«Todos los documentos se comunican en lo material. En los documentos domina la materia. Materia es lo soñado.» Walter Benjamin 1. La existencia precede a la esencia; la tecnología a la ciencia; el producto al intercambio y el intercambio al consumo; la inversión a la demanda, como el movimiento social real cuyo desenvolvimiento se enfrenta […]
«Todos los documentos se comunican en lo material.
En los documentos domina la materia. Materia es lo soñado.»
Walter Benjamin
1. La existencia precede a la esencia; la tecnología a la ciencia; el producto al intercambio y el intercambio al consumo; la inversión a la demanda, como el movimiento social real cuyo desenvolvimiento se enfrenta a la opresión, al amo o al propietario privado de la tierra o al capitalista, precede a la formación de los instrumentos políticos liberadores de los oprimidos/as. La antelación, en este caso, se refiere a los momentos que hacen parte del análisis o la distinción. En verdad, la totalidad de la realidad funciona como un solo movimiento contradictorio y cuyas variables contienen la incertidumbre, el riesgo y la crisis incesante. La infancia es la antesala y promesa de la vejez de cualquier individuo, como la semilla es la promesa de la Araucaria, pero sólo potencialmente. La interrupción o modificación secuencial de un proceso aparentemente progresivo es recurrente. La enfermedad, el rayo calcinante, el terremoto, por ejemplo, son fenómenos que perturban drásticamente aquello que parece lineal y programado. No existe destino, sólo historia. Y la vida es un combate entre dos silencios.
2. Toda creación humana es el resultado complejo y dinámico de su relación con la naturaleza. Y lo que se denomina ‘cultura’, ‘civilización’ o ‘creación’ es trabajo socialmente acumulado, muerto o vivo. En consecuencia, aquello que emerge de tal relación, como por ejemplo las innumerables formas de la espiritualidad, el arte, las ciencias, etc., corresponden a propiedades orgánicas de la humanidad a lo largo de su devenir. Esto es, la estructura y la superestructura se impactan mutuamente, remodelándose y adecuándose casi de manera imperceptible. Como el inconsciente del sujeto impacta en su comportamiento consciente y viceversa.
3. Los conjuntos sociales relativamente homogéneos y sometidos a la dominación (los trabajadores/as asalariados/as, por ejemplo) no nacen libres: deben llegar a ser libres. Por eso la voluntad colectiva y organizada premeditadamente de las y los oprimidos es la condición política de su emancipación multidimensional. Y como toda emancipación es inestable, está condenada a generar una y otra vez las garantías materiales y relacionales de su reproducción. De lo contrario, el momento de la emancipación se osifica y perece. Y cuando tiemblan los fundamentos de la liberación humana, el pasado, que nunca se extingue completamente, restaura sus relaciones de poder, pero con modos más sofisticados. Ello también obliga a las fuerzas derrotadas transitoriamente de la emancipación a actualizar las maneras de la próxima arremetida liberadora.
4. En un mismo territorio pueden convivir diversos modos de relaciones sociales y económicas. No obstante, una hegemoniza sobre las demás. Bajo la hegemonía del capitalismo, el cooperativismo de sobrevivencia e incluso el trueque no especulativo pueden desarrollarse de manera acotada. Siempre y cuando no atenten contra los intereses del capital en su época de súper concentración oligopólica. Y en general, el capital es valor que se valoriza.
5. ¿Cómo intenta hoy el capital contrarrestar la caída de su tasa de beneficio, resultado de la robótica, la informática y de la inteligencia artificial en general, considerando que la destrucción de trabajo humano que implican esas tecnologías en la producción de bienes y servicios en su totalidad sistémica genera menor plusvalor y el derrumbe de la demanda? A través de la especulación financiera y la deuda (donde los ahorros previsionales de los trabajadores/as juegan un papel clave); del extractivismo devastador de la biodiversidad; de la súper-explotación del trabajo humano y de la llamada ‘flexibilidad laboral’; de las políticas monetaristas; de los ajustes estructurales; de las guerras de baja y alta intensidad; de los tratados de libre comercio asimétricos y de la más vertiginosa concentración del capital y destrucción de competencia.
6. La regulación y planificación colectivas de una economía cualquiera subordinada a las necesidades de su sociedad toda, atenta orgánica y estructuralmente contra los intereses privados del capital súper concentrado. El gran capital que especula, produce, comercia, expolia, explota y compite, también tiene maneras de planificar estratégicamente su actividad, pero conforme a la acumulación y apropiación privada del excedente proveniente del trabajo enajenado, a la segmentación y detección de tales o cuales mercados (o grupos de personas capaces de pagar por una mercancía o servicio cualquiera). Por eso la regulación colectiva y democrática de la economía es completamente contradictoria respecto de la regulación fraccionada y los fines privados del gran capital. En consecuencia, todo ejercicio de economía socialmente organizada por las y los comunes y solidarios, aunque sea limitada geopolíticamente, se vuelve una suerte de competencia disfuncional, tanto más si logra reproducirse y ampliarse. En todo caso, la competencia disfuncional no es necesariamente subversiva si carece de un proyecto local, nacional, continental y mundial de desarrollo que tienda a superar la hegemonía del modo de reproducción del gran capital y sus relaciones, como si no porta, junto y en medio del conjunto diverso de las expresiones de resistencia popular, un proyecto político de poder. Esto es, las resistencias de las y los comunes y solidarios no son revolucionarias si escasean de un horizonte de sentido antiimperialista, anticapitalista, eco-comunista y antipatriarcal. Y aquí la expresión ‘sentido’ tiene que ver con la práctica concreta y ahora de esos principios colectivamente convenidos, como de las tareas inmediatas que exige semejante desafío.
7. El Estado por sí sólo es la manifestación de una sociedad donde existen oprimidos y opresores. El Estado no es un medio inofensivo o neutral o fruto de un pacto social. Es la armadura política y militar, jurídica y económica, cultural y espiritual de una minoría social sobre toda la sociedad. En el período histórico denominado capitalismo (donde, de la contradicción esencial entre trabajo y capital, se ha llegado dramáticamente a la contradicción ampliada de humanidad versus capital, o más radicalmente, vida versus muerte), el Estado, salvo excepciones transicionales y sólo justificadas por la defensa política y militar de una revolución cuyo sujeto es la y el oprimido, es una estructura de dominación. Y una estructura es el conjunto de sus partes más las relaciones que existen entre ellas. Entonces, el Estado es también un complejo de instituciones donde se concentra el poder de una minoría opresora. De una minoría compuesta por los contados dueños/as y colosales propietarios/as de todo. Por eso más Estado, por sí sólo, no es garantía de superación de las relaciones de clase y de poder. Por eso las contradicciones predominantes y en crisis entre las facciones del gran capital y los distintos imperialismos (organizados, deslocalizados y movilizados geoeconómica y geopolíticamente) requieren y se deben a los Estados corporativos realmente existentes y encadenados en degradación según la división internacional del trabajo y del capital. La dictadura política inestable del capitalismo planetario, hegemónicamente financiero, comercial y extractivista, se habría deshecho del Estado de lo contrario. Pero lo necesita por su composición y movimiento. Para la coacción y para la promoción del consenso social de acuerdo a sus intereses objetivos en un momento determinado. Como primer y último recurso político, militar y económico cuando peligra su gobernanza. Y al respecto, no importa que adopte las formas de la tiranía, el parlamentarismo, la representación electoral, los golpes de Estado blandos o duros, o modos de administración edulcorados o francamente genocidas. Las formas de la dictadura del capital están condicionadas por sus propias crisis internas, como por la lucha irreconciliable entre opresores y oprimidos. Por tanto, las batallas intercapitalistas e interimperialistas que persiguen la mayor ganancia posible con el menor costo posible, producen inexorablemente su negación entre el pueblo trabajador y los oprimidos/as. Sin embargo, esa negación presente durante todo su devenir, no es suficiente para su superación como sistema o totalidad opresora. Por más caótico que se manifieste el orden de cosas predominante, la cólera colectiva y en acción de la sociedad oprimida que pugna por su emancipación demanda de un instrumental político condensado, de medios políticos condensados. La existencia de diversos medios políticos escalonados, específicos y labrados en la lucha concreta del pueblo trabajador y de las y los oprimidos (y construidos en su seno) no es un capricho de la rebeldía. Es una necesidad histórica que resuelve su factura ya no como consciencia desde afuera (vanguardismo, aparatismo, iluminismo, sustitucionismo, estrategias basadas en atajos políticos y no en trabajosos procesos de acumulación de fuerzas sociales, etc.), sino que como consciencia ampliada desde el movimiento real que emerge casi siempre como pura negación, pero que de la lucha netamente economicista o redistribucionista (o sea, luchas que no se proponen la destrucción de las relaciones de clase y de poder, sostén necesario para una eventual sociedad de libres e iguales), sitúa su espacio-tiempo de sentido basado en sus intereses histórico-liberadores. ¡Cuántos dolores de cabeza y cortes de cabeza se habrían ahorrado las y los rebeldes organizados si sólo bastaran los levantamientos populares para echar abajo a la opresión! Justamente la producción de los instrumentos políticos de la emancipación son el resultado de lecciones históricas cuyo dolor no tiene palabra con que nombrarlo.
