Allá por los 80s del siglo pasado asistí a una muy selecta conferencia de un experto extranjero, amigo de Cuba, que aseguró en aquel entonces a la reducida concurrencia que, si el mercado negro se politizaba, los días de la revolución estaban contados.
Cuarenta años después la revolución cubana sigue en pie y si nos guiamos por aquel sociólogo especialista, el mercado negro, ilegal o informal no se ha politizado, pero sí enriquecido y fortalecido sus tentáculos. Hoy por hoy, prosigue en su labor de zapa contra la economía nacional, disponiendo a diestra y siniestra hasta el valor de un cucurucho de maní.
Un botón de muestra resulta la tasa de cambio, con sus vaivenes de oferta-demanda, impuesta al dólar y al euro, mientras una obsoleta decisión bancaria mantiene a ambas monedas muy por debajo de cómo deberían estar.
Motivos un tanto desconocidos deben tener las autoridades para no modificar esa relación con el débil peso cubano, que por primera vez en su historia, uno solo vale menos que un centavo de dólar en el llamado cambio informal.
Para no cruzarse de brazos y dejar la solución a la Divina Providencia, ha tomado mucha fuerza mediática que sobre aquellos que se dediquen a tales menesteres de compraventa de divisas les pueden caer encina entre cinco y diez años a la sombra de una prisión. Un “remake” de aquellos tiempos en que cinco dólares en el bolsillo equivalían a poco menos a un lustro en la cárcel.
Algunos ingenuos u osados que se ofrecen en las redes sociales serán los primeros en caer en escarmiento. Sin embargo, la mayoría se moverá en otras direcciones y si antes era pública la oferta, ahora será encubierta, en la más absoluta clandestinidad porque en ello sobra la experiencia.
Un pulso con muy pocas probabilidades de ganar aunque con la izquierda se agarre con fuerza la pata de la mesa.
Fuente: https://progresosemanal.us/20220216/un-pulso-para-no-ganar/