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¿Un período de retroceso de la izquierda?

Fuentes: Rebelión

Definitivamente este mes de septiembre pasado no ha sido un mes positivo para la izquierda. Justamente dos años después de desencadenarse la fase aguda de la segunda crisis económica más grave del capitalismo, los principales acontecimientos políticos señalan un aumento de los problemas para la izquierda en distintas zonas geográficas y a distintos niveles. En […]

Definitivamente este mes de septiembre pasado no ha sido un mes positivo para la izquierda. Justamente dos años después de desencadenarse la fase aguda de la segunda crisis económica más grave del capitalismo, los principales acontecimientos políticos señalan un aumento de los problemas para la izquierda en distintas zonas geográficas y a distintos niveles. En Europa y en América Latina. Para la izquierda que simplemente resiste e intenta aguantar el temporal en Europa; para la que intenta buscar caminos nuevos de avance al socialismo, en Venezuela; o para los últimos bastiones de un modelo que hace más de 20 años se derrumbo, en Cuba. Repasemos estos hechos sin un orden cronológico.

La derecha y la extrema derecha avanzan en Europa.

El inicio de la fase aguda de la actual crisis económica en septiembre de 2008 se produjo sobre un fondo de condiciones históricas ambiguas tanto en EEUU como en Europa. En el primer caso ese momento de la crisis coincidió con el declive de la hegemonía neocon tras sus evidentes fracasos militares y derrota moral en Afganistán e Irak. A los desastrosos efectos de la guerra se sumaban las clamorosas denuncias de la grosera manipulación llevada a cabo para desencadenar la guerra de Irak. El período de dominio del republicanismo militarista de Bush, Cheney y Rumsfeld se cerraba con la victoria de Obama y las esperanzas que despertaba.

En Europa la situación en esos momentos era confusa, la ampliación de la UE encontraba dificultades, lo mismo que los intentos por establecer una constitución neoliberal que fue finalmente rechazada y obligó a los principales socios a buscar un sustituto en nuevos tratados como el de Lisboa. La alineación con la política belicista norteamericana también producía sus roces, aunque en general eran más los entusiastas que los de tibia oposición.

El neoliberalismo había desplegado su incontestado dominio en ambos lados del Atlántico, e incluso la socialdemocracia se había rendido a sus recetas. Europa ya había conocido en esas fechas la aparición de síntomas de tendencias de extrema derecha, su munición se encontraba en la propaganda xenófoba en ascenso, y su estrategia era un populismo del peor genero. En Austria Haider, en Italia Berlusconi o en Francia Le Pen habían suscitado la preocupación de la izquierda y los liberales. Pero lo peor empezaría con la crisis.

En los primero momentos de la crisis, el neoliberalismo fue señalado claramente como el responsable de la misma por sus excesos en los años anteriores, los defensores del keynesianismo levantaron la cabeza y se empezó a hablar de reformas en profundidad en el capitalismo al objeto de evitar los errores del pasado y la reproducción de nuevas crisis, por un instante se puso de moda hablar de refundación del capitalismo. Pero fue un espejismo.

Los defensores del neoliberalismo, los grandes intereses financieros que se había beneficiado de la onda privatizadora y desmantelamiento de las conquistas populares en la era iniciada por el tándem Thatcher-Reagan solo ganaban tiempo para retomar la iniciativa y sacar el máximo de provecho de la crisis de la que eran los claros y directos responsables. En ausencia de una izquierda potente que les hiciera frente con un programa serio, bases sólidas de poder y un fuerte apoyo de masas, sabían que los líderes y partidos progresistas al estilo de Obama o la socialdemocracia europea cederían ante la presión de los grandes poderes financieros internacionales. Solo tenían que leer en la historia. Por supuesto donde ya gobernaban fuerzas conservadoras ni siquiera era necesario presionar, esos grandes poderes gobernaban directamente.

Y así sucedió, los programas y promesas de estos líderes y partidos fueron rápidamente abandonados a las primeras presiones del mundo financiero y sus instituciones internacionales. Obama, el PSOE o el PASOK son el ejemplo evidente de la conversión del keynesianismo en neoliberalismo.

La rápida recuperación de la iniciativa política por los mismos responsables del desencadenamiento de la crisis se tradujo en un efecto social inmediato, representó el traslado de los costes sociales de la crisis a las capas populares, con el aumento espectacular del paro (más de 30 millones en el mundo en dos años de crisis) y el desmantelamiento de conquistas sociales históricas en materia de empleo, jubilaciones, y otros aspectos del Estado de Bienestar.

La situación ha dado, pues, un giro político importante en dos años y la derecha se refuerza en la crisis mientras cunde la frustración, debida a los giros neoliberales de los gobiernos socialdemócratas y progresistas, entre las clases populares. El imponente aparato propagandístico mundial con el que cuentan las fuerzas conservadoras consigue distorsionar en amplias capas sociales la percepción de la realidad, los culpables reales terminan apareciendo como víctimas necesitadas de ayuda, y son señalados como culpables de la situación los excesos del Estado de Bienestar y la presencia de emigrantes. Como se ha repetido en estas fechas, para denunciar el papel de los poderosos medios de comunicación, la frase no puede ser más expresiva, «Nos mean y dicen que está lloviendo».

Como en otras coyunturas históricas de crisis una motivación triple va a acumular sus efectos. La crisis y sus consecuencias sociales, que se van a acumular en el tiempo, van a hacer necesario que la derecha sujete firmemente el poder político para desactivar o enfrentar las consecuencias de un inevitable malestar que se va a mantener un tiempo largo, y que en Europa se ha expresado en algunas movilizaciones importantes. En segundo lugar, la degradación de la situación económica y social, y el malestar producido en amplias capas de la población, al no encontrar un cauce a través del cual conseguir revertir esta situación, es decir una izquierda que defienda eficazmente sus intereses, va a hacer que esas capas puedan ser presas fáciles de demagogias populistas que criminalicen a minorías en el seno de esas sociedades para desviar la atención de los verdaderos culpables. Por último, el catalizador común a las dos situaciones anteriores es la aparición de líderes y organizaciones de extrema derecha cabalgando en discursos populistas, que son funcionales para que la derecha consiga un apoyo de masas con la que enfrentar la contestación social y reforzar su poder político. Su derivación en regímenes nazi-fascistas fue el fruto de una época determinada, hoy no tiene porque seguir la misma senda, pero el peligro no es despreciable.

La crecimiento de las organizaciones populistas de extrema derecha en Europa es descrito en un artículo de Pere Rusiñol: «En ocho países han logrado el mejor resultado desde la II Guerra Mundial: Austria (suma el 28,2%, repartidos en dos partidos), Hungría (16,6%, con un crecimiento del 700%), Holanda (15,5%, casi el triple de lo que tenía), Dinamarca (13,9%), Lituania (12,68%), Bulgaria (9,4%), Grecia (5,63%) e incluso Reino Unido, donde pese a seguir como extraparlamentarios la suma del racista BNP y el populista UKIP alcanzó el 5%.

El salto no es sólo cuantitativo. En dos países de sólida tradición democrática como Dinamarca y Holanda, los respectivos gobiernos conservadores dependen de los ultras en el Parlamento. Y la mancha se extiende: la ultraderecha sólo sigue por debajo del 1% en Irlanda, España, Portugal y Malta, aunque ello no necesariamente indica que queden fuera de la tendencia.»2

Septiembre 2010 ha conocido un nuevo avance de los valores y organizaciones ultras y no solamente en Europa. El Tea Party3 en EEUU ha conseguido una importante movilización de masas y está colocando a sus candidatos en las primarias republicanas. Sarkozy inflama la xenofobía en Francia, y en toda Europa, con una campaña de expulsiones contra la minoría gitana, y las instituciones europeas después de una tibia protesta han terminado por ceder ante el gobierno conservador francés. Y el broche lo ha terminado poniendo los resultados electorales en Suecia con la entrada de la ultraderecha en el Parlamento.

Frente a estos hechos, un panorama sombrío en las fuerzas de izquierda o progresistas. En EEUU se prevé una derrota de Obama en las elecciones legislativas de noviembre de 2010, debido al desencanto con su política del electorado que le aupó al poder.

En Europa «Actualmente, solo España, Grecia, Portugal, Austria, Eslovenia y Chipre están gobernados por partidos de izquierda en solitario o en coalición dentro de la Unión Europea. Son solo seis Estados de los 27 que forman la comunidad. Hace 10 años, 11 de los 15 países que por entonces componían la UE estaban en manos de la socialdemocracia.»4

A lo que habría que añadir que, justamente, en los tres primeros países los respectivos gobiernos socialdemócratas han dado un giro neoliberal para imponer duras medidas a las capas populares.

Solo la movilización sindical en Europa parece añadir alguna nota positiva a este panorama, pero estas movilizaciones de carácter defensivo aún no han obtenido ningún resultado tangible, ni siquiera en Grecia, donde han tenido lugar con mayor intensidad.

En este primer escenario las consecuencias de la crisis del capitalismo han golpeado a la izquierda, a la que representa el viejo paradigma del socialismo defensor del Estado de Bienestar.

Venezuela en el impasse

El 26 de septiembre tuvieron lugar elecciones legislativas en Venezuela. No tenían el calado de las elecciones presidenciales, especialmente por la importancia vital adquirida por Hugo Chávez para el proceso en marcha, algo que es claramente percibido por el propio electorado venezolano, dada su diferente participación según la naturaleza de las elecciones. Pero no por ello son intrascendentes este tipo de elecciones, ni mucho menos. El interés de estas últimas radicaba en varios puntos. A nivel global de América Latina se enmarcaban en un ciclo electoral en el continente que ya habían supuesto dos victorias recientes importantes de las fuerzas conservadoras en Chile y Colombia y a la que seguirían las elecciones brasileñas posteriormente a las venezolanas. A nivel nacional, se iban a despejar dos incógnitas, el resultado del bloque conservador después de no haber concurrido a las anteriores elecciones en 2005, y el impacto popular de un proceso bloqueado en sus avances por el empeoramiento de la situación económica internacional, y la degradación económica y social en el interior.

La dependencia de la revolución bolivariana de la figura de Chávez ha sido puesta de relieve una y otra vez por las distintas citas electorales y ha sido objeto de análisis dónde se evidencian la debilidad que esto supone para el proceso. Una prueba clara tuvo lugar cuando saltaron todas las alarmas al ser derrotada la propuesta chavista en 2007 en el referéndum constitucional que, entre otras cosas, permitiría a Hugo Chávez presentarse a la reelección, lo que obligó posteriormente a volver a repetir el referéndum exclusivamente dedicado a permitir constitucionalmente la presentación a la reelección. Esta circunstancia expresa también la persistente debilidad, después de diez años, de instancias colectivas, partidos y sindicatos, para dirigir el proceso.

Los resultados de consultas electorales anteriores ya habían trasmitido un mensaje para quienes quisieran entenderlo. Las elecciones presidenciales, condicionadas por la figura de Chávez, no ofrecían dudas sobre el resultado, su prestigio se ha mantenido muy alto. Algo parecido ocurría con Lula en Brasil. Pero cuando se trataba de elecciones legislativas o de referéndums, donde no era la continuidad de Chávez la que estaba claramente en juego, entonces los resultados cambiaban.

Les elecciones presidenciales de 2006 marcaron el momento de mayor distancia de votos con la oposición después de votaciones anteriores que, a pesar de la abultada diferencias, parecían macar una ligera tendencia al acercamiento. Sin embargo, después de 2006, la tendencia que se han expresado son dos: de un lado, un comportamiento diferenciado del bloque chavista según de qué tratase la votación, con fuerte participación y respaldo si lo que estaba en juego era la continuidad de Chávez, y descenso en el resto; y, de otro lado, ascenso continuado del apoyo de la oposición, pero con lo que parece ser un techo a su respaldo en torno a los 5 millones de votos.

En las actuales elecciones legislativas, a pesar de las diferencias de cifras según la fuente consultada, que otorgan la ventaja bien al PSUV o a la oposición, se puede hablar de un cierto empate en votos. Sin embargo, y dado el sistema de atribución de escaños en Venezuela, esta pequeña diferencia, incluso si se opta por las versiones que otorgan la ventaja al PSUV, se ha trasformado en una importante diferencia de diputados, 97 para el PSUV y 65 para la Mesa de la Unidad Democrática (que agrupa a la oposición).

La oposición, y sus voceros internacionales han denunciado este sistema injusto y adaptado deliberadamente en 2009 por la Asamblea Nacional de Venezuela para garantizar la mayoría chavista en las elecciones legislativas, en un momento en que dicha oposición no estaba representada en la cámara por su boicot anterior. Es cierto que con este sistema se produce una sobrerrepresentación de los Estados menos poblados, y que la elección de un diputado cuesta muchos más votos en unos Estados que en otros. En sus resultados, el sistema electoral venezolano adoptado en 2009 es similar a los sistemas mayoritarios empleados en muchas democracias liberal-burguesas, donde se producen fuertes distorsiones de los resultados en relación a los votos, sin que nadie se escandalice excesivamente por ello.

Ahora bien, este tipo de ingeniería electoral empleada por la derecha para, por ejemplo, sobre representar las zonas rurales, normalmente más conservadoras, en los países capitalistas, es uno de los aspectos que más ha criticado la izquierda del parlamentarismo burgués. Que se utilice la misma triquiñuela por la izquierda, como ahora en Venezuela, puede que dé frutos en lo inmediato, pero hace un flaco favor a la causa izquierdista, y no resuelve sus problemas, porque para un proceso revolucionario supone un autoengaño sobre sus fuerzas reales. Y en el caso concreto de las elecciones venezolanas que estamos analizando, ni siquiera ha cumplido sus objetivos inmediatos, porque al obtener la oposición más de un tercio de los diputados, esta situación les permite bloquear el proceso en aspectos fundamentales.

Debido a la ausencia en la Asamblea Nacional, por su anterior boicot, del bloque conservador, las principales medidas legislativas no habían encontrado obstáculos en este nivel. Por ello mismo, el PSUV y sus aliados se habían propuesto conseguir los dos tercios de los escaños para continuar la labor legislativa sin necesidad de alcanzar acuerdos con la oposición, que lógicamente, disponiendo de ese poder de veto lo va a utilizar para bloquear cualquier avance sustancial del proceso iniciado hace más de 10 años, e intentar así, además, desgastar a Chávez de cara a las próximas presidenciales. Podemos estar en puertas de una reedición de la estrategia obstruccionista empleada por la derecha en Chile contra Allende con objeto de bloquear el proceso. Luego el desenlace que se planteen las fuerzas contrarrevolucionarias puede ser una derrota electoral, si se ve factible, y, sino, un coup de force.

Además de los acontecimientos dramáticos claves en este proceso, como el golpe de Estado de 2002 o los intentos de paralizar la economía con el lockout patronal sindical de 2001 o el paro petrolero de 2002, que fueron resueltos favorablemente para el proceso revolucionario gracias a la intervención resuelta de las masas, los estrategas de la revolución bolivariana han tenido hasta ahora imaginación para salir de dificultades menos dramáticas, aunque importantes, como fue, por ejemplo, la derrota en el referéndum de 2007.

Pero me gustaría llamar la atención sobre un dato y una situación sobre el que ya insistí en una serie de artículos con ocasión, justamente, de la derrota en el citado referéndum5, y que vuelve a ponerse tozudamente sobre el tapete con ocasión del resultado de estas elecciones. El dato es la existencia de una importante oposición al proceso. Admitamos que pueda oscilar entre 4,5 y 5 millones según las votaciones de los últimos años, y que podría representar alrededor de un 45% del electorado, muy similar en esta última ocasión al bloque chavista.

Este problema real para el avance de la revolución por la vía democrática ha suscitado dos respuestas hasta el momento. La primera se basaría en acudir al prestigio que mantiene Chávez para hacerle entrar en juego cuando esa correlación de fuerzas hace peligrar la victoria electoral, ayudada con una cierta imaginación de ingeniería electoral. Solución peligrosa que tiende a desgastarse con el tiempo y, por supuesto, no ayuda mucho a un proceso de concienciación y participación del pueblo.

La segunda respuesta que se propone es la de solucionar los graves problemas internos que provocan el desencanto de las masas chavistas y las llevan a la abstención, se llamen esos problemas burocratización alta inseguridad interna, mantenimiento de enormes desigualdades sociales, ineficaz funcionamiento de servicios, etc. De esta manera se espera una mayor conciencia, interés y movilización de los partidarios de la revolución y una disminución de los partidarios de la oposición hasta reducirlos a una cifra manejable y no bloqueante del proceso por la vía democrática.

La primera solución ya se ha puesto en juego varias veces y la situación a la que ha llevado es la que se deriva de las elecciones del 26 de septiembre, con un poder de veto bloqueante importante en manos de la oposición. Pero lo que no está claro es si en la actual situación, con ese poder bloqueante, va a poder ponerse en práctica la segunda solución, máxime cuando en condiciones más favorables hasta ahora esos problemas que todo el mundo cita no se han solucionado.

Desde hace ya tiempo, la sensación sobre la orientación de la revolución bolivariana es de desconcierto, puede que a partir de ahora aumente.

