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Un paso más en la estrategia burguesa de «la toma del control directo»

Fuentes: Rebelión

La llegada de la «Alianza por Chile» al gobierno, cierra sólo un proceso acelerado desde la dictadura, a saber la toma de control directo de sus intereses económicos y políticos. Este proceso, a nivel mundial había comenzado con la bancarrota de la socialdemocracia posterior a la II Guerra Mundial, específicamente durante los años 60.  Desde […]

La llegada de la «Alianza por Chile» al gobierno, cierra sólo un proceso acelerado desde la dictadura, a saber la toma de control directo de sus intereses económicos y políticos. Este proceso, a nivel mundial había comenzado con la bancarrota de la socialdemocracia posterior a la II Guerra Mundial, específicamente durante los años 60. 

Desde el arrollador ascenso de masas de posguerra, traicionado o desvirtuado según sea el caso por la pequeña burguesía dirigente de los partidos socialista o de los partidos comunistas, la burguesía aspiraba a tomar directamente el control, cedido «temporalmente» a la pequeña burguesía para su administración. 

Pero este proceso topaba con un fenómeno sin precedentes, el fortalecimiento del estado como aparato, directamente controlado por los principios burgueses, pero con cierta autonomía pequeño burguesa, para detener el ascenso de masas. Esta dicotomía entre «el estado en si y para si» de la burguesía, debía ser desmantelado, para debilitar el poder «autonómico» de la pequeña burguesía. Para retomar el poder monopólico de la burguesía en la sociedad desde el plano económico, para luego asirse del político. Esto, cuando el aparato estatal no sea más que un mero administrador económico de las riquezas fiscales, desprovisto del mayor peso administrativo de un otrora «estado benefactor». 

Estos objetivos fueron planteados y logrados con el establecimiento del neoliberalismo, que le ha permitido a la burguesía, fuertemente restringida en número durante estos últimos 50 años, ir desmantelando todo aspecto económico estatal, por medio de las privatizaciones; todo o casi todo sustento ideológico «universal» con las universidades monotemáticas y monolíticas; toda ideología basada en la solidaridad y fraternidad con la eliminación o la cooptación de la intelectualidad pequeño burguesa de izquierda, etc.. 

Hoy tras este logro de la burguesía, por medio «de embaucamiento masivo y colectivo» de principios antiguos y gastados, en la senectud de su dominio, más un último alarido de la bestia herida, que el resurgimiento de la ideología del fin de la historia. 

No es nuevo este experimento en la historia de Chile. La gran burguesía nunca dejo por gusto el poder en manos de una pequeña burguesía adinerada y arribista. Fue por necesidad, por carecer de ideas y para relativizar la lucha de clases, aprovechando el enquistamiento de la pequeña burguesía, en un aparato estatal en expansión. 

Pero, cuando los problemas sobrepasaban los límites que la burguesía establecía como clase, se insertaba en la lucha por el poder político (léase, gobierno). Es el caso del gobierno de Jorge Alessandri. Que de transformador, sólo quedó en un mero administrador de los intereses del imperialismo, a representando un lamentable y triste espectáculo de los restos de una burguesía nacional arrogante, que reconocía tarde, su dependencia al imperialismo norteamericano. 

Tuvo que venir un golpe de estado, con militares sumisos al imperialismo norteamericano para transformar a Chile, en un laboratorio de «sus ideas económicas nuevas», dentro del espectro capitalista, para poder remecer una burguesía anquilosada y anacrónica. Es por ello, que durante la dictadura se genera un reemplazo burgués, que lleva a la bancarrota a grupos económicos tradicionales y surgen unos nuevos. Alejados de la industria y parapetados al estado, como fuente impulsora y salvadora de sus intereses. Son estos nuevos miembros de la gran burguesía que por años, buscó controlar esta fuente estatal de riquezas. Nacida y criada al alero estatal, lo extrañaba cual hijo a su madre. Más, cuando lo que conoció al emprender arrogante y altaneramente su derrotero por el mundo de los negocios, ha visto escasear al poco andar, las oportunidades y posibilidades de inversión, que «su padre putativo», el imperialismo, comienza a copar aceleradamente. 

No pretende luchar contra el imperialismo, sólo parapetarse en un lugar seguro (el aparato estatal) para evitar ser arrasada en el plano de la «libre competencia capitalista neoliberal» y negociar de forma más provechosa con este. 

