Pinochet Quién iba a decirnos al cabo de tanta impune infamia que fuera Pinochet a declararse enfermo, que al borde de la insania, menguada su salud y al descubierto sus cuentos y sus cuentas, declarase el vitalicio general sentirse deprimido y haber pensado, incluso, en el suicidio. Y me preocupa. Me preocupa que usted, que […]
Pinochet
Quién iba a decirnos al cabo de tanta impune infamia que fuera Pinochet a declararse enfermo, que al borde de la insania, menguada su salud y al descubierto sus cuentos y sus cuentas, declarase el vitalicio general sentirse deprimido y haber pensado, incluso, en el suicidio.
Y me preocupa.
Me preocupa que usted, que deshonró constituciones y banderas, que usted que confinó al olvido y a la impunidad tantos anhelos y esperanzas, que usted que se atrevió a cercenar las manos de los ángeles y envilecer la gloria de pan y chocolate de tantos sueños rotos, que usted que acanalló tantas conciencias, que usted que desolló las más hermosas y humanas utopías…me preocupa que usted, no sepa ahora cómo suicidarse.
Y desinteresadamente, aprovecho esta oportunidad para sugerirle, si no encuentra entre los tantos testimonios de chilenos asesinados alguna muerte de su preferencia, alguna que a desmano y a destiempo haga por fin justicia, un recurso para el suicidio que en su caso le aseguro infalible.
Simplemente, cuando alegando razones de Estado o en atención a sus envilecidas canas o a quien sabe qué pretextos, lo descarguen de deudas y de culpas, salga usted a la calle, general, y hágalo sin escoltas armadas que protejan sus pasos, sin guardaespaldas que velen por su seguridad.
Salga y camine solo por los polvorientos barracones que rodean Santiago, por esas calles y callejones que a pesar de usted todavía se llaman y recuerdan a Violeta Parra, a Pablo Neruda, a Salvador Allende, a Víctor Jara, salga y camine entre las esperanzas que le sobrevivieron, que sospecho verá colmados sus deseos de pasar a mejor vida, que en confianza, le reconozco, son también los míos.