«Y si todos fuéramos capaces de unirnos… ¡Qué grande sería el futuro, y qué cercano!» Ernesto Ché Guevara Luego de conocido parte del informe elaborado por la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura, referido a los testimonios de algo menos de 28 000 personas, una de las primeras interrogantes que salta a la vista […]
«Y si todos fuéramos capaces de unirnos… ¡Qué grande sería el futuro, y qué cercano!» Ernesto Ché Guevara
Luego de conocido parte del informe elaborado por la Comisión Nacional sobre Prisión Política y Tortura, referido a los testimonios de algo menos de 28 000 personas, una de las primeras interrogantes que salta a la vista es que son muchos más los casos de dolor humano que siguen permaneciendo en la sombra después de 31 años y pretenden hoy ser sepultados para siempre en el olvido. El rescate de la memoria integral de la afrenta infligida a nuestro pueblo continúa pendiente y requiere todavía ser reconstruída. Pero, ¿Quiénes se encargarán de hacer ésta reconstrucción verdadera?… ¿Quiénes podrán recuperar del olvido, depurando de la cobardía y la mentira un trozo de nuestra historia para dignificarla y reencontrar así la identidad?…
Ahora, ha quedado más claro para muchos, que el gobierno no está interesado en avanzar en esta obra de dignificación histórica. Al contrario, el propósito de cada gobierno de la concertación ha sido, es y seguirá siendo cerrar definitivamente este capítulo echando un manto de bruma irreverente sobre nuestro pasado, ofreciéndonos trozos parciales, verdades a medias astutamente puestas en escena para desmovilizar a muchos, entregándonos migajas. Nos ofrece alienarnos de lo que es nuestra realidad como pueblo, para así continuar por sobre todas las cosas aplicando el mismo modelo de sociedad que fuese levantado hace 31 años sobre la sangre y el dolor: nos necesita inermes, como garantes de su paz. ¿Continuaremos todavía esperando del gobierno que nos dé la Verdad y la Justicia necesarias, fundamentales e indisolubles reparaciones posibles?
Podría parecer no obstante para algunos que en algo se ha avanzado: que merced al informe estamos algunos pasos más cerca de la Verdad y de la Justicia; que unos cuantos de los culpables están siendo procesados, se encuentran ya en la cárcel o se han arrepentido… Pero la enorme mayoría de quienes aguardaban con algún dejo de esperanza la entrega del informe de la CNPPT han quedado golpeados y humillados por la forma y el fondo de lo que se está ofreciendo. Por una parte, los testimonios incluídos en el informe son sólo una fracción de las montañas de información que al respecto ya poseían todos los diversos organismos nacionales e internacionales que se han ocupado de los derechos humanos en las últimas tres décadas. Según consta en estas organizaciones, todas ellas de reconocido prestigio y probidad, son mucho más de 100 000 las personas que fueran torturadas en los diecisiete años de dictadura. La mayor parte de los casos permanecen entonces aún archivados sin haber sido «testimoniados ni reconocidos» frente a la comisión, bien porque sus protagonistas directos optaron conscientemente por no acudir a prestar declaración bajo las condicionantes político/éticas antes señaladas u otros muchos porque sencillamente nunca fueron informados de que podrían ser incorporados en algún informe. Otros miles de personas fueron dejadas fuera del mismo por decisión expresa de la comisión, arbitrariamente y en un juicio de valor inaceptable s obre la tortura. Por otro lado, el presidente hizo pública la entrega del esperado informe a nombre de todos los chilenos, no habiendo tenido siquiera en ese momento, la honestidad de convocar a su lado a quienes en estos largos años han luchado incansablemente por el reconocimiento histórico y la justicia frente a lo que sucedió. El presidente olvidó que él NO es representante de los protagonistas de este capítulo de nuestra historia, NI puede tomar el nombre del pueblo que lo escribiera con su sangre y su dolor.
