Nos conocimos allá por los años sesentas. Ella hacía como de mi jefa, y he de confesar que no he conocido a nadie con más vigor y entereza que esta mujer. Todo en ella era resplandeciente. Después de un largo paréntesis, volvimos a coincidir ya convertidos ambos en libreros. Ella con su Rumor y yo […]
Nos conocimos allá por los años sesentas. Ella hacía como de mi jefa, y he de confesar que no he conocido a nadie con más vigor y entereza que esta mujer. Todo en ella era resplandeciente. Después de un largo paréntesis, volvimos a coincidir ya convertidos ambos en libreros. Ella con su Rumor y yo con «mi» Prometeo.
Jugando con su nombre podemos formar esa bella expresión que tan bien se le puede aplicar: «puro Rumor».
Y es que aunque nos llega la triste noticia del cierre de la librería Rumor1, yo he de confesar que para mí (y creo que para muchos otros libreros) ese «puro Rumor», es mucho más que un ruido amable y continuado de fondo: es una energía de un rincón cósmico que, al igual que esa otra radiación de microondas, proviene como un eco del inicio del universo y que lo llena todo por completo. Es la capacidad creativa de la vida y, dentro de ella, la potencia de belleza que pueden desplegar los seres humanos. Entre ella la de ser libres y libreros.
No hemos perdido a Rumor; no dejará Purita de estarse presente entre los libreros; no desaparecerán los libreros de papel («si no ha podido el fuego con nosotros no podrá la tecnología», que diría el Roto). El alma de un «puro Rumor» seguirá habitando nuestros lugares, en el fondo, llenándolo todo, dando ánimo, que eso es el «alma».
Te queremos, Pura.
Nota: