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A propósito de la presentación del primer libro de Benedicto XVI, "Jesús de Nazaret"

Un lamentable error

Fuentes: Der Spiegel

Introducción del artículo y tradución de Mikel Arizaleta

El Jesús de Nazaret de Ratzinger

«El Vaticano ha presentado hoy Jesús de Nazaret, el primer libro de Benedicto XVI, en el que se muestra a un Jesús «real, el histórico», en contraposición con ese personaje revolucionario, al menos reformista, que encontró el amor carnal en María Magdalena del que hablan algunos. La obra de Joseph Ratzinger también contiene veladas críticas al marxismo, del que dice que «creyó poder transformar las piedras en pan, aunque ha dado piedras en lugar de pan».

El teólogo católico-romano, Rafael Aguirre, comentaba el libro con postura sumisa pero con flaco contenido, como saliendo del paso y sin perder de vista al obispo. Decía: «el estudio del pasado es históricamente inacabable y el misterio de Dios inefable. Y hay una cuestión no menor: creo que la expectación causada por el libro no se debe sólo, ni en primer lugar, a quien es su autor, sino al tema que aborda. Jesús de Nazaret interesa y, además, tiene buena prensa. No se puede decir lo mismo de la Iglesia en Europa y, especialmente, en España. Es encomiable que Ratzinger presente una visión de Jesús desde la fe de la Iglesia. El gran reto es que esa Iglesia se deje cuestionar por el Jesús al que mira y no sofoque su fuerza de innovación y libertad.

Quien se ha empleado a fondo y ha analizado con detalle, conocimiento y sinceridad ha sido el famoso profesor, exegeta y teólogo alemán Gerd Lüdemann, que en un grueso tomo examinó todas las palabras atribuidas a Jesús, separando las auténticas de las falsasi.

Y a la vista del libro y posibles artículos, que aparezcan, me ha parecido iluminador para el lector avispado las series de artículos aparecidos en la revista Der Spiegel, redactados por este gran profesor.

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Un lamentable error

Gerd Lüdemann

¿Quién fue Jesús de Nazaret? Benedicto XV afirma en su libro «Jesús de Nazaret» que Jesús fue el hijo de Dios. Lamentable error

Los futuros curas de las confesiones católico-romas o evangélicas estudian en la Universidad una introducción a la crítica histórica de la Biblia. Aprenden las dos lenguas, hebreo y griego, en las que están redactados los textos originales. En los seminarios y estudios, dedicados a los libros bíblicos, los estudiantes observan que la historia de Israel, narrada en el Viejo Testamento, no se debe confundir con el desarrollo histórico y que, asimismo, en el Nuevo Testamento no se expone con fidelidad la primigenia historia de la Iglesia.

Además forman parte de esos conocimientos básicos el que se sabe muy poco cierto de los personajes de la Biblia, con la única excepción del apóstol Pablo, del que se conservan 7 cartas auténticas.

De todos modos él no viene al caso como testigo histórico, porque apenas dice nada sobre lo que dijo o hizo el Jesús histórico. El escepticismo ha crecido en torno a los relatos de la sagrada escritura a medida que se la ha ido conociendo y analizando en profundidad y detalle. Hoy existe en este campo un gran consenso. El escepticismo se fundamenta también en que los cuatro Evangelios son desconocidos y no pertenecen a la primera generación de los cristianos primigenios. «Marcos» escribió el Evangelio más antiguo. El autor del Evangelio de Lucas distingue entre numerosos Evangelios y relatos orales de testigos oculares de la primera generación, y remarca que él quiere mejorar y corregir otros evangelios con su obra. Comparando su obra con el Evangelio de Marcos se puede seguir con precisión su plan.

Pero también «Mateo» elaboró y transformó el Evangelio de Marcos independientemente de «Lucas». En general el Evangelio de Juan se considera posterior a los demás y sus relatos los ha ampliado legendariamente, como se puede demostrar en muchos pasajes. Por tanto en principio se exige gran cautela a la hora de utilizar este Evangelio en la fundamentación del Jesús histórico.

Benedicto XVI, en su nuevo libro sobre Jesús de Nazaret, hace grandes elogios del método histórico y resalta la importancia de su uso. Puesto que la fe bíblica y cristiana, básicamente, se refiere a un hecho real, singular e histórico, que se distingue estrictamente de la intemporalidad del mito. Pero la loa y el aplauso terminan pronto y se convierte en advertencia seria sobre los límites que debe respetar el método histórico al aplicarse a los escritos bíblicos.

En otras palabras, las leyes válidas en el trabajo histórico-crítico tendrían un valor limitado en la exégesis histórico-crítica de la Biblia, tanto más cuanto que el texto bíblico, según doctrina eclesial, está inspirado por dios. Sólo la decisión de fe descubre la concordancia y armonización profunda de las imágenes, representaciones y figuras neotestamentarias de Jesús, y cuyas grandes diferencias ha puesto en evidencia ya la crítica histórica. Esta decisión previa se fundamentaría en una razón histórica y no le restaría originalidad a cada uno de los documentos bíblicos. ¡No deja de ser una afirmación sorprendente!

Benedicto ignora los conocimientos exegéticos básicos

El libro, Jesús de Nazaret, del papa supone un Jesús con el padre, en comunidad con el hijo de Dios, expresado así a menudo en el Evangelio de Juan. Esta comunidad constituiría el centro de la personalidad de Jesús. La utilización no crítica de este Evangelio, al que también Benedicto ve como el último, el más reciente, está en correlación con el gran crédito que le ofrecen todos los Evangelios del Nuevo Testamento, correlación que él -de modo diferente a la moderna exégesis bíblica- entiende como complementaria. Por tanto no sorprende que Benedicto quiera presentar al Jesús de los Evangelios como el verdadero Jesús, como el «Jesús histórico» en el verdadero sentido.

