Los altos índices de agresiones sexuales en los campus universitarios llaman mucho la atención… y con justa razón. Pero ¿sabes quiénes presentan índices más altos de violencia sexual y violación que las universitarias? Las mujeres en edad universitaria que no están en la universidad.
Por desgracia, esos ataques sexuales no reciben mucha atención. Una razón que explica esa situación es que mientras las universitarias son atacadas en una institución que se hace responsable de su seguridad, quienes no asisten a la universidad están dispersas. Además, muchas universitarias y sus familias suelen tener más recursos y poder que las mujeres que no continuaron con sus estudios. Este problema es mundial. En todo el planeta, mientras más pobre eres más probabilidades tienes de ser violada.
Según el estudio de National Crime Victimization, por ejemplo, las estadounidenses con un ingreso menor a 7500 dólares al año reportaron ser víctimas de agresión sexual doce veces más que quienes tenían un ingreso de 75.000 dólares anuales o más. EXPLORA NYTIMES.COM/ES Los secretos de Costa Rica detrás de un decorado de lujo Hay muchos motivos. Sin importar el lugar, los pobres son más vulnerables a todo tipo de explotación y tienen menos probabilidades de que la ley se aplique en sus casos.
El alcoholismo y la drogadicción, dos factores de riesgo para las violaciones, son más comunes. Las mujeres pobres por lo general dependen económicamente de los hombres. Es posible que vivan en un barrio donde, ante la ausencia de empleos y posesiones materiales, el estatus de un hombre dependa de su agresividad y rudeza. Quizá la cultura local trata a los hombres como superiores a las mujeres y les otorga derechos sexuales sobre ellas.
Según una encuesta nacional realizada por Kaiser Family Foundation y The Washington Post, una de cada cinco universitarias es agredida sexualmente (incluyendo toqueteos sexuales) en Estados Unidos. Es aterrador. Pero existen situaciones peores: en algunos lugares como los barrios pobres de Nairobi, Kenia, anualmente una de cada cuatro adolescentes es violada. Y no obtendrán justicia ni terapia después de eso. ¿Qué pueden hacer esas mujeres para estar más seguras? Lo mismo que hacen las universitarias. Flip the Script (Cambia la historia) es un curso de entrenamiento en empoderamiento de doce horas dirigido a las universitarias.
Se puso en marcha por primera vez en tres universidades canadienses y ahora se está ampliando. Se ha demostrado que redujo las violaciones casi a la mitad y los intentos de violación en dos terceras partes. Un curso muy similar, que también tiene una duración de doce horas, se realiza en los barrios pobres de Nairobi. Se ha visto una y otra vez que reduce el riesgo de violación significativamente; según un estudio, redujo las violaciones en un 63 por ciento.
La violación es tan común en estos barrios que la mitad de las mujeres y niñas que tomaron el curso reportaron haber recurrido a lo que aprendieron para detener a un violador durante el año posterior a la capacitación. Una quinta parte de las asistentes usaron más de una vez las habilidades que aprendieron en el curso. En 2006, Lee Paiva, una artista de San Francisco, estaba trabajando en Korogocho, un barrio pobre de Nairobi, en un programa de apoyo a familias que cuidaban niños huérfanos con VIH. Su intérprete comenzó a hablarle de las personas que se conseguían por la calle: «A esta chica la violaron a punta de cuchillo, este bebé es producto de una violación, esta niña es VIH positivo a causa de la violación de su padre, aquí murió una abuela luego de ser violada en grupo, el bebé de esta mujer fue violado…». Paiva estaba anonadada.
Ella misma era una sobreviviente de agresión sexual y había tomado una clase de defensa personal y empoderamiento para mujeres. «Esa clase salvaría vidas aquí», dijo. Pagó para poder llevar a sus profesores de artes marciales a Kenia con el fin de entrenar a la gente del lugar para que pudieran enseñar defensa personal. Pero también quería hacer algo más grande. Fundó No Means No Worldwide (No es no en todo el mundo), que creó cursos para jovencitas y más tarde para hombres jóvenes. La organización keniana Ujamaa Africa imparte los cursos, para los que contrató a 81 instructores, en su mayoría en colegios ubicados en las zonas más pobres de Nairobi. Ahora también los imparten en Malaui, Sudán del Sur y Somalia, y en campamentos para refugiados.
Una enorme ventaja es su bajo costo: la organización afirma que el costo de prevenir una violación es de 7,44 dólares. Uganda y Estados Unidos son los próximos destinos de No Means No que también capacitará a seis instructores que viajarán por todo el mundo, capacitando a otros. La organización planea hacer lo mismo con hombres el próximo año. El curso de No Means No le enseña a las mujeres y a las niñas de entre 10 y 20 años que la mayoría de las agresiones sexuales las comete un conocido, además de enseñarles a identificar el riesgo a tiempo, cómo decir que no de manera eficaz, cómo escapar y, si las palabras no bastan, cómo usar la defensa personal física. Ese también es el plan de Flip the Script. Sin embargo, a diferencia de este último, No Means No entrena a ambos géneros. El curso para niños de 10 a 13 años y el destinado a chicos de 14 a 19 busca transformar su visión sobre las mujeres y la masculinidad.
