Gracias a invitaciones, accedo a dos celebraciones de We oño (o Wiñol ) txüpan antug en territorio mapuche-lafkenche: el comienzo del nuevo ciclo. Las citas son en Mehuín y Queule, dos zonas vecinas y poseedoras de historia similar. Casi pertenecen al mismo lof , esa forma de parcelación territorial mapuche que, evidentemente, no guarda relación […]
Gracias a invitaciones, accedo a dos celebraciones de We oño (o Wiñol ) txüpan antug en territorio mapuche-lafkenche: el comienzo del nuevo ciclo. Las citas son en Mehuín y Queule, dos zonas vecinas y poseedoras de historia similar. Casi pertenecen al mismo lof , esa forma de parcelación territorial mapuche que, evidentemente, no guarda relación con la actual división comunal (ambas localidades pertenecen a San José de la Mariquina y Toltén, respectivamente) ni con la división regional chilena pues -aunque suene raro, de estas dos zonas fronteriza Queule está en la costa de la Novena Región y Mehuín… en la Décimocuarta Región: La Araucanía y Los Ríos.
Villa Nahuel es una comunidad ubicada a un costado de la carretera que une las áreas urbanas de San José de la Mariquina y Mehuín. El lugar tiene rasgos bien marcados. Uno es el espeso follaje de los bosques nativos que sobreviven en sus dominios. El apellido predominante es Nahuelpán, nombre de uno de los «antiguos » . Una laguna puede apreciarse a la entrada, vestigio de las mutaciones del lugar tras el terremoto de 1960. Antes del cataclismo, allí había una vega donde se cultivaban papas y otras verduras. Hoy, es un ojo que se llena de agua cuando sube la marea, que entra por el río Lingue desde la bahía de Maiquillahue.
La comunidad Nahuelpán comenzó a celebrar el Wiñol txüpan antug hace seis años, como una manifestación más de su lucha contra el ducto que Celulosa Arauco (Celco) pretendía instalar en el territorio, cuenta Teresa Nahuelpán, una de las comuneras. El conflicto, como la gente lo denomina simplemente, es una herida que aún supura en Mehuín, pues la empresa invirtió ingentes cantidades para comprar conciencias. Una de estas fue la del sindicato de pescadores artesanales de la caleta local. Otros lafkenches también fueron engatusados. En Mehuín, los apelativos de «a favor» (vendido) y «contra el ducto» dividieron a la localidad. Villa Nahuel en particular se transformó en uno de los corazones del Comité de Defensa del Mar, organización que también convocó a otras comunidades aledañas y a algunos chilenos. El conflicto aún no posee desenlace. Se mantiene la amenaza del ducto, que arrojaría los residuos industriales de la planta de celulosa de San José de la Mariquina a las aguas de Maiquillahue. Los Nahuelpán lo saben.
EL WE XIPANTU
En Villa Nahuel, al We oño txüpan antug le siguen llamando We xipantu . Es un encuentro entre los miembros de la comunidad que suma a algunos invitados. Se realiza en la ruca comunitaria la tarde del viernes 19 de junio, horas antes que juegue la selección chilena. Temprano se han comenzado a juntar algunas mujeres y hombres mayores. Cada uno arriba con sopaipillas, queso hecho en casa, pan amasado, mermelada y abundantes dosis de mate. Hay un fogón en el centro de la ruca para calentarse y hacer hervir las teteras. También hay braseros bajo las mesas pues está lloviendo tupido y hace frío. De fondo, las hermanas Nahuelpán ponen algunos videos sobre la comunidad. En las mesas ya campean las conversaciones. Lentamente, mojados, colgando las parkas y los chaquetones, van llegando más comuneros, algunos niños y adolescentes. » El We xipantu es distinto, probablemente, al que realizaban los antiguos», señala Javier Nahuelpán, presidente de la comunidad, «pues este se realiza en la tarde y no de noche, esperando el alba. Lo que se quiere es recomponer, volver a reunirse, autoeducarse».