Por lo que en esta lógica de reduccionismo de negocios productivos y crisis en el ámbito especulativo, que el mercado internacional viene sufriendo, es mejor para la burguesía nacional apropiarse del estado y sus fuentes de riquezas. Por supuesto, desplazando a una pequeña burguesía, arribista y oportunista, que pretendía y pretende reclamar parte de estos negocios o comisiones muy altas por su trabajo. Esto no significa que a la burguesía no le sirvieran, estos políticos a sueldo, para incrementar o consolidar sus negocios, sólo que ante la crisis económica mundial latente y esta, cierta autonomía, adquirida al pretender ser un enlace dirigente (con gobiernos bonapartistas tipo Lagos o seudo democrático-burgués como la Bachelet) entre la gran burguesía nacional y el imperialismo, se convertía en un sector con demasiadas prebendas. ¡El dueño no negocia por medio de terceros, siempre lo pretende hacer directamente!. 

De esta manera se configura la base política-estructural de la victoria y del gobierno «de control directo» de la gran burguesía, es decir, de la inestable alianza entre RN y la UDI, cuyo presidente es uno de los más conspicuos miembros de la gran burguesía. 
 

El régimen y el gobierno

El régimen que se configurara en este periodo seguirá teniendo el mismo carácter que tuvieron las administraciones de Frei y Lagos, y que Bachelet lo tenía en las sombras, un carácter bonapartista. Con una clara diferencia en la situación política, debido a que será más reaccionario y represivo. 

Este carácter es, debido a lo señalado más arriba, a que viene a apropiarse de la fuente de riqueza más efectiva del país, el Estado. No para los pobladores, sino para la gran burguesía y tendrá que arbitrar entre los diferentes apetitos burgueses. Por lo cual, es claro que sus métodos de gobierno y accionar político serán de arrogancia extrema con lo trabajadores, para dar cabida al cúmulo de exigencias de los sectores burgueses. 

Característica que disfrazará con un tenor más dinámico y ejecutivo, pero a la vez, de un cariz de impulsividad y espontaneidad, que ningún político de «derecha» va ha poder controlar, por lo menos al principio. Por lo que, su carácter bonapartista comenzara siendo fuerte, rector y controlador, e ira debilitándose con el pasar del tiempo, en una relativización del control y un desordenado funcionamiento. De pretender controlarlo todo, no lograra controlar nada. Cediendo cada vez más terreno a las quejas y diferencias de los partidos de gobierno UDI y RN. No sería extraño que más de alguna vez la UDI amenace a Piñera de querer abandonar el gobierno. 

Esta dinámica de la administración de Sebastian Piñera, ira reproduciendo la condición sine qua non de su apoyo burgués, la «repartición» del erario nacional. Demostrado patéticamente en la conformación del gobierno, donde cada grupo económico de importancia puso a uno de sus gerentes a «cuidar sus intereses». 

«La historia se repite dos veces, una como tragedia y otra como farsa», como señalaba el barbón de Treveris, ampliando lo señalado por Hegel.1 

Esta segunda parte del «gobierno de los gerentes», tendrá en su gestión una contradicción vital, entre el «tecnocratismo» aportado por Renovación Nacional y el «populismo» de la UDI. Estas dos visiones chocaran permanentemente en su forma de trabajo. Es por ello, que Piñera no confiando en ninguno de los dos partidos, tuvo que introducir en el gabinete gente del «tercer partido» el piñerismo, mezcla de arribismo con oportunismo y pretendida figuración pública, en extrema sumisión al jefe, le dará el componente bonapartista a Piñera, al interior de su gobierno. Las decisiones serán en última instancia de él. Lo cual, lo volverá en un ato de presiones y tensiones políticas que no resistirá. Ira desfigurando constantemente su carácter bonapartista por presiones de la UDI y RN. Sin contar una u otra presión del imperialismo.

Convencido esta Piñera que su objetivo «personal» como presidente es la «auto confirmación de su ego», pretendiendo mostrarse al mundo como un «estadista» e incrementando su fortuna, para convertirse en el «dueño de Chile», por sobre los demás grupos económicos. Ambas intensiones le traerán grandes problemas; el primero, porque le será muy difícil abandonar el gobierno a los segundones. Rodrigo Hinzpeter no soportara la presión de la UDI ni RN, en un eventual «tour mundial» que pretende Piñera para consolidar su ego y ampliar sus negocios. Y la segunda, tendrá que lidiar permanentemente con las exigencias de los grupos económicos (Lucksic, Angelini, Fernández, etc.) que no permitirán ser desplazados de sus feudos. Estos al primer riesgo de esta situación, se desplazarán en busca de la salvación política de la DC o en el peor de los casos el PS. Piñera lo sabe y tendrá que ser muy cuidadoso con sus «amigos empresarios» que nunca lo han visto con buenos ojos, su tendencia a absorber negocios y aplastar a sus pares, es reconocida. 

