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Carta abierta a mi compañero el comandante del ejército nacional

Un oficial colombiano sugiere al alto mando una solución dialogada al conflicto armado

Fuentes:

Bogotá, D.C., mayo de 2006 SEÑOR MAYOR GENERAL MARIO MONTOYA URIBE COMANDANTE DEL EJÉRCITO NACIONAL E.S.D. Estimado compañero y apreciado General: Le ruego que acepte el afectuoso saludo con el cual le manifiesto mi lealtad y mi incondicional amistad; asimismo, admitir mi sincera congratulación por su designación para tan honroso cargo. Mi General, además de […]

Bogotá, D.C., mayo de 2006

SEÑOR MAYOR GENERAL

MARIO MONTOYA URIBE

COMANDANTE DEL EJÉRCITO NACIONAL

E.S.D.

Estimado compañero y apreciado General:

Le ruego que acepte el afectuoso saludo con el cual le manifiesto mi lealtad y mi incondicional amistad; asimismo, admitir mi sincera congratulación por su designación para tan honroso cargo. Mi General, además de ser el Comandante del Ejército, es el representante de los 182 jóvenes que en la Escuela Militar de Cadetes, en 1969, juramos con usted defender la Patria.

Ante el desconcierto que hoy padece la Nación, tanto por el malestar reinante en la sociedad y los hechos de corrupción detectados en diferentes instituciones gubernamentales, como por la polarización del país en vísperas de los próximos comicios electorales, e interpretando el sentir de oficiales, suboficiales y soldados que conformamos la reserva de la Institución Armada, además de actuar como vocero de un considerable número de colombianos, considero como una imperiosa obligación moral y patriótica la remisión de la presente en forma abierta, con el fin de evitar suspicacias, para que como Comandante del Ejército tenga usted a bien analizar, reflexionar y decidir respecto a la actitud que nuestro Ejército debe asumir frente a esta crisis y en beneficio del país.

Comencemos por decir que los ejércitos del mundo son garantes de la salud de las Repúblicas, y nuestro Ejército no ha sido la excepción. Uno de los propósitos del señor General Gustavo Rojas Pinilla en 1954 fue poner fin a la lucha guerrillera, que, como hoy, afligía a muchas regiones del país. En este propósito, la tarea que se propusieron los militares era estratégica pero nunca política. Los logros obtenidos por alcanzar la paz fueron considerables. De ahí que uno de los más famosos jefes guerrilleros manifestara sobre dicho proceso que «en Colombia la amnistía más directa, concreta y práctica por varias razones fue la del General Rojas Pinilla». La herencia del Ejército Libertador y la credibilidad que nuestra Fuerza Pública genera en la sociedad colombiana hacen de ella una verdadera luz en las tinieblas y un faro en la tormenta.

Nuestra preocupación, como creemos que es la suya, hoy como ayer sigue siendo la Patria. Al militar de carrera, a partir de su retiro del servicio activo por la razón que sea, se le descorre un velo que ha ocluido su pensamiento. Comienza entonces a palpar la realidad nacional, a entenderla e identificarse con ella, puesto que en la Escuela Militar, cuando se nos adiestraba en el arte de la guerra, no nos enseñaban el vínculo de la Patria con los intereses del pueblo y la defensa de una verdadera democracia y una verdadera soberanía, y antes, por el contrario, nos inculcaban con todo rigor que quien actúa contra el sistema atenta contra la Patria. Por eso, nuestro Ejército ha estado más cerca de las clases privilegiadas que del pueblo.

Hoy, la Nación se encuentra en crisis. De gobernabilidad, de legitimidad y de credibilidad. Los graves hechos de corrupción detectados en el DAS, en la Superintendencia de Vigilancia, en Finagro y en Incóder, donde sus directivos mantenían vínculos directos con paramilitares y narcotraficantes que por su carácter consideran que las instituciones mencionadas deben estar a su servicio; la presencia en el Congreso de la República de personas y dineros pertenecientes al narcotráfico, la impunidad en la Ley de Justicia y Paz para los jefes paramilitares; la conmoción creada por la posible firma del TLC, en contra del querer nacional, y la censura y los reclamos amenazantes del Presidente contra directivos y columnistas de revistas y periódicos hacen que se viva una crisis de gobernabilidad de grandes proporciones.

El escándalo de una institución como el DAS, relacionada con un fraude electoral a favor del Presidente Electo en 2002, cargo por el que su ex director Jorge Noguera es llamado ante la Fiscalía para que rinda indagatoria; la estigmatización que afecta a quienes se atreven a denunciar conductas aviesas o nexos de funcionarios con paramilitares y narcotraficantes, la presunta campaña de exterminio de activistas de izquierda y la posible participación de miembros del DAS en la desestabilización del gobierno de un país vecino hacen visible la presencia de una grave crisis de legitimidad gubernamental.