Escucho, por ejemplo, que un grupo de familias del lof , pues Villa Nahuel es sólo una porción de un lof mayor en extensión territorial que iba desde Cheuque por el norte (casi al llegar a Queule) al río Lingue, por el sur, se va a reunir el sábado para realizar la celebración como lo hacían los antiguos. Es decir, esperando el amanecer, conversando temas profundos para comenzar el nuevo ciclo. El We oño txüpan antug siempre fue una de las instancias para la transmisión de contenidos.
Como un suspiro pasan las horas. En un momento de la tarde, los presentes se levantan de las mesas y colectivamente comienzan la preparación de la comida principal: papas cocidas y un pullmay con choros zapato extraídos de la barra de Mehuín; a este plato le acompañará ají, sopaipillas y milkaos . Alguien sirve muday de arvejas. Las pláticas se multiplican.
EL «GRAN SUEÑO» MAPUCHE
Alguien cuenta la historia del nguillatuve de Maiquillahue, cruzando el río Lingue, donde la gente de Villa Nahuel y otras comunidades va a realizar el nguillatún cada primavera. Cuentan cómo los antiguos de allí decidieron, en tiempos remotos, localizar el sitio ceremonial en una meseta -una pampa – alejada del mar y no en otra, de similar morfología, localizada cerca de la orilla; eso mucho antes que viniera el maremoto de 1960. Seguramente por llevar tanto tiempo allí, quizás miles de años, conocían de similares desastres. Además, cuentan que decidieron la localización del nguillatuve por un pewma , es decir, mediante un sueño. ¿El sueño, como un mecanismo profundo, tendrá la posibilidad de sobrepasar la vida de un individuo o una generación, y expandirse como portador de conocimiento hacia generaciones posteriores? ¿Será que esos recuerdos, de arcaicos, quedan inscritos en nuestro inconsciente? Le cuento todo esto a Lucy Oporto, autora de Una arqueología del alma. Ciencia, metafísica y religión en Carl Gustav Jung , editado por la Universidad de Santiago en 2012. Me contesta desde Valparaíso: «Para Jung, los sueños son la más importante conexión con el inconsciente, personal y colectivo, que aún permanece en el mundo moderno, considerando la devaluación y extinción de los símbolos que tuvo lugar, entre otras razones, debido al auge del positivismo en el mundo occidental (…) Hay distintas clases de sueños. Los que tienen aquí la machi y los viejos, corresponden a lo que él llama ‘gran sueño’. Es decir, sueños que comprometen a la comunidad. El nguillatún supone un espacio sagrado, especial. Es el lugar donde el cielo y la tierra se unen. El tiempo y el espacio son diferentes. Desde Jung, el simbolismo de la meseta sobre las aguas se puede asimilar con la relación de la conciencia con el inconsciente. Las aguas simbolizan el inconsciente. El diluvio, el peligro de disolución de la conciencia en las aguas del inconsciente. La meseta vendría a ser aquí la conciencia. De ahí la importancia que esta imagen tiene en el alma de los viejos. Lo que se busca preservar aquí es la defensa de la conciencia ante la posibilidad de que sea avasallada o absorbida por el inconsciente, simbolizado por el diluvio».
Hay más historias en este fogón. Por ejemplo: La división que plantó Celco entre quienes acudían al nguillatún , que provocó que varios se alejaran. El modo en que los viejos conocían del clima por las fases de la luna y cuándo es bueno plantar, realizar un trabajo o hacer un viaje. Cómo sabían de la llegada de alguien por las aves. Que esto es We xipantu y no San Juan. Que eso es awigkarse .
CELEBRANDO EN LAS
ESCUELAS RURALES
El miércoles 24 es el turno de varias celebraciones del We oño txüpan antug en escuelas rurales de la localidad de Queule.
Acompañamos a Pedro Ñanco, educador (o asesor) intercultural en los establecimientos donde realiza su clase de mapudungún. Un acto tiene lugar en la pequeña escuela Antu Lafquén, localizada en la isla de Treke, también llamada Los Pinos, cruzando el río Queule, en medio de varias comunidades mapuche-lafkenche. En su patio se reúnen, esta mañana, todos los establecimientos unidocentes de la comuna de Toltén. Esto significa unos 40 niñas y niños, con sus profesores, además de varios apoderados y un puñado de educadores interculturales. También llegan algunas autoridades mapuche de este territorio, así como funcionarios municipales y representantes de los organismos de la localidad, como los bomberos y la alcaldía de mar.
