Pareciera que hay revolcón en Colombia. En tan sólo tres días de gobierno, Juan Manuel Santos se ha reconciliado con las Cortes, ha acordado con el Polo redactar un estatuto de la oposición y con los verdes un estatuto contra la corrupción. Y como hecho extraordinario ha acordado con Chávez la reanudación de relaciones colombo-venezolanas. […]
Pareciera que hay revolcón en Colombia. En tan sólo tres días de gobierno, Juan Manuel Santos se ha reconciliado con las Cortes, ha acordado con el Polo redactar un estatuto de la oposición y con los verdes un estatuto contra la corrupción. Y como hecho extraordinario ha acordado con Chávez la reanudación de relaciones colombo-venezolanas. Un viraje completo, radical y extraordinario. ¿Se hace tránsito del autoritarismo salvaje de Uribe al espíritu «conciliador» de Juan Manuel Santos?
Esta nueva actitud, pose o táctica empezó en plena campaña electoral cuando el candidato Mockus lo estaba superando en las encuestas. Santos venía desarrollando una campaña al estilo uribista. Apelando al miedo y a los rumores. Basada en explotar las debilidades del contendor y no en los propios valores. Explotaron un supuesto ateísmo de Mockus, sus vacilaciones e incongruencias, sus equivocaciones. Lo mostraron como chavista y subliminalmente aprovecharon su declarado Parkinson. En esas llegó J.J. Rendón, un siniestro asesor de campañas electorales de los candidatos de la derecha latinoamericana. Lobo entre ellos. Y Rendón reorientó la campaña y el discurso de Santos. Programó diferenciarse de Uribe, mostrarse conciliador, diplomático. Hablar de unidad y de consensos. Y de esta manera pulverizaron a Mockus. A quien estratégicamente habían hecho crecer en las encuestas sabiendo que escogiéndolo como contendor sería más fácil derrotarlo a él, que al candidato del Polo Democrático Alternativo.
El discurso de asunción presidencial por parte de Santos pareció el de alguien que está por encima del bien y del mal y alejado de lo que significó el autoritario régimen uribista, el crecimiento del paramilitarismo, los falsos positivos, el bombardeo a Ecuador, secuestros políticos del DAS en Venezuela, los peculados de Agro Ingreso Seguro y la instalación de las bases militares yanquis, la guerra contra las Cortes, las tramas criminales del DAS, Etc.
Llegó la hora de acabar los odios, todos los países somos hermanos, acabaremos la pobreza, etc. etc. etc. Proclamó Santos. Y empezaron las alabanzas. Es tal el nuevo embrujo que el presidente Hugo Chávez dijo que correría feliz a reunirse con él. Y fue y se reunió. Se abrazaron y reanudaron relaciones. El presidente Correa manifestó que Santos será bienvenido a Ecuador y que no se preocupe por la orden de captura por el bombardeo. ¡Qué felicidad, qué amores, qué ternuras! Hasta el propio Fidel Castro ha quedado encantado y le augura grandes éxitos a Colombia con el nuevo presidente.
Pareciera que el problema era sólo Uribe. Problemas personales. De estilo. Y no la confrontación de dos políticas contradictorias en América Latina y estrategias geopolíticas de corto y largo alcance por parte de los Estados Unidos.
Cualquiera podría preguntarse: ¿y de dónde ha salido este Santos? ¿Ha llegado desde el extranjero donde se estaba preparando juiciosamente para dirigir al país? ¿Vivía con los jefes mamos en el territorio sagrado de los indígenas en la Sierra Nevada de Santa Marta hasta esa misma mañana del día 7 cuando lo santificaron y lo enviaron a la ciudad a gobernar en nombre del bien, la sabiduría y la templanza?
Pues fíjense que no. Santos viene de todos los anteriores gobiernos. De los que causaron el desmadre nacional. Viene de la vieja oligarquía que construyó este régimen violento y excluyente. Viene de ese imperio criollo que es la casa editorial El Tiempo, que de la misma manera que es propietaria de diarios, emisoras, programas de televisión y empresas de telefonía, también ha tenido dentro de sus activos varios ministerios, la Vicepresidencia y ahora la propia Presidencia.
En su discurso de posesión Santos habló de leyes, de empleo, de paz, de relaciones de hermandad, prudencia, cautela, pobres y otros temas similares. Palabras raras. Casi subversivas. Por algunas de ellas muchos han muerto, han ido a la cárcel o al destierro.
Habla de paz. Y reclama que las guerrillas demuestren férrea voluntad de paz. Chávez también lo reclama. Cosa que la guerrilla debería hacer. Pero, ¿y cuáles son las pruebas fehacientes de paz que debería mostrar el actor institucional del conflicto? Quien, al fin y al cabo, fue quien empezó los pistoletazos hace ya más de medio siglo.
El Movimiento Colombianos y Colombianas Por La Paz anunció que presentará a Unasur una propuesta de paz. El nuevo gobierno ha dicho que «no autoriza presentaciones inconsultas de propuestas de paz». Y acaso, ¿desde cuándo para hablar de paz hay que tener autorización presidencial? Una cosa es presentar propuestas y otra negociar. Pero bueno, por lo menos hay que reconocer que no se sindicó esta vez de voceros del terrorismo a los que hablan de propuestas de diálogo y de paz.
Santos sabe que para afianzar el modelo económico neoliberal necesita tener paz, buenas relaciones internacionales y negocios en las fronteras. Y desactivar los conflictos inter institucionales. Es decir, empujar la misma política que defendía Uribe, y él con Uribe, pero sin andar como Uribe como un pistolero enmarihuanado y enloquecido.
Con Santos retoma el poder la tradicional y rancia oligarquía bogotana, que ha tenido que soportar en los últimos 30 años en sus fiestas, sillas parlamentarias, ministeriales y presidenciables a narcotraficantes como Pablo Escobar, a terratenientes narcos y pistolocos como Carlos Castaño y a hombres como Uribe, representante más elevado de esa nueva clase social, política y económica. Los narco dólares los sacaron de la quiebra y los crímenes les permitieron retomar el control de un país que en los ochenta andaba pleno de agitación social y guerrillas en crecimiento que presagiaban tormentosas revoluciones.
Así que nos alegra fuertemente la reanudación de relaciones colombo-venezolanas. Saludamos que se diga por el gobierno Santos que va a respetar los fallos del poder judicial. Nos parece interesante que se reúna con el Polo para hablar del estatuto de la oposición y con los verdes sobre el tema de la corrupción.
Pero no se nos olvida quién es Juan Manuel Santos y qué poderosos intereses económicos representa y ha defendido a capa y espada desde hace varias décadas. Tampoco se nos olvida que cuando Colombia era considerada «la Suíza latinoamericana» y la democracia más estable de la región aquí- y muy en silencio – ya se torturaba, desaparecía, desplazaba, asesinaba y se hacían falsos positivos.
Pero después de la «Urrible noche» no le cae mal al alma un poco de ilusión y de esperanza.
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