Por tanto, más que un gobierno transformador e impulsor de nuevas ideas económicas, corre grandes riesgos de ser el último gobierno neoliberal. La historia se repite como decía Marx, Alessandri llega al gobierno con intenciones de impulsar un desarrollo económico nacional, detener la inflación e imponer el orden, y terminó siendo una administración que acelera el ingreso de capitales especulativos del imperialismo norteamericano, congeló los salarios -medida que el mismo había adoptado en el gobierno de G. González Videla como ministro de hacienda, 10 años antes- y en cuanto al orden reprimió a los trabajadores en la población J.M.Caro, entre otros hechos. 

Piñera tendrá  un similar derrotero. Debido a varias circunstancias económicas y políticas; primero, porque asume el gobierno en medio de una crisis económica mundial, no obstante las buenas intenciones capitalistas, sigue porfiadamente, estableciendo su presencia. Segundo, en un acelerado agotamiento a nivel mundial y nacional del neoliberalismo como modelo de acumulación de capital. Sin embargo, estos porfiadamente pretenderán imponer soluciones neoliberales que aceleraran más su agotamiento, ya no sólo desde un punto de vista económico, sino social. Tercero, se encuentra con un perceptible ascenso de masas en cuanto al número de movilizaciones sociales de reivindicaciones económicas, que con el gobierno de Piñera y la oposición del PS, asumirá un contenido de clase, forzado y a regañadientes de sus dirigentes, pero con tendencia hacia a profundizar la conciencia de clase, tan en letargo que se encontraba, bajo la extorsión de la concertación. Esto más como medida de diferenciación, que como una clara política de fuertes principios ideológicos.

Todos estos factores, determinarán un agotamiento progresivo del «apoyo popular» obtenido por Piñera. Un apoyo obtenido de forma condicional, a que siguiera alentando el asistencialismo, preconizado por la concertación, pero con un sello de mayor desprendimiento. Que no pasara más allá de unos bonos focalizados en el segmento más vulnerable de la sociedad, situación que reprochará la «clase media» afectada por el terremoto, ejerciendo presión a un gobierno que viene a recortar el gasto fiscal. Todo esto amplificado u ocultado por el monopolio de los medios de comunicación en manos de la gran burguesía, que disfrazara cada caída o falla, como un mero desliz administrativo. O celebrará cada gesto de sentimentalismo burdo y barato. Hasta cuando ya la palabrería hueca, repetitiva y cansadora, comience a ser reprochada por los mendicantes de siempre, producto de su inoperancia. 

Estrategia de ampliación de base social, más allá de la electoral.- 

Piñera sabe en su fuero interno, o por lo menos más de algún asesor debería haberle informado, que su gobierno comienza en una minoría, social aplastante. Esto, porque ganó con menos votos que los obtenidos el 2005 y que cerca de 2 millones de personas en este país, que no le creían a la Concertación, tampoco le creyeron a él, al no inscribirse. Por tanto, tendrá en los primeros seis meses que desplegar una estrategia de «ampliación de base social y política». Pero, la única forma que han creído oportuna, es la copia burda de la estrategia concertacionista, la de los bonos asistenciales. Es decir, que «el gobierno del cambio», reproduce desde el primer momento, lo que vienen hace diez años aplicando los títeres de la burguesía, el asistencialismo. Estrategia que terminó por hacerlos fracasar. A alguien le parece conocida esta situación en la historia de Chile. Retumba el nombre de Jorge Alessandri, a lo lejos. 

El terremoto, no obstante, ser una tragedia, abre una situación política propensa, en primera instancia, para el gobierno de Piñera en «su estrategia asistencialista» y de conformar un gobierno de «Unidad Nacional». El populismo campeará durante estas primeras semanas, los militantes de la UDI se desplegaran por sus circunscripciones para granjear grandes expectativas políticas electorales. Lo cual resentirá, fuertemente a sus compañeros de gobierno de Renovación Nacional. Pero estos generará dos problemas; el primero, producto de que los alcaldes UDI no se harán solidarios con el gobierno de Piñera, si este no cumple con la premura que pretenden. No vacilarán en colocarse al lado de los que reclaman, para no perder sus feudos, tensionando la situación desde el mismo interior de la alianza. Por otro lado, RN sabe que su fuerte esta en una política tecnocrática, por tanto pretenderá rápidamente terminar con la política populista, post terremoto. Se harán presentes en terreno, pero preferirán tomar las decisiones en los ministerios. Lo cual tensara aún más, su cohabitación con la UDI. Esto puede configurar una alta  posibilidad de que estalle un conflicto mayor, por esta «división del trabajo político»; RN gobierna desde La Moneda y el desgaste lo hace la UDI ante la población. Sin duda le pasará la cuenta en las próximas elecciones. 