Un gobierno honestamente implicado en la búsqueda de Verdad y Justicia hubiera decretado sin tanta pose y demora, en base a los cuantiosos antecedentes recopilados en más de tres décadas y con la demanda popular que así se lo exigía, el reconocimiento y la reparación que el Estado chileno adeuda a todo su pueblo, no sólo a los torturados: – Investigando en cada rincón del país, buscando la verdad de lo sucedido e incorporando todos los casos que hubiesen permanecido ignorados; – Exiguiendo a las FFAA, sin tantos miramientos ni contemplaciones, la confesión ineludible de sus crímenes y la entrega de todos los antecedentes sobre la política institucional de desapariciones: el pueblo debe saber qué pasó y donde están todos sus Desaparecidos. Procediendo asimismo a ordenar un juicio por crímenes contra la humanidad a los responsables directos y a sus ideólogos, como lección y garantía de un «nunca más». Refundando de raíz una institución nacional que hasta hoy sólo ha sido instrumento para atacar a su pueblo y defender los intereses foráneos y los de la clase dominante nacional; – Otorgando sin remilgos insultantes, una reparación digna e integral, sin excepciones basadas en juicios de valor ilegítimos, a todas y cada una de las personas que hubiesen sido torturadas en los años de dictadura; reconociendo su lucha consecuente contra la dictadura, para superar los estigmas con los que hasta hoy han sido señaladas, de modo que esta actitud digna y heroica quedase cimentada para siempre en todos los espacios de la sociedad chilena; – Sancionando ejemplarmente y desterrando la tortura de la ideología y la práctica de las fuerzas de seguridad actuales… no precisamente con traslados o promociones; – Liberando incondicionalmente a todos los Prisioneros Políticos, chilenos y mapuche y no utilizándolos como rehenes para las negociaciones efectuadas en la sombra, con los verdaderos e impunes responsables del drama chileno; – Promulgando una nueva Constitución apoyándose en el pueblo y reestructurando las instituciones del estado; depurándolas asimismo de los múltiples elementos que desde la dictadura han permanecido enquistados en ellas; – En cada uno de sus pasos habría incluído a las organizaciones populares, como gesto inequívoco de reconocimiento a su papel fundamental en la lucha por la Verdad y la Justicia, en fin no habría dejado espacio para la permanencia de ningún elemento objetivo o subjetivo del pasado oprobioso en el espacio social… Nada más lejos de la realidad actual.
Más claro queda hoy día entonces, que lo que en realidad se pretende con los miles de testimonios recopilados en el informe, es sólo utilizarlos «como un aval» para el proyecto político/ético de Punto Final, engañando así a quienes concurrieran voluntariamente a declarar sus dolorosas vivencias frente a la comisión y engañando también a los miembros de ella que participaron honestamente en este intento de búsqueda de la verdad. También está hoy más claro que este propósito ha sido ideado, una vez más, por las eminencias de la concertación en acuerdo con las FFAA y la derecha culpables y bendecido desde el trono imperial por los verdaderos ideólogos del proyecto neodemocrático nacional en curso: los mismos que hace 31 años propusieran el derrocamiento a sangre y fuego de la «vía chilena al socialismo» y que posteriormente impulsaran el reemplazo de la dictadura para hacer creer a nuestro pueblo que «la alegría ya viene»… sólo para continuar aplicando el mismo modelo impuesto , incorporándole de manera solapada diferentes elementos que conforman la Neodoctrina de Seguridad Nacional. La concertación está ideada de este modo para gobernar mil años en Chile y todas las acciones por ella realizadas están tendientes a lograr ese objetivo. El amo imperial necesita para el continente latinoamericano contar con el ejemplo de una concertación «exitosa en desconflagrar» con su accionar, los enormes problemas sociales en nuestro país; dócil a sus propuestas hacia la región para continuar erigiéndola como modelo ante los pueblos que en América Latina, comienzan a levantarse paulatinamente después de años de reflujo y opresión. Les resulta vital para las pretensiones de imponer su «fin de la historia» en Chile y los demás países de la región, mantenerse en las sombras como los verdaderos ideólogos; se trata de que nuestro pueblo se conforme y olvide, que se aliene de su historia, de su realidad. Nada ha sido entonces casual. Por eso los signos de «arrepentimiento» de algunos personeros militares, que en su momento fueran partícipes directos de la represión, han sido realizados mostrando los dientes como por si acaso… Vergonzosa e indigna también ha sido la actitud de la derecha, quienes adoptando la «solemnidad» de clase dominante, han declarado ignorar absolutamente lo que sucedía en el Chile que estaban repartiéndose y ordenando masacrar. Para quien les ha visto y oído… fueron y son sólo unos cobardes. Pero quienes siguen mostrándonos los dientes o negando responsabilidades y asimismo quienes intentan utilizar, confundir o engañar al pueblo, no lo podrán hacer eternamente. La cobardía no es un buen escudo ante la dignidad de los que continuarán buscando la Verdad y la Justicia, es decir un Chile diferente.
