El martes 12 de agosto de 2008, tuve el privilegio personal y académico de presentar en la Universidad de Concepción al historiador chileno radicado en Bélgica, Doctor en historia por la Universidad Libre de Bruselas y académico del Institut des Hautes Etudes des Communications Sociales (Bruselas), Jorge Magasich Airola, y su último trabajo intitulado «Los […]
El martes 12 de agosto de 2008, tuve el privilegio personal y académico de presentar en la Universidad de Concepción al historiador chileno radicado en Bélgica, Doctor en historia por la Universidad Libre de Bruselas y académico del Institut des Hautes Etudes des Communications Sociales (Bruselas), Jorge Magasich Airola, y su último trabajo intitulado «Los que dijeron No. Historia del movimiento de los marinos antigolpistas de 1973 » .
A manera de presentación del trabajo de Magasich Airola, ¿qué podemos decir y comentar?. Desde el punto de vista formal (más allá de la introducción y conclusiones) en sus más de 800 páginas distribuidas en VII capítulos y en dos volúmenes editados por Lom Ediciones, hay un profundo e interesantísimo trabajo de fuentes y bibliografía, como la revisión de los procesos judiciales, prensa de la época y las entrevistas (historia oral) a los protagonistas directos (uniformados y civiles) de los hechos.
Pero además de aquello, el trabajo de Jorge Magasich, nos lleva a analizar e introducirnos en la historia más reciente de nuestro país. En ese contexto, durante muchos años, gran parte de la población, y en forma especial las nuevas generaciones se fueron formando bajo el alero de lo que algunos denominaron «la historia y memoria oficial de Chile de los últimos años». Donde estos dos componentes, memoria e historia, convergían en un solo pensamiento, el de carácter oficial e institucional. Nos estamos refiriendo a lo que comenzó a (re) escribirse tras el Golpe de Estado de 1973.
La idea postgolpe de Estado fue buscar y elaborar un constructo histórico que tuviera como objetivo, demostrar a la ciudadanía y al mundo, las condiciones de anormalidad institucional en que nos encontrábamos, lo cual serviría entre otras cosas para dar un aura de legitimidad a la intervención de los militares. Así, podemos encontrar una serie de publicaciones, reportajes y noticias en la prensa de la época. Instituyéndose en la obra más gruesa que compiló todos los planes siniestros de la Unidad Popular el apócrifo «Libro Blanco del Cambio de Gobierno en Chile». Texto que vino a constituirse como señala María Angélica Illanes en, «un texto caótico sobre la Unidad Popular sirve de base o constituye la narración misma del mito del caos que se ha construido respecto de dicha experiencia política social. La Unidad Popular como «caos» ha sido una de las claves ideológicas que han buscado ahondar el trauma de sus memorias y al que los discursos políticos autoritarios acuden reiteradamente» (Illanes, 2000, p. 180).
El Libro Blanco es sin duda el mayor esfuerzo publicitario-propagandístico desarrollado desde las esferas del poder en los meses posteriores al golpe. A este se sumaron con el tiempo algunas «memorias» de los protagonistas de lo que ellos denominaron «la gesta del 11 de septiembre de 1973». (Véase, Pinochet, Merino, Carvajal, Huidobro, Huerta). Todas fuertemente marcadas por un halo de redención patriótica de las Fuerzas Armadas y del 11 de septiembre.
Lo que se concibió fue una campaña propagandista, que levantó una serie de mitos y leyendas en torno al gobierno de la Unidad Popular y a la figura de Salvador Allende. Así, nos encontramos por ejemplo con los más de 15 mil extranjeros, terroristas y guerrilleros en nuestro territorio, la creación de un Ejército o Fuerzas Armadas paralelas y la elaboración de un famoso y exterminador «Plan Z», con la idea de llevar a cabo un autogolpe al mejor estilo comunista.
Sin embargo, «los porfiados hechos» fueron desmintiendo y desmitificando aquellas verdades absolutas que se habían maniobrado intencionadamente desde las esferas del poder en torno a la Unidad Popular. Ya no eran los 15 mil terroristas o guerrilleros que había en el país y el siniestro «Plan Z» no pasaba más allá de la compilación de una serie de documentos, apoyados por la buena imaginación de algún o algunos prohombres del período.
Es precisamente en este contexto histórico que situamos el profuso trabajo del historiador Jorge Magasich, al prospectar uno de los puntos controversiales de aquellos años denominado en su época como la subversión, sublevación o infiltración en la marinería. Acontecimiento acaecido los meses de junio, julio y agosto de 1973 en los puertos de Valparaíso y Talcahuano y que afectó en su mayoría a personal vinculado a la Armada.
Aquella situación significó que a estos hombres, les cayera un manto de estigmatización oprobiosa, por una parte, por ser cómplices de la infiltración marxista en las filas de la institución, y por otra, por planificar una subversión al interior de la Armada; situación que se mantuvo por largos años en la memoria colectiva de un sector importante de la población, no así en la de los protagonistas directos de aquellos hechos.
Estos marinos, a pesar de sus duras experiencias (torturas, flagelaciones, exilio) han logrado conservar en sus memorias aquellos episodios y desde un tiempo a esta parte han logrado fragmentar «la sentencia histórica» que en algún momento quiso teñir su accionar. Afortunadamente, sus testimonios, sus recuerdos, hoy nos permiten aproximarnos con mayores elementos de juicio al contexto histórico que confluyó en aquel hecho, y analizar con una diversidad mayor de fuentes las acciones que se desarrollaron y las consecuencias e implicancias que esto significó para los diferentes actores involucrados en dicho acontecimiento.
A lo señalado anteriormente podemos agregar lo siguiente. Avanzado el año 1973 era evidente el descontento de un importante número de uniformados con el gobierno de la Unidad Popular. En aquel ambiente algunos hombres de la Armada como José Toribio Merino, Patricio Carvajal, Sergio Huidobro e Ismael Huerta estaban convencidos que la única salida a la grave crisis institucional, provocada por la actuación irresponsable de los partidos de la Unidad Popular era una intervención militar. El descontento en la Armada y en forma especial de la mayoría del alto mando institucional, encabezado por el Almirante Merino con el gobierno de la Unidad Popular se venía generado desde el momento mismo del triunfo de Salvador Allende. Sin embargo, no todo el personal de la institución compartía y se cuadraba tras la opinión lapidaria de Merino, Carvajal y otros almirantes. Con motivo de la elección del 4 de septiembre de 1970 se había producido una notoria diferencia de opiniones ante dicha elección. Por una parte se encontraba la oficialidad proclive al candidato derechista Jorge Alessandrí y por otro lado la suboficialidad de tendencia centro-izquierda simpatizante de la candidatura de Salvador Allende y de Radomiro Tomic. Así se pudo constatar que cuando el candidato Alessandrí se iba imponiendo en los cómputos, se apreció a todos los oficiales contemplando los resultados, pero cuando la votación comenzó a revertirse a favor de Salvador Allende los televisores empiezan a apagarse, y los rostros comienzan a cambiar, apareciendo un seño más fruncido, en una clara muestra de descontento y enfado. Mientras tanto algunos jóvenes marinos exclamaban ¡Viva el compañero Allende!. En otras palabras la coyuntura 1970 había exteriorizado un evidente conflicto de clases entre la oficialidad y el personal de tropa (Vol. I, p. 279).
Después de un buen primer año de gobierno, con índices económicos muy alentadores y con un respaldo ciudadano mayoritario obtenido en las elecciones municipales de abril de 1971; el año 1972 aparecen los problemas, situación que llegó a su punto más crítico con el paro de camioneros en octubre de ese año. Por aquellos agitados días, un grupo de civiles, opositores al régimen estableció contactos con el Almirante José Toribio Merino con el propósito de plantearle la posibilidad ante la grave crisis que se estaba viviendo de una intervención militar; a lo cual Merino respondió que no era factible, principalmente porque a esas alturas no se contaba con ningún plan y programa a realizar de producirse el derrocamiento del gobierno. Sin embargo, producto de este acercamiento va a surgir la idea de estructurar un plan económico que posteriormente sería conocido como el «Ladrillo»; base económica del gobierno de Pinochet.