Es por ello, que Piñera refuerza permanentemente la idea de «un gobierno cercano a la  gente», para evitar estos roces, entre el ala tecnocrática y el ala populista. Esto no significa que la UDI sea populista en las soluciones ni en el favorecer a la población, sino que simplemente su trabajo, hoy tendrá que acompañar a su discurso, obras, es decir soluciones que dejen satisfechos a la población. 

Un gobierno débil con «una oposición tan fuerte como el más débil de sus socios»

 Sin duda el gobierno de Piñera, comienza debilitado y con una estrategia que, no obstante, le pueda resultar al principio, se le agotara con rapidez. Por lo que pretende por todos los medios atraer a la oposición concertacionista a su gobierno. Esta, no por grandes principios a estado alejado de Piñera, sino que simplemente esta tensando el elástico político, hasta cuando se den dos eventuales situaciones, solidarias o excluyentes; la primera, entienda Piñera que tiene que ceder a los requerimientos políticos de la Concertación. Es posible, incluso, que los más «termocéfalos» de la Concertación pretendan una nueva constitución; otros, los más, cambios en el sistema binominal, u otras monedas de cambio. O, la segunda, simplemente, comience una derivación de militantes y especialmente, partidos como el PRSD o la DC a la idea de la «Unidad Nacional», para poder emplear un sin número de burócratas, que han notado, estas últimas semanas que el piñerismo, no tiene la gente necesaria para copar los «cargos de confianza» del estado, menos los técnicos. 

En cuanto, a la «alta política», tanto la DC como el PS, están en espera de cómo se comporta el medio ambiente empresarial y político, ante esta nueva administración. Si descaramente cruzan la calle, para reverenciar a Piñera o pretenden mantenerse en compás de espera de la conducción política y económica. Es decir, la dirigencia democristiana esta en espera de cómo se comportan sus patrones ante las eventuales medidas económica, a aplicar por Piñera. Los Lucksic, los Angelini, etc., están monitoreando tanto a Piñera como a la DC, para definir sus pasos. La DC y el PS saben que el apoyo de la gran burguesía a Piñera es «condicional», mientras haga lo que ellos, pretenden.  

Por su parte, el imperialismo norteamericano, no ha dado signos de mayor simpatía ni antipatía, por Piñera, lo cual vuelve a colocar a la DC y al PS en compás de espera. De oposición abierta, pero no intransigente. Por si acaso sus patrones le dicen lo contrario. Un dato que no es menor, es que ante la derrota política la Concertación tiene que renovar sus cuadros políticos dirigenciales. Esto significa que están en plena lucha fraccional interna, en especial en el PS. 

Los partidos de la Concertación ante la nueva situación política.          

La Concertación sabe que «su unidad, es de acción ante el enemigo». No existen principios, ni ideales, ni menos objetivos claros que los vinculen. Sólo el hecho que mientras uno de ellos, no negocie, con Piñera, un acuerdo provechoso, les conviene mantenerse unidos. 

Esto comenzó por la parte más débil, el PRSD. Burócratas a sueldo, sicarios de las necesidades, venderían a su madre por cupos políticos y empleo. Como lo han demostrado con el pacto electoral en el parlamento que no se concretó. Típica pequeña burguesía arribista y acomodada, pequeños empresarios al servicio de algunos mayores, dan muestra de ser sicarios al mejor postor. Por ahora, ha triunfado el sector al servicio de la DC. ¿Por cuanto tiempo?, no se sabe. 