Y lo fundamenta del modo siguiente: Una figura, desde estos supuestos, sería más lógica y desde la perspectiva histórica más entendible que las reconstrucciones de investigaciones históricas de las últimas décadas. Por eso el Jesús de los Evangelios sería una figura acorde y con pleno sentido histórico. Además sólo se explicaría bajo el supuesto de los siguientes hechos históricos extraordinarios: a) la crucifixión de Jesús, b) la acción de Jesús y la afirmación rápidamente deducible de su equiparación divina.


Se cierra el paso a la razón histórica

Benedicto rechaza la tesis defendida en la exégesis consolidada, el que las comunidades primigenias del cristianismo intervinieron creativamente en la formación de la doctrina cristiana más antigua de Cristo, y Benedicto considera también como «históricamente más lógico que lo grande esté al inicio», tanto más si pretende entender la figura de Jesús sólo desde el misterio de dios. Y también quedaría claro que el método histórico no puede descubrir que Jesús como hombre fuera dios. Más bien los representantes del método histórico tendrían que aprender a leer los textos bíblicos con apertura y disponibilidad interna para las cosas superiores. De ahí el abriros, y Jesús será visiblemente una figura creíble.

El papa presenta su libro como expresión de su búsqueda personal, no sería un acto magisterial, pero su contenido se muestra como una exposición desnuda de la fe católico-romana envuelta en ropaje histórico, en el que se presupone la inspiración de los escritos, la divinidad de Jesús y la infalibilidad y carencia de error de los escritos

Da la impresión que, de nuevo, se ha echado el cerrojo a una disputa constructiva entre el dogma católico-romano y la razón histórica. No obstante queda abierta una rendija entre ambos campos, la de los argumentos puramente históricos, siempre abiertos al control científico.

El intento papal se muestra como camino equivocado

En un análisis de la tentativa papal se ve a ésta, a la luz de algunas muestras, como camino erróneo:

Primero: A la vista de los datos y de las circunstancias de la redacción de los cuatro Evangelios no se puede conceder a la figura, que presenta, valor histórico, y mucho menos al último, al de Juan, inducido en muchos pasajes. Además no tiene sentido negar en los Evangelios neotestamentarios la existencia de palabras inauténticas (no pertenecientes a) de Jesús, aun cuando lo exija la doctrina de la inspiración.

Segundo: Cristianos primigenios, cuyos nombres no conocemos al igual que los de los cuatro evangelistas, crearon y elaboraron parte extensas de los Evangelios. Justamente su actividad creadora, unida la convicción interna -y no un acontecimiento importante al inició- ayuda a entender la rápida propagación del cristianismo primigenio y permite una explicación de las diversas tensiones y contradicciones existentes en el contenido de los textos evangélicos.

Tercero: La investigación científica de Jesús ha llegado a la conclusión de que entre el material de Jesús transmitido antes que nada son verdaderas las parábolas. Las comparaciones se ponen y utilizan para que se entiendan de inmediato, no para que no se entienda, «para que por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan«, como se dice en Marcos cap. 4,12. Ignorando esto Benedicto ve detrás erróneamente revelarse, traslucirse el misterio de la cruz y de la divinidad de Jesús, que ha llevado a la protesta contra Jesús. La indicación, apuntada en este contexto, sobre el profundísimo significado de las parábolas de Jesús es un profundo embuste, porque ignora que las parábolas apuntan y están destinadas para una rápida inteligencia, sensatez y comprensibilidad del tema, y una interpretación alegórica, ya superada, de las comparaciones de nuevo tiene entrada en palacio en este libro de Ratzinger.

Cuatro: Jesús no se tuvo por Dios, no se consideró Dios. Cuando alguien se dirige a él y le pregunta cómo se puede conseguir la vida eterna, Jesús comienza su respuesta con la frase: «Nadie es bueno sino sólo dios» (Mc. 10, 18). Frases como ésta, que no pueden ser torcidas y forzadas por la exégesis teológica, el papa no saca a colación porque contradicen abiertamente su tesis básica.


Una suma de meditaciones religiosas

En conjunto la obra papal, Jesús de Nazaret, no es, en contra de la reivindicación de su autor, un libro histórico sino una colección de meditaciones religiosas sobre la figura de Jesús, complementada con excursos en la ciencia neotestamentaria. Algunas de sus meditaciones pecan de infantiles: «Lo que comenzó ardiendo en el zarzal, en el desierto del Sinaí, se llevó a cabo en el arbusto señorial de la cruz»; o «quien mira con ojo despierto en la historia, ese tal puede ver esta corriente, que desde el Gólgota, desde el Jesús crucificado y resucitado fluye a través de los tiempos. Puede ver cómo allí, donde llega esta agua la tierra queda purificada, cómo florecen árboles de ricas frutas, como fluye de esta fuente del amor vida, auténtica vida, que regala y se regala.

Si no fuera el papa el autor de este libro, los exegetas académicos lo hubieran dejado de lado, a lo más lo hubieran considerado una lamentable salida de tono y muy pronto yacerían apilados y llenos de polvo en las librerías eclesiales. Porque en el libro el supremo pontífice de la Iglesia católico-romana pone la razón a los pies del carro de la fe, por tanto hay que denunciar -también todos los católicos que impulsan y ejercen la exégesis histórico-crítica- el escándalo de tal proceder en nuestros días. Écrasez l´infâme!

i Gerd Lüdemann, Jesus nach 2000 Jahren. Wa ser wirklich sagte und tat, zu Klampen, 2000