Si defino este libro como original lo hago desde la misma lógica que lo inspira, que es la de recuperar el sentido propio de las palabras frente a su sistemática demolición. Porque como el mismo autor sostiene la sociedad contemporánea, que es aquella en la cual el capitalismo se manifiesta de la forma más pura, […]
Si defino este libro como original lo hago desde la misma lógica que lo inspira, que es la de recuperar el sentido propio de las palabras frente a su sistemática demolición. Porque como el mismo autor sostiene la sociedad contemporánea, que es aquella en la cual el capitalismo se manifiesta de la forma más pura, lo degrada todo banalizándolo. Si reivindico este libro como original no lo es en el aspecto trivial de algo curioso, extravagante, sino en su sentido primigenio, fuerte, de algo propio y singular. Porque es un libro donde se capta la capacidad expresiva de un autor a partir de su experiencia que es personal pero que quiere ser compartida. Hay aquí la diferencia del que es capaz de mostrarla a partir de un lenguaje común, que es precisamente lo contrario del que la busca a través de lo privado, a través del elitismo que desprecia a la gente para marcar una supuesta superioridad que no es otra cosa que racismo cultural.
Reconozco que siempre me ha atraído esta noción de bricolaje tal como la utiliza Lévi-Strauss, entendido como una mezcla de materiales recolectados de diferentes fuentes. Me gusta que un antropólogo reconocido, tan riguroso como libre ( y por ello discutible) sea capaz de cuestionar el cientifismo estrecho que de tan rígido acaba matando aquello que quiere estudiar, que es la vida humana. No he sido nunca tan arriesgado para utilizarla porque la traducción española es menos sugerente y quizás prefiero la de reciclaje, que alumbra bastante el sentido que pienso que Orihuela le quiere dar. En todo caso, bienvenido este desconcertante bricolaje donde se mezclan análisis rigurosos de la sociedad actual con noticias varias sobre pueblos, acontecimientos puntuales de nuestra historia y un muy interesante estudio de la propaganda de los partidos políticos en las primeras contiendas electorales españolas que se dieron en la Transición. Pero la impresión de dispersión queda compensada por la coherencia de un proyecto que, sin responder deliberadamente a un plan, se va construyendo en su mismo proceso de creación. Responde a una orientación muy clara : devolver el arte a la vida cotidiana, a la gente. Y recuperar igualmente la política, en su sentido más noble, y hacerlo para la vida, que es lo que finalmente importa. La buena vida para todos, alegre, creativa, popular.
Antonio Orihuela es muy radical en sus análisis y en sus propuestas y sabe evitar lo más peligroso en posiciones como la suya : la actitud del «alma bella» del que denuncia la sociedad en su totalidad pero sin implicarse e nada y beneficiándose de ella. Porque Antonio sabe, y esto se nota en su escritura, que él forma parte de esta sociedad que denuncia y que le desgarra, que se mueve en contradicciones y que lo que intenta es resistir pero hacerlo en positivo, aportando algo más que la denuncia. Se nota que no pontifica desde un cátedra o una despacho sino que está en el meollo batallando cotidianamente para encontrar los tesoros en medio de la mierda que nos envuelve.
Reconozco con cierta vergüenza que una persona como yo, que se las da de ilustrada y de crítica, desconocía la existencia de este luchador, escritor y poeta que tiene mucho que decirnos y ya lo va haciendo desde hace años. Hay que agradecer a la editorial oveja roja que nos dé la oportunidad de conocerlo, de disfrutarlo, y como siempre en una edición tan cuidada y bella por su sencillez. La misma existencia de estas editoriales, pequeñas y combativas, son una muestra de esta lucha cultural que el autor nos propone.
El libro ni es perfecto, ni es redondo ni creo que pretenda serlo. No refleja ni busca la armonía porque lo que hay son conflictos y no hay que esconderlos, hay que darles una salida fecunda, creativa. Es un viaje que nos invita a compartir, que yo he hecho con placer y que invito a los lectores a que también hagan para transformarlo finalmente en un material más para nuestro reciclaje personal
La única crítica precisa es que no rescate la palabra democracia del embrutecimiento a la que lo han sometidos nuestros poderes fácticos. Y creo que hay que recuperarla porque es la única palabra, creo, que puede mostrar esta lucha de los sectores populares por recuperar poder en el buen sentido de la palabra, de potencia o capacidad. Llamemos al sistema que nos envuelve oligarquía liberal, que es lo que mejor la refleja, y hagamos de la democracia la palabra que refleja esta lucha porque no tenemos otra.
El combate de Antonio Orihuela es por una vida mejor, más libre, más justa y más creativa, una lucha contra la banalidad, contra el narcisismo y contra el racismo cultural. Y para ello construye un discurso que sin ser fácil, porque requiere un esfuerzo de lectura, no es selectivo porque quiere y puede compartirlo con todo el que quiera escucharle sin prejuicios. Su palabra es una palabra llena, no es una palabra vacía, no un juego retórico y estético sino una experiencia ética y política que intenta conjugar el sentimiento, el pensamiento y la acción.
Bienvenido este libro porque brilla en el desierto de la letra estéril de lo ya dicho y repetido, de los discursos vacío de los que hablan ( y a veces bien) sin tener nada que decir.
Libro de las derrotas. Ensayo sobre el conflicto desde la teoría del bricolaje
Antonio Orihuela
Ed. La oveja roja (Torrejón de Ardoz, Madrid, 2008)
110 páginas