En este segundo escenario las consecuencias de la crisis del capitalismo han golpeado a la izquierda, a la busca un nuevo paradigma de socialismo para el siglo XXI.

¿Inicia Cuba el camino para alejarse de un modelo bloqueado?

Cuba es, quizás, el más opaco de los tres procesos y donde, desde posiciones de izquierda, se expresa mayor prudencia para hablar claramente, quizás porque como ocurrió con la antigua Unión Soviética, la piedra de toque del internacionalismo proletario es la actitud hacia Cuba, es decir el apoyo, o, al menos, el silencio, se podría añadir.

La reverencia casi incondicional a las figuras históricas del último bastión de lo que se considera una época gloriosa – aunque luego se critique a los ídolos caídos – ha llevado a dejar descolocados a quienes las palabras de los ídolos son como los oráculos. Solo les queda discutir el significado oculto de las palabras y los hechos que contradicen lo que se esperaban que dijesen o hiciesen.

Los problemas económicos arrastrados por Cuba desde el inicio de la revolución, con fases mejores y peores, son de sobra conocidos. Igualmente las ayudas en su momento de la URSS, los graves problemas que conoció cuando ésta desapareció, los esfuerzos por mantenerse a pesar de estos problemas y la agudización del bloqueo norteamericano, o las esperanzas a partir de las victorias de los movimientos antineoliberales en América Latina.

Pero todo el mundo un poco informado sabía que, salvo un giro importante de la correlación de fuerzas internacional, la situación de Cuba, condenada a relacionarse con un mercado mundial capitalista omnipresente, no iba precisamente a mejorar. Y los dirigentes cubanos posiblemente fuesen conscientes con más certeza de una realidad que el resto de los analistas solo suponían. A todo lo cual había que sumar un sistema económico claramente ineficiente. Lo que ahora se denomina eufemísticamente un exceso de intervención estatal en la economía.

Qué la situación se había vuelto difícil y que la alta dirección política cubana, encabezada por Raúl Castro, quería tomar medidas también era de dominio público. Las suposiciones apuntaban a la existencia de resistencias en el seno del partido y el Estado y al enfrentamiento de diferentes proyectos. Es evidente que el lenguaje que empleo evidencia justamente una de las grandes deficiencias del viejo modelo del socialismo del siglo XX, la falta de transparencia sobre lo que esta acaeciendo en el reducido núcleo que toma las decisiones. De tal manera que cuando en la antigua Unión Soviética se inició el último intento de reformar el sistema y evitar el cataclismo, una de las dos grandes consignas fue glasnost, transparencia.

En esa atmosfera, se produce primero la intervención de Fidel, utilizando una entrevista a un medio de EEUU, reconociendo el fracaso del modelo cubano para un poco más tarde matizar y rectificar estas declaraciones; y luego, el anuncio del despido por el Estado de medio millón de trabajadores a los que se les ofrece pasar a realizar trabajos por cuenta propia a través de una previa reforma que abriría más espacios a la iniciativa privada.

Reconozco que no sé qué significa todo ello, si es un primer paso en alguna dirección o se acaba aquí toda la reforma, si es el síntoma de la victoria de una tendencia, o el punto de acuerdo entre algunas opuestas, y ni siquiera si existen, ni que pretenden.

Me mantengo como la mayoría de los análisis y documentos públicos que circulan en la suposición. Y supongo que los gestos verbales y los hechos concretos de este mes de septiembre indican que las cosas van mal y los cambios no van a parar en las medidas anunciadas.

En este tercer escenario las consecuencias de la crisis del capitalismo han golpeado a la izquierda, a la que ha sobrevivido del viejo paradigma del socialismo real del siglo XX.

Notas

1 Se pueden consultar otros artículos y libros del autor en el blog : http://miradacrtica.blogspot.com/

2Pere Rusiñol, La derecha extrema se expande en Europa, Público, 08-0-2010

3Txente Rekondo, Un nuevo movimiento conservador capitaliza la vida política de EEUU, La Haine 24/09/2010.

ANTONIO CAÑO, El Tea Party asedia Washington, El País 19-09-2010

4 A. RIZZI / F. GUALDONI, El País, 21-09-2010

5 Jesús Sánchez rodríguez, Venezuela, los retos de la vía democrática al socialismo, 2007, http://www.moviments.net/espaimarx o en http://miradacrtica.blogspot.com

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.