A los niños y los hombres se les enseña que las mujeres son dueñas de su cuerpo y que las violaciones y el acoso sexual son inaceptables. Aprenden la intervención de testigos: reconocer cuando las niñas o mujeres están en problemas y cómo pueden intervenir en distintas fases del hecho, haciendo gestos de desaprobación, armando un alboroto o incluso negociando con un violador que ha iniciado un ataque. Los instructores plantean distintos escenarios. Por ejemplo, un joven está pasando el tiempo con sus amigos, quienes hacen comentarios sexuales a las jóvenes que pasan por ahí.
Un profesor muestra su desaprobación con gestos o palabras. Así, los jóvenes practican sus habilidades. «Socialmente se nos enseña a no intervenir porque no es nuestra responsabilidad», afirmó Benjamin Omondi Mboya, director ejecutivo de Ujamaa. «Así que el entrenamiento de los chicos se llama ‘Tu momento de la verdad’: yo soy el agente de cambio que puede ayudar. Tengo la capacidad y puedo intervenir». «Algunas personas no saben que no es correcto hasta que se lo dices», dijo Collins Omondi Ooko, quien dirige el programa de los niños. Le pregunté a Omondi Ooko por qué las violaciones son tan comunes y por qué los chicos creen que está bien. «Crecieron en un entorno en que vieron que sucedía», respondió, el mismo entorno en el que él creció. «Nadie habla del acoso y la violencia sexual. Las casas de los barrios pobres están muy cerca unas de otras. Si le ocurre algo al vecino, puedes verlo y escucharlo. Comienzas a hacer cosas por influencia del entorno».
La presión entre pares es un factor crucial. «Sus amigos los presionan a hacer ciertas cosas y ellos buscan encajar en la comunidad», comentó. Mboya tenía una respuesta distinta. «La incidencia de violaciones es alta porque la gente se sale con la suya», dijo. «Todo se reduce a controlar y dominar a la mujer. Pero también sucede porque la gente se sale con la suya y nadie hace algo al respecto. Tenemos leyes, pero no se cumplen».
No hay consecuencias legales, por lo que es importante crear consecuencias sociales. La educación del testigo es efectiva. Los niños y hombres que tomaron el curso y más tarde presenciaron una agresión sexual pudieron intervenir con éxito en tres cuartas partes de las veces, el doble de frecuencia que quienes no tomaron el curso.
El curso para mujeres y niñas les enseña a identificar el peligro y poder escapar. «Tienes que evaluar la situación», dijo Nancy Omondi, coordinadora e instructora del programa. «El objetivo principal es que escapen. Pueden mentir, fingir docilidad, hacer un escándalo, pedir ayuda. Señalar la conducta en voz alta: ‘Deja de tocarme el seno’. Si estás encerrada en una habitación debes negociar tu salida: ‘Te doy mi teléfono'». «El hombre piensa ‘Me estoy aprovechando de una niña ingenua’. Él no espera que ella se defienda. En nuestra sociedad, se les dice a las niñas que sean amables.
La mayoría de ellas, incluso las mujeres, no creían tener el derecho de decir que no sin sentirse culpables». Las agresiones sexuales se presentan en muchas formas… varían incluso entre los distintos barrios pobres de Nairobi, afirmó Omondi: «En Korogocho, las estudiantes se identificaron mucho cuando hablamos de toqueteos indecentes. Cuando vas a Huruma se identifican con los insultos y el lenguaje violento. En Kibera, lo relacionan con que alguien te bloquee el paso y no te deje pasar». En Ontario, Canadá, podría comenzar con no aceptar un no por respuesta. En Florida, «Vamos a dar un paseo en coche» y, en todo Estados Unidos: «Tómate unos cuantos tragos más». Pero la manera en que las mujeres pueden salvarse no difiere mucho: reconoce las señales de peligro en tu lugar de residencia.
Comprende que a las mujeres se les ha enseñado a ser dóciles y complacientes. Habla con firmeza. Si todo lo demás falla, contraataca. «Se trata de un problema mundial; una de cada tres mujeres», dijo Jennifer Keller, profesora de psiquiatría y ciencias de la conducta en la Universidad de Stanford. «Muchos de los temas subyacentes son muy similares». Ella participa en ambos programas, estudia No Means No y ayuda a que Flip the Script se implemente en Stanford.
¿Habrá una estrategia que funcione en todos lados? Keller aseveró que, aunque la idea de una intervención universal requiere de investigación, es muy factible. «Creo que hay fuerzas inherentes en un enfoque de empoderamiento», dijo Clea Sarnquist, una académica investigadora experimentada en pediatría en Stanford, quien ha estudiado No Means No.
«A veces me sigue sorprendiendo que las jóvenes que asisten a un campus como Stanford no crean tener la fuerza ni la capacidad de defenderse solas. No estamos haciendo lo suficiente en todo el mundo para enseñar a las jóvenes que está bien defenderse solas en todos los sentidos».