Además de lo anterior, las posiciones intolerables ante determinados actos de la oposición, la actitud asumida por el Presidente de la República en defensa de los directivos acusados de corrupción, lo mismo que la pretensión de minimizar escandalosos hechos publicados en diversos medios llevan a la extensión de un manto de duda sobre la credibilidad y confianza en el actual gobierno.

Alguien afirmaba irónicamente en estos días que «lo bueno de la democracia colombiana es que aquí no gobiernan los militares sino los paramilitares». Esta aseveración parece valedera. La posición de defensa asumida por el Jefe de Estado con el ex director del DAS, tanto como su actitud con los ex directores de la Supervigilancia, Finagro e Incóder, contrastan con su posición exageradamente injusta e intolerable con las Fuerzas Militares al destituir en forma fulminante y sin formula de juicio a trece generales de la República y un sinnúmero de coroneles y mandos medios. ¡Ningún gobierno en la historia de Colombia había destituido en forma injustificada a tantos generales como el actual!

Además de lo expuesto, dos flagelos que visceralmente atraviesan la Nación preocupan profundamente a todos los colombianos: el conflicto interno y el narcotráfico. La solución de esta problemática pasa por la órbita de sus responsabilidades, señor General, como Comandante del Ejército. Si Colombia logra resolver estos dos problemas, podremos construir un nuevo país, más justo y más igualitario. Hoy, debido a los próximos comicios electorales, el país se encuentra enfrentado en dos radicales posiciones: reelección o un nuevo Presidente; en otras palabras, o continuar la guerra o buscar una solución negociada. He ahí la disyuntiva y el quid de la situación nacional. De la deliberación y decisión que con su Estado Mayor usted tome y que debe conocer el país, dependerá el futuro de la Patria.

Concebimos la deliberación de la que le estoy hablando como un concepto amplio en el sentido de debatir, reflexionar y decidir acerca de un tema tan fundamental como es si vale la pena continuar la guerra y qué necesita el Ejército para lograr la victoria sobre los flagelos expuestos, o si es mejor para el país y para todos los colombianos una solución negociada, un cambio en la visión estratégica de las Fuerzas Militares. La deliberación que aquí planteo no es la restrictiva y restringida, condenada en la Constitución Nacional. En pleno siglo XXI, la Fuerza Pública debe constituirse en una institución con capacidad deliberante y conciencia suficiente sobre su responsabilidad con el Estado y con su población, para impedir, como hasta ahora, que sea utilizada y manipulada para beneficio de unos pocos y en detrimento de las mayorías.

Si por un instante usted detiene sus pensamientos y observa el momento coyuntural que vivimos, se dará cuenta de que algunos hechos, como la confianza que tiene el pueblo en el Ejército, según las encuestas; la polarización del país, la actitud de los candidatos a la Presidencia, los llamados a dialogar formulados por el estado mayor de las FARC a los militares, la intromisión de otros países en nuestros asuntos y la posición de Colombia en Latinoamérica obligan a las Fuerzas Militares y principalmente al Ejército a mostrar una actitud, actitud pública que se convierte en el fiel de la balanza y en la guía de todos los colombianos.

A mediados de 2004, el señor Jan Egeland, funcionario de las Naciones Unidas y experto en asuntos humanitarios, manifestó algo terrible sobre Colombia:

  1. «La clase dirigente vive como la europea, y la miseria es similar a la del Congo Africano» y
  2. Colombia es la mayor catástrofe humana del hemisferio occidental»

Estimado General y compañero de curso:

La fidelidad que juramos en la Escuela Militar hace 37 años es a la Patria, a la razón, al pueblo. No basta con tener puesto un uniforme militar, también debemos ponernos un uniforme de dignidad, un uniforme de valor. El Curso Francisco de Paula Vélez, con nuestros 17 compañeros fallecidos pero presentes espiritualmente y -¡qué casualidad!- los 17 compañeros que alcanzaron el grado de General, confiamos en usted. Las circunstancias lo obligan a ocupar el puesto que la historia le tiene reservado. Cumplir el deber constitucional de defender la Nación y su soberanía, y velar por la seguridad de todos los colombianos son misiones que contienen acciones no cumplidas hasta hoy. El Ejército, que usted honrosamente comanda, debe ser capaz de romper el círculo vicioso de la continuidad de esta guerra que nos avergüenza y nos aflige. La Patria es Primero.

Con respeto y consideración, su amigo,

TC (r) AUGUSTO GUILLERMO LORA RAMÍREZ

CÓDIGO MILITAR 6948542

PROMOCION 1971