Duque y su gabinete emiten declaraciones en contra del legítimo gobierno venezolano y se ponen del lado de la conspiración golpista impulsada por EE.UU. promoviendo escenarios como el «grupo de Lima», respaldando al autodenominado «Tribunal Supremo de Justicia en el exilio» que opera desde Bogotá y defendiendo a la golpista Asamblea Nacional Venezolana cuyo presidente Juan Guaidó declara vacante el cargo de Presidente de la República Bolivariana de Venezuela y se autodeclara «Presidente interino» de la República. Este derrocamiento discursivo del Presidente Maduro y el supuesto reconocimiento de la «comunidad internacional» de Guaidó en la cabeza del ejecutivo venezolano es difundido hasta el cansancio por los voceros diplomáticos y mediáticos del Pentágono y la derecha continental. Es evidente que se halla en curso un nuevo golpe de Estado en Venezuela, pero sería por lo menos la tercera intentona para echar abajo el proyecto bolivariano con este mismo método. Todo apunta a que los enemigos de la revolución bolivariana no desean repetir los errores de sus pasadas aventuras (2002, 2014…), ahora su acción sería fulminante.

4. En 2018 Iván Duque emerge como último recurso político-mediático de las clases dominantes colombianas, siendo una criatura política prefabricada (a imagen y semejanza del innombrable caudillo terrateniente, neopentecostal, narcoparamilitar) destinada por sus artífices a presentarse como la renovación de la política tradicional bipartidista, contrainsurgente, proimperial. Este figurín es llevado a la Casa de Nariño por medio de una campaña relámpago de guerra psicológica montada sobre las matrices psicomediáticas contrainsurgentes tejidas desde hace décadas pero que hoy se articulan alrededor de términos como «castrochavismo» y otros de similares cualidades conceptuales. En esta carrera desesperada Duque incluso supera a un cuadro de las entrañas burguesas preparado para la dirección estatal como es Germán Vargas Lleras, quién desafortunadamente contaba con una carrera política corrupta de larga data que no le permitió imponerse en la opinión pública. De allí que para derrotar el surgimiento de una seria alternativa política de izquierda liderada por Gustavo Petro, la oligarquía colombiana haya acudido al recurso desesperado del artificioso figurón de marras que es más conocido por protagonizar miles de memes en redes sociales que por sus cualidades de estadista.

5. La era Duque, o para una mejor descripción UriDuque, tiene una irremediable mancha de nacimiento, nace ilegítima. Es un gobierno hijo de la mentira y declarado enemigo de la paz. La ilegitimidad del gobierno Duque se hace evidente, más allá de su bajísima popularidad, en múltiples hechos como si de desgranar una mazorca se tratara: su composición criminal y corrupta, puesta en evidencia paulatinamente, desde sus ministros, pasando por su Fiscal de bolsillo, sus principales apoyos parlamentarios, hasta su cúpula militar. Pero la ilegitimidad del gobierno UriDuque no sólo se expresa en sus componentes, sino también en sus proyectos políticos: «volver trizas el acuerdo de paz», la complicidad con el genocidio de líderes sociales y los excombatientes farianos, la reforma tributaria regresiva, el ataque a la educación superior pública, la política laboral contra la clase trabajadora, su alineamiento supino bajo las órdenes del Pentágono, etc.

6. La movilización popular en contra del modelo político, económico, educativo, tributario, etc., del gobierno UriDuque se halla en auge. El 2018 se cierra y el 2019 se abre con la histórica movilización de los estudiantes universitarios en resistencia a la tendencia desfinanciadora y privatizadora de la educación superior agenciada por el gobierno colombiano. Paralelamente se desarrollan importantes manifestaciones en contra de la corrupción estatal cuyo epítome es Néstor Humberto «Odebrecht-AVAL» Martínez, Fiscal de bolsillo del magnate Luis Carlos Sarmiento Ángulo (dueño del conglomerado financiero AVAL). 2019 se anuncia como el año en que la impopularidad de Duque romperá todo parámetro de las últimas décadas y será confrontado de manera muy consistente por el movimiento popular en campos y ciudades.