8. En Chile y en el mundo, la opresión capitalista emplea una batería de estrategias para su reproducción y generación de consenso y alienación social. Desde las doctrinas militares antipopulares y subordinadas a los Estados corporativos imperialistas, hasta los medios masivos de comunicación, el márketing de punta; la organización arquitectónica, de circulación y geográfica de las ciudades y de las relaciones desiguales entre el campo y las urbes o las regiones/provincias con las metrópolis; el sentido común fundado en los intereses de la minoría en el poder; la escolaridad y la educación formal; la narrativa de la alta jerarquía de las iglesias y del sistema de partidos políticos dominante; las leyes; las burocracias públicas y privadas, etc. Y cuando, así y todo, la insumisión se despliega, entonces cae como plomo un repertorio viejo que corre desde la cooptación y compra de los liderazgos populares, hasta el crimen y la represión directas, pasando por labores de inteligencia política en medio de la resistencia y cuyo objetivo es dividir, atemorizar, desorientar y desmoralizar al conjunto insurrecto. Al menos de ese modo actúan los custodios del orden actual de cosas en el movimiento por la autodeterminación plena del Pueblo Mapuche, como en el movimiento estudiantil universitario y secundario. No vale la pena referirse a lo que acontece en el pobre sindicalismo chileno (salvo notables, pero acotadas excepciones), ni al secular clientelismo partidista.
Sin embargo, nunca la ética y la insobornabilidad están ausentes de la insumisión. El poder no puede comprar a todos/as. Ni siquiera puede matar a todos/as, aunque cuente con los recursos y medios para ello. Allí se encuentra el espanto de quienes aún mandan y ahí está la oportunidad y la armadura ética, épica y política de quienes resisten. Asimismo, si bien únicamente se puede confiar en las fuerzas propias de la desobediencia socialmente organizada, la lucha de clases permea hasta el clero y las religiones. De ahí la Teología de la Liberación nuestramericana y la fracción de protestantes indignados y en lucha contra las relaciones capitalistas.
9. ¿Por qué la corrupción y el nepotismo no sólo son inherentes al capitalismo, sino que son fenómenos anteriores a su emergencia histórica como modo de producción dominante? ¿Por qué en Chile el movimiento popular tiene condiciones más favorables de desarrollo en los bordes geográficos y sociales y no en las grandes capitales? ¿Existe en Chile un fascismo focalizado territorialmente? ¿Qué es exactamente el Poder Popular? ¿Es válida o no, eficaz o no, la lucha institucional en el país para un proyecto emancipatorio a la luz de los procesos denominados progresistas del Continente y de las condiciones y relaciones de fuerza internas de Chile? Frente a las estrategias de la alienación social del poder, ¿qué se debe y se puede hacer? ¿Qué tipo de propiedad privada es funcional al capital y cuál no? ¿Cuáles son los pasos para pasar de la llamada ‘unidad en la acción’ a la ‘unidad política’? Enunciados pendientes.
Quienes hayan llegado hasta aquí del texto, sepan que sólo se trata de un artículo breve que, por urgencia del escribidor, alcanzó apenas a titular un puñado de enunciados que busca colaborar con la discusión de las resistencias populares de Chile y sus alrededores. Aunque todavía no exista el o los instrumentos de la emancipación chilena (que jamás pueden estar aislados de las experiencias al menos continentales de los empeños rebeldes en las sociedades dependientes y auxiliares respecto de los polos centrales del gran capital), ciertamente, sí es preciso hacer las tareas de ese instrumental por venir. Sí hay que articular las resistencias que se oponen a toda forma de dominación; sí hay que potenciar colectiva e imaginativamente la cultura desde y con las y los de abajo; sí hay que hacer-formando a las generaciones nuevas que amanecen a la lucha insubordinada; sí hay que fomentar la crítica y la autocrítica conjunta y solidaria, y fomentar la producción política propia del pueblo trabajador y las y los oprimidos cuando ya caminamos a la segunda década del siglo XXI.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.