Algunos de los hombres que tuvieron participación en aquella medida fueron el ex capital de navío Roberto Kelly, su amigo el sociólogo Emilio Sanfuentes Vergara, vinculado al mundo empresarial, gremialista y cercano a algunos marinos y los economistas Sergio de Castro, Pablo Barahona y Álvaro Bardón. Paralelamente a aquellos movimientos, el ex dirigente nacionalista Roberto Thieme y su movimiento el Frente Nacionalista Patria y Libertad, iniciaron toda «una campaña de sabotaje para cortar suministros de energía, viaductos, puentes, para paralizar el país y crear las condiciones objetivas de un golpe de Estado…yo mismo hablé con un comandante que era la mano derecha del Almirante Merino que nos pide éste trabajo y lo hacemos en conjunto»
El mismo Thieme, agrega que él como dirigente del Frente de Operaciones de Patria y Libertad estaba a cargo de producir el sabotaje en la electricidad, caminos y combustibles, cortando flujos de cargas o mercancías a través de atentados contra ferrocarriles o puentes. Por ejemplo post Tanquetazo «fue contactado por la Marina, por dos comandantes que trabajan con el almirante José Toribio Merino. En una reunión en Vitacura me dijeron…queremos informarle que a partir del 25 de julio se va a producir un nuevo paro del transporte. Nosotros vamos a apoyar ese paro y queremos que usted, con su gente, nos den un apoyo logístico para paralizar el país…empezamos con la noche de las mangueras largas, que significó la falta de abastecimiento de casi todas las bombas de servicio. Después continuamos con los oleoductos ¿Alguien puede creer que nosotros sabíamos por donde venían los tubos desde Concepción a Santiago? ¡No, pues! Los marinos nos decían: en Curico, en el kilómetro tanto pasa el tubo…en definitiva Patria y Libertad puso la mano de obra y ellos la ingeniería y la logística» (El Mercurio, 2 de septiembre de 2003, p. C 4). En consecuencia, «…todas estas acciones eran dirigidas y organizadas por oficiales superiores de la Armada de Chile que estaban complotando contra Allende».
Será -entonces- en la coyuntura noviembre de 1972, cuando las aguas al interior de la Armada comenzaron a agitarse de manera mas fuerte, tanto para aquello oficiales que exteriorizaban su rechazo a la Unidad Popular, como de aquel personal de tropa identificado con Allende, el gobierno y que ven ante si como se comienza a fraguar la intentona golpista (Vol. I, capítulo IV).
Así desde el año 1972 y en distintas unidades navales, la tropa percibe cómo la oficialidad prepara el golpe de Estado. Los marinos, en su mayoría allendista, responden organizando grupos antigolpistas en casi todas las unidades de la Armada. Resueltos a defender el gobierno de Allende y a resguardar la legalidad, esto grupos de marinos y operarios de Valparaíso y Talcahuano establecen contactos con los partidos de izquierda e informan de la conjura en marcha. A comienzos de 1973 organizan una reunión de coordinación para oponerse al golpe y, al mismo tiempo reflexionan sobre la democratización de la Marina. Esta reunión se efectúa en el restaurante «Los Pingüinos» y ahí surge el debate entre los «anticipacionistas» y los «reaccionistas». Al respecto Magasich Airola nos dice «El encuentro toma la forma de una cena de camaradería entre marinos, de un «patache». Van de civil y se organizan para llegar de uno a la vez. La fecha de la reunión no pudo ser establecida con precisión, pero se efectúa en los últimos días de febrero o los primeros de marzo de 1973.
Los recuerdos de los participantes son similares pero no idénticos. Es seguro que discuten sobre la cuestión esencial de cómo oponerse al golpe: reaccionando cuando se produzca o anticipándose para evitarlo. El debate se personifica entre Víctor López y Julio Gajardo por una parte, y Juan Cárdenas por la otra». Mas adelante agrega, «La reunión de los Pingüinos será la única reunión ampliada de marinos antigolpistas donde se juntan buena parte de los grupos, aunque no todos; faltan algunos grupos de las escuelas de especialidades y de Asmar. Los grupos no se dan una estructura ni organización, simplemente ahora tienen conciencia de formar parte de un movimiento» (Vol. I, pp. 402 a 405).