Por su parte el PPD, en su doble política de desplazamiento del PRSD, para asumir su rol. Y por otro lado, a la expectativa en su pretendido «rol de juez» ante la pugna que se abrirá entre las tácticas de la DC y PS. No ve con tan malos ojos que la DC adhiera al gobierno de Piñera, debido que quedaría sólo en el centro político. Basado en un estrecho criterio electoralista, pretenden convertirse en un partido de centro que reemplace a la DC y desplace al PS a la izquierda. Eventualmente, reeditar una alianza de centro DC-PPD. Pero esta estrategia no reconoce una debilidad intrínseca, la carencia de base social popular militante y los lazos permanentes con la burguesía, siempre necesarios. Por último, este «partido instrumental» sigue siendo trinchera de cuanto caudillo y familia, pretende figurar políticamente. Esta máquina electoral y de empleos de burócratas, seguirá el derrotero de quién sea el dueño del partido. Un Bitar, un Lagos, los Giradi o un títere de estos. Para lo cual, se le hace necesario, mantener cierta importancia en la política nacional, especialmente con un eventual conflicto entre la DC y el PS. No siendo así, divagara en lo que siempre fue, un partido de funcionarios estatales, pero ahora sin empleo, por lo que el poder de negociación de «los señores» del partido se debilita ostensiblemente, en un mantenimiento de la Concertación como la conocemos. 

Por su parte, el PS, esta amalgama de especies, principios e intereses económicos  de personas y grupos, debate, en que sector se apropia del partido. Historia conocida. Fracciones en pugna, los otrora reformistas lidiando contra el ala descontenta e izquierdista. Burócratas contra dirigentes. Sindicalistas contra militantes, etc. Hoy vuelven a entrar en pugna, pero con una fuerte debilidad entre los miembros del partido. Escasos, en su gran mayoría oportunista, carentes de una ideología arrebatada a sangre y fuego por su dirigencia, vuelven a punto cero. Vuelven a estar como en los ’80, pero desnudos de lo que la militancia de base tuvo alguna vez, conciencia de clase. Confundidos con la experiencia de estos últimos 20 años, tendrán que desempolvar sus viejas historias de lucha junto a los trabajadores. Hoy los minimizados dirigentes de base, son necesarios. Obligados los dirigentes socialistas,  tendrán que interactuar con las bases, para volver a tener algo con que negociar y a quien traicionar. Esto no es nuevo ya ha sucedido. Cuando el PS se ha visto en la necesidad de oponer resistencia, ante la arremetida del sector más reaccionario de la burguesía, se le da el paso al sector que siempre existe, o tiene la capacidad de transmutarse en izquierdista. Cambia el lenguaje, las formas y los métodos, por mientras que el sector que ha estado a la cabeza del partido, se declara en letargo vigilante. Ávidos a la negociación entre bambalinas esperaran su turno, en los obscuros recovecos de la traición. Pero los ingenuos de siempre, los bien intencionados, verán una regeneración del partido, anunciarán una refundación junto a los trabajadores, vertientes de ex militantes se volcarán al partido, pensando que ahora sí, se podrá dar una política de clase, como «la de antes». Olvidando la extensa lista de traiciones, ambigüedades y dobleces que ha tenido el PS en su historia. 

Sin duda, el sector más concertacionista, por no decir, más pro burgués y pro imperialista, que en estos momentos es la mayoría, hará lo imposible por mantener su alianza con la DC. Pero esta, lenta, pero constantemente, ira tendiendo puentes hacia el gobierno. Esta situación hará chocar la política de la dirigencia con la de las bases «reestructuradas», que verán que la política a seguir es ir tendencialmente hacia la izquierda. No por una decisión doctrinaria, sino que el centro político estará tan sobre poblado, que la presión hará diferenciarse de sus aliados. Especialmente, esto vendrá de los burócratas que enquistados de planta, en el aparato estatal, verán como la propuesta de modernizar el estado (achicarlo) comienza a amenazar sus empleos, y exigirán una política más dura contra los lineamientos de Piñera. 

En el congreso que se avecina, el PS levantará una posición de protección de la «gente», agitara el «asistencialismo», como el gran logro concertacionista, y reactivara su posición ambiguamente izquierdista. Llamará a reintegrarse a los ex militantes (como lo ha hecho), pretenderá dar un cariz de refundación del partido, como un cazabobos y estimulara sus lazos con el mundo sindical, para poder controlarlo. Dará muestras, especialmente, al imperialismo, que es el partido imprescindible para estabilización nacional. Solo con un problema, que al pretender volver a ser una organización con base real, abrirá las puertas al debate ideológico, lo cual le traerá más de algún problema. Su dirección será producto de una (otra más) negociación entre las fracciones. Camilo Escalona colocará a sus representantes en la comisión política, para contrapesar las posturas de la oposición que verá la oportunidad de desplazarlo, ilusionándose falsamente con su retiro a las trincheras. No obstante, seguirá teniendo fuerte influencia, para mantener su alianza con la DC, condición sine qua non para elevar a Bachelet al gobierno el 2014. Por otra parte, colocarán a un personaje inocuo de presidente, como Isabel Allende, ratificarán a Fulvio Rossi u otro sin el peso necesario que arruine el derrotero ya trazado, para dar muestra de un cambio, pero la realidad será que sólo han disfrazado su presencia y control. 