Lo que no será entregado ni reconocido voluntariamente por los que detentan el poder debe ser recuperado por el pueblo chileno. En la hora presente se requiere de un enorme esfuerzo de unidad popular, que abrace en un sólo núcleo de pensamiento y acción a todos los que no estén dispuestos a conformarse con la oferta de Punto Final. Para nuestro pueblo, el reclamo por una reparación integral no se limita sólo a la verdad y la justicia respecto a los crímenes perpetrados, sino que se proyecta y enlaza con la continuidad del proyecto de transformación social interrumpido y pendiente desde el 11 de Septiembre de 1973: NO hay fin de la historia NI habrá Punto Final. Nuestros son los muertos y los desaparecidos, nuestras las cicatrices; nuestras las calles, escuelas, plazas, campos y montañas que resistieron y rebelaron contra el odio y la opresión. Nuestra debe ser la responsabilidad de rescatar la Verdad y la Justicia, fundamentos de los valores de humanidad del Chile que necesitamos levantar. Los mismos que llenaron hace unas semanas las calles para protestar contra la visita del emperador planetario, pueden y deben asumir un sitio protagónico en esta batalla por la dignidad:
– Cada espacio de nuestro país debe ser recorrido buscando recuperar la memoria de los dolores que en ellos se hayan cometido: casa por casa, persona por persona, con amor revolucionario debe reconstruírse la Verdad. Los testimonios ya entregados y los existentes en los archivos de los organismos de derechos humanos deben ser puestos a disposición de todos: no sólo para la «catarsis» de quienes hubieran vivenciado esas experiencias, sino sobretodo para que nuestro pueblo las asuma como propias y ese reconocimiento pueda devenir camino de lucha y transformación social; – Cada lugar que guarde el recuerdo de la ignominia cometida debe ser rebautizado: las escuelas, las plazas, las calles deben llamarse desde ahora con los nombres de aquellas y aquellos que dieron su vida por un futuro mejor; los que hubieran sobrevivido deben narrar su testimonio en medio de nuestro pueblo, como apóstoles de la Verdad, para rellenar con su mensaje el vacío de memoria histórica que se pretende consolidar; un nuevo calendario de efemérides nacionales debe implementarse a contrapelo del existente dentro del sistema actual; – Deben rescatarse ineludiblemente los sitios en donde nuestras compañeras y compañeros fueran martirizados, para que entre sus muros liberados, nuestros hijos puedan conocer los sueños por un mundo mejor que inspiraban a quienes allí defendieron la dignidad humana frente a la cobardía: deben ser Casas de la Memoria y Escuelas para Hombres Nuevos; – «Colonia Dignidad» no puede seguir siendo un refugio protegido ni impune para los criminales; – Debe revitalizarse cada juicio iniciado o pendiente a los que cometieron crímenes contra el pueblo…
Cada acción que se desarrolle en estas direcciones u otras similares brindará a sus promotores la experiencia y la responsabilidad, hermosas y dignas de tomar en sus propias manos el rescate de la Verdad mancillada durante 31 años; nuestro pueblo recuperará con ellas la confianza necesaria para plantearse verdaderamente que otro Chile es posible y necesario. Un proyecto unitario, profundamente enraizado en la historia y en el pueblo podrá reconstruírse a partir de estos pasos: el camino hacia la Justicia recomenzará así.
Ningún crimen quedará impune, ningún dolor, ninguna lágrima serán olvidados. Nuestro pueblo hará Justicia y sólo entonces habrá Paz.
Otro Chile es Posible y Necesario