En julio de 1973, los marinos comprenden que serán forzados a participar en el golpe. ¿Qué hacer? Los grupos de la Escuadra esbozan un plan de ocupación preventiva de los buques para sustraerlos al golpe. Luego un grupo de ellos organizan las célebres reuniones con el jefe del MAPU Oscar Guillermo Carretón y con los jefes del PS Carlos Altamirano y del MIR Miguel Enríquez (Vol. II, pp. 83 a 108). Entre julio y agosto los servicios de inteligencia naval detectan estas acciones y comienza una ola de detenciones tanto en Valparaíso como en Talcahuano, al mismo tiempo la apertura del proceso contra los marinos y los dirigentes políticos. Pese a las denuncias de tortura abrumadoras, los partidos de derecha las descalifican como «presuntas», la Armada las niega y el gobierno de la Unidad Popular expresa su preocupación antes estos hechos.(Vol. II, capítulo VI)
Pero el movimiento de los marinos antigolpistas no se reduce sólo a aquello, a su accionar se agregan algunas demandas, por ejemplo: «La misma alimentación para todos (rancho único); Supresión del uniforme y de los saludos militares obligatorios fuera del trabajo; Absoluta libertad de lectura y regulación de los allanamientos a los cajones individuales; Participación de la tropa en la evaluación del personal; facilidades para proseguir estudios dentro o fuera de la marina; fin del maltrato y de los castigos absurdos; Derecho de asociación y de sindicalización; Derecho a voto, Fusión de la Escuela Naval y de la Escuela de Grumetes en una Escuela náutica, donde los mejores calificados accedan al mando (escalafón único) (Vol. II, p. 387).
Otro de los puntos significativos a los cuales el autor hace referencia es a la mentada «infiltración» de la izquierda en la marina; al respecto Magasich señala que «De las cuatro acepciones que la Real Academia da al termino «infiltrar», las dos que se aproximan a nuestro tema son: «Infundir en el animo, ideas, nociones, doctrinas» e «introducirse en un partido, corporación, medio social, etc.,con el propósito de espionaje, propaganda o sabotaje».
No se conoce ningún caso de alguien que haya ingresado a la Marina con tales objetivos. Los marinos antigolpistas se inscribieron en la Escuela de Grumetes, adolescentes, con la finalidad -menos espectacular- de adquirir una profesión y un empleo.
La idea fundamental de los marinos antigolpistas era que la Armada debía ceñirse a la Ley y hacerla respetar; una idea difícilmente asimilable a doctrinas foráneas inducidas por infiltrados. En un sentido estricto, fueron más bien los partidarios de «deponer» al gobierno los que debieron introducir en la Armada sus posturas golpistas» (Vol. II, p. 393).
Estos y otros episodios podemos encontrar en la obra de Jorge Magasich y tal como lo señala el autor en las primeras y últimas páginas del texto, su objetivo es «Hacer entrar el movimiento de los marinos antigolpistas en la Historia es el primer objetivo de este trabajo. Pese a ser un episodio fundamental del período, es poco conocido y no ha sido objeto de investigaciones de largo aliento, tal vez a causa de su posible impacto sobre la actualidad». (Vol. I, p. 17)
«Así la gesta de los que dijeron «No» en 1973, arriesgando todo, motivados por una sociedad más social y democrática y por la sumisión de los militares a la Constitución y la Ley, podrá ser una referencia mayor para organizar instituciones armadas ciudadanas, que aparten definitivamente toda deriva golpista». (Vol. II, p. 409)
– Danny Gonzalo Monsálvez Araneda es profesor de Historia y Geografía y Magíster en Historia por la Universidad de Concepción. Académico de Historia de Chile Contemporánea en el Departamento de Ciencias Históricas y Sociales, Universidad de Concepción.