La DC, por su parte, tendrá que lidiar con una presión doble; primero, por su naturaleza, que es la de administrar los intereses de la gran burguesía, ahora un poco más sumisa que los últimos 20 años. Y segundo, «la vocación de servicio publico» de sus militantes. Hecho patente en el servilismo de Jaime Ravinet. Quien representa con mayor nitidez el espíritu democristiano. Será el primero, pero no el último, que cruce la calle y a diferencia de los que se piensa, es la cabeza de playa democristiana en el gobierno de Piñera. Es el enlace necesario para una eventual negociación. Por otro lado, es una presión al PS. El desangramiento de militante, obligará junto a las exigencias de sus patrones (Lucksic, Angelini, etc.) a tender puentes dorados entre la oposición y el gobierno. Y dependiendo los conflictos sociales con los trabajadores, le tenderá cada vez más, en el transcurso del período un salvavidas, que no elimina la alternativa de participar en un eventual gobierno de «Unidad Nacional». 

En la actualidad dependerá, de quien logre afianzar su poder dentro de la DC. Si el sector anti-concertacionista logra convencer y apropiarse del poder o simplemente continua este sector mandando. Sin duda, en estos momentos negocian por mantener la unidad del partido. Las fracciones de Frei y G. Martínez deberán limar las asperezas producto de que si no, perderán el control de la organización. Esto sin duda, producto de que la mayoría de la DC entiende, que seguir en la Concertación a largo plazo no le reporta ningún beneficio; no logrará imponer un candidato presidencial para el 2014, por tanto tendrá que otra vez ser comparsa. Segundo, una alianza con el PS en estos momentos se vería como dominada por la izquierda. 

Esta situación en la DC a mediano y largo plazo, confirma la estrategia de Adolfo Zaldivar, antes de la elección presidencial, donde señalaba veladamente que el aliado natural en estos momentos de la DC es RN. Por tanto, un acercamiento ahora, durante el gobierno de Piñera, en una especie de cogobierno, permitiría desplazar a la UDI, un compañero molesto de Piñera, y posesionar a uno de los suyos como candidato presidencial para el 2014. De otra manera tendría que estar a la saga de una Bachelet, Lagos u otro candidato del PS para las próximas elecciones presidenciales.

Como se ve, la clarificación de la situación política, en gran parte, pasa por la correlación de fuerzas al interior de la DC, es la clave en cuanto al posicionamiento de los demás partidos. Ingresando al gobierno de Piñera, de inmediato lo seguiría el PRSD. Lo que desplazaría al PS a un lugar incómodo para sus pingües dirigentes, hacia la izquierda en una alianza con el PPD y el PC. El primero, cobrando altos costos por su compañía, y en amenaza permanente de un seguro abandono. 

El PC y su estrategia pequeño burguesa.   

Por su parte, el PC en éxtasis por sus diputados, esta comenzando a aquilatar su incapacidad en poder definir o pretender definir alguna cosa en el parlamento. Obviando que no llega al Congreso Nacional a levantar la voz de los explotados, como lo harías miembros de un partido revolucionario, sino a caer en el juego del parlamentario burgués, que tanto extrañaba. Pretende sólo mantener presencia pública. Por lo cual, le caben dos posibilidades como organización ante la situación política que se abre; la primera, es plantearse una política de «frente único» con el PS para lo cual, sin el menor remordimiento entrara a ser seguidismo. No obstante, esperanzados de que la DC deseche la Concertación, porque si no, ni el PS ni menos la DC, pretenderán mantener una alianza con el PC, por lo menos públicamente. Porque esto sería darle argumentos gratuitos al gobierno de Piñera, de instalar el fantasma del comunismo, como la Concertación planteaba el del pinochetismo, bajo su gobierno. Por lo que, en el mejor de los casos el «frente único parlamentario» con el PS y en el peor un seguidismo vano y estéril de las políticas que planteen los concertacionistas.  

En un segundo caso, muy improbable, pero se verá de acuerdo a la situación política, es que se transforme en el portavoz de los «trabajadores» (léase de la política del PC en el mundo sindical) al interior del parlamento. Pretendiendo constituir una política, acordada con la Concertación, o por escasez de este, que lo ubique en la izquierda para robustecer a la Concertación como una sólida alianza de centro y por descarte ubicar al gobierno a la derecha. Por lo que el PC, sería otra vez, el que hace el trabajo sucio de la pequeña burguesía y los restos de la burguesía. Para que los sirvientes de siempre, logren dar pruebas de blancura democrática estando en la oposición. 

Pero ambas políticas que Tellier, Carmona e Inzunza, deben haber pensado, comenzaran a provocar dislocaciones con las bases comunistas. Si ha estas, les costo tragarse el mal sabor del «pacto por omisión», ahora estarán muy atentos como actúan estos estandarte del comunismo criollo en el parlamento. Por lo que se avecina, tras un corto romance con el parlamentarismo, un periodo de tensión al interior del PC, cuando se comience a evaluar los efectos de la política, llevada a cabo.

La Izquierda Revolucionaria o las vanguardias  

Por su parte, la izquierda revolucionaria se divide en dos «grandes» grupos y algunos menores; los «ilusos y espontaneistas» extasiados más por la derrota de la Concertación, que el triunfo de la «derecha fascista», como la denominan casi familiarmente y los «clandestinos sui generis» que aterrorizados por el triunfo de la «cara democrática del fascismo» confirman su política de clandestinaje, ya no sólo político, sino que social. 

Los primeros, alborozados porque su política autorreferente de llamar a votar nulo o boicotear las elecciones, lograron convencer a la población, que «entendieron por fin» que deben seguir la política revolucionaria de la lucha sin programa, ni teoría, ni menos partido público y conocido. Sólo con que tenga un computador (porque hallar publicaciones es virtualmente imposible para una persona normal), y navegue por Internet, logrará conocer la línea política a seguir. Conocida esta política, los trabajadores se rebelaran contra el «fascismo democrático», se organizarán y movilizarán contra el gobierno, no importando la dirección, en unas jornadas de excelsa y maravillosa espontaneidad. ¡Que sarta de idioteces! Menos mal que, muy de vez en cuando, se acuerdan que usan el marxismo o leyeron alguna vez a Marx, por decir lo menos. 

Los segundos, «los clandestinos sui generis» se vuelven a auto convencer que las masas no están preparadas para la revolución, y tienen que seguir en la política defensiva desarrollada desde los años ’80, como si nada hubiese cambiado. Parapetados en «los centros culturales» para entretener a los jóvenes y no sean mala influencia a los niños que en los «jardines infantiles Che Guevara» se están preparando para la revolución (a largo plazo, por supuesto), alejados de los padres que reunidos en los «centros comunitarios Sierra Maestra», recuerdan sus luchas y dejan a sus niños formarse en los principios de la revolución. Si los primeros, son optimistas, los segundos son unos pesimistas de tomo a lomo. Carentes de un análisis político serio, siguen anclados en un pasado, que por muy duro que fuera, y lo fue, 20 años continuando con la misma política y repitiendo las mismas consignas, les han marcado una pauta de suicidio político. 

El espontaneismo en política siempre le ha servido al populismo demagógico de la burguesía o la pequeña burguesía al servicio de esta, para consolidar sus intereses, por medio de una derrota de los trabajadores. Ya hace mucho tiempo que se sabe que es necesario, la teoría revolucionaria, no basta con ser comprometido y arrojado, sino que debe ser racional y científico el desarrollo de la lucha de clases para lograr triunfar. Las consignas altisonantes, la repetición de principios ni menos las acciones aventureras, no llevan a ninguna revolución, sino a la derrota más espantosa. El aceleramiento es propio de la pequeña burguesía impaciente. La clase trabajadora es lenta en su andar, su conciencia de clase se debe ir reconstruyendo en cuanto al concepto abstracto, pues en la práctica tiene un fuerte camino recorrido. Esto no logrará un grupúsculo en un centro cultural, ni menos un cúmulo de militantes con banderas, sino con la formación de un partido con principio del socialismo revolucionario. Para lo cual, se necesita propaganda, educación, para el socialismo revolucionario, no panfletos ni dos ni menos cuatro consignas repetidas. Se requiere militantes cultos e inteligentes, que predominen no por gritar más fuerte, sino por exponer con calma y claridad, los problemas y el camino a sus soluciones. 

Dentro de esta línea, caen algunos grupos muy pequeños, que pretenden educar, pero chocan con la urgencia de la política contingente. No significa que no se debe participar, pero si es necesario con la capacidad de control y erudición necesaria, para exponer los principios revolucionarios, como si nacieran de los trabajadores. Grupo pequeños con una casi inexistente periferia en la cual influir, logran nulos resultados. No obstante, el desgaste progresivo en que viven. Exceso de trabajo, limitación en el actuar, incapacidad de reproducción intelectual, escasa base social, etc.,  limita a un más en su contexto de accionar público. Sin duda, no puede haber tarea más grande, como la pequeñez del grupo que la debe realizar. 

Y en esta situación política, de carácter reaccionaria y un gobierno bonapartista en debilitamiento progresivo, la izquierda revolucionaria debe tener un claro plan de acción. No puede ser opción, el ocultarse en la clandestinidad vulgar y autorreferente, justificada por su historia anterior. Debe ser de acción y propaganda, conjunta, de forma inteligente y audaz. Es decir, están dadas las condiciones de un Frente Único Proletario por la base, no importando de donde sean los trabajadores, sin excluir a nadie, pero con una política socialista y revolucionaria. Porque se debe reeducar a los trabajadores y eso no se hace por medio de la descalificación a priori, de por quien voto. Porque si este sufragó, fue muestra de una disconformidad con la Concertación, mal entendida y sentimental, pero comprensible. Es lógico con su nivel de conciencia y un nulo trabajo de las fuerzas revolucionarias, que votara por el más populista. Pero, no es un trabajador perdido, esta confundido y cooptado electoralmente, pero no perdido. Se educara en la lucha, no en la exclusión. Especialmente si se le presenta un programa de acción, coherente y que responda a sus intereses más sentidos; empleo, habitación, educación, etc., dejando de lado el asistencialismo. Combatiendo la cultura de la mendicidad, propiciada por la Concertación y continuada por la «Alianza».  

Para esto, es necesario que los grupos y militantes de base se organicen en sus lugares de acción, se conformen los comités de obras en las construcciones, en los grupos de estudiantes revolucionarios, los grupos de trabajadores de base, etc. Bajo principios del socialismo revolucionarios que puedan ser abiertos a otros sectores sin exclusión. 

El programa debe servir para que tanto, los militantes del PC y PS entren en crisis con sus propias organizaciones. Por lo que se hace necesario, por tanto, una conferencia que se reúnan los grupos políticos de la vanguardia revolucionaria. Con el objeto de coincidir en algunos puntos que puedan ir constituyendo un accionar coordinado. 

El programa a agitar debe ser coherente con las necesidades de los trabajadores. Claro, preciso y oportuno. No se pretenda que los trabajadores, por si solos abandonarán sus pretensiones con la Alianza. Será un trabajo, arduo y necesario el ir convenciendo y profundizando la conciencia de clase. Si este no se realiza, estos mismos trabajadores votaran por la Concertación. Y aunque se haga, estos al no encontrar alternativa política, votarán por la Concertación. No faltará quien considere que esto será una derrota. Es sólo la búsqueda objetiva de alternativa, que al no verla se opta por las que existen. No son todos los trabajadores, los llamados a construir la organización revolucionaria, sino la fracción de ellos más conciente de esta tarea. 

El terremoto y la Izquierda Revolucionaria. 

Ante la coyuntura, de la cual el terremoto es el hecho natural primero, luego político, más importante, para variar la izquierda revolucionaria, se queda en la crítica, necesaria, pero no es suficiente, del modelo neoliberal. Se necesita un programa de acción. Se proponen esta medidas a instancia de ser debatidas. 

1.- Por un programa estatal de construcción de viviendas, hospitales y escuelas, bajo la supervisión de los trabajadores agrupados en el comité  de obras.

2.- Plan de empleo en la construcción de casas, escuelas y obras públicas de todos los cesantes en los lugares devastados por el terremoto y el tsunami.

3.- Constitución de una red de farmacias estatales para la venta de medicamentos genéricos.

4.- Supervisión estatal en obra de las construcciones a realizarse desde este momento.

5.- Demandas criminales a los dueños de las constructoras y los responsables de su ejecución, que diseñaron y edificaron las construcciones que sean demolidas o que se cayeron.

6.- Constitución de una oficina estatal, que coordine la ayuda a las zonas damnificadas. No a los privados que lucran con el sufrimiento ajeno. 
 

¡Por el Socialismo, Siempre…!