7. En los últimos días los voceros – oficiales y no oficiales – del gobierno UriDuque repiten una y otra vez sus ultimatums a la insurgencia del Ejército de Liberación Nacional – ELN convocando a esta guerrilla a someterse incondicionalmente a la pantomima democrática bajo el manido discurso de las «líneas rojas» o los «inamovibles». Este discurso ficcional de las élites llama a que la insurgencia cese toda actividad propia de su naturaleza de organización insurgente para «demostrar su voluntad de paz» y abrir escenarios de diálogo, fijándole para ello un límite de un mes a partir de ayer 16 de enero. Este discurso parte del desconocimiento de la naturaleza política del conflicto armado y de las causas del mismo, volviendo a la fantasía bushista-uribista de «terrorismo» como estrategia para deshumanizar a los enemigos del Estado. Resulta central tener en cuenta que uno de los escenarios primordiales de acción político-militar del ELN es la extensa frontera colombo-venezolana (Guajira, Cesar, Norte de Santander, Boyacá, Vichada y Arauca).

8. En este contexto, hoy 17 de enero de 2019 hacia las 9:30am explota un carro bomba en el interior de las instalaciones de la Escuela de Cadetes General Santander de la Policía Nacional al sur de Bogotá. Las víctimas del ataque son como mínimo 10 muertos y 67 heridos.

9. De acuerdo a la versión sostenida por el impresentable Fiscal Néstor Humberto «Odebrecht-AVAL» Martínez, menos de 4 horas después de la explosión, el autor material del atentado sería José Aldemar Rojas Rodríguez (supuestamente vinculado en el pasado a la insurgencia) quien habría efectuado el ataque a través de su inmolación, como un ataque suicida ya que habría fallecido en el hecho. En esta misma versión el vehículo usado en el ataque habría sido una camioneta Nissan Patrol procedente del departamento de Arauca (fronterizo con Venezuela y teatro de operaciones del conflicto armado entre el Estado y la insurgencia del Ejército de Liberación Nacional – ELN).

10. El establecimiento político nacional capitaliza políticamente y de forma inmediata el atentado explosivo. Una vez más se repite la dosis de populismo político, judicial y mediático. Se convoca a los colombianos de nuevo a la ficción de la unidad nacional, a unirnos contra el terrorismo, a rodear al gobierno, a rodear al estamento militar-policial. Desde el lugar del atentado, Duque, el Fiscal NHM y la cúpula militar-policial entregan mensajes de fuerza, de justicia, de imperio de la ley con los cuales pretenden recuperar su inexistente legitimidad y refuerzan su mensaje contrainsurgente, antiterrorista y represivo.

11. Una vez se reconocen los análisis anteriores, vale la pena hacer dos preguntas: ¿a quién beneficia este ataque explosivo y las interpretaciones político-mediáticas dominantes? y ¿en qué camino nos ponen las interpretaciones político-mediáticas dominantes sobre el ataque explosivo? Intentemos algunas deducciones razonables:

– No resulta razonable la posibilidad de que alguna facción de la insurgencia capitalice políticamente este hecho, al contrario cerraría sus canales de comunicación con la sociedad civil.

– En cambio, este hecho da una gran bocanada de oxígeno al proyecto militarista de la ultraderecha colombiana y la autorizaría a abortar todos los escenarios de superación del conflicto armado sepultando de una vez por todas el Acuerdo firmado con las FARC-EP y cerrando toda posibilidad de diálogo con el ELN. Paralelamente se impone de nuevo la vocación contrainsurgente del Estado colombiano, que nunca ha desaparecido, profundizando el tratamiento de guerra hecho a la protesta social cuya legitimidad incontestable en la opinión pública se había logrado con el ambiente de pacificación de los últimos años.

– La construcción muy bien definida del enemigo en la insurgencia del ELN (organización supuestamente protegida por militares venezolanos en la frontera, de acuerdo a matrices de opinión mediáticas) cuyo escenario de operación principal es la frontera con Venezuela permite avizorar una avanzada militar sin precedentes sobre esos territorios. Operación que probablemente encubrirá los movimientos militares y paramilitares dirigidos por el Pentágono para desplegar finalmente la invasión de Venezuela. En este sentido, la explosión en Bogotá sería una operación de «falsa bandera», «falso positivo», un autoatentado del Estado colombiano y el Pentágono para construir finalmente un casus belli, un motivo de guerra, contra el Estado bolivariano. Un movimiento sincronizado con la construcción de un estado paralelo golpista en Venezuela bajo la figura de Juan Guaidó. Si este fuere el curso de los hechos, nos hallaremos ante una época enteramente nueva marcada por la guerra a gran escala y un hecho de relevancia continental e incluso planetaria.