Aquí el Wiñol txüpan antug es un acto escolar. Frente a un improvisado rewe , aclara Pedro Ñanco ante la concurrencia: «El cambio de ciclo ya fue el 21 de junio; vivimos el nuevo ciclo hace una semana. Este es un momento para reflexionar; las plantas nos dan una respuesta». Y profundiza: «Esto no es el año nuevo mapuche; esto no es traducir un evento chileno a uno mapuche». Ñanco lleva una década realizando su pedagogía en esta escuela donde, también, alguna vez estudió como originario de Treke. El ha definido su clase como txageltü , es decir, el traspaso a los niños de una porción del mapukümen , del conocimiento mapuche. Acá lo vital es conocer la lengua, el territorio y su historia. El tugun de las comunidades Trekan y Huaiquín, presentes aquí, al sur de la península Nigue. En palabras winkas , Ñanco prefiere definir su trabajo como pedagogía bilingüe, no intercultural. «Antes de hablar de Temuco, voy a hablar de Queule; qué significa Queule; porqué le pusieron este nombre. El tugun de Keuli o Treke… Que es más bien xekel , que se dejó de emplear en 1948. Luego la gente se empezó a ‘awinkar’ y dejó de usar esa palabra más mapuche. Cambiaron la pronunciación. Ahora dicen Trekán», y remata: «Un profesor puede hablar bien mapudungún, pero ¿tiene tugun ? ¿Sabe qué significa Toltén? ¿Sabe qué significa su entorno?».
Su locución en este acto escolar la realiza en mapudungún y castellano. «Dependiendo la ubicación, los mapuches tenemos un modo diferente de celebrar el We oño txüpan antug . En la zona lafkenche hay actividades específicas como el katapilun , que es la primera postura de aros para las niñas que cumplen 12 a 14 años y entran a una nueva fase de sus vidas», cuenta. Sus aros son pequeños y son las abuelas ( laku ) las que los ponen. Además, en la oportunidad, una mujer anciana sabia ( kushe ) les entrega consejos. «Para los niños, es el lakutun , momento del apadrinamiento por parte de hombres respetables y sabios dentro del lof «, cuenta.
«El txageltü era al interior de la familia pero también se hacían los trawunes (encuentros). También se realizaba en los We oño txüpan antug , que era el punto adecuado. Por eso, yo le comentaba a los chicos que el nguillatún y esta celebración son actividades completamente diferentes», comenta.
La actividad en la escuela Antu Lafquén posee números preparados por los pequeños estudiantes, que van desde primero a sexto básico. Hay recitado de epew y piam (relatos) y algunos poemas. También interpretan un gül (canto) y danzan un purrun . Al finalizar, los pichikeche (los niños) y gente más adulta realizan un lamepurrun -baile colectivo- en torno al rewe .
Luego viene una comida comunitaria, con los alimentos del lugar preparados por los padres de algunos niños: asado de cerdo, sierra al disco, papas cocidas, un poco de muday . A los que se suman las infaltables sopaipillas. Pedro Ñanco se preocupa que no falten el mate, los catutos (pan mapuche) y las tortillas. Algunos también llegan con bebidas gaseosas.
Posiblemente el desafío para directivos y profesores, chilenos y mapuches, sea superar el formato de acto escolar, como el de cualquier efemérides chilena, para la celebración del We oño txüpan antug . Puesto que, como señala Pedro Ñanco, es un momento para el traspaso de saberes, ¿por qué no intentar entre niños y adultos una reflexión colectiva sobre la historia, las peculiaridades y cambios habidos (y por haber) en este su territorio?
De regreso, la pregunta se expande. ¿Y si esa reflexión, que marca el inicio de un nuevo ciclo se expandiera a todos los establecimientos educacionales del Wallmapu , es decir, de buena parte de lo que hoy se denomina Chile? ¿Estaremos preparados para este y otros cambios -e interrogantes- que lo mapuche nos provoca?
Publicado en «Punto Final», edición Nº 832, 